miércoles, 22 de marzo de 2017

Viaje a Perú pt. 15. Machu Picchu II

Vista de Machu Picchu
Cuando finalmente salimos del recorrido por el Huayna Picchu estábamos sedientos y cansados; las hojas de coca que compramos y que nos habían dicho que servían para combatir la altura, la sed, el hambre y el cansancio fueron totalmente inefectivas puesto que solo consiguieron dormirnos la lengua y la garganta, así que decidimos dejar de mascarlas por su sabor nada agraciado y salir a comprar mas agua pues la poca que teníamos se agotó rápidamente a pesar de no hacer calor. Antes de eso aprovechamos para recorrer una parte de la ciudadela, pasando por la parte intermedia de las construcciones del sitio, donde nos encontramos con palacios y recintos construidos con piedra no tan grande pero perfectamente alineada. También pasamos por el "templo del sol", una construcción que destaca por su forma oval y por encontrarse sobre una pequeña cueva. Mientras caminábamos Ernesto dijo algo que no pude menos que aceptar: "A donde voltees es una imagen ganadora".

Parte superior del templo del sol
Cruzamos las terrazas y llegamos a la entrada otra vez, el agua afuera era algo cara pero no teníamos otra opción. El hambre la calmamos comiendo los chocolates que yo había guardado desde el inicio del viaje y continuamos nuestro recorrido. La altura no fue un problema para nosotros pues a penas sobrepasa por unos metros la de la Ciudad de México a la que estamos acostumbrados.

Nuestro siguiente punto a visitar era la puerta del sol, distante casi 2 km al sur de la ciudadela, por lo que tuvimos que caminar por un antiguo camino inca que daba acceso al sitio rodeando la montaña Machu Picchu, conforme avanzábamos pudimos notar que tomaríamos aún mas altura que cuando subimos a la cima del Huayna Picchu, algunas partes del camino pasaban junto a terrazas o junto al abismo y dos veces nos encontramos con las ruinas de algunos edificios antiguos, sin embargo Ernesto no podía seguir subiendo y prefirió sentarse a descansar en uno de ellos.
Vista desde el camino inca

Yo continué y cuando tenía ya a la vista la puerta del sol, el acceso formal de Machu Picchu cuando estaba en funcionamiento, mis piernas pesaban tanto que creí por un momento que no podría llegar. La vista por el camino y en donde estaba era grandiosa, podía ver el río Urubamba rodeando la montaña Putucusi; dicha elevación tiene una vista directa de la ciudadela en su cima pero al preguntar si podíamos subir nos respondieron que ya era sumamente riesgoso y desde mi posición podía ver por que: a lo largo de las empinadísimas laderas aparecían una serie de grandes grietas que amenazan y que acabarán por derrumbar grandes secciones de la montaña. La puerta del sol no es muy impresionante pero desde ahí la vista es magnífica y tuve la satisfacción de haber aguantado hasta ahí, aunque bajar también fue algo que me costó bastante trabajo.

El puente inca sobre la pared de roca
Todavía nos quedaba intentar llegar al puente inca, así que regresamos a la zona más alta de las terrazas agrícolas de la ciudadela, ambos estabamos casi agotados por lo que primero preguntamos cuánto había que caminar, y como eran tan sólo unos pocos cientos de metros nos decidimos a ir.

El camino que seguimos de pronto se unía con una pared completamente vertical que tenía una altura impresionante, parecía llegar hasta el nivel del río, mucho mas abajo. Justo en ésta pared pasaba una pequeña franja que sobresalía, era el sendero donde estábamos y de pronto se cortaba en una sección donde habían unos cuantos troncos de árbol para completar el camino; si dichos troncos se retiraban era imposible seguir más allá. No era posible acercarse demasiado por el gran riesgo de caer, pero la imponente pared era ya por si sola algo que valía la pena observar.

Vista vespertina de Machu Picchu
Cuando regresamos a la parte alta de las terrazas el sol estaba empezando a bajar por el poniente, dando un juego de luz y sombra que hacía que Machu Picchu pareciera aún más impresionante, no podíamos dejar de mirar el horizonte que se nos presentaba. Las llamas pastaban a nuestro alrededor y juntando las dos cosas no parecía que nos iríamos de ahí de tantas fotografías que tomamos. Poco a poco empezamos a bajar terraza por terraza y llegamos a la parte alta del sitio que pasé al inicio de forma rápida, ésta vez la recorrimos más detenidamente, encontrándonos otra vez con edificios de estilo imperial con sus grandes piedras talladas perfectamente. Así llegamos nuevamente a la entrada del Huayna Picchu, cerrada hacía varias horas, y entonces terminamos nuestro recorrido pasando por la parte más baja de edificaciones. La última parte de nuestro camino fue por las fuentes ceremoniales que pasan entre el área residencial y la agrícola, ya entonces podíamos darnos cuenta que éste tipo de caídas de agua era muy recurrente e importante para los incas.

Parte baja de Machu Picchu
Salimos por segunda y última vez de la zona arqueológica sumamente complacidos con lo que habíamos visto ahí, simplemente no podíamos recordar ni un sólo sitio que fuera más bello o más impresionante a pesar de que ambos conocíamos mas de 250 cada uno. Bajar las escaleras hasta el poblado fue sumamente penoso, las piernas ya no respondían e incluso me temblaban de repente, lo que me ponía en riesgo de caer, sin embargo no fue mas de media hora lo que tardamos para llegar al puente que cruza el río Urubamba y caminamos el último kilómetro que nos separaba del hostal. Ya nos quedaba poco tiempo para regresar a Ollantaytambo en tren así que no paramos, únicamente recogimos nuestras cosas y nos dirigimos a la estación.

El trayecto en tren lo pasamos casi todo el tiempo dormidos, ya nada podíamos ver del camino pues había oscurecido bastante y una vez en nuestro destino buscamos un hotel, quedándonos en uno bastante barato y por fin comimos un guiso de alpaca que queríamos probar y tenía un sabor parecido al del cordero. Esa noche caímos como piedras.
 

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