El sábado 30 de marzo salimos por la mañana con rumbo al sitio de Moral-Reforma, en Balancán. Tuvimos algunos problemas porque la construcción del tren maya nos cortó el paso directo por el camino que tomamos, que era en gran parte terracería. Tuvimos que dar algún rodeo y seguir de largo hasta encontrar un puente que cruzara la vía. Además de eso, no hubo otros incidentes en el camino. Nuevamente Julio quiso manejar y llegamos hasta el sitio que queríamos visitar, encontrándolo desierto.
Nos sorprendió gratamente que la señalética del sitio había sido renovada y contenía muchos datos interesantes, incluso Eduardo se animó a grabar su vídeo del lugar utilizando esa información. Se repitió el patrón de Ceibal, con Julio y yo separados de los demás para visitar el sitio a nuestro ritmo. Tuve el acierto de dirigirme primero a la Estructura 14, la más grande del lugar y que tiene una arquitectura muy peculiar, como juntando tres basamentos piramidales.
Moral Reforma
Subí a la parte alta y a los basamentos secundarios, luego vi un edificio recién excavado en el costado poniente de la estructura 14. Después me dirigí a las estructuras 1 a 3, las cuales están en la entrada. Después de bajar decidí volar el dron para hacer algunas tomas aéreas. Mientras estaba volando el aparato, llegó mucha gente que se dirigía a las cascadas de Reforma, pero que paraba en el sitio para visitarlo de paso. Los resultados del vuelo me parecieron muy impresionantes, este sitio siempre me ha llamado la atención y me gustó mucho desde mi anterior visita en 2013.
Dejé para el final la visita de la recién excavada Estructura 6, la cual es un cuadrángulo palaciego con varias habitaciones, aunque los techos han caído casi por completo. La visita terminó cuando nos sentamos a comer paletas de hielo por un rato y luego decidimos tomar la ruta hacia Balancán para ver si el museo regional estaba abierto.
Panel de Santa Elena en el Museo de Balancán
Luego de un corto trayecto arribamos al centro de este poblado y nos sorprendió gratamente encontrar el recinto que queríamos visitar abierto, aunque ninguno de nosotros había podido entrar anteriormente. Ahí dentro pudimos ver varios monumentos de los sitios de Santa Elena y Moral-Reforma, además de unas pocas piezas descontextualizadas.
Decidimos que empezaríamos el regreso, primero a Querétaro, donde dejaríamos a Eduardo, y luego a la Ciudad de México. En un principio se planteó que Ernesto y Valeria se quedarían en Puebla, pero pasaríamos de madrugada por ahí, por lo que no era algo viable. Julio ya estaba cansado, por lo que me tocaría manejar el primer tramo. Ya esperaba con ansias mi turno de pasar al volante, llevábamos horas escuchando a ese par completamente acaramelados con su relación clandestina y tenerlos junto en los asientos traseros ya me había fastidiado. En todos los viajes Ernesto se la pasa hablando con algunas novias o algo parecido, pero tenerlo ahí presencialmente es el colmo.
Altar 2 de Moral-Reforma
Esta vez tomé el volante y, como siempre que me toca manejar, puse mi música, poniéndome a cantar, con lo que no escuché nada de lo que ocurría atrás. Me sorprendió que Julio no durmiera, se entretuvo viendo vídeos en YouTube, algunos de ellos míos. Tomamos el camino directo a la carretera Villahermosa-Escárcega y luego dimos vuelta hacia la capital de Tabasco, siguiendo por ahí algunas horas. Entramos a la ciudad y pasamos por el centro buscando un restaurante donde hubiera algo vegano que pudiera comer Eduardo, la primera opción estaba cerrada, por lo que tuvimos que seguir hasta una gran plaza comercial, donde él pudo ir a comer sin carne y nosotros optamos por comer hamburguesas. Luego de casi un par de horas volvimos a reunirnos y subimos al auto para seguir con nuestro camino, yo decidí seguir al frente hasta que aguantara, por lo que seguí manejando hacia Cárdenas, Coatzacoalcos y luego tomé la interminable recta de Minatitlán hasta Córdoba. Ahí comencé a sentir cansancio, pero podía continuar un par de horas más, me concentré en el camino y seguí cantando, con lo que me sentí renovado, Valeria me ayudó un poco porque tenía dulces y me ofreció algunos, los que me mantuvieron atento por todo el tiempo que fui el conductor. Pasamos Orizaba y subimos por las cumbres de Maltrata, con sus curvas bastante pronunciadas, ahí ya me fue bastante cansado seguir, aunque no podía parar, por lo que tuve que resistir la última parte y me detuve llegando a la caseta de La Esperanza, ya en Puebla. La noche ya estaba bien entrada y decidí pasar atrás para dormir un rato.
