jueves, 30 de marzo de 2017

Viaje a Perú pt. 16. Moray, Chinchero y Qoricancha

Andenes de Moray
El día siguiente luego de visitar Machu Picchu era el último que pasaríamos en la zona de Cusco, y fue el más cargado de destinos. Lo primero que hicimos fue ir a buscar un taxi para poder ir haciendo paradas antes de regresar a la antigua capital inca. Fue un poco difícil conseguirlo pero luego de rodear la plaza de Ollantaytambo encontramos uno.

Subimos desde el valle sagrado hacia la gran meseta que se encuentra al sur del mismo y en poco mas de media hora llegamos al primer destino del día: Moray. El sitio arqueológico prácticamente no tiene arquitectura ritual ni residencial, exceptuando algunos pocos cimientos y bases que pudimos observar; lo interesante aquí eran sus andenes agrícolas de forma circular, los cuales pudieron servir para generar microclimas según la profundidad de éstos, por lo que se considera que aquí hubo una especie de laboratorio agrícola donde se podían probar diversos cultivos.
Chinchero

El recorrido por Moray es bastante rápido y se pueden apreciar 4 círculos de terrazas. Cuando salimos de ahí regresamos con el taxista y entonces intentó arrancar el auto pero éste no arrancó. Temimos por nuestro recorrido, pues sería tan largo que un retraso así nos quitaría la posibilidad de recorrer algunos lugares; por fortuna con ayuda de otros taxistas se pudo reparar el desperfecto relativamente rápido.

Nuestra siguiente parada era el pueblo de Chinchero, en el camino vimos algunos sitios arqueológicos señalados por sus cédulas pero decidimos no parar en ellos. Una vez en Chinchero pagamos el taxi pues a partir de ahí no había ningún problema para usar transporte público, el hambre comenzaba a presionar así que nos detuvimos a comprar un elote con queso (conocido como choclo en Perú).
Iglesia de Chinchero

Dentro del mismo poblado se encuentra el sitio arqueológico, donde se pueden apreciar los restos de algunos palacios y terrazas agrícolas incas. Sobre todo ésto se encuentra la iglesia colonial del lugar, la cual tiene en su interior decoraciones en estilo barroco andino sumamente impresionantes, muy parecidas a las que vimos en la iglesia de Andahuaylillas dos días antes aunque algo mas deterioradas. Por desgracia al igual que en la anterior no dejaban tomar fotografías del interior del templo.

El área del sitio arqueológico está en una ladera aunque se encuentra bastante dañada, la mayoría de los muros están incompletos y a penas se puede apreciar un poco de lo que debió haber sido éste lugar en la época prehispánica; en la última parte del recorrido pudimos apreciar que se estaban llevando a cabo excavaciones arqueológicas en un sector del sitio.
Qoricancha

En la plaza frente a la iglesia y las calles aledañas hay una gran cantidad de comercios donde venden artesanías a buen precio, por lo que aprovechamos para comprar recuerdos y regalos, como algunas llamas muy curiosas, un poncho de alpaca, llaveros, etc. 

Regresamos a la carretera que cruza Chinchero y tomamos una camioneta hacia Cusco, recorriendo la amplia meseta que comienza en el borde del valle sagrado y termina al norte de dicha ciudad. Finalmente luego de menos de una hora de camino comenzamos a ver la capital inca a lo lejos y poco después estábamos cerca del centro buscando hospedaje. Escogimos un pequeño hotel muy austero y casi de inmediato salimos a donde creía que salía el transporte a Sacsaywaman pero me equivoqué y no lo encontramos, sin embargo nos dimos cuenta de que a una cuadra de nuestra ubicación se encontraba el Qoricancha o templo del sol de Cusco, un edificio inca que era de los más bellos de la ciudad, pues estaba forrado de oro en su tiempo; hoy en día existe arriba de él un exconvento y bajo la zona arqueológica se construyó un pequeño museo muy interesante que recorrimos en poco tiempo para luego caminar por el jardín que se ubica al pie de los muros incas. Justo en frente tomamos un taxi y subimos a la fortaleza de Sacsaywaman...


