sábado, 10 de agosto de 2024

Viaje por el noreste del Petén. Parte 15: Ceibal y San Diego

Río de La Pasión en Sayaxché
Por la mañana del 29 de marzo, guardamos todo nuestro equipaje en el carro de Julio, el cual se había quedado en el estacionamiento del hotel desde que nos fuimos a la selva, aunque tuvimos que esperar un poco a que movieran un par de vehículos que tapaban la salida. Salimos con rumbo a Sayaxché de la misma forma que en el viaje desde la Ciudad de México, con Julio manejando, Eduardo durmiendo como copiloto y atrás Ernesto, Valeria y yo. Sin embargo, esta vez estaba esperando que Julio se cansara para pasar al volante, lo que no pasó durante ese día. Pasamos por Flores, aunque no paramos y tuvimos que dar algunos rodeos por ser viernes santo, tanto la isla como algunas de las calles estaban cerradas porque por ahí pasarían procesiones.

Tuvimos una desorientación al llegar al río El Subín, después de cruzar La Libertad, ahí la carretera se corta y hay que girar a la derecha para tomar un puente por una terracería, por un momento dudamos al entrar en esa terracería y regresamos al camino pavimentado pero nos encontramos con un tapón que no permitía pasar y comprendimos que teníamos que regresar y tomar el camino alternativo.

Estructura A-3 de Ceibal
Después de un rato paramos nuevamente porque la carretera se cortaba, esta vez a orillas del Río La Pasión, entrando a Sayaxché. Ahí nos formamos detrás de otros vehículos que querían cruzar y después de unos minutos llegó a la orilla el ferry que permite pasar de un lado al otro, en un espacio de unos 300 metros sobre el río. Cruzamos en poco tiempo y luego pasamos de largo a Sayaxché, el poblado más grande de esta zona. 

Poco tiempo después de salir de la zona urbana llegamos al Parque Nacional El Rosario, un manchón de selva que sobrevive rodeada de campos de pastoreo y cultivo. Un poco más adelante terminaba una gran recta de la carretera con una vuelta de la que sale la desviación hacia el sitio arqueológico de Ceibal, además de algunas aldeas pequeñas.

Estela con un personaje con rasgos del altiplano mexicano
Luego de algunos kilómetros llegamos hasta la entrada del sitio, el único de todo el viaje que, además de estar abierto al público, cobraba la entrada: 40 quetzales para los visitantes extranjeros, ahí gasté los últimos que llevaba conmigo. Nos dieron varios folletos turísticos, uno de ellos con el mapa del sitio, el cual me fue muy útil para el recorrido. Ceibal tiene edificios pequeños a medianos, pero cuenta con numerosos monumentos con un estilo bastante raro. A pesar de que la ocupación es muy antigua, comenzando en el Preclásico Medio, a partir del año 800 d.C. cuando otros sitios cercanos habían sido abandonados, unos misteriosos mayas "mexicanizados" se asentaron en Ceibal y levantaron las estelas que podemos ver, con rasgos del altiplano mexicano mezclados con los del clásico maya.

Al entrar vimos a muchas personas con trajes autóctonos parecidos a los que usan los tzotziles y tzeltales en los altos de Chiapas, estaban llevando a cabo alguna ceremonia sobre un altar circular moderno, este tipo de elementos fueron construidos en varios sitios importantes de Guatemala, permitiendo la realización de ritos por gente indígena local, lo cual me parece muy positivo. Había personas de todas las edades, además de que con nosotros entró una familia grande.

Estructura circular en el Grupo C
Mientras Valeria y Ernesto iban con Eduardo grabando su vídeo, Julio y yo nos separamos y fuimos a nuestro ritmo recorriendo el sitio. Todos comenzamos en la Estructura A-3, la cual se encuentra en el centro de una gran plaza y tiene escalinatas por los cuatro rumbos cardinales, ha sido restaurado y también se reconstruyó parcialmente su templo superior. En todo su alrededor hay estelas, al igual que en el centro de su templo superior. Estuve fotografiando todos los monumentos y luego me dirigí a un edificio más grande inmediatamente al noroeste, que mostraba restos de sus escalinatas aunque se aprecia únicamente como un montículo. Ahí había un par de monumentos y una especie de escalón con la figura de un jaguar. Más al norte pude ver en el mapa que había una plaza rodeada de edificios, pero estaban cubiertos de selva y convertidos en montículos, lo que pude ver en persona al entrar a un sendero que llevaba hacia ese rumbo.
Restos de estructura en el Grupo D

Terminé recorriendo el grupo A por su lado oriental, donde estaban dos de las estelas más mexicanizadas entre todas las presentes: una muy estrecha y alta con un personaje representado de frente y con una máscara de mono. La otra es un personaje con una máscara igual a las de Ehécatl, con un pico alargado de ave, además de un penacho bastante erizado.

