sábado, 8 de marzo de 2025

Estancia arqueológica en Campeche. Parte 11. Nocuchich

Camino a Nocuchich
Durante la semana Will me dijo que se había contagiado de gripe, no parecía que fuera a reponerse para el fin de semana aunque quedaba la posibilidad de salir a la selva el domingo, yo tuve también algunas molestias, aunque la irritación de garganta me duró un par de días y me repuse por completo. Venía el último fin de semana que Leonardo estaría en Mérida, así que estuvimos en contacto pensando en hacer algún recorrido el sábado. Mi primera opción era Dzibilchaltún, pero después de revisar vimos que estaba cerrado, como lo había estado ya un largo tiempo a pesar del anuncio de su apertura, que aún no había sucedido. Llegado el jueves no había un plan claro, pero decidí tomarme el viernes para hacer el viaje a Mérida de forma económica, en combi o en camión de segunda clase. El 5 de diciembre hice una visita al Museo del Fuerte de San Miguel, el único que me faltaba conocer en Campeche, cuenta con un interesante acervo reunido en múltiples sitios del estado, sobre todo en Calakmul.

El 6 de diciembre, casi de último minuto decidí ir a Hopelchén en combi, no tenía claro los horarios de ese transporte, pero no quería levantarme tan temprano como la semana anterior para tomar el camión de las 6 de la mañana. Will me había pasado el número celular de un guía que podía llevarme a Nocuchich, pero nunca me contestó, pretendía buscarlo en el centro y seguir mi camino si no lo encontraba.

Torre de Nocuchich
El recorrido de ese día se fue dando sobre la marcha, llegué a tomar el transporte a las 7 de la mañana, pero resultó que saldría hasta las 8, no me quedó otra que esperar. El trayecto fue más rápido que en el camión, llegando poco después de las 9 a Hopelchén. Caminé al palacio municipal, el cual estaba desierto, pensé en tomar un mototaxi y decirle que me llevara hasta el sitio, pero luego se me ocurrió que tenía suficientes piernas y energía para ir y regresar los 20 km totales que implicaba ir ahí, más aún, consideré un reto hacerlo antes de que pasara el camión a Mérida, que sabía que estaría ahí alrededor de las 2 de la tarde, si no lo lograba, aún tenía la opción de esperar la corrida de las 4 pm. Con ese pensamiento comencé a caminar poco antes de las 9, tomando una terracería de sascab (tierra blanca) con una recta polvorienta que parecía interminable. Era tan ancha como para que los autos que pasaban no se me acercaran, pero cada que eso ocurría me cubría un poco más de tierra. Fueron casi 5 km de lo mismo, hasta que me encontré con un camino lateral, donde las condiciones eran mejores, había árboles en las orillas que daban algo de sombra y la tierra no estaba suelta.

Torre de Nocuchich
A partir de ahí crucé un par de grandes campos de cultivo divididos por manchones de selva, poco a poco iba subiendo la velocidad, no hacía mucho calor, había viento fresco y el camino era bueno. Solo caminando, sin correr jamás, pude alcanzar una velocidad promedio de más de 6 km/h, por lo que recorrí los 10 km de ida en un poco más de hora y media. Llegando al sitio vi algunos montículos pequeños en el campo. Me encontraba en perfectas condiciones, solo eran las 10:30 de la mañana, así que estaba convencido de que regresaría para la corrida de las 2 pm, pero eso dependía de qué tan rápido encontrara la torre de Nocuchich, único edificio en pie del sitio. Alguna vez hubo otra con un gran rostro en su fachada, pero fue dinamitada porque infundía miedo en los locales. La que está en pie es una torre emblema, sin ninguna habitación, solamente un cuerpo inferior, un friso y una crestería calada. Un edificio bastante pequeño entre un manchón de selva, podía ser como buscar una aguja en un pajar, sin embargo, Gabriel Partida había estado ahí, después William, y habían marcado bien la ubicación. Yo no tenía machete, pero si un punto que buscar, era un volado.

