sábado, 28 de diciembre de 2024

Estancia arqueológica en Campeche. Parte 2. Dzancab

Entrada con columnas
A las 6 de la mañana me llegaron mensajes de William, quien ya se estaba preparando para salir de su casa y recogerme en el hotel. Yo ya llevaba una hora despierto y listo para salir, había desistido de intentar dormir más y ya me había cambiado y acomodado mi equipaje nuevamente. No tuve que esperar mucho, 15 minutos más tarde ya estaba saliendo para ver a mi amigo con su camioneta, la misma con la que entramos hasta Río Azul, este mismo año. Subí y nos dirigimos a casa de su papá, que ya nos esperaba también. Por esta vez solo estaríamos nosotros tres, así que salimos a dejar algunas cosas a un terreno de Will y seguimos hacia el periférico, tomando la salida a Campeche y luego hacia el Puuc. En poco tiempo estábamos ya desayunando en el mercado de Muna, donde hacen una de las mejores cochinitas que he probado, también aprovechamos para comprar un garrafón de 10 litros de agua y salimos de ahí completamente preparados para visitar todo lo que pudiéramos.

Restos de bóvedas
Sobre la marcha decidimos comenzar con los sitios más cercanos que habíamos previsto, todo sobre el antiguo camino hacia Campeche. Pasamos por Uxmal y Kabah y cruzamos el viejo arco en el límite entre estados. Un poco más adelante buscamos una terracería y la tomamos para buscar Dzancab, un sitio que no teníamos con una ubicación tan segura como otros, pero que debía estar por esa zona. La distancia que recorrimos en la camioneta fue corta y decidimos caminar el resto. Comenzamos a ver montículos, por lo que sabíamos que estábamos en el sitio, aunque los rasgos mejor conservados se mantenían ocultos. Tanto Will como yo teníamos algunas marcas en los mapas de nuestros celulares, muy cercanas la suya y la mía, por lo que nos metimos a la selva cuando estuvimos cerca de ese punto. Aunque no se veían vestigios en los primeros pasos, casi de inmediato nos encontramos con una plataforma, subimos a su parte más alta y pudimos ver columnas en su lugar, aunque las paredes y los techos habían colapsado. Yo estuve preparando mi cámara y Will se adelantó, encontrando restos de bóveda más adelante.

Bóveda
Tardé un poco con mi cámara y el celular, pero después de alcanzar a los demás, me puse a buscar en los alrededores. Sabíamos que estábamos en el grupo principal, pero Will tenía los planos de otros, aunque la selva estaba bastante cerrada como para moverse mucho en cualquier dirección. No buscamos otros conjuntos arquitectónicos, pero quisimos buscar más a fondo en el que nos encontrábamos. Will encontró una segunda bóveda un poco mejor conservada y yo le di la vuelta a un basamento que tenía muy pocos restos visibles. Me encontré con varios montículos más, aunque sin nada de interés a la vista. Convencí a ambos Williams de salir hacia ese lado para cubrir un poco más de terreno, pero llegamos al camino de entrada sin ver más que los montículos completamente destruidos. Días más tarde Will me dijo que nos había faltado al menos otro edificio, pero tendríamos que buscarlo en temporada de secas, ya que aún estaba muy tupida la vegetación.

Regresamos a la camioneta y retomamos la carretera. Algunos km más adelante nos dispusimos a buscar un sitio con el curioso nombre de Barcohaltún de las dos Cruces. Tomamos otra terracería más larga y llegamos hasta un rancho que lucía abandonado, ahí alguna vez hubo animales domésticos, pero ahora estaba completamente vacío. Nuevamente intentamos recorrer el último tramo a pie, aunque conforme avanzábamos la vegetación se cerraba más, esta vez con enredaderas y pastos. Llegamos a un llano amplio que debíamos cruzar de lado a lado, pero nos pareció que sería un esfuerzo demasiado grande abrirnos paso a machetazos, y que tomaría demasiado tiempo. Este sitio tenía que visitarse en temporada de secas, por lo que decidimos abortar y seguir a otro lugar.



sábado, 21 de diciembre de 2024

Estancia arqueológica en Campeche. Parte 1. Del AIFA a Mérida

En agosto de 2024 entré a estudiar la Maestría en Estudios Mesoamericanos en la UNAM, con un proyecto sobre arqueología doméstica en Calakmul. Un par de meses después de comenzar con las clases apareció la convocatoria para solicitar apoyo para hacer trabajo de campo; tuve la oportunidad de programar una estancia de cinco semanas en Campeche para analizar lítica excavada en un pozo de sondeo de uno de los conjuntos habitacionales de mi sitio de estudio. Mis asesores estuvieron de acuerdo y pedí permiso para ausentarme la última semana de trabajo y permanecer en el sureste hasta el fin de semana anterior a navidad. 