Lápida III de Santa Elena
Julio se encargó del resto del camino a Querétaro, tomó camino a Puebla y luego se desvió por el arco norte en Texmelucan. Teníamos el recuerdo de diciembre, cuando esa carretera la encontramos cerrada y tardamos horas esperando, esta vez no hubo ningún problema. Doblamos en la autopista México-Querétaro y llegamos a esa última ciudad alrededor de las 3 de la mañana, gran parte de ese tiempo estuve dormido. Eduardo bajó sus cosas y entró a su casa para darme un libro que me habían regalado y mandado mediante él, también le regaló uno a cada uno de los demás. Aprovechamos para estirar las piernas un poco, pero no tardamos mucho en salir hacia la Ciudad de México.
Yo estaba por quedarme dormido de nuevo, cuando Julio se orilló en el acotamiento, me dijo que ya no podía mantenerse despierto, por lo que tuve que despabilarme rápido y tomar el volante nuevamente. Me mantuve bien por un buen rato escuchando música y comiendo dulces que todavía traía Valeria, sin embargo me fue imposible frenar el cansancio que ya se había apoderado de mí. Estaba por llegar a la ciudad, ya a unos pocos kilómetros de la caseta de Tepotzotlán, pero decidí parar en una gasolinera para descansar. Julio tampoco se había repuesto, por lo que decidimos dormir un momento ahí. Luego de una hora, el sol comenzaba a salir y salí a comprar un café. Finalmente me sentí despierto para proseguir, por lo que en poco tiempo estábamos entrando a la Ciudad de México. Me dirigí al metro Politécnico, donde nos separaríamos, pero me dijeron que había parado en un sitio de taxis, por lo que me dispuse a regresar un poco en reversa, estaba mirando por el lado izquierdo para no topar con la banqueta cuando sentimos un golpe. Un tipo se estacionó muy salido, por lo que no lo ví por el lado que estaba mirando y no me había fijado por el lado izquierdo ni en la cámara del vehículo, ya que no estoy acostumbrado a ver en la pantalla del panel. El auto de Julio no tenía ningún daño, pero golpeó al otro con el escape y dañó la facia, por lo que tuve que pagar para poder irnos. Pedí un uber hasta mi casa, Ernesto y Valeria se fueron en metro y Julio tomó su auto para ir a su casa. Poco tiempo después terminaba mi recorrido sumamente cansado y casi directo a dormir, a pesar de ser las 7 am.
Por la mañana del 29 de marzo, guardamos todo nuestro equipaje en el carro de Julio, el cual se había quedado en el estacionamiento del hotel desde que nos fuimos a la selva, aunque tuvimos que esperar un poco a que movieran un par de vehículos que tapaban la salida. Salimos con rumbo a Sayaxché de la misma forma que en el viaje desde la Ciudad de México, con Julio manejando, Eduardo durmiendo como copiloto y atrás Ernesto, Valeria y yo. Sin embargo, esta vez estaba esperando que Julio se cansara para pasar al volante, lo que no pasó durante ese día. Pasamos por Flores, aunque no paramos y tuvimos que dar algunos rodeos por ser viernes santo, tanto la isla como algunas de las calles estaban cerradas porque por ahí pasarían procesiones.
Tuvimos una desorientación al llegar al río El Subín, después de cruzar La Libertad, ahí la carretera se corta y hay que girar a la derecha para tomar un puente por una terracería, por un momento dudamos al entrar en esa terracería y regresamos al camino pavimentado pero nos encontramos con un tapón que no permitía pasar y comprendimos que teníamos que regresar y tomar el camino alternativo.