Torre de Nocuchich
Me metí a la selva sin seguir ningún sendero, para mi agrado no estaba especialmente cerrada, se podía pasar bastante bien. Estuve revisando mi ubicación con el GPS de mi celular, acercándome al punto indicado. Estaba muy cerca y no veía nada que indicara construcción en pie, solamente algunos montículos bajos, comenzaba a pensar que la ubicación tenía algún error cuando la torre apareció de repente frente a mí. No la vi hasta que estuve a escasos 5 metros, aún con selva poco tupida. Dejé mis cosas y le di la vuelta para mirarla por todos los ángulos, aunque a mitad de ello me di cuenta de que tenía las piernas llenas de hierba pega pega que crecía al pie del edificio, por fortuna, el pantalón que traía tenía tejido muy cerrado y fue fácil retirar esas semillas que tanto me habían molestado semanas antes. Estuve recorriendo todo alrededor para buscar algún resto de la torre caída, encontré un par de posibles ubicaciones, pero no queda nada claro entre las piedras amontonadas. 

Me tomé un tiempo para comer algo y beber agua, algo que no había hecho hasta entonces, no lo había necesitado. Salí de la selva alrededor de las 11:45, directamente al norte para cortar camino, nuevamente sin sendero. Me encontré con un par de pequeñas cuevas, aunque no hice ningún intento por entrar. Regresé al camino y empecé a caminar de regreso subiendo el ritmo rápidamente a uno similar al del trayecto de ida. Antes de llegar a la gran recta me encontré de frente con un joven menonita que dijo llamarse Juan, se acercó a hablar conmigo preguntándome si había visto a un mexicano por ahí, que quería que le ayudara a chapear algún terreno (o eso entendí con su pobre español). Me preguntó si tenía música qué escuchar, cerveza o cigarros, yo no tenía ninguna de esas cosas, y se interesó especialmente por mi celular. No parecía querer seguir su camino, así que le dije que tenía que irme para alcanzar el camión. Seguí caminando un km más y luego vi que venía cruzando en diagonal un campo que yo había rodeado por completo. Me alcanzó y siguió preguntándome cosas. Esto me llevó más de media hora y mis piernas se enfriaron, finalmente vimos a un hombre con bicicleta a lo lejos, él lo reconoció y se fue a su encuentro. Finalmente me dejó seguir mi camino.

Los últimos cuatro kilómetros hasta Hopelchén, y en especial el último, con subida, fueron mucho más difíciles y lentos, mis piernas habían perdido el ritmo y comenzaron a dolerme los músculos, ya había recorrido 16 km al paso más rápido que pude y ascender al poblado hacía que me dolieran las pantorrillas y los muslos. Llegué agotado al mercado y me encontré con una larga fila que esperaba el camión, era la 1:30 y mucha gente quería ir a Mérida. Temí que no pudiera siquiera subir, pero cuando por fin pasó el transporte a las 2:15 alcancé a ascender, pero de pie y muy incómodo y apretado, no cabía ni un alma ya. Sufrí bastante hasta llegar a Bolonchén, donde bajaron varias personas y pude acomodarme mejor, a pesar de ello no pude sentarme hasta después de salir de Santa Elena. Llegué a Mérida después de las 5 de la tarde y me dirigí al mismo hostal que la semana anterior, solo pasé a dejar mi mochila y fui de inmediato a comer en la primera fonda que encontré. Regresé a descansar con las piernas muy cansadas y adoloridas. El plan para el día siguiente, sin los Williams, se terminó de acordar apenas esa noche.


sábado, 1 de marzo de 2025

Estancia arqueológica en Campeche. Parte 10. Tunkuyí, Campeche y Lázaro Cárdenas, Yucatán

Tunkuyí
Salimos de Xkampon de regreso a Santa Elena, íbamos a retomar lo que dejamos pendiente dos fines de semana atrás. Solo daría tiempo de un sitio más por el rumbo, así que fuimos a la segura a Tunkuyí, ya habíamos llegado hasta el pie del sitio, ahora éramos más y teníamos un par de horas extra para abrirnos paso. Tomamos rumbo a Bolonchén, pero antes de llegar ahí dimos vuelta en la misma terracería por la que visitamos Kansah antes y tomamos la misma desviación que pasamos aquella vez. Dejamos la camioneta en el mismo punto y caminamos por la milpa, subiendo por un montículo. Estuve revisando el suelo para ver si encontraba el filtro y la tapa que había perdido 15 días antes, pero no había ni rastro de ellos. Cruzamos otro tramo de milpa y llegamos hasta la orilla del campo, ahí ya no habíamos pasado y esperábamos tener que buscar un punto de acceso para abrirnos camino a machetazos, sin embargo, unos pocos metros al norte nos encontramos con un sendero completamente abierto.

