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Llegando a Machu Picchu, al centro el Huayna Picchu y a la izquierda el Huchuy Picchu |
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Definitivamente el objetivo principal cuando decidimos ir a Perú era visitar Machu Picchu. El recorrido para llegar ahí es lo más caro en el país, con algunas cosas que rayan en lo ridículo como el ya mensionado tren y los camiones que suben y bajan al sitio desde Aguas Calientes también en un precio exorbitante. Sin embargo juntamos para lo indispensable confiando en que habría de valer la pena... y cumplió con creces todas nuestras expectativas. Al día de hoy en que estoy escribiendo éste diario de viaje a manera de memoria he recorrido ya 300 sitios arqueológicos diferentes en México, Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y Perú, puedo afirmar con toda seguridad que no hay ningún sitio como Machu Picchu. Es simplemente el lugar más impresionante no solo por los vestigios incas que existen ahí sino por su extraordinario y bellísimo entorno en medio de las montañas cubiertas de selva.
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Vista desde el Huayna Picchu |
El recorrido que teníamos ya reservado desde mucho tiempo antes era por la ciudadela del sitio y el ascenso al Huayna Picchu. Sabíamos que sería muy larga la caminata y que nos tomaría todo el día, así que por primera y única ocasión rompimos nuestra regla de que "el explorador come hasta que el sol se pone" aprovechando el desayuno que el hostal ofrecía; eran las 4 de la mañana cuando bajamos al lobby para ingerir café y pan tostado con mucha mermelada porque necesitaríamos bastantes calorías; ya al inicio del viaje compré bastantes chocolates en el aeropuerto de México destinados para éste día, también llevábamos agua en no mucha cantidad para estar ligeros y la bolsa de hojas de coca que compramos el día anterior en Ollantaytambo.
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Machu Picchu desde el Huayna Picchu |
Unos minutos después de las 5 salimos del hostal y caminamos río abajo hasta llegar al puente que lleva a Machu Picchu cuyo nombre significa "Montaña vieja". Prescindimos del caro autobús subiendo por las escaleras que llevan al sitio, éste recorrido comparado con el que realizamos en Huchuy Qosqo era de a penas 1 km contra los 3 de aquél y con una pendiente menor con escalones, un auténtico paseo dominguero si no fuera por el cansancio que ya arrastábamos; yo todavía pude subir sin hacer ningún descanso, pero Ernesto necesitó parar a la mitad del ascenso. Así, llegué solo a la entrada del sitio y antes de dirigirme al Huayna Picchu pude subir a la zona más alta de la ciudadela y contemplar Machu Picchu mientras en mi interior se agolpaba un tremendo sentimiento de satisfacción, de sorpresa y admiración, en mi mente pasaban todas las dificultades que tuve que pasar para cumplir por fín con llegar a éste lugar que tanto había visualizado en mis pensamientos; mientras grababa el video para mi canal de youtube mi voz se quebró y las lágrimas se agolparon en mis ojos, cosa que nunca me pasó en ningún otro sitio. Pero yo no soy alguien especialmente efusivo así que hice un poco de esfuerzo y continué caminando.
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La gran caverna |
Pasé rápidamente por el área más alta de la ciudadela, sabiendo que recorrería toda la zona con más calma después de bajar de la montaña sagrada, poco después vi a Ernesto cruzar la parte baja de la plaza central del sitio y lo alcancé justo antes de llegar ante la entrada al Huayna Picchu, cuyo nombre significa "montaña joven". Ahí nos registramos y comenzamos a caminar hacia la base de dicha elevación. Pasamos por laderas escarpadísimas, la subida era tremendamente empinada, algunas paredes de roca tenían realmente 90° de inclinación, si alguno de nosotros temiera a las alturas éste ascenso sería pavoroso. Conforme subíamos la vista de Machu Picchu se hacía cada vez más majestuosa, detrás se observaba la montaña del mismo nombre y a ambos lados podíamos ver el río Urubamba, que rodea al sitio por sus lados éste, norte y oeste. En el horizonte se asomaban algunos picos nevados que con su blanco contrastaban entre el azul del cielo y el verde de los picos más bajos; varias veces paramos a tomar aliento y cada vez lo perdíamos de nuevo con las vistas que se nos presentaban.
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Machu Picchu desde la puerta del sol |
Finalmente llegamos a la cima del Huayna Picchu, era increíble observar que en ésta altura y sobre la inclinacion de vértigo que la sostiene los incas construyeron terrazas e incluso un almacen que parece balancearse junto a un abismo mortal, cualquier caída hacia toda dirección sería algo gravísimo. Aún más arriba llegamos a una serie de piedras que coronan la montaña y desde ahí pudimos ver a todo nuestro alrededor el río que pasaba ahí abajo como un pequeño hilillo entre el verde y las ruinas, las montañas se extendían por el horizonte mostrando algunos picos blancos y las nubes se deslizaban sobre ellas dibujando sombras que hacían aún más hermosa la vista idílica que teníamos para nosotros ahí sobre el mundo, y a pesar de que el lugar estaba lleno de turistas, por un momento me sentí como si todo ésto lo tuviera para mí solo.
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Cima del Huayna Picchu |
Descendimos de la montaña por el lado contrario a la ciudadela para visitar la llamada gran caverna, íbamos bajando escalón por escalón hasta hartarnos, parecía que ésta escalera no terminaría nunca y entonces sacamos nuestras hojas de coca para mascarlas; nos habían contado maravillas de ellas pero no nos parecieron tan buenas: no nos quitaron el cansancio, el hambre ni la sed y en cambio sólo provocaron adormecimiento en la lengua y la garganta.
Finalmente llegamos a una serie de ruinas más pintorescas que las que habíamos visto en la ciudadela, las paredes estaban cubiertas de musgo, la zona era más baja que el resto de Machu Picchu y la humedad mucho mayor, más allá encontramos una serie de pequeñas cuevas y todas tenían edificaciones incas sobre ellas e incluso en su interior, ahí se encontraba el "templo de la luna" o gran caverna.
Otra vez tuvimos que subir bastante para regresar al camino por el que habíamos ascendido al Huayna Picchu, todo ese camino de regreso fue terriblemente cansado, encontramos aún algunas ruinas incas encaramadas en la pendiente de la montaña y pasamos por escaleras esculpidas junto a paredes verticales. Cuando por fín terminamos el circuito habían pasado ya casi 5 horas y nuestras piernas reclamaban un descanso. Ernesto se fue a sentar en la caseta de entrada a la montaña, pero yo decidí aún subir al Huchuy Picchu ("Montaña pequeña"), una elevación más reducida a medio camino entre el Huayna Picchu y la ciudadela.
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Área superior de Machu Picchu desde el Huchuy Picchu |
No me arrepentí de haber subido, a pesar del terrible cansancio que sentí cuando llegué a la cumbre, la vista de la ciudadela era aún mejor que en el Huayna Picchu y también podía ver la cima de ésta última a mis espaldas; estaba subido en la estrecha roca que coronaba el pico en el que ascendí y me movía con dificultad, hacia todos los ángulos el abismo se extendía como una fauce abierta y feroz, pero en ningún momento sentí ni una pizca de vértigo o de miedo; era tal el embelezo que a cada centímetro que recorría con la mirada no podía dejar de asombrarme. Construcciones que parecían resbalar por las escarpadas laderas, las montañas cortadas a pico que parecían pilares sosteniendo el horizonte, la nieve en los picos más altos y las nubes que le daban al cielo una apariencia espectacular; fue un momento en la vida en que todo parecía perfecto, donde podía sentirme completamente libre, como si no existiera nada más en todo el universo mas que éste rincon que podía mirar una y otra vez sin querer siquiera parpadear.
Bajé con las piernas temblorosas, temía que se me doblaran y cayera por la pendiente pero nada de eso ocurrió y llegué a donde Ernesto esperaba, ahí finalmente descansé por un tiempo que me pareció demasiado corto, pero ¿cómo podía descansar ahí con tanto por ver aún?; regresamos a la ciudadela y nos dirigimos a la entrada recorriendo la parte mas baja del sitio, nuestra agua se había agotado y tuvimos que salir a comprar más pero aún nos esperaban muchas horas de recorrido...