jueves, 23 de febrero de 2017

Viaje a Perú pt. 11. Písac

Sección del sitio arqueológico de Písac visto desde el punto mas alto
El taxi que alquilamos en Cusco tenía como destino final la entrada de la zona arqueológica de Písac, aunque primero pasamos a buscar hospedaje al poblado actual del mismo nombre; fue muy rápido conseguirlo en un pequeño hotel familiar que era algo rústico con su pequeña habitación con piso de madera.

Dejamos nuestro equipaje y luego de un corto recorrido en subida nos despedimos del taxista que nos había llevado hasta ahí desde Cusco. La zona arqueológica tiene dos entradas: una desde la carretera serpenteante que asciende a los cerros y la otra directo desde el poblado actual; nosotros entramos por la primera de ellas, por lo que iniciamos por la parte alta del sitio.

Zona superior de Písac
Cuando llegamos el cielo estaba completamente cubierto de nubes oscuras y comenzaba a caer una ligera llovizna, la única que nos tocó en el país, y me complicó mucho tomar fotos y video porque a cada momento la lente se llenaba de gotitas. Así comenzamos a recorrer los escarpes de la montaña en cuyas empinadas laderas las terrazas agrícolas y los edificios de Písac parecían colgar sobre el vacío.

Frente a la zona en la que estábamos podíamos distinguir en la pared del cerro de en frente una serie de orificios con algunos puntos blancos en su interior; era el antiguo cementerio inca, al cual no fuimos debido a que nuestro tiempo comenzaba a agotarse y preferimos recorrer lo más que pudieramos del sitio siguiendo el recorrido normal de visita. Primero ascendimos a la parte más alta y de ahí bajamos un poco rodeando la pendiente del cerro por un sendero estrecho pegado al talud y con el abismo a un lado aunque tenía barandal para evitar accidentes.

Edificios en las laderas.
Pasamos por una pequeña cueva que conecta dos secciones de Písac; éste pasaje oscuro y rocoso le daba un toque mas emocionante al recorrido, y cada vez que rodeabamos un talud dábamos de frente con construcciones que parecían desafiar la gravedad y los terremotos, no podía dejar de pensar en cómo pudieron construirse éstos en tales lugares y mantenerse ahí prácticamente intactos por 500 años de intemperismo y movimientos tectónicos.

La belleza de la montaña y los valles circundantes, la arquitectura que armonizaba con el relieve, los caminos sobre el abismo y el color de la roca natural y artificial hacían un paisaje hermosísimo que en poco tiempo hizo afirmar a Ernesto que nunca desde que empezó a explorar sitios arqueológicos había estado en ningún lugar mejor. Yo aún dudaba, recordaba Yaxhá en Guatemala, con sus grandes estructuras piramidales y sus lagos destellando en la tarde; a Písac le faltaba el toque casi mágico del agua reflejando los rayos del sol, pero una vez que rodeamos otro de tantos escarpes de la montaña nos encontramos de frente con una escena de ensueño: llegamos a la parte más sagrada de Písac, podíamos distinguir los edificios rojizos construidos con las piedras más finamente trabajadas con el estilo imperial que habíamos a penas visto un poco en Cusco; el sol asomaba ya en el cielo que se descubría de nubes y comenzaba a bajar por el horizonte. Detrás se levantaba la última estribación de la montaña antes de caer estrepitósamente hacia el valle sagrado y el poblado actual, y ahí abajo como un hilo de plata, el río Urubamba se deslizaba destelleando al sol poniente. No pude ya resistirme, tuve que estar de acuerdo con Ernesto que hasta entonces nunca había estado en ningún sitio arqueológico más bello que éste.
Zona ceremonial de Písac

Comenzaron a decirnos que debíamos bajar al pueblo porque se acercaba la hora de cerrar, pero todavía vimos bastantes edificios y terrazas en las laderas del monte y aún cuando ya habíamos descendido bastante desde la zona donde entramos, faltaba mucho para llegar al fondo del valle, lo cual nos tomó más de media hora.

En algún momento tropecé y estuve a punto de caer por una terraza que tenía alrededor de 4 metros de altura pero tuve suerte y no llegué al borde. Finalmente llegamos al pueblo completamente extenuados y con un hambre tremenda, la cual fue saciada en una pequeña fonda donde nos sirvieron una abundante cena bastante sabrosa y a un precio inferior al equivalente de 50 pesos mexicanos, además terminamos brindando con cerveza cuzqueña en el hotel para celebrar un día muy exitoso. Aquella noche nos llegaron noticias de que Donald Trump había ganado la presidencia de EU pero preferimos no pensar en aquellas cosas durante el viaje y teníamos que descansar, la parte más pesada del viaje a penas estaba por comenzar.

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