miércoles, 2 de octubre de 2019

Práctica de campo en Tlayacapan, pt. 2. Cueva del Gallo, Morelos

Camino a la cueva del Gallo
Una semana estuvimos insistiendo a nuestro profesor y al arqueólogo Jorge Linares para que nos llevaran a más vestigios arqueológicos, finalmente accedieron a realizar un nuevo recorrido hacia la Cueva del Gallo. Esta vez no iría el grupo completo sino únicamente los que quisieran hacerlo, así nuestro grupo se redujo a 10. El profesor Fabio nos llevó en su camioneta hasta la entrada en la parte baja del cerro del Tlatoani, sin embargo no cabíamos todos en el vehículo, por lo que Gustavo y yo tuvimos que subirnos cada uno en un costado y agarrarnos de un pasamanos sobre el toldo.

El inicio del ascenso fue exactamente igual que en el recorrido anterior, la única diferencia fue un perro que nos estuvo siguiendo todo el tiempo. Al llegar a un espacio que por un lado lleva a la cima y por el otro conduce a la ladera contraria, tomamos el segundo y comenzamos a bajar por un largo rato, el camino era un poco resbaloso y en partes muy empinado, sin embargo no tuvimos problemas para pasar.
El grupo en la barranca de Tepecapa

Finalmente llegamos a una gran cañada y Jorge nos dijo que estábamos en la barranca de Tepecapa, ahí podíamos escuchar que corría un hilo de agua y luego de cambiar de dirección y seguir el descenso nos encontramos con un riachuelo de agua transparente.

Un poco más abajo cruzamos el pequeño cauce y luego de subir un poco por la ladera contraria vimos una grieta sobre una gran roca, de la fisura surgía agua cristalina que podía beberse directamente, algunos subimos a la piedra para ver más de cerca pero la mayoría se quedaron en la parte baja donde el agua formaba una pequeña poza que luego escurría para unirse al riachuelo que corría más abajo. Ahí permanecimos por algún rato y rellenamos nuestras botellas de líquido, ya que habíamos traído poco peso sabiendo que haríamos una parada ahí.
Cueva del Gallo

Regresamos hasta el punto donde habíamos cambiado de dirección y seguimos de largo hacia el lado contrario al que tomamos antes, más arriba se notaba que el pequeño riachuelo solía crecer bastante pues el cauce de la barranca era mucho más ancho y tenía numerosas caídas que durante una lluvia torrencial seguramente formaban cascadas con 2 o 3 metros de altura.

Muchas veces nos costó mucho trabajo subir por entre las rocas de estas caídas, íbamos zigzagueando entre las paredes de los lados hasta llegar a un punto donde el sendero se metía entre mucha vegetación, lo cual me recordó bastante a la selva. Más adelante había una poza de agua estancada que apestaba y tenía un color nauseabundo, era un gran contraste con el agua limpia que fluía más abajo, filtrada a su paso por las grandes rocas.
Croquis de la cueva del Gallo

Luego de pasar por ahí, subimos por una de las laderas en un camino sinuoso y muy empinado, después de algunos minutos Jorge me señaló una mancha blanca sobre la pared de piedra, se trataba de una luna menguante dibujada directamente sobre la pared, por su orientación y con mucha imaginación podía dar la impresión de tratarse de un gallo y le da nombre al lugar.

La Cueva del gallo es un abrigo rocoso no muy profundo rodeado de acantilados verticales impracticables, su parte más profunda está delimitada por un tecorral de piedras que al parecer son diferentes a las del cerro, por lo que fueron subidas hasta ahí por los antiguos habitantes de los alrededores ya que no parece que alguien viviera ahí permanentemente. A lo largo y ancho de la pared del fondo, sobre el abrigo y a los lados se ven numerosos trazos blancos que no han sido estudiados a fondo pero que se cree por el estilo que pertenecen al periodo posclásico.
Figura de luna interpretada como un gallo que da nombre al sitio

El sitio resulta de sumo interés debido a la abundancia de figuras animales entre las que destaca una serie de cuadrúpedos como posibles perros y tlacuaches; así como un mono que danza, éste último animal nos resultó intrigante pues entre nuestros colaboradores recopilamos una serie de rumores e historias sobre la existencia de primates en el corredor natural, a pesar de que no se considera su existencia por creerlos extintos de la región.