Tunkuyí
Caminamos unos 50 metros y llegamos directamente hasta la estructura principal de Tunkuyí, un edificio en estilo Puuc Temprano, que tiene una moldura rota, es decir, una línea de piedras salientes que divide la fachada del friso y que sube formando un rectángulo sobre las puertas, aunque en este caso sube en las entradas laterales, una de ellas ya colapsada, y luego vuelve a subir en la central, algo muy poco común. Estos tres accesos daban paso a una sola habitación, también habían dos cuartos laterales que debieron tener otras dos puertas, quizá con su propia moldura rota, aunque ya están caídas. Solo tuvimos que limpiar un poco de maleza para tomar las fotografías de mejor manera y nos encontramos con vestigios de que alguien había estado ahí recientemente. Días más tarde me dijo mi amigo Balta Castro que en ese sitio hay un guardián que vive al pie del sitio, aunque no lo encontramos en esta ocasión.

Lázaro Cárdenas
A pesar de que sabemos que hay algunas cosas más que ver en el sitio, la maleza crecida impedía que buscáramos en los alrededores, así que terminamos la visita con esta única estructura y regresamos a la camioneta. Emprendimos el regreso, el único que tenía hora de llegada era yo, ya que debía tomar el camión a Campeche a las 7:30 pm, eran las 4, así que decidimos pasar a un sitio más en el camino de regreso. Escogimos Lázaro Cárdenas, uno que había intentado años atrás con Eduardo y Julio, pero nos equivocamos de camino y no pudimos llegar a pesar de que Lalo ya lo había visitado, a mi regreso de ese viaje estuve revisando la zona y marqué una posible ubicación que le di a Will, quien comprobó que era correcta. Era mi turno de visitarlo.

Llegamos hasta Santa Elena y nos desviamos a Ticul, nuevamente entramos a una terracería y avanzamos mucho más que la vez que estuve ahí infructuosamente, casi llegamos hasta el sitio en la camioneta, únicamente caminamos un centenar de metros.

Habitación con pintura azul
Llegamos hasta el único edificio en pie, este tiene un basamento bajo, que apenas alcanza los 4 m de altura. En la parte alta se encuentra un templo con dos cuartos, uno detrás del otro, construidos con piedra muy burda y en un estilo muy temprano, al parecer es un sitio más antiguo que otros en el Puuc. Lo más sorprendente es que aún se puede ver restos de pintura con un bonito azul maya en las paredes de la habitación frontal (al menos), no pudimos revisar la trasera porque estaba lleno de panales de avispas, a pesar de que estaba anocheciendo y, en teoría, los insectos estarían inactivos, algunos se movían y volaban, por lo que nadie se atrevió a intentar el paso.

Fue una visita muy rápida, por lo que al poco tiempo estábamos nuevamente en la camioneta, regresando por Ticul hasta Muna y luego tomando el mismo camino por el que habíamos llegado. Arribamos a la central de autobuses con media hora de anticipación y Will se fue a llevar a los demás donde estaban hospedados. Yo me quedé a esperar un poco el autobús, que salió muy puntual. Llegué a Campeche después de las 9:30 pm. Las calles estaban casi desiertas, pero aún así decidí caminar hasta el departamento, únicamente distante dos km de la central de ADO. Pasé a comprar mi cena en uno de los pocos locales que vi abiertos y llegué a descansar, me esperaba otra semana de catalogar materiales en el laboratorio, también ese miércoles me tocó presentar una ponencia dentro de un seminario del Instituto de Investigaciones Antropológicas y el jueves vi a Ángeles, a quien había conocido cuando estuve en Campeche, en 2019, para un curso de cultura y lengua maya, fuimos a cenar y estuvimos conversando hasta casi media noche, a pesar de que el viernes me esperaba un largo día.