miércoles, 22 de marzo de 2017

Viaje a Perú pt. 15. Machu Picchu II

Vista de Machu Picchu
Cuando finalmente salimos del recorrido por el Huayna Picchu estábamos sedientos y cansados; las hojas de coca que compramos y que nos habían dicho que servían para combatir la altura, la sed, el hambre y el cansancio fueron totalmente inefectivas puesto que solo consiguieron dormirnos la lengua y la garganta, así que decidimos dejar de mascarlas por su sabor nada agraciado y salir a comprar mas agua pues la poca que teníamos se agotó rápidamente a pesar de no hacer calor. Antes de eso aprovechamos para recorrer una parte de la ciudadela, pasando por la parte intermedia de las construcciones del sitio, donde nos encontramos con palacios y recintos construidos con piedra no tan grande pero perfectamente alineada. También pasamos por el "templo del sol", una construcción que destaca por su forma oval y por encontrarse sobre una pequeña cueva. Mientras caminábamos Ernesto dijo algo que no pude menos que aceptar: "A donde voltees es una imagen ganadora".

Parte superior del templo del sol
Cruzamos las terrazas y llegamos a la entrada otra vez, el agua afuera era algo cara pero no teníamos otra opción. El hambre la calmamos comiendo los chocolates que yo había guardado desde el inicio del viaje y continuamos nuestro recorrido. La altura no fue un problema para nosotros pues a penas sobrepasa por unos metros la de la Ciudad de México a la que estamos acostumbrados.

Nuestro siguiente punto a visitar era la puerta del sol, distante casi 2 km al sur de la ciudadela, por lo que tuvimos que caminar por un antiguo camino inca que daba acceso al sitio rodeando la montaña Machu Picchu, conforme avanzábamos pudimos notar que tomaríamos aún mas altura que cuando subimos a la cima del Huayna Picchu, algunas partes del camino pasaban junto a terrazas o junto al abismo y dos veces nos encontramos con las ruinas de algunos edificios antiguos, sin embargo Ernesto no podía seguir subiendo y prefirió sentarse a descansar en uno de ellos.
Vista desde el camino inca

Yo continué y cuando tenía ya a la vista la puerta del sol, el acceso formal de Machu Picchu cuando estaba en funcionamiento, mis piernas pesaban tanto que creí por un momento que no podría llegar. La vista por el camino y en donde estaba era grandiosa, podía ver el río Urubamba rodeando la montaña Putucusi; dicha elevación tiene una vista directa de la ciudadela en su cima pero al preguntar si podíamos subir nos respondieron que ya era sumamente riesgoso y desde mi posición podía ver por que: a lo largo de las empinadísimas laderas aparecían una serie de grandes grietas que amenazan y que acabarán por derrumbar grandes secciones de la montaña. La puerta del sol no es muy impresionante pero desde ahí la vista es magnífica y tuve la satisfacción de haber aguantado hasta ahí, aunque bajar también fue algo que me costó bastante trabajo.

El puente inca sobre la pared de roca
Todavía nos quedaba intentar llegar al puente inca, así que regresamos a la zona más alta de las terrazas agrícolas de la ciudadela, ambos estabamos casi agotados por lo que primero preguntamos cuánto había que caminar, y como eran tan sólo unos pocos cientos de metros nos decidimos a ir.

El camino que seguimos de pronto se unía con una pared completamente vertical que tenía una altura impresionante, parecía llegar hasta el nivel del río, mucho mas abajo. Justo en ésta pared pasaba una pequeña franja que sobresalía, era el sendero donde estábamos y de pronto se cortaba en una sección donde habían unos cuantos troncos de árbol para completar el camino; si dichos troncos se retiraban era imposible seguir más allá. No era posible acercarse demasiado por el gran riesgo de caer, pero la imponente pared era ya por si sola algo que valía la pena observar.