Las pinturas de la cueva del gallo en general miden entre 5 y 60 cm aproximadamente. mientras estuvimos ahí estuve registrando todas las figuras que pude en fotografía y en unos dibujos muy esquemáticos, también realicé un pequeño croquis muy básico de la distribución de las pinturas; el tiempo fue algo limitado así que el trabajo no fue el mejor, además de que mis habilidades como dibujante son bastante deficientes.
Cuadrúpedo

Emprendimos el regreso, el cual fue por el mismo camino en el que habíamos llegado, la diferencia con el recorrido al cerro del Tlatoani fue muy notable: el descenso fue rápido y poco accidentado, excepto por algunos tropezones menores. Luego ascendimos por la primera bajada que habíamos recorrido, ahí fue mucho más exigente la caminata aunque nadie se quedó demasiado atrás. Los que estábamos más adelante prácticamente íbamos compitiendo para ser los primeros en llegar arriba pero el ritmo fue tan fuerte que tuve que parar a descansar un poco mientras que mis compañeros de equipo Andreas y Fernando lograron llegar en un solo esfuerzo (a mi favor diré que mi edad es mayor que la de los demás prácticamente por una década). Así regresamos hasta la camioneta en mucho mejores condiciones y con un tiempo mucho menor que el previsto, la diferencia con el primer recorrido de la práctica fue muy marcada. Llegamos justo a tiempo para comer y regresar a descansar por la tarde.

martes, 1 de octubre de 2019

Práctica de campo en Tlayacapan pt. 1. Cerro del Tlatoani, Morelos

Parroquia de Nuestra Señora del Tránsito y jagüey
Este diario de viaje será diferente a los demás porque no fue un recorrido como los que acostumbro hacer por mi cuenta sino que se trató de una práctica de campo, la primera que me toca realizar en la carrera de Antropología en la UNAM. Fueron 15 días en Tlayacapan, Morelos, donde realizamos trabajo etnográfico relacionado a la percepción de la fauna en el lugar; en mi caso me tocó buscar en el monte y área de cultivo, por lo que junto a mi equipo, formado también por Fabiola, Yaelín, Fernando y Andreas, realizamos algunas entrevistas con habitantes locales y recorrimos la sierra que rodea el poblado, visitando varios sitios arqueológicos. Como mi temática son estos últimos, aquí únicamente relataré los recorridos que hicimos ya que el trabajo etnográfico quedó registrado en un informe final que es harina de otro costal.

La práctica comenzó el 27 de mayo de 2019 y nos instalamos en una casa al sur del pueblo, era un lugar bastante cómodo sobre todo para los hombres, ya que eramos solamente 8 en una gran habitación, las mujeres eran casi 20 en un lugar más pequeño pero no quisieron intercambiar porque su cuarto tenía baño y el nuestro no. Además había una terraza sobre el cuarto de ellas y un jardín.
Único paso entre las rocas

Al día siguiente fue nuestro primer recorrido, el único que realizó el grupo completo por el monte. El destino era la zona arqueológica del Cerro del Tlatoani, yo ya lo conocía pero igualmente tenía muchas ganas de regresar por la gran belleza del sitio. El arqueólogo Jorge Linares fue nuestro guía al igual que la primera vez que estuve ahí.

Salimos un poco tarde y caminamos por las calles de Tlayacapan, así pasamos frente a la parroquia de Nuestra Señora del Tránsito que forma una bonita postal por la presencia de un jagüey a un costado de ella. Íbamos bastante lento y me fue un poco difícil adoptar ese paso, me sorprendió que muchos no quisieran caminar ni subir al cerro, eso era algo que no me esperaba en una práctica de campo puesto que no había pasado ni siquiera años antes con un grupo de turistas. No fue el mejor de los recorridos pero sabía que valdría la pena para tomar mejores fotografías que las que tenía.
Vista desde lo alto del cerro del Tlatoani

Llegamos hasta la entrada que el comisariado ejidal tiene en la parte baja del cerro, ahí nos tocó hacer tequio cargando bolsas de material para restauración. Yo pedí una un poco más grande que las que les dieron a la mayoría por sentirme con buena condición pero luego lo sufrí un poco porque no cabía en mi pequeña mochila y se rompió varias veces, por lo que tuve que hacer malabares para no tirar todo el material.