Estructura A-3 de Ceibal
Después de un rato paramos nuevamente porque la carretera se cortaba, esta vez a orillas del Río La Pasión, entrando a Sayaxché. Ahí nos formamos detrás de otros vehículos que querían cruzar y después de unos minutos llegó a la orilla el ferry que permite pasar de un lado al otro, en un espacio de unos 300 metros sobre el río. Cruzamos en poco tiempo y luego pasamos de largo a Sayaxché, el poblado más grande de esta zona.
Poco tiempo después de salir de la zona urbana llegamos al Parque Nacional El Rosario, un manchón de selva que sobrevive rodeada de campos de pastoreo y cultivo. Un poco más adelante terminaba una gran recta de la carretera con una vuelta de la que sale la desviación hacia el sitio arqueológico de Ceibal, además de algunas aldeas pequeñas.
Estela con un personaje con rasgos del altiplano mexicano
Luego de algunos kilómetros llegamos hasta la entrada del sitio, el único de todo el viaje que, además de estar abierto al público, cobraba la entrada: 40 quetzales para los visitantes extranjeros, ahí gasté los últimos que llevaba conmigo. Nos dieron varios folletos turísticos, uno de ellos con el mapa del sitio, el cual me fue muy útil para el recorrido. Ceibal tiene edificios pequeños a medianos, pero cuenta con numerosos monumentos con un estilo bastante raro. A pesar de que la ocupación es muy antigua, comenzando en el Preclásico Medio, a partir del año 800 d.C. cuando otros sitios cercanos habían sido abandonados, unos misteriosos mayas "mexicanizados" se asentaron en Ceibal y levantaron las estelas que podemos ver, con rasgos del altiplano mexicano mezclados con los del clásico maya.
Al entrar vimos a muchas personas con trajes autóctonos parecidos a los que usan los tzotziles y tzeltales en los altos de Chiapas, estaban llevando a cabo alguna ceremonia sobre un altar circular moderno, este tipo de elementos fueron construidos en varios sitios importantes de Guatemala, permitiendo la realización de ritos por gente indígena local, lo cual me parece muy positivo. Había personas de todas las edades, además de que con nosotros entró una familia grande.
Estructura circular en el Grupo C
Mientras Valeria y Ernesto iban con Eduardo grabando su vídeo, Julio y yo nos separamos y fuimos a nuestro ritmo recorriendo el sitio. Todos comenzamos en la Estructura A-3, la cual se encuentra en el centro de una gran plaza y tiene escalinatas por los cuatro rumbos cardinales, ha sido restaurado y también se reconstruyó parcialmente su templo superior. En todo su alrededor hay estelas, al igual que en el centro de su templo superior. Estuve fotografiando todos los monumentos y luego me dirigí a un edificio más grande inmediatamente al noroeste, que mostraba restos de sus escalinatas aunque se aprecia únicamente como un montículo. Ahí había un par de monumentos y una especie de escalón con la figura de un jaguar. Más al norte pude ver en el mapa que había una plaza rodeada de edificios, pero estaban cubiertos de selva y convertidos en montículos, lo que pude ver en persona al entrar a un sendero que llevaba hacia ese rumbo.
Restos de estructura en el Grupo D
Terminé recorriendo el grupo A por su lado oriental, donde estaban dos de las estelas más mexicanizadas entre todas las presentes: una muy estrecha y alta con un personaje representado de frente y con una máscara de mono. La otra es un personaje con una máscara igual a las de Ehécatl, con un pico alargado de ave, además de un penacho bastante erizado.
Tomé un camino que salía del lado oriente de la plaza y me encontré con otra estela delgada y alta justo antes de bajar por unas escaleras modernas, colocadas para facilitar la visita. Más adelante me encontré con un cruce de caminos, donde alcancé a Julio, que se había adelantado, el seguiría al grupo C, mientras yo intentaría llegar a la orilla del río La Pasión, en el extremo oriental del sitio. Seguí de largo en esa dirección, aunque el sendero tenía muchos rodeos, subidas y bajadas, que fueron desviándome hasta que me di cuenta de que estaba llegando al Grupo D, donde en el mapa aparecía un monumento pero yo creía que no tenía arquitectura en pie.