Vista vespertina de Machu Picchu
Cuando regresamos a la parte alta de las terrazas el sol estaba empezando a bajar por el poniente, dando un juego de luz y sombra que hacía que Machu Picchu pareciera aún más impresionante, no podíamos dejar de mirar el horizonte que se nos presentaba. Las llamas pastaban a nuestro alrededor y juntando las dos cosas no parecía que nos iríamos de ahí de tantas fotografías que tomamos. Poco a poco empezamos a bajar terraza por terraza y llegamos a la parte alta del sitio que pasé al inicio de forma rápida, ésta vez la recorrimos más detenidamente, encontrándonos otra vez con edificios de estilo imperial con sus grandes piedras talladas perfectamente. Así llegamos nuevamente a la entrada del Huayna Picchu, cerrada hacía varias horas, y entonces terminamos nuestro recorrido pasando por la parte más baja de edificaciones. La última parte de nuestro camino fue por las fuentes ceremoniales que pasan entre el área residencial y la agrícola, ya entonces podíamos darnos cuenta que éste tipo de caídas de agua era muy recurrente e importante para los incas.

Parte baja de Machu Picchu
Salimos por segunda y última vez de la zona arqueológica sumamente complacidos con lo que habíamos visto ahí, simplemente no podíamos recordar ni un sólo sitio que fuera más bello o más impresionante a pesar de que ambos conocíamos mas de 250 cada uno. Bajar las escaleras hasta el poblado fue sumamente penoso, las piernas ya no respondían e incluso me temblaban de repente, lo que me ponía en riesgo de caer, sin embargo no fue mas de media hora lo que tardamos para llegar al puente que cruza el río Urubamba y caminamos el último kilómetro que nos separaba del hostal. Ya nos quedaba poco tiempo para regresar a Ollantaytambo en tren así que no paramos, únicamente recogimos nuestras cosas y nos dirigimos a la estación.

El trayecto en tren lo pasamos casi todo el tiempo dormidos, ya nada podíamos ver del camino pues había oscurecido bastante y una vez en nuestro destino buscamos un hotel, quedándonos en uno bastante barato y por fin comimos un guiso de alpaca que queríamos probar y tenía un sabor parecido al del cordero. Esa noche caímos como piedras.
 

miércoles, 15 de marzo de 2017

Viaje a Perú pt. 14. Machu Picchu I

Llegando a Machu Picchu, al centro el Huayna Picchu y a la izquierda el Huchuy Picchu

Definitivamente el objetivo principal cuando decidimos ir a Perú era visitar Machu Picchu. El recorrido para llegar ahí es lo más caro en el país, con algunas cosas que rayan en lo ridículo como el ya mensionado tren y los camiones que suben y bajan al sitio desde Aguas Calientes también en un precio exorbitante. Sin embargo juntamos para lo indispensable confiando en que habría de valer la pena... y cumplió con creces todas nuestras expectativas. Al día de hoy en que estoy escribiendo éste diario de viaje a manera de memoria he recorrido ya 300 sitios arqueológicos diferentes en México, Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y Perú, puedo afirmar con toda seguridad que no hay ningún sitio como Machu Picchu. Es simplemente el lugar más impresionante no solo por los vestigios incas que existen ahí sino por su extraordinario y bellísimo entorno en medio de las montañas cubiertas de selva.

Vista desde el Huayna Picchu
El recorrido que teníamos ya reservado desde mucho tiempo antes era por la ciudadela del sitio y el ascenso al Huayna Picchu. Sabíamos que sería muy larga la caminata y que nos tomaría todo el día, así que por primera y única ocasión rompimos nuestra regla de que "el explorador come hasta que el sol se pone" aprovechando el desayuno que el hostal ofrecía; eran las 4 de la mañana cuando bajamos al lobby para ingerir café y pan tostado con mucha mermelada porque necesitaríamos bastantes calorías; ya al inicio del viaje compré bastantes chocolates en el aeropuerto de México destinados para éste día, también llevábamos agua en no mucha cantidad para estar ligeros y la bolsa de hojas de coca que compramos el día anterior en Ollantaytambo.