No tuve problemas para obtener el apoyo e hice los preparativos por mi cuenta, a diferencia de los primeros viajes que hice de esta manera, hace ya más de una década, ahora todo es mucho más sencillo. De una aplicación a otra y de página en página de internet conseguí rentar un departamento por 34 días y los vuelos de ida y regreso hacia Mérida, ya que ir directo a Campeche resultaba mucho más caro y no creí que valiera la pena. Por supuesto, tenía pensado ocupar los fines de semana para visitar sitios arqueológicos y desde semanas antes de partir ya había hecho algunos planes con los Williams de Mérida, con Leonardo y Juán, todos participantes en los viajes de El Mirador y El Petén, en las vacaciones de semana santa de 2023 y 2024. 
AIFA

Los últimos días antes de salir fueron bastante complicados, tenía que preparar dos ponencias, un examen y varios trabajos finales que entregaría antes que todos los demás por ausentarme sin terminar el semestre, aún así me di tiempo para ver algunos amigos y para salir con mis compañeros después de clases (alguien me dijo que parece que tengo un pacto con el diablo, porque siempre tengo tiempo para todo). El 15 de noviembre hice un examen y justo al día siguiente fui a casa de mi mamá, mucho más cerca del AIFA, desde donde saldría mi vuelo a Mérida, además de que el 16 es su cumpleaños y aprovecharía para estar ahí. Pasé la última noche en la ciudad ahí y al día siguiente estuvimos un buen rato comprando cosas, aunque aproveché para conseguirme unos tenis, la última adición a mi equipaje, que ya estaba a reventar.

Finalmente, me acompañaron al mexibús, el cual tomé hasta su terminal en el mismo aeropuerto, fue un trayecto algo complicado por la mochila grande y que el camión tardó demasiado, por lo que iba a reventar. Llegué con buen tiempo al AIFA, por lo que pude hacer mis preparativos con toda calma. Había leído muchas quejas de ese lugar pero, fuera de cuestiones políticas, me pareció un completo disparate eso de "central camionera" y los comentarios despectivos de gente generalmente elitista. Las instalaciones son muy superiores a las del aeropuerto Benito Juárez y no hubo ningún retraso ni problema, además de ser mucho más barato el impuesto por utilizarlo. Eso sí, está lejísimos y, mientras no funcione el tren suburbano, es un viacrucis ir hasta allá.

Mi vuelo salió justo antes de las 10 pm, fue sumamente tranquilo, casi sin ninguna turbulencia ni movimiento. Llegué a Mérida minutos antes de la media noche; como no había documentado nada, pude salir de inmediato del aeropuerto y pedir un taxi que me llevó al hotel. Para esta única noche había reservado en un lugar con cápsulas como las que son algo famosas en Japón, ni siquiera William sabía que eso existía aquí, y quise probar. Llegué poco después de las 12, la recepción estaba abierta pero no encontré a nadie, excepto a un tipo dormido al que intenté despertar pensando que era el encargado, aunque ni siquiera se movió. Un par de minutos más tarde apareció el verdadero recepcionista y me dijo que mi reserva había caducado después de media noche, pero yo ya había previsto eso y mandé un mensaje días antes, me respondieron que no había problema si llegaba después, así que tuvieron que hacerlo efectivo. 

El lugar fue más caro que un hostal, pero era algo menos que eso, si bien las cápsulas tienen más privacidad que las literas que hay en lugares más baratos, están más hacinadas y se comparten los baños con más gente. Me pareció sobrevalorado, por lo que quedarme ahí fue una simple curiosidad y no consideré volverlo a hacer. Dormí muy poco, a pesar de estar en un espacio muy cerrado podía escuchar a los que estaban en las cápsulas de arriba cuando se movían. Ya era madrugada y saldría poco después de las 6 de la mañana para aprovechar el primer domingo del viaje...