Estructura A-3
Me equivocaba, me encontré con algunos edificios que parecen habitacionales, los cuales tenían muros de habitaciones y de sus basamentos bajos, todo construido con piedra muy bien labrada y unida de forma muy fina. Seguí adelante pasando de largo por otro camino que salía hacia el oriente y que sospeché que iba al río, y luego de bajar y subir repetidamente, llegué a una ancha calzada y metros adelante vi que cruzaba con otra que iba, por un lado, al río y por el contrario al Grupo A.
Seguí de frente y me encontré de nuevo con Julio en el Grupo C, donde encontramos una plataforma con base circular, que tenía una restauración bastante mala con cemento que se está desmoronando. Frente al edificio vimos un extraño altar al que no le vimos forma, aunque después nos enteramos que en alguna parte del borde exterior tenía una cabeza felina.
Petrograbado de San Diego
Caminamos hacia el cruce que vi momentos antes y yo volví a intentar llegar al río, mientras Julio regresaba. Esta vez lo conseguí, aunque para ello tuve que descender bastante por escaleras de concreto modernas. Llegué a la entrada del río al sitio y luego subí tomando una desviación al norte, sospechaba que era el camino que no tomé antes en el Grupo D y no me equivocaba pues me llevó de nuevo a la estructura con arquitectura visible que ya había visto.
Otra vez regresé a la gran calzada pero ahora seguí de regreso al grupo A, por donde se había ido Julio, ya cerca de la gran plaza me encontré con un gran juego de pelota sin excavar pero que conservaba su forma bastante bien. El camino me llevó al estacionamiento y nuevamente me encontré con Julio, para luego sentarme en la entrada a la gran plaza mientras Eduardo terminaba su vídeo. Encontré más ceibas que en otros lugares, por lo que el nombre Ceibal está más que justificado. Finalmente todos estuvimos listos para irnos y volvimos a subir al auto, tomando rumbo a Sayaxché y cruzando de nuevo en ferry. Seguimos hacia La Libertad y tomamos rumbo a la frontera de El Ceibo.
Petrograbado de San Diego
A medio camino estuvimos viendo montículos cercanos a la aldea de San Diego, parando un poco adelante, cerca de un cerro que comienza justo junto a la carretera, porque queríamos buscar un petrograbado que no pudimos ver por falta de tiempo cuando íbamos rumbo a El Remate, luego de visitar La Joyanca. Eduardo no quiso visitar este sitio y se quedó en el auto, cada vez se vuelve más quisquilloso con los sitios que visita y, aunque el petrograbado es el equivalente a una gigantesca estela, no lo consideró un algo de su interés. Julio, Ernesto, Valeria y yo salimos a buscar una gran pared donde estaban los trazos en la piedra, aunque Ernesto estaba bastante limitado por su brazo lastimado.
Primero subimos a una saliente de piedra donde vi unos pequeños trazos, pero era demasiado pequeña para contener lo que buscábamos, así que nos dirigimos a otro cerro que estaba cerca y tenía riscos muy escarpados, pero tampoco pudimos ver nada. Concluí que nuestro primer intento se había quedado corto, así que regresamos al primer cerro, pero rodeando más hacia la carretera. Vimos una gran pared y el petrograbado en lo alto, sin embargo estaba en una posición inalcanzable, aún cuando yo me subí a una saliente en un costado, casi a la altura del grabado, pero sin poder ver nada por la maleza.
Vista aérea del sitio de San Diego
La única forma de documentar este monumento era con el dron, por lo que tuve que regresar corriendo al auto por él. Pude fotografiar muy de cerca y apreciamos un alto personaje junto a una hilera de glifos y parado sobre una barra, algo muy parecido a las estelas clásicas. Mientras regresábamos llevé al dron a dar un paseo por encima de los montículos que se veían al otro lado de la carretera, pudiendo observar algunos cuadrángulos, aunque ninguna arquitectura visible.