Machu Picchu desde el Huayna Picchu
Unos minutos después de las 5 salimos del hostal y caminamos río abajo hasta llegar al puente que lleva a Machu Picchu cuyo nombre significa "Montaña vieja". Prescindimos del caro autobús subiendo por las escaleras que llevan al sitio, éste recorrido comparado con el que realizamos en Huchuy Qosqo era de a penas 1 km contra los 3 de aquél y con una pendiente menor con escalones, un auténtico paseo dominguero si no fuera por el cansancio que ya arrastábamos; yo todavía pude subir sin hacer ningún descanso, pero Ernesto necesitó parar a la mitad del ascenso. Así, llegué solo a la entrada del sitio y antes de dirigirme al Huayna Picchu pude subir a la zona más alta de la ciudadela y contemplar Machu Picchu mientras en mi interior se agolpaba un tremendo sentimiento de satisfacción, de sorpresa y admiración, en mi mente pasaban todas las dificultades que tuve que pasar para cumplir por fín con llegar a éste lugar que tanto había visualizado en mis pensamientos; mientras grababa el video para mi canal de youtube mi voz se quebró y las lágrimas se agolparon en mis ojos, cosa que nunca me pasó en ningún otro sitio. Pero yo no soy alguien especialmente efusivo así que hice un poco de esfuerzo y continué caminando.

La gran caverna
Pasé rápidamente por el área más alta de la ciudadela, sabiendo que recorrería toda la zona con más calma después de bajar de la montaña sagrada, poco después vi a Ernesto cruzar la parte baja de la plaza central del sitio y lo alcancé justo antes de llegar ante la entrada al Huayna Picchu, cuyo nombre significa "montaña joven". Ahí nos registramos y comenzamos a caminar hacia la base de dicha elevación. Pasamos por laderas escarpadísimas, la subida era tremendamente empinada, algunas paredes de roca tenían realmente 90° de inclinación, si alguno de nosotros temiera a las alturas éste ascenso sería pavoroso. Conforme subíamos la vista de Machu Picchu se hacía cada vez más majestuosa, detrás se observaba la montaña del mismo nombre y a ambos lados podíamos ver el río Urubamba, que rodea al sitio por sus lados éste, norte y oeste. En el horizonte se asomaban algunos picos nevados que con su blanco contrastaban entre el azul del cielo y el verde de los picos más bajos; varias veces paramos a tomar aliento y cada vez lo perdíamos de nuevo con las vistas que se nos presentaban.

Machu Picchu desde la puerta del sol
Finalmente llegamos a la cima del Huayna Picchu, era increíble observar que en ésta altura y sobre la inclinacion de vértigo que la sostiene los incas construyeron terrazas e incluso un almacen que parece balancearse junto a un abismo mortal, cualquier caída hacia toda dirección sería algo gravísimo. Aún más arriba llegamos a una serie de piedras que coronan la montaña y desde ahí pudimos ver a todo nuestro alrededor el río que pasaba ahí abajo como un pequeño hilillo entre el verde y las ruinas, las montañas se extendían por el horizonte mostrando algunos picos blancos y las nubes se deslizaban sobre ellas dibujando sombras que hacían aún más hermosa la vista idílica que teníamos para nosotros ahí sobre el mundo, y a pesar de que el lugar estaba lleno de turistas, por un momento me sentí como si todo ésto lo tuviera para mí solo.

Cima del Huayna Picchu
Descendimos de la montaña por el lado contrario a la ciudadela para visitar la llamada gran caverna, íbamos bajando escalón por escalón hasta hartarnos, parecía que ésta escalera no terminaría nunca y entonces sacamos nuestras hojas de coca para mascarlas; nos habían contado maravillas de ellas pero no nos parecieron tan buenas: no nos quitaron el cansancio, el hambre ni la sed y en cambio sólo provocaron adormecimiento en la lengua y la garganta. 

Finalmente llegamos a una serie de ruinas más pintorescas que las que habíamos visto en la ciudadela, las paredes estaban cubiertas de musgo, la zona era más baja que el resto de Machu Picchu y la humedad mucho mayor, más allá encontramos una serie de pequeñas cuevas y todas tenían edificaciones incas sobre ellas e incluso en su interior, ahí se encontraba el "templo de la luna" o gran caverna. 