Tomé un camino que salía del lado oriente de la plaza y me encontré con otra estela delgada y alta justo antes de bajar por unas escaleras modernas, colocadas para facilitar la visita. Más adelante me encontré con un cruce de caminos, donde alcancé a Julio, que se había adelantado, el seguiría al grupo C, mientras yo intentaría llegar a la orilla del río La Pasión, en el extremo oriental del sitio. Seguí de largo en esa dirección, aunque el sendero tenía muchos rodeos, subidas y bajadas, que fueron desviándome hasta que me di cuenta de que estaba llegando al Grupo D, donde en el mapa aparecía un monumento pero yo creía que no tenía arquitectura en pie.
Estructura A-3

Me equivocaba, me encontré con algunos edificios que parecen habitacionales, los cuales tenían muros de habitaciones y de sus basamentos bajos, todo construido con piedra muy bien labrada y unida de forma muy fina. Seguí adelante pasando de largo por otro camino que salía hacia el oriente y que sospeché que iba al río, y luego de bajar y subir repetidamente, llegué a una ancha calzada y metros adelante vi que cruzaba con otra que iba, por un lado, al río y por el contrario al Grupo A.

Seguí de frente y me encontré de nuevo con Julio en el Grupo C, donde encontramos una plataforma con base circular, que tenía una restauración bastante mala con cemento que se está desmoronando. Frente al edificio vimos un extraño altar al que no le vimos forma, aunque después nos enteramos que en alguna parte del borde exterior tenía una cabeza felina.

Petrograbado de San Diego
Caminamos hacia el cruce que vi momentos antes y yo volví a intentar llegar al río, mientras Julio regresaba. Esta vez lo conseguí, aunque para ello tuve que descender bastante por escaleras de concreto modernas. Llegué a la entrada del río al sitio y luego subí tomando una desviación al norte, sospechaba que era el camino que no tomé antes en el Grupo D y no me equivocaba pues me llevó de nuevo a la estructura con arquitectura visible que ya había visto. 

Otra vez regresé a la gran calzada pero ahora seguí de regreso al grupo A, por donde se había ido Julio, ya cerca de la gran plaza me encontré con un gran juego de pelota sin excavar pero que conservaba su forma bastante bien. El camino me llevó al estacionamiento y nuevamente me encontré con Julio, para luego sentarme en la entrada a la gran plaza mientras Eduardo terminaba su vídeo. Encontré más ceibas que en otros lugares, por lo que el nombre Ceibal está más que justificado. Finalmente todos estuvimos listos para irnos y volvimos a subir al auto, tomando rumbo a Sayaxché y cruzando de nuevo en ferry. Seguimos hacia La Libertad y tomamos rumbo a la frontera de El Ceibo.

Petrograbado de San Diego
A medio camino estuvimos viendo montículos cercanos a la aldea de San Diego, parando un poco adelante, cerca de un cerro que comienza justo junto a la carretera, porque queríamos buscar un petrograbado que no pudimos ver por falta de tiempo cuando íbamos rumbo a El Remate, luego de visitar La Joyanca. Eduardo no quiso visitar este sitio y se quedó en el auto, cada vez se vuelve más quisquilloso con los sitios que visita y, aunque el petrograbado es el equivalente a una gigantesca estela, no lo consideró un algo de su interés. Julio, Ernesto, Valeria y yo salimos a buscar una gran pared donde estaban los trazos en la piedra, aunque Ernesto estaba bastante limitado por su brazo lastimado. 

Primero subimos a una saliente de piedra donde vi unos pequeños trazos, pero era demasiado pequeña para contener lo que buscábamos, así que nos dirigimos a otro cerro que estaba cerca y tenía riscos muy escarpados, pero tampoco pudimos ver nada. Concluí que nuestro primer intento se había quedado corto, así que regresamos al primer cerro, pero rodeando más hacia la carretera. Vimos una gran pared y el petrograbado en lo alto, sin embargo estaba en una posición inalcanzable, aún cuando yo me subí a una saliente en un costado, casi a la altura del grabado, pero sin poder ver nada por la maleza. 
Vista aérea del sitio de San Diego

La única forma de documentar este monumento era con el dron, por lo que tuve que regresar corriendo al auto por él. Pude fotografiar muy de cerca y apreciamos un alto personaje junto a una hilera de glifos y parado sobre una barra, algo muy parecido a las estelas clásicas. Mientras regresábamos llevé al dron a dar un paseo por encima de los montículos que se veían al otro lado de la carretera, pudiendo observar algunos cuadrángulos, aunque ninguna arquitectura visible. 

Seguimos adelante sin saber la hora a la que cerraba la frontera, ya eran más de las cinco y Julio aceleró porque presentíamos que llegaríamos muy apretados, lo cual sucedió. En el lado guatemalteco nos dijeron que debíamos apurarnos porque a las 6 cerraba el paso de vehículos, solo teníamos 15 minutos para pasar. Ernesto, Valeria y Eduardo tenían quetzales sobrantes, por lo que regresaron al poblado para cambiarlos por pesos, mientras Julio y yo sellábamos nuestros pasaportes y pasábamos al lado mexicano para terminar el trámite y pasar por la aduana. El guardia de ahí no requirió que bajáramos el equipaje para pasarlo por la máquina de rayos X, como había pasado el año anterior, así que el paso fue rápido y esperamos un poco a que los demás nos alcanzaran y salimos del puesto fronterizo cuando estaban cerrando. Al poco tiempo paramos en una tienda para comprar un poco de agua y botana, después seguimos hasta Tenosique, quedándonos en el primer hotel que encontramos. Un poco después fuimos al centro a cenar y terminamos ese día, aún nos quedaba una visita más antes de emprender el regreso a la Ciudad de México.



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