Seguimos adelante sin saber la hora a la que cerraba la frontera, ya eran más de las cinco y Julio aceleró porque presentíamos que llegaríamos muy apretados, lo cual sucedió. En el lado guatemalteco nos dijeron que debíamos apurarnos porque a las 6 cerraba el paso de vehículos, solo teníamos 15 minutos para pasar. Ernesto, Valeria y Eduardo tenían quetzales sobrantes, por lo que regresaron al poblado para cambiarlos por pesos, mientras Julio y yo sellábamos nuestros pasaportes y pasábamos al lado mexicano para terminar el trámite y pasar por la aduana. El guardia de ahí no requirió que bajáramos el equipaje para pasarlo por la máquina de rayos X, como había pasado el año anterior, así que el paso fue rápido y esperamos un poco a que los demás nos alcanzaran y salimos del puesto fronterizo cuando estaban cerrando. Al poco tiempo paramos en una tienda para comprar un poco de agua y botana, después seguimos hasta Tenosique, quedándonos en el primer hotel que encontramos. Un poco después fuimos al centro a cenar y terminamos ese día, aún nos quedaba una visita más antes de emprender el regreso a la Ciudad de México.
Otra vez recorrimos un corto trecho, aunque esperábamos caminar más de 1 km rodeando árboles caídos, un trabajador que Miguel subió en el camino y que llevamos hasta su pequeño campamento nos dijo que habían limpiado la brecha hasta el sitio de Hamontún, por lo que entramos con todos los vehículos hasta ahí. Este sitio también es conocido como El Perú, aunque no hay que confundirlo con el otro Perú-Waká cercano a Paso Caballos y al Río San Pedro, mucho más al poniente.
En este sitio ni Juan ni Jaime entraron, se quedaron en las camionetas porque ya acumulaban el cansancio de los días anteriores, por lo que el grupo fue un poco más reducido. En esta ocasión me fui al frente y ayudé a Miguel a buscar edificios con arquitectura. Primero pasamos por varios montículos medianos, un juego de pelota y la subida a una Acrópolis. Ahí vimos algunos muros y ya en lo alto del conjunto principal me encontré con una habitación muy estrecha que tenía aun recubrimiento de estuco, aunque sus extremos colapsaron y estaba parcialmente enterrada en el escombro.
Restos de habitación con pintura roja en Hamontún
Cuando mis compañeros llegaron me dispuse a recorrer toda la Acrópolis, aunque solo encontré una entrada muy destruida entre dos habitaciones. El resto del lugar se encontraba completamente destruido. Todavía Miguel hizo un intento más de encontrar una habitación y vio que al otro lado de la entrada que yo vi habían restos de un muro con una franja de pintura roja, por lo que regresé y los demás avanzaron hasta ahí para verlo.
Regresamos hacia el juego de pelota, bajando varios de nosotros de la Acrópolis, cuando estaba iniciando el descenso por la empinada ladera escuché que alguien se quejaba de dolor en la parte trasera, pensando que el cansancio le había provocado un calambre a alguno de mis compañeros me detuve a esperar junto con los que íbamos al frente, pero pasaban los minutos y nadie más bajaba de la acrópolis. Ya nos disponíamos a regresar para ver qué había pasado cuando vimos que Ernesto venía con el brazo amarrado al cuello con una venda. Había dado un paso sobre una raíz, resbaló y se luxó el codo derecho al caer mal. Por fortuna Gabriel lo revisó y le acomodó los huesos en dos intentos, quedando bien aunque bastante lastimado, También Valeria traía vendas, por lo que pudieron hacerle un cabrestillo improvizado. Ese proceso lo grabó Eduardo en vídeo, pero yo no quise verlo. A pesar de todo, Ernesto quiso seguir en la expedición y no tenía demasiado dolor, por lo que continuamos.
Restos de una crestería en Hamontún
Todavía pasamos a ver un montículo que estaba muy cerca de donde empezamos el recorrido, ahí había una gran trinchera de saqueo, de las tantas que habían partido por completo la estructura. Ahí dentro pudimos ver los restos de la crestería de una subestructura, además de parte del templo y las escalinatas que llevaban a su cima. Ese fue el último punto del recorrido por Hamontún, así que volvimos a los vehículos y regresamos al campamento de Holmul, donde comeríamos por última vez antes de regresar a la civilización.
Nos alistamos para el final del recorrido, aunque aún quedaba un último sitio ya de camino a Melchor de Mencos, el cual tiene múltiples nombres: Lechugal, Pacayal o K'o, Este sitio ya lo habíamos visto por un momento el día anterior antes de llegar al campamento de Holmul, cuando Miguel venía bastante rápido y entró a un camino secundario que llevaba al sitio para mostrarnos a Eduardo y a mí que estaba bastante cerca del lugