sábado, 20 de julio de 2024

Viaje por el noreste del Petén. Parte 13: Holmul

Grupo I de Holmul
El 28 de marzo por la mañana levantamos el campamento y acomodamos nuestras cosas en los vehículos, utilizamos todos, aunque la camioneta de Miguel, que había sido reparada, tenía la batería prácticamente muerta, sin almacenar carga, por lo que se estuvo estacionando en bajada para arrancar en movimiento o pasándole corriente desde otro de los vehículos. Mientras desayunábamos, nuestro guía sugirió invertir el orden de los sitios a visitar aquel día, dejando a Holmul para el final, pero yo había llegado ya a una lista de 299 sitios mayas y quería ese sitio para el 300. Eduardo le pidió que comenzáramos por ahí y así lo hicimos.

Fue un corto trayecto desde el campamento, solo 3 km adelante llegamos hasta la base del Grupo I de Holmul, una acrópolis impresionante que conservaba gran cantidad de arquitectura en pie. Desde abajo podíamos ver los muros de los recintos frontales y nos preparamos para subir. Ahí mis compañeros me dieron un aplauso por haber recorrido por fin 300 sitios mayas, habiendo visitado el primero en el 2000, casi 24 años antes y con los últimos 100, que me tomaron casi 6 años por los tiempos difíciles de la pandemia de COVID-19 y un par de viajes desastrosos en los que casi no visité nada. 

Entrada a un pasaje estrecho
Fui uno de los últimos en ascender porque estaba preparando mi tripié y de inmediato me encontré con algunas habitaciones sumamente estrechas, por las que no podía pasar con mi estuche de cámara y el garrafón de agua amarrado en la cintura. Los muros eran sumamente gruesos; primero pensé que era porque estos cuartos habían tenido grandes cresterías, pero después me di cuenta que era porque había un segundo piso por encima. Las bóvedas eran muy altas y entre la habitación central y las laterales habían unos esbeltos pasajes que formaban un zigzag y comunicaban los recintos.

Al centro hubo alguna vez una entrada formal al edificio, aunque parecía que en algún momento fue clausurada. La pared estaba rota y dejaba pasar al patio central del conjunto, pero justo en la entrada al hueco había un panal de avispas y varios pasaron sin darse cuenta de ello. Por fortuna los insectos estaban inactivos y no atacaron a nadie, permitiéndonos pasar, aunque con mucha precaución porque la mayoría o todos nosotros sabíamos ya lo doloroso que puede ser un ataque de esos voladores.

Me encontré con un complejo similar a varios que había visto en ese viaje, el primero de ellos la Acrópolis central de Naranjo. Se trataba de una Acrópolis con un patio central y dos laterales más pequeños donde habían edificios más pequeños, de carácter residencial, además de un gran basamento en el centro y pegado a uno de los dos lados, desplantando hasta la plaza inferior en su lado trasero. A diferencia de los demás edificios de este tipo que vi, los cuales tenían el edificio principal en el poniente y viendo hacia el oriente, este lo tenía en el norte y miraba hacia el sur.

Bóveda en el segundo piso del Grupo I
Los patios estaban rodeados de recintos que conservaban muchas paredes en pie, mientras que el templo central se encontraba prácticamente destruido, aún así subí a su cima y tuve una gran vista sobre la selva, mirando hacia el norte del sitio. Después de rodear el basamento, me dirigí al lado sur, por donde habíamos entrado, y vi claramente una gran bóveda en el segundo piso de habitaciones que no podía apreciarse desde el otro lado. Caminé un poco por este nivel, aunque no había forma segura de bajar por ahí y terminé regresando al patio principal de esa Acrópolis y saliendo por el mismo lugar por el que accedí.

Muchos de mis compañeros ya habían ido al Grupo III, el cual está directamente al sur del I, así que los alcancé cruzando la gran explanada que los separaba, donde habían montículos de gran tamaño y estaban estacionadas las camionetas.

