Piquillacta |
Luego de que salimos de Tipón, nos dirigimos al sureste por la carretera que mucho más allá llega a Bolivia y el lago Titicaca, pero nosotros solo avanzamos algunos kilómetros hasta la entrada sur al valle sagrado de los incas. Éste accesdesde hace alrededor de mil años ha sido custodiado por la ciudad de Piquillacta.
Piquillacta es la mayor ciudad que existió en el valle de Cusco durante la dominación de la cultura wari. Según los estudios arqueológicos se cree que los wari desarrollaron un gran imperio antecesor del Tahuantinsuyo inca. A pesar de no existir registros escritos de ésa época remota, se han encontrado restos de cerámica wari en la zona andina y la costa de Perú, además de hallarse ciudadelas parecidas a su capital, el sitio de Huari (Ayacucho), distribuidas por un amplio territorio y que pudieron ser capitales regionales del imperio, una de ellas es Piquillacta.
Calle en Piquillacta |
La distribución de éstas ciudadelas es muy característica de los wari: tienen forma rectangular cruzada por largas calles rodeadas por altos muros y en la cuadrícula que se forma se distribuyen los edificios públicos y residenciales. Sólo la élite vivía en el área central y el resto de la población en los alrededores.
Entramos junto con el taxista al sitio arqueológico, el taxi pasó ya entre muros de la antigua ciudad antes de llegar al estacionamiento; éste era uno de los sitios que Ernesto más quería visitar en nuestro viaje y no nos decepcionó; caminar por las calles amuralladas de la ciudadela rodeando los edificios fue algo de lo más impresionante que vimos en Perú, sobre todo en su lado sur, que se encuentra a mayor altura que el norte y permite apreciar toda el área excavada de Piquillacta enmarcada por las montañas y el inicio del valle sagrado.
Rumicolca |
Una vez que rodeamos el perímetro de la ciudad y entramos al centro para ver los recintos públicos que no son muy grandes ni muy impresionantes, salimos de nuevo por el lado sur, subimos al taxi y solo unos metros más adelante nos detuvimos para ver lo que fue la garita de entrada al valle y a la ciudad misma: dos grandes muros y una pequeña estructura piramidal que dejan dos estrechos pasos entre ellos conforman el sitio arqueológico de Rumicolca.
Nunca habíamos visto ninguna construcción similar, Ernesto recordó la pirámide votiva de la Quemada, Zacatecas en México, y unos meses más tarde cuando yo conocí ese sitio también le encontré cierto parecido pero muy remoto. Notamos que la roca de la construcción era la misma que en Piquillacta y presentaba varias piedras salientes formando escaleras para acceder a la parte alta. Efectivamente Rumicolca es una construcción Wari, pero más tarde fue reutilizada por los incas y éso lo pudimos notar porque algunos muros estaban revestidos con grandes rocas que tenían el sello inconfundible de éstos últimos: su perfecto trabajo de ensamble y pulido.
Andahuaylillas |
Seguimos en el taxi hacia el sur, nosotros no habíamos contemplado ir hacia allá pero el conductor nos insistió en que no podíamos irnos sin visitar la iglesia de Andahuaylillas, y tenía razón. Por afuera no parece ser muy impresionante, pero por dentro es bellísima aunque por desgracia no dejan tomar fotografías así que sólo puedo dar una burda descripción: una vez que se entra a la nave central uno queda maravillado, todo el techo está construido con madera que forma arcos que cruzan de un lado a otro cada metro aproximadamente. Cada espacio y cada rincón está decorado con pinturas coloridas que se encuentran muy bien conservadas, desde la entrada hasta el retablo. No sin razón le llaman "la capilla sixtina de América". Es uno de los mejores ejemplos del barroco andino, que mas tarde pudimos apreciar también en la iglesia de Chinchero. Mis conocimientos sobre arquitectura y pintura sacra son muy limitados por lo que no puedo dar más detalle pero basta decir que estando en aquel lugar bromeaba con Ernesto diciendo que incluso alguien tan poco espiritual como yo bien podría hincarse a orar por el perdón de sus pecados con gusto ante tal belleza. Y todavía faltaba el último destino del día, que a mi gusto iba a superar en belleza natural y arquitectónica a todos los sitios que había conocido hasta entonces...
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