Altar polícromo |
El 3 de marzo de 2019 realicé un recorrido por Tlaxcala y Quecholac con mis amigos de hace 16 años, Marisela y Martín y su hija Alondra. Hacía tiempo que no salíamos a ninguna parte así que fue muy grato recorrer algunos lugares en su compañía, que además sería la primera experiencia en sitios arqueológicos complicados de visitar para Alondra.
En esta ocasión me tocó manejar, salí bastante temprano para recoger a mis amigos en su casa; el tráfico estaba muy tranquilo así que me tomó poco tiempo; para mi sorpresa no tardaron demasiado en salir (suelen ser muy impuntuales) y tomamos rumbo a la autopista Mexico-Puebla.
En un principio parecía que sería un viaje problemático porque en cuanto comenzamos a avanzar el auto empezó a hacer una especie de ruido que iba acompañado de alguna manera por un cambio de presión que se sentía en los oídos, parecía como el rotor de un helicóptero y me preocupó bastante; paramos en una gasolinera y revisé el cofre sin encontrar nada raro aunque sospechaba que algo estaba obstruyendo la toma de aire; subimos de nueva cuenta y el sonido seguía; sin embargo decidí acelerar a ver si la cosa que obstruía se volaba con el viento y de pronto el problema desapareció.
Altar polícromo |
A partir de entonces no hubo ningún problema mecánico, solo Alondra se mareó con las curvas de la autopista. Llegamos hasta San Martín Texmelucan y desde ahí nos dirigimos hacia la ciudad de Tlaxcala; la primera parada era Tizatlán, yo tenía previsto tomar un retorno de la carretera para llegar casi directo al sitio pero cuando llegamos ahí nos encontramos conque lo habían clausurado. Tuvimos que seguir más de 1 km y luego dar vuelta hacia el lado contrario de la carretera para regresar por algunas calles muy enredadas. Por fortuna los mapas nos ayudaron y finalmente pudimos llegar a un paso a desnivel que cruzaba al lado correcto y desde ahí nuevamente pasamos por un laberinto de calles hasta ver la iglesia colonial de Tizatlán.
Hicimos una pequeña parada para que pasara el mareo de Alondra y comiera un poco, luego de eso caminamos hacia un área techada frente al atrio de la iglesia; ahí se encuentra la parte excavada y abierta al público de este sitio que formó parte de los señoríos prehispánicos tlaxcaltecas.
Iglesia de Tizatlán |
Pudimos ver algunos montículos bajos, solamente uno dejaba ver elementos arquitectónicos, entramos al área cubierta y pudimos ver que se trataba de una subestructura que alguna vez estuvo bajo el templo superior de un pequeño basamento, ahí se podían apreciar las paredes de algunas habitaciones y sobre todo dos altares bellamente cubiertos de pinturas polícromas.
El primero de ellos parecía tener una serie de cartuchos calendáricos, nos llamó mucho la atención descubrir rostros de Tláloc entre las figuras representadas. Yo no pude descifrar el resto de motivos de las pinturas pues no tengo mucho conocimiento del estilo así que solamente pudimos concluir que se trataba de algunas de las pinturas mejor conservadas que hubiéramos visto. Ahí estuvimos un buen rato pues yo quería documentar cada centímetro de los altares y además Martín le dio su cámara a Alondra y le encantó estar tomando fotografías del lugar.
Entrada a la vieja capilla abierta |
Luego de salir, rodeamos el basamento y pudimos ver lo que quedaba de la escalinata que llevaba a la cima que cubrió el cuarto con los altares polícromos. Desde ahí caminamos a la iglesia colonial que estaba frente al sitio y el custodio nos llevó a la parte trasera pues ahí se encontraba una capilla abierta mucho más antigua que fue parcialmente cubierta por la construcción visible tiempo después.
Nuestra sorpresa fue mayúscula pues ahí dentro nos encontramos con una serie de pinturas (ahora coloniales) que también estaban muy bien conservadas y que eran sumamente bellas.
Nuevamente estuvimos un rato contemplando el lugar, se trataba de un arco donde al centro estuvo el altar, había un muro que sobresalía a los lados y un techo de madera, todo profusamente decorado.
Capilla abierta de Tizatlán |
El techo de esa área me recordó mucho a las bellísimas iglesias de Andahuaylillas y Chinchero en Perú, había partes con los detalles muy nítidos y coloridos y algunas, sobre todo en la parte baja, que ya habían perdido los murales y solo se veían en color blanco.
Una vez que salimos nos encontramos con una escultura prehispánica colocada junto a la iglesia; Tizatlán es uno de los sitios donde mejor se puede apreciar el contraste e incluso la integración entre el pasado prehispánico y colonial.
Regresamos al auto para hacer un corto trayecto, yo tenía la propuesta de hacer una caminata por los cerros aunque no sabía si mis compañeros aceptarían...
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