sábado, 7 de septiembre de 2019

Viaje al sur de Puebla pt. 5 y final. Atenayuca, Puebla

Primer montículo de Atenayuca
Salimos de Tepeteopan y nos dispusimos a cruzar una gran parte del sureste de Puebla por un camino de terracería, por fortuna no había llovido recientemente y la superficie estaba firme. Aún así nuestro recorrido fue bastante largo, pasamos por cerros y cañadas cubiertos de la vegetación seca de la zona, algunas de las vistas eran majestuosas y bellas; dejábamos detrás nuestro una estela de polvo blanco y parecía que estaríamos avanzando a poca velocidad sin llegar a ninguna parte.

Luego de un buen rato que no contabilicé, nos acercamos al pueblo de Atenayuca; antes de llegar, Jorge, que ya había estado ahí, nos señaló un gran montículo del lado derecho del camino. Paramos ahí y nos acercamos caminando, una vez más cerca ya no parecía ser un edificio tan alto, más bien estaba sobre una elevación natural y una plataforma que desde lejos le hacían lucir enorme. Lo más interesante fue subir ya que nos encontramos con restos de su templo superior y de los cuerpos del basamento en su parte trasera.
Montículo norte de Atenayuca

Volvimos al auto y poco después entramos en el poblado actual de Atenayuca, cruzamos una barranca por un pequeño puente y llegamos a una gran planicie; dejamos el vehículo estacionado junto a las últimas casas y seguimos caminando por un sendero desprovisto de vegetación alta, el calor era intenso y casi no se veía ninguna sombra.

Pasamos algunos montículos hasta que llegamos a un área que parecía ser el núcleo de un gran asentamiento; pasamos sobre los restos de un muro semiderruido y luego de ello nos encontramos con el juego de pelota central de los tres que se encuentran ahí. 

Bajamos a la cancha y ahí Jorge se puso a volar el dron, con ello pudimos ver varios montículos en los alrededores pero lo más interesante fue que al dirigir la pequeña aeronave al norte, se topó con una estructura mediana perfectamente cuadrada, se veía tan clara su forma que decidimos ir a buscarla.
Muro del juego de pelota oriente

Luego de algunos minutos y de cruzar un campo de cultivo dimos con lo que buscábamos: era un edificio con 6 o 7 metros de altura que tenía rasgos arquitectónicos aún visibles, como el trazo de su escalinata de acceso, algunos muros de los cuerpos escalonados y un bello piso de estuco casi perfecto en su cima. 

Luego de un buen rato de documentar el edificio, regresamos al área central por un camino más al oriente. Jorge nos dijo que de los tres juegos de pelota de Atenayuca únicamente el de aquel lado tenía arquitectura visible así que decidimos que terminaríamos el recorrido ahí.

Caminamos entre plataformas bajas y más campos cultivados actualmente cuando de pronto, luego de pasar una albarrada de reciente construcción, vimos un gran muro de mampostería y nos dirigimos hacia allá.
Juego de pelota oriente

Subimos a la parte más alta de la pared siguiendo los contornos que ya estaban destruidos y del otro lado vimos una gran cancha de juego de pelota con forma de doble T. Al igual que la central del lugar se trataba de uno de los edificios de este tipo más grandes que hubiera visto, muy probablemente del mismo tamaño que los de Tula o Xochicalco por lo que me inclino a pensar que la temporalidad de Atenayuca es del epiclásico al igual que aquellas dos ciudades. Pudimos ver más secciones de muro en pie aunque las piedras de recubrimiento habían sido arrancadas en todas partes. 

Como ya era tarde emprendimos el regreso a la ciudad, por fortuna salir de ahí fue más fácil puesto que existe una carretera asfaltada que nos llevó hasta Tepexi de Rodríguez y de ahí a la autopista México-Veracruz. Llegamos ya algo tarde pero por suerte Jorge me acercó bastante a mi casa. Así finalizó un nuevo recorrido por Puebla, un estado sumamente rico en vestigios arqueológicos pero con un descuido tremendo de los mismos.

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