Entrada a las habitaciones del nivel más bajo del Grupo III
Subí al Grupo III, que es otra Acrópolis más baja y me encontré nuevamente con varias paredes en pie. Eduardo estaba sentado frente a un pequeño hueco en el suelo y me invitó a entrar, ahí estaba una alargada habitación que giraba hacia la izquierda, debió ser parte de un nivel más bajo de cuartos que el que se observaba en la superficie, aunque ahora parecía un pasaje subterráneo por haber quedado sepultado por los escombros de la parte superior. 

Nos dirigimos a la Estela 1, la cual estaba en la enorme explanada entre las Acrópolis, pasando por algunos montículos, uno de ellos dejaba ver el muro de una subestructura dentro de una fosa de saqueo. El monumento que buscábamos se encontraba unos metros más al este, le había crecido una ceiba por detrás y luego un matapalos la envolvió parcialmente, al igual que al árbol trasero, aunque todo el conjunto estaba ya muy inclinado y en un corto tiempo habrá caído por completo.

Personaje en el friso
Regresamos a la base del Grupo I, ahí Miguel nos dijo que podíamos ir al Grupo II, donde pasaríamos de 3 en 3 a las subestructuras que ahí se encuentran. Eduardo, Marvin y yo estábamos al frente del grupo, por lo que apretamos el paso para ser los primeros en llegar. Unos cientos de metros más al poniente nos encontramos en la base de otra Acrópolis con un tamaño intermedio entre el I y el III, al frente se veía el edificio D, el cual aún conservaba gran parte de su fachada y una gran entrada abovedada. Subimos hasta ahí y pasamos por ese pasaje, el cual era un pasillo que después giraba a la derecha. Fuimos adentrándonos en las entrañas de la estructura y nos encontramos frente a una puerta en un área que claramente había sido excavada por arqueólogos y que ahora nos permitía el paso. 

Al ingresar, de inmediato nos encontramos de frente con un personaje modelado en estuco que estaba sentado en posición de flor de loto y que tenía el rostro mutilado. Se trataba de la esquina de un gran friso de estuco que aún conservaba restos de color, principalmente en rojo. Al centro, que debió estar por encima de la entrada principal, ahora enterrada, estaba un segundo personaje y al fondo un tercero, en la esquina contraria a la que vimos de inicio, en ambos lados, pero sobre todo en el derecho, por donde se ingresa, se veían los costados sin mucha decoración pero en el continuaba el estuco. Entre los personajes habían representadas serpientes, personas con tamales en las manos y elementos más sencillos. En el extremo más lejano había un gran agujero en el suelo que se tornaba un poco peligroso para fotografiar por ese lado, ya que era algo profundo. Pasamos un rato fotografiando, sobre todo Marvin y yo; habíamos ganado un poco de tiempo por adelantarnos al grupo, pero ya algunos de los demás estaban esperando su turno y por ello no podíamos quedarnos tanto como hubiéramos querido.

Estructura D del grupo II

Luego de salir, rodeamos la estructura D por el oeste y llegamos hasta la B, otro montículo que había sido excavado, dejando a la vista una bonita subestructura que tenía un pórtico con dos pilastras cuadradas, desde el frente recordaba a los edificios de Palenque y se encontraba estucada al igual que estos, aunque el recubrimiento se había caído ya en el frente, conservándose mejor en la parte trasera.

No terminé de recorrer esta subestructura porque escuché que tocaba el turno a otro grupo de 3 para entrar a ver un mascarón en otra subestructura debajo de la que estaba observando. Ernesto y Valeria, quienes eran los que estaban más cerca entraron detrás de mí por un acceso lateral, nos encontramos con un talud perteneciente a un viejo basamento enterrado, totalmente estucado y llegamos hasta una de sus esquinas, la del suroeste. Inmediatamente al girar, nos encontramos de costado con un interesante mascarón.

Mascarón en Holmul
Este nuevo elemento en estuco tenía un estilo que me recordó bastante a los mascarones de Calakmul, los cuales pertenecen al Preclásico Medio y muestran rostros felinos. Aquí también había un felino o un reptil, pero con las fauces abiertas y el rostro de un personaje emergiendo de su boca. Este último parecía tener barba y bigote sobre una especie de máscara bucal, algo poco común. En su lado derecho se podía ver un poco de las escalinatas que el mascarón bordeaba, al otro lado seguramente había uno similar, aunque, al menos desde donde estábamos, no era posible accesar.

Luego de tomar fotografías, salimos para dejar pasar a otro grupo, entonces regresé a la subestructura superior, rodeándola por completo y observando algunos adornos de estuco en tres ventanas que daban a la pared trasera, por el costado y en el interior ya no parecía un edificio palencano, ya que tenía las formas típicas del Petén, con habitaciones traseras más anchas que las delanteras, por lo que el muro se dividía por una saliente trasera. 

Finalmente subí por ese lado a la cima de la estructura D, la del friso, ya que arriba había un área con un techo de paja. Ahí no vi nada más que un hueco en el suelo, era la parte superior que cubría la subestructura, algo de lo que me di cuenta porque mis compañeros que aún estaban pasando ahí me escucharon y preguntaron quién estaba arriba. 

El recorrido estaba llegando a su fin, aunque todavía fui a sentarme frente al Grupo II a esperar que todos salieran y tomar fotografías del frente sin nadie, lo cual aún tardó alrededor de media hora más. Terminamos la visita y regresamos a las camionetas, volviendo al campamento pero siguiendo de largo hacia el siguiente, que sería el penúltimo sitio y el recorrido más accidentado de todo el viaje.

sábado, 13 de julio de 2024

Viaje por el noreste del Petén. Parte 12: Xmakabatún y Witzná

Fragmentos de estelas en Xmakabatún
El 27 de marzo nos levantamos temprano para levantar el campamento y acomodar nuestras cosas en las camionetas. Después de desayunar salimos hacia el sur, siguiendo el camino a Melchor de Mencos y llegando a una desviación que vi cuando entramos a la selva por primera vez, marcada por ser la entrada a Xmakabatún, un sitio que ha aparecido en un documental sobre el uso de LiDAR en el Petén, aunque ahí lo presentaron como si fuera un descubrimiento reciente, cuando en realidad fue reportado por Sylvanus Morley en la primera mitad del siglo XX. La camioneta líder estaba finalmente arreglada, por lo que esta vez me tocó irme ahí con Miguel, Eduardo y las dos cocineras.

Las camionetas no podían llegar hasta el sitio, al que se accesa por un pequeño sendero que serpentea por la selva, ahí dependimos por completo de la habilidad de Miguel, porque entrar o salir sin conocer el área sería sumamente difícil. Además de él, los trabajadores también entraron con nosotros para limpiar un poco las zonas por las que pasáramos y poder ubicar más rápido la poca arquitectura expuesta del sitio. Varias veces tuvimos que esperar un poco a que ellos se internaran en la selva y luego nos llamaran para seguirlos.

Arco en la Acrópolis
Lo primero que encontramos luego de más de 2 km de marcha fueron algunos fragmentos de estelas y tal vez de altares que todavía mostraban algunos glifos y restos de grabados, aunque en su mayoría no pudimos identificar qué eran. Nos encontrábamos al pie de una gran Acrópolis, un arreglo que encontramos en todos los sitios. Ascendimos y nos encontramos con varios patios rodeados de montículos bajos. Pudimos ver varias paredes, algunas incluso con estuco, en fosas de saqueo, así como una bóveda parcialmente en pie, a la que se podía acceder desde su parte alta, aunque casi arrastrándose sobre el escombro de una sección caída.

Mientras los demás estaban en esa última bóveda, me adelanté un poco y a los pocos metros me encontré con un pequeño patio rodeado de edificios bajos que aún tenían muros con refinada arquitectura y piedras muy bien labradas, destacando un pequeño arco de acceso que daba al talud lateral de la Acrópolis. Concluí que debía ser un acceso que tenía una escalinata pequeña que subía desde la base del edificio, debió ser un espacio muy exclusivo o privado, porque su entrada era bastante restringida.

Arco de Xmakabatún
Esta fue la última parte del sitio que visitamos, así que nos alistamos a regresar y comenzamos la caminata de regreso, para entonces me estaba pesando un poco el trayecto ya que yo era por mucho el más cargado de todos. Llevaba a todas partes mi tripié en su estuche sobre la espalda o cargando sobre el hombro cuando estaba armado, la cámara, el celular y un garrafón de un galón de agua que ataba al estuche de la cámara, de tal modo que de un lado de la cadera llevaba el estuche y del otro lado el galón, para equilibrar. También era por mucho el que más desgaste se llevaba, porque todo el tiempo estaba metiéndome a la selva para buscar rasgos arquitectónicos o adelantándome con Miguel para tener tiempo de fotografiar antes de que hubiera una cola para llegar a cada sección de los sitios. Cuando llegamos a las camionetas ya me dolían los hombros y la espalda, y esperábamos que el siguiente sitio incluyera otra caminata.

Regresamos a las camionetas y nos dirigimos a Witzná, que no distaba demasiado de donde nos encontrábamos. Aunque ya me encontraba repuesto, la caminata fue más corta y no tuve tanto cansancio como al final de Xmakabatún. Este sitio tenía un poco menos de elementos que apreciar y todo el tiempo estuve cerca de Miguel para adelantarme a fotografiar. Hay un dato muy interesante de Witzná y es que aparece en monumentos de naranjo como un sitio que fue arrasado por las fuerzas de dicha ciudad, la fecha en los glifos coincide con los análisis de material arqueológico encontrado en el sitio, que indica un gran incendio justo en ese año.

Subestructura con diseño de petate
Nos encontramos con grandes montículos que tenían algunas paredes visibles en agujeros de saqueo, incluso vimos un conjunto que me recordó bastante a la Acrópolis sur de Tikal, con un gran cuadrángulo de edificios con algunos restos de paredes, y un templo en el centro, aquí había incluso parte del basamento con el muro visible.

En los alrededores nos encontramos con los rasgos arquitectónicos más notables del sitio. En primer lugar, dentro de una trinchera de saqueo, quedó al descubierto una pared con estuco que tenía decoración en forma de petate. Estas fibras son un símbolo de la realeza, ya que sobre petates se sentaba el gobernante, así que este edificio debió ser importante. En una parte había una oquedad cerrada con piedras, ahí la trinchera había entrado en la pared, encontrando algunos muros también cubiertos de estuco liso, entre las piedras sueltas había una con restos de pintura roja.
Habitación con estuco amarillento

En otra sección cercana nos encontramos con un par de cámaras bien conservadas con sus bóvedas, las paredes estaban cubiertas de un estuco amarillo con un color tan uniforme que me hacía dudar de que fueran hongos, posiblemente era pintura. Entrar ahí fue algo arriesgado porque no había llevado cubrebocas y el olor a guano era intenso y picaba la nariz. Intenté respirar lo menos posible y salí de ahí lo más rápido que pude. Ahí terminó mi recorrido y, cuando todos estuvieron listos, emprendimos la corta caminata de regreso a las camionetas. Desde ahí nos dirigimos primero al campamento Yaloch, un lugar muy bonito y mucho más amplio que La Lagunita e Ixcanrío, ahí Miguel bajó a registrarnos y luego seguimos hasta el campamento de Holmul. 

Bajamos nuestro equipaje de los vehículos y nos acomodamos casi todos al centro de un área sin maleza pero con varios árboles grandes, solamente Ernesto, Valeria, Leonardo y Marvin se alejaron hasta el fondo de la zona donde estaban los baños. Antes de que se oscureciera estuve volando el dron para ver el sitio homónimo del campamento a lo lejos y luego monté mi tienda de campaña. Más tarde, cuando estábamos cenando, nos enteramos de que Will había visto una serpiente barba amarilla o nauyaca en el área de regaderas, esta especie es la más venenosa de la selva y nunca me he encontrado de cerca con una, por fortuna.