La primera noche que pasamos en Perú fue terrible debido al tremendo escándalo que llegaba desde la calle repleta de taxis con las bocinas que no dejaban de sonar, pero aún así nos levantamos muy temprano para llegar caminando a otro sitio arqueológico que está muy dañado pero que aún sobrevive en la zona de Hualmay, un distrito adjunto a Huacho.
Letrero del sitio de los Huacos en el centro de Hualmay |
Los huacos fue alguna vez un lugar enorme con una gran cantidad de estructuras de gran tamaño, pero ahora cuenta con unos cuantos montículos rodeados de sembradíos, la mayoría de lo que pudimos apreciar poca idea podía dar de lo que fue la antigua ciudad que se asentaba en aquellos campos.
Podíamos ver adobes enormes junto al camino que recorríamos, los cuales apreciamos después en otros lugares y justo cuando llegamos al primer basamento vimos a algunos agricultores que nos miraron como preguntándose que hacíamos nosotros ahí, pero al ver que subíamos a la estructura prefirieron ignorarnos. Solo algunos pequeños sectores parecían haber sido excavados por arqueólogos y se podían mirar algunos arranques de muros, pero en general la destrucción era mayor.
Montículo entre los sembradíos |
Rodeamos la zona de Hualmay pasando por tres estructuras a las que subimos sin encontrar más vestigios visibles y nos dispusimos a regresar al hotel en Huacho por otro camino, algo que me llamó la atención fue la pasividad de los perros que descansaban en las calles y frente a las puertas de las casas, pues no nos ladraron ni parecieron notarnos al pasar; otra cosa que pudimos notar no sin algo de pesar fueron las colonias que se han asentado justo junto al asentamiento prehispánico, consistentes en una multitud de casitas de apariencia paupérrima, algunas de ellas construídas con una especie de tejido vegetal del que yo no había leído ni escuchado nada, pero que Ernesto identificó como algo típico de Perú; a cada paso podíamos apreciar la pobreza en la que vive la gente que ocupa aquellos asentamientos muy probablemente irregulares, y por desgracia eso no nos es ajeno en México.
Restos de un muro en los huacos. |
Nuestra caminata de regreso al hotel fue corta, nuestra siguiente parada sería un sitio abierto al público por lo que investigamos la hora en que abriría, como sería hasta las 9 de la mañana y no pasábamos aún las 8 desayunamos algunas galletas y esperamos un rato antes de salir.
Casi en la entrada del hotel tomamos un taxi para ir hasta Bandurria, uno de los sitios arqueológicos más antiguos de América. A las 9 en punto estábamos en la entrada pero nos encontramos con un candado cerrando el paso. Decidimos esperar, y aunque fueron menos de 20 minutos el tiempo parecía correr más lento y llegamos a considerar saltarnos la barda si no llegaban los custodios pronto. El paisaje que nos rodeaba es uno de los más secos que haya visto, la arena se extendía por todos lados y ninguna planta era visible sobre la superficie exceptuando algunas zonas bajas donde se veía un poco de verde.
El viejo anfiteatro |
A lo lejos vimos acercarse un automóvil que dejaba tras de sí una polvadera y llegó hasta donde el taxi estaba estacionado, entonces nos dijeron que los siguiéramos, llegando hasta el inicio de un sendero bien señalizado que es la ruta de visita de Bandurria. Los custodios eran dos muchachitas que a la vista me pareció que fueran hermanas, una de ellas cobró la entrada y la otra nos guió por el sitio arqueológico. Ni a Ernesto ni a mí nos gusta la idea de recorrer sitios con guía, pero al parecer en la costa de Perú es la regla general.
Anfiteatro mas reciente |
Bandurria se empezó a investigar por una gran inundación que barrió una parte del sitio arqueológico dejando al descubierto una serie de tumbas, está dividido en un área habitacional y otra ceremonial, ésta última recientemente excavada y preparada para su visita parcialmente. Se pueden apreciar tres edificios en línea, dos de los cuales tienen un anfiteatro circular frente a su escalinata principal, el primero y más pequeño es un poco irregular y con poca altura en sus paredes, el segundo es más profundo y presenta un círculo perfecto; fue construido después del primero que se clausuró al contar con un recinto nuevo.
Finalmente pudimos apreciar el humedal que limita el lado poniente del sitio arqueológico, pues se encuentra justo junto al mar, ahí hay una pequeña laguna de poca profundidad y luego una playa arenosa. En éste hábitat se podía encontrar un ave llamada Bandurria que dio su nombre al sitio, el ave a su vez tomó éste nombre de un instrumento de cuerda antiguo; por desgracia ya no se encuentra ésta especie en la zona.
Laguna y mar junto a Bandurria |
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