Otra vez tuvimos que subir bastante para regresar al camino por el que habíamos ascendido al Huayna Picchu, todo ese camino de regreso fue terriblemente cansado, encontramos aún algunas ruinas incas encaramadas en la pendiente de la montaña y pasamos por escaleras esculpidas junto a paredes verticales. Cuando por fín terminamos el circuito habían pasado ya casi 5 horas y nuestras piernas reclamaban un descanso. Ernesto se fue a sentar en la caseta de entrada a la montaña, pero yo decidí aún subir al Huchuy Picchu ("Montaña pequeña"), una elevación más reducida a medio camino entre el Huayna Picchu y la ciudadela.
Área superior de Machu Picchu desde el Huchuy Picchu

No me arrepentí de haber subido, a pesar del terrible cansancio que sentí cuando llegué a la cumbre, la vista de la ciudadela era aún mejor que en el Huayna Picchu y también podía ver la cima de ésta última a mis espaldas; estaba subido en la estrecha roca que coronaba el pico en el que ascendí y me movía con dificultad, hacia todos los ángulos el abismo se extendía como una fauce abierta y feroz, pero en ningún momento sentí ni una pizca de vértigo o de miedo; era tal el embelezo que a cada centímetro que recorría con la mirada no podía dejar de asombrarme. Construcciones que parecían resbalar por las escarpadas laderas, las montañas cortadas a pico que parecían pilares sosteniendo el horizonte, la nieve en los picos más altos y las nubes que le daban al cielo una apariencia espectacular; fue un momento en la vida en que todo parecía perfecto, donde podía sentirme completamente libre, como si no existiera nada más en todo el universo mas que éste rincon que podía mirar una y otra vez sin querer siquiera parpadear. 

Bajé con las piernas temblorosas, temía que se me doblaran y cayera por la pendiente pero nada de eso ocurrió y llegué a donde Ernesto esperaba, ahí finalmente descansé por un tiempo que me pareció demasiado corto, pero ¿cómo podía descansar ahí con tanto por ver aún?; regresamos a la ciudadela y nos dirigimos a la entrada recorriendo la parte mas baja del sitio, nuestra agua se había agotado y tuvimos que salir a comprar más pero aún nos esperaban muchas horas de recorrido...


miércoles, 8 de marzo de 2017

Viaje a Perú pt.13. Ollantaytambo y Aguas Calientes

Ollantaytambo desde la zona arqueológica
Después de regresar a Písac bastante cansados por nuestro ascenso a Huchuy Qosqo volvimos a regresar por el mismo camino hacia el siguiente poblado río abajo: Calca. Una vez ahí cambiamos de transporte por otro que iba hacia Urubamba; nuestro plan original era parar en Yucay para ver algunos restos incas en el centro del poblado actual pero la hora nos presionaba y decidimos seguir de largo. 

En Urubamba tuvimos problemas para abordar una camioneta hacia Ollantaytambo, pues a pesar de que éstas salían muy frecuentemente era demasiada la gente que esperaba y no había orden alguno en el ascenso puesto que en cuanto una camioneta se colocaba en posición para abordarla, un montón de gente arrojaba dentro cosas para apartar algún lugar y nosotros no estuvimos dispuestos a entrar a ese caos de empujones y menos viendo que la mayoría de las personas eran mujeres y algunas con niños. Decidimos salir a buscar un taxi pero nuevamente nos fue imposible por la escasa cantidad de éstos vehículos; tuvimos que regresar a intentar subir al transporte público hasta que finalmente lo conseguimos.
Templo del sol de Ollantaytambo

En poco tiempo llegamos finalmente a Ollantaytambo y sin detenernos nos dirigimos a la zona arqueológica del mismo nombre. Una vez que comenzamos a subir por las terrazas hacia la zona ritual del sitio pudimos ver la belleza del poblado que se ubica en la confluencia de tres valles rodeados de escarpadas montañas que tienen edificaciones que parecen colgar en los acantilados a una altura de vértigo, con inclinaciones que parecían aún mayores que las que vimos en Písac. En la parte intermedia del sitio encontramos las finas piedras talladas del estilo imperial inca y un poco más allá el templo del sol con los megalitos mas grandes que habíamos visto hasta ese momento, todo con sus juntas perfectamente alineadas. 
Inca Huatana

Más allá pudimos ver una muralla que rodeaba el área central del sitio, evaluamos la condición de nuestras piernas y finalmente nos animamos a seguir a la parte más alta donde nos encontramos con la casa del inca o Inca Huatana, una construcción de la que queda una pared en pie con cuatro nichos alargados que domina la vista hacia el poblado actual de Ollantaytambo. Una vez que bajamos rodeamos la zona ritual y pasamos a la zona militar del sitio; bordeando la montaña nos encontramos con más y más edificaciones y podíamos imaginarnos ésta fortaleza cuando los incas la defendieron de las tropas de Francisco Pizarro y me sorprendía bastante como pudo éste último tomar la población tan formidablemente construida. 
Fuente Ceremonial

Finalmente llegamos a la parte baja del sitio justo en el nivel del valle; aquí parecía haber existido una serie de palacios y lo más interesante de todo eran los canales de agua aún funcionales que pasaban por fuentes ceremoniales y templos, formando pintorescas caídas y dividiendo su caudal varias veces para aumentar la complejidad de los edificios y obras hidráulicas. Algunas alpacas y llamas pastaban en la zona y gran cantidad de gente pasaba de un lado a otro, era la primera vez en el viaje que nos encontrábamos con tanto turismo, eso nos anunciaba que estábamos en el área más visitada de Perú y aún nos faltaba ir a donde encontraríamos aún mas gente.

Una vez que salimos de la zona arqueológica compramos una bolsa de hojas de coca para el día siguiente y caminamos poco mas de un kilómetro hasta la estación del ferrocarril pues teníamos ya nuestra reservación para ir a Aguas Calientes y faltaba poco menos de una hora para salir con ese rumbo.

Templo del agua
Debo decir que no estuvimos nada satisfechos con el recorrido en tren, pues nos pareció un completo robo. Las únicas formas de llegar a Aguas Calientes son caminar, dar un rodeo larguísimo por las montañas y perder dos días en ello, realizar el trekking del camino inca o la que escogimos nosotros por no tener opciones viables; el boleto redondo nos costó más que los vuelos Lima-Cusco y Cusco-Lima juntos, la estación en Ollantaytambo ni siquiera tenía mas que 20 o 30 asientos para esperar, no se puede abordar con mas de 10 kg de peso en equipaje, tan solo dan una galleta y té para comer algo y en total sólo es un trayecto de 2 horas y media. Sin embargo y a pesar de todo al caer la noche estábamos llegando al hostal que reservamos para quedarnos esa noche (el único que apartamos de antemano en todo el viaje) y poco despues salimos a buscar donde cenar pues estábamos completamente hambrientos después de tan tremendo día.

Cuy
Ahí recordamos el Cuy: realmente es el roedor que en México conocemos como cuyo, asado en un horno de piedra; desde que supimos de su existencia quisimos probarlo y finalmente lo hicimos en Aguascalientes por un precio que no nos pareció para nada excesivo a pesar de ser un pueblo completamente turístico. A mucha gente no le gusta la apariencia del cuy ni saber que es un roedor, pero a nosotros nos pareció el platillo mas rico que habíamos probado hasta entonces en el país y realmente la cocina peruana es de las mejores del mundo, tan solo quedaron los huesos completamente limpios. 

Cuando terminabamos de cenar comenzó una gran tormenta y el pueblo completo quedó en tinieblas al cortarse la energía eléctrica; temíamos no poder recargar nuestros celulares y cámaras aunque no nos preocupaba mucho pues ambos teníamos baterías de repuesto y de emergencia; sin embargo la energía se restableció mientras nos preparábamos para dormir, al día siguiente nos esperaba el recorrido más ansiado del viaje...


jueves, 2 de marzo de 2017

Viaje a Perú pt. 12. Huchuy Qosqo

Huchuy Qosqo
Sabíamos que el siguiente día sería uno de los más pesados del viaje, originalmente íbamos a caminar con nuestras mochilas a cuestas pero después de los recorridos en Tipón, Pucara y Písac decidimos mejor dejarlas en el hotel y regresar más tarde por ellas. 

Salimos muy temprano por la mañana hacia la calle principal de Písac a tomar el transporte público para ir por el valle sagrado solamente dos poblados río abajo. Llegamos muy rápido a Lamay, que es famoso por sus restaurantes que preparan el mejor cuy del valle sagrado según supimos más tarde; este sabroso platillo lo probamos al día siguiente, así que ya lo describiré con mayor detalle; en dicho poblado termina el recorrido de Huchuy Qosqo, el cual varias agencias ofrecen en Cusco y consiste en una caminata de un día por el altiplano para terminar bajando hacia el valle sagrado. Nosotros pensábamos solamente visitar el sitio inca en las alturas de la montaña siguiendo el trayecto contrario.
Alpacas en Huchuy Qosqo

