sábado, 15 de junio de 2019

Viaje al Puuc Pt. 25. Ichmac, Campeche

Restos de edificio en Ichmac
Empezamos el 2 de enero saliendo de Santa Elena y tomando el mismo rumbo con el que terminamos el día anterior, en lugar de dirigirnos a Ch'eeneb Ch'eel llegamos hasta el poblado de Cumpich; a partir de ahí tomamos una terracería que cruzaba una serie de campos de cultivo y luego serpenteaba entre algunas colinas, complicándose bastante nuestro paso aunque aún con eso avanzamos todo el tiempo sobre el vehículo.

Luego de varios kilómetros de trayecto, llegamos a una gran planicie cubierta de milpas, las plantas de maíz estaban bastante altas y eso complicó mucho llegar a nuestro destino pues esperábamos poder ver las estructuras prehispánicas en la distancia y eso fue completamente imposible. Para estar seguro del camino a tomar, además de revisar el odómetro del auto, nos pasamos a propósito de la distancia esperada para regresar con cuidado y volver a verificar cada sendero que pudiera llevarnos a nuestro destino.
Fragmento de bóveda

La estrategia dio buen resultado, dejamos el auto y caminamos por un camino bastante ancho y bien marcado, luego de poco tiempo pudimos ver el extremo de las milpas y ahí alcanzamos a distinguir los restos de un edificio maya, habíamos llegado a Ichmac.

Dejamos el camino y cruzamos entre el maíz hasta llegar al pie de un montículo muy enmontado, con ciertas dificultades subimos y nos encontramos con los restos de dos o quizá más habitaciones, quedaban partes de un muro divisorio y se podía ver claramente las bóvedas; en un momento me dí cuenta de que una gran roca sobre la que estaba parado era en realidad el dintel del acceso a un cuarto aunque estaba tan cubierto de escombros que a penas sobresalía de la superficie de fragmentos deshechos. Estuve buscando alrededor de las paredes y de inmediato me dí cuenta de que no estábamos en el edificio principal, el cual es bastante más grande.
El palacio entre la maleza

Anduve por un rato sobre un montículo alargado y luego de pasar hacia el lado contrario del mismo pude ver lo que en realidad buscábamos: ahí, entre una maleza tremenda se veía el costado del palacio, distinguí una escalinata volada y una o dos habitaciones con un bello estilo puuc, la fachada completamente lisa y su friso adornado sobriamente con hileras de columnillas.

Adriana y Julio me siguieron luego de un momento, tomé el machete y con gran dificultad me fui abriendo camino por lo que parecía ser una antigua plaza; por momentos era casi imposible avanzar a pesar de ir cortando una y otra vez pero luego de un rato en el que el calor por momentos parecía sofocante logramos llegar hasta la base de las habitaciones que pudimos ver anteriormente; nuestra primera impresión fue un tanto decepcionante porque queríamos ver las pinturas que hay en el interior de algunas habitaciones y todas las entradas estaban selladas con una puerta de malla que estaba totalmente sujeta a los muros con argamasa, imposible pasar sin dañar el edificio.
Lado norte de la escalinata

Aún con ello pudimos ver la gran belleza del edificio, había una larga hilera de habitaciones que se extendía a ambos lados de la escalinata aunque no todas estaban en pie. Nos acercamos al costado de la escalera y ahí también había sobrias decoraciones de columnillas; un estrecho pasillo dejaba pasar al otro lado y luego de ello nos encontramos con una habitación cuya entrada endeble estaba sostenida por un gran palo; el dintel tenía aún las marcas cuadradas de lo que fueron cartuchos glíficos que ya eran casi completamente invisibles.

Un poco más allá el edificio había colapsado por completo, ahí encontré un sendero que subía sobre los escombros a la parte alta; llegué arriba y me encontré con Julio, quien había ascendido por la escalinata a pesar de que el paso era muy complicado porque estaba totalmente cubierta de plantas.
Lado sur de la escalinata

Arriba se veían los muros de una hilera de habitaciones aunque únicamente llegaban hasta aproximadamente 1 metro de altura, sin quedar ya nada de las bóvedas ni de los dinteles de las puertas. Intenté despejar un poco con el machete pero en un momento me dí cuenta de que había una infinidad de avispas que salían de un hueco del muro. 

Cuando estaba a punto de bajar sobre los escombros del lado contrario del edificio al que había usado para subir, Julio le pidió a Adriana que le llevara su agua, la cual había dejado al pie de la escalinata pues ella no había subido. Le grité a ella que era fácil subir por el lado donde yo me encontraba pero no me hizo caso y decidió aventar la botella mientras Julio intentaba atraparla recostado boca abajo en el borde del primer piso. Claramente vi como mi compañero resbalaba y, temiendo que cayera de cabeza desde esa altura cercana a los 3 metros, intenté correr hacia donde se encontraba para sostenerlo pero mi pie de apoyo resbaló y caí torciéndome la muñeca izquierda contra una piedra. Por fortuna en realidad Julio se había acercado al borde sin deslizarse y no estuvo en peligro real de caer.
Habitaciones colapsadas al sur de la escalinata

Finalmente volvimos a estar en el punto donde llegamos al edificio y desde ahí regresamos por el mismo camino a la milpa; abajo encontramos algunos campesinos y hablamos un poco con ellos. Regresamos al auto con un gran calor y tomamos la terracería de regreso a Cumpich. Una vez ahí pasamos a ver el panteón porque en mi anterior visita al lugar, acompañado por Wilberth, nos dimos cuenta de que dicho punto parecía estar sobre un montículo y sus muros podían ser restos de un edificio prehispánico o colonial. Julio y yo concluimos que se trataba de paredes coloniales.

Desde ahí pretendimos ir a otro sitio cercano, no teníamos idea de las dificultades que tendríamos y de los hechos extraños que nos ocurrirían.

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