Montículo en Calipan |
Justo iniciando diciembre nuevamente recorrí la zona de Tehuacán-Cuicatlán, tal como lo había hecho en julio. Ésta vez fue mi amigo Jorge Díaz Henry quien sugirió visitar Santiago Quiotepec, ya en el estado de Oaxaca y también Ernesto Hernández se unió al viaje.
Nuestro recorrido comenzó temprano, saliendo de la estación Tepalcates del metro. Fue una mañana muy fría y yo estaba enfermo con una tos muy molesta pero como no me sentía tan mal decidí acudir; al llegar a la zona de Pantitlán pude ver que el oriente de la ciudad estaba cubierto por una densa neblina. Poco después de que llegué al punto de encuentro me encontré con Jorge, quien llegó en su carro, pues él sería el conductor durante todo el viaje que duraría un fin de semana. Ernesto había quedado de llegar al metro Acatitla, así que hacia allá nos dirigimos, pero tardó casi una hora en llegar, por lo que estuvimos viendo fotos en el celular de Jorge un buen rato.
Paisaje en el cerro colorado |
Finalmente salimos de la ciudad cuando la neblina estaba ya disipándose, fue un trayecto sin incidentes, bastante rápido pues pasando las 11 de la mañana estábamos ya en Tehuacán y poco tiempo después nos desviamos hacia el pequeño pueblo de Calipan, donde Ernesto había detectado un montículo prehispánico.
La estructura está en una rotonda, aunque está sumamente destruido y no le queda mucha altura; sin embargo pudimos ver algunos pedazos de cerámica decorada sobre el suelo, el sitio no tenía nada de espectacular pero sabíamos que ahí cerca había una elevación llamada cerro colorado que sostenía un sitio arqueológico con pinturas murales de gran tamaño, había muy pocos datos de éste lugar por lo que no estábamos seguros de hacia dónde dirigirnos pero finalmente preguntando a un transeúnte, nos señaló una serie de cerros bajos y nos indicó que ahí era el lugar.
Paisaje en el cerro colorado |
Nos acercamos lo más que pudimos en el auto, llegamos a un campo de cultivo donde estaban trabajando algunos lugareños y volvimos a preguntar; uno de ellos muy amablemente nos indicó el camino a seguir, nos dejó estacionar el carro en su terreno e incluso nos prestó su machete. Así comenzamos a caminar y al poco tiempo llegamos al pie del cerro; la subida me pareció mucho más ardua de lo que era pues mi nariz estaba muy tapada y por ello respiraba por la boca, lo que me fatigaba demasiado y me costó mucho trabajo mantener el paso.
Así llegamos al primer pico, quizás el más alto de esa zona de lomas, pudimos ver entre la maleza algunos montículos pequeños y huecos de saqueo, todo parecía indicar que estábamos cerca de las pinturas pero recorríamos la parte alta y nada podíamos encontrar más que restos sumamente dañados.
Área del cerro colorado |
Llegamos al final de ésa cima y bajamos un trecho para luego subir a otro de los picos, ahí encontramos montículos más definidos pero nuevamente ningún rastro de las pinturas. En un momento Jorge se adelantó y bajó un poco por la ladera, Ernesto y yo inspeccionamos un montículo cuya cima estaba saqueada y entonces nos dirigimos a donde nuestro amigo se había ido. De pronto dí un paso y un dolor agudo invadió mi pie derecho, de inmediato bajé la mirada y me dí cuenta de que una punta de una planta espinosa como un pequeño maguey se había clavado en mi bota, la atravezó y fue a clavarse en el dedo pequeño. Me quité la bota con cuidado y lo más rápido que pude y con asombro comprobé que aquella punta era tan filosa y dura que pasó limpiamente por el cuero grueso de la bota aunque no se quedó clavada en mi dedo, podía sentirla dentro de la bota y por más esfuerzo que hice para retirarla sólo pude romper su punta, el resto quedó ahí entre el cuero y el forro y fue imposible de quitar.
Iglesia en Teotitlán de Flores Magón |
Decidimos hacer un último intento yendo hasta otro pequeño pico, así que rodeamos gran parte de lo que habíamos recorrido pero ahí no encontramos prácticamente ningún resto prehispánico. Finalmente decidimos terminar nuestra búsqueda sin éxito pero convencidos de haber estado en otro sitio arqueológico debido a los restos de edificios que pudimos ver.
Una vez que subimos al auto nos detuvimos en la carretera pocos km más adelante para comprar agua y preguntamos ahí si sabían de las pinturas, a lo que el tendero respondió que creía que la zona donde se encontraban había sido cercada para que nadie pasara, de ser cierto eso nosotros no pasamos por el área donde se encontraban aquellos esquivos restos arqueológicos.
Interior de la iglesia de Teotitlán |
Seguimos por la carretera y decidimos pasar a comer algo en Teotitlán de Flores Magón, cuando pudimos ver aquel poblado desde la carretera de inmediato nos llamó la atención la iglesia central, la cual sobresalía entre los cerros así que nos dirigimos hacia ahí. Sin embargo quedamos un poco decepcionados pues si era una edificación antigua fue recubierta recientemente y ya no quedaban detalles antiguos ni en su fachada ni en su interior.
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