Cruzamos el río Urubamba y vimos frente a nosotros la gran pared que bordea el valle y el camino serpenteante que asciende hacia los viejos vestigios incas que se encuentran en un área plana casi en la cima; en un letrero vimos que nos esperaban 3 km de caminata y rápidamente nos dimos cuenta del tenor que tendría el recorrido: había una terracería ancha sin mucha inclinación pero mucho mas larga que permitía subir autos hasta la mitad de la cuesta y un sendero mas corto pero mucho mas empinado, preferimos el segundo y rápidamente comenzó a hacer mella en nuestras piernas. Conforme ascendíamos se volvía más escarpado y más serpenteante, luego de pasar el segundo kilómetro se convirtió en un paseo tortuoso pues podíamos ver el llano donde se encuentra el sitio arqueológico pero la subida era intensa y terriblemente resbalosa, ya estábamos mas de 500 metros sobre el valle y no quisimos rendirnos entonces.
Vestigios de Huchuy Qosqo

Cuando finalmente vimos los primeros vestigios incas a penas podíamos dar un paso más pero llegamos hasta los andenes agrícolas de la ciudad y subimos bordeándolos; en uno de ellos vimos por primera vez dos alpacas pastando, teníamos curiosidad por ver éstos animales y sus parentes las llamas, así que nos detuvimos un poco a fotografiarlos. Cuando finalmente llegamos a la zona principal de Huchuy Qosqo, nos sentamos dentro de un edificio que tenía techo de paja para proteger sus paredes recubiertas de adobe y descansamos media hora antes de seguir.

Huchuy Qosqo quiere decir "pequeño Cusco", supuestamente porque éste lugar tenía la misma distribución que la capital del Tahuantinsuyo, pero como observamos y más tarde leí no hay ninguna base sólida para afirmar tal cosa. La zona alta era la que contenía la mayoría de los edificios construidos con piedra rojiza que no tenía tallados tan finos como en otros lugares que visitamos. Un poco mas alto se veía la puerta de la ciudad y un riachuelo corría bordeando el lado contrario. La vista era bellísima, pues estábamos en el lugar más alto con respecto al valle que visitamos y las nubes se agolpaban en el horizonte, incluso algunos de los picos más altos en la lejanía lucían cubiertos de nieve mientras que abajo Lamay era un pequeño manchón de casas en un recodo del río.
Casa principal

Nuestras piernas no dieron más y recorrimos solamente el área central del sitio sin subir más hacia algunas edificaciones regadas en los cerros ni bajar a las primeras que observamos al ir ascendiendo. Cuando estábamos a punto de regresar a Lamay nos percatamos de que junto al sitio había unas cuantas casas habitadas, de ahí un hombre salió y nos dijo que había que pagar la entrada, cosa que hicimos antes de marcharnos; junto con él venía un cachorrito bastante simpático que se nos acercó jugando, pero después se convirtió en un problema pues nos persiguió cerca de un kilómetro en la bajada y no parecía querer regresar a su casa, no podíamos llevarlo con nosotros y era peligroso para él llegar a donde estaba la carretera así que comenzamos a planear como dejarlo atrás para que se volviera. Comenzamos a verlo jadear así que le dejé la tapa de nuestra botella llena de agua y corrimos mientras bebía con gran peligro de resbalarnos en el polvoriento y empinado sendero; una vez que nos detuvimos creímos que lo habíamos perdido cuando de pronto apareció entre la maleza... parecía que no podríamos librarnos de él, pero hicimos un segundo intento en el que le dimos la mayor parte de nuestra agua en un hueco de una piedra, ésta vez corrimos por mas tiempo y un poco mas abajo nos encontramos con una señora que subía con dos caballos, entonces nos relajamos pues si el cachorro no regresaba solo por el camino, seguramente seguiria a la mujer y ya no habría problema.

Así pudimos continuar con nuestro descenso a un ritmo mas seguro, aunque gracias a ello el trayecto fue bastante rápido. Regresamos a Písac antes de las 12, hora de entregar la habitación, tomamos nuestras cosas y salimos nuevamente para cruzar el valle sagrado de los incas...