El camino de ascenso no es muy largo pero es estrecho y sinuoso, en algunas partes incluso pasa entre grietas de las piedras y por un pasaje cerrado que era el único acceso a la cima. Por ello este sitio sirvió como fortaleza durante la etapa de conquista de la región. Díaz del Castillo describe una batalla acontecida ahí en su Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España: "Llegamos a un llano adonde había unas fuentes de muy poca agua, en una parte estaba un gran peñol con una fuerza muy mala de ganar [...] Cortés nos mandó que les fuésemos entrando y subiendo [...] y como encomenzamos a subir por el peñol arriba, echan los indios guerreros que en él estaban tanta de piedras muy grandes y peñascos, que fue cosa espantosa cómo se venían despeñando y saltando, que fue milagro que no nos matasen a todos [...] y se acordó que para otro día que desde otro peñol que estaba cerca del grande fuesen todos los ballesteros y escopeteros y que subiesen en el que había subida, aunque no buena, para que desde aquél alcanzarían las ballestas y escopetas al otro peñol fuerte, y podríanle combatir [...] y quiso Nuestro Señor Dios que acordaron de ser dar de paz, y fue por causa que no tenían agua ninguna, questaba mucha gente arriba en el peñol".
Terrazas superiores del cerro del Tlatoani

Justo antes de llegar a la parte alta pasamos sobre unas grietas muy profundas, ahí Fabiola entró en pánico, algo que después pareció un poco extraño ya que estuvo en mi equipo y recorrimos muchos lugares altos.

Así, después de varias horas alcanzamos la base de las terrazas, las cuales constituyen la parte baja del sitio arqueológico; ahí Jorge nos explicó como habían encontrado algunos entierros y un poco del proceso de excavación y restauración del lugar. Además durante el terremoto del 19 de septiembre de 2017 hubo daños en algunas partes y tuvieron que ser reparadas, aunque algunas aún estaban sueltas.

Seguimos subiendo hasta alcanzar la cima, ahí vimos una gran escalinata monumental que en mi primer visita estaba siendo trabajada por lo que era la primera vez que la podía ver, tuve que esperar a que todo el grupo se moviera para fotografiarla pero valió la pena.
Escalinata monumental de acceso al templo superior

Vimos también el pequeño conjunto superior con edificios de estilo teotihuacano, la vista fue mucho más extensa que en mi primer ascenso pues en aquella ocasión había mucha neblina.

Así completamos el recorrido y comenzamos a descender, yo iba hasta atrás para seguir tomando fotos y por momentos me adelantaba hasta el frente del grupo para volver a pasar hacia la retaguardia. Así estuve hasta que llegamos abajo y regresamos por el mismo camino a Tlayacapan.

Cruzamos todo el poblado, muchos del grupo estaban bastante cansados y nos dispersamos bastante, así llegamos hasta la casa donde nos darían de comer todos los días de nuestra estancia, los platillos eran de buen tamaño y sazón, pero a algunos no les gustaba o no acostumbraban comer algo y muchas veces me tocó repetir comiéndome parte de lo que le tocaba a algún(a) compañero(a). 
Templo superior

Regresamos al "campamento base" y ya no hicimos nada ese día. Luego de eso comenzó el trabajo etnográfico, recorrimos todo el poblado y registramos una buena parte de sus capillas coloniales, fuimos al archivo municipal y a los campos nopaleros. Al principio me pareció que muchos de mis compañeros se quejaban demasiado a pesar de que para mí nos encontrábamos demasiado cómodos, algunos de ellos tuvieron dificultades con sus temas de trabajo, el profesor estuvo ausente casi siempre... así una parte de la primera semana fue un tanto incómoda para mí, incluso alguna vez discutí con compañeros por su abierta molestia y por las complicaciones para ponernos de acuerdo sobre el aseo del lugar pero una vez superados en parte esos temas también comprendí que tenían razón en quejarse sobre la rigidez de la investigación y las complicaciones que algunos tenían para realizar el trabajo pues, o no los dejaban por no tener la carta de presentación a tiempo o no encontraban datos... Así pasados unos días la convivencia se hizo más amena y la práctica comenzó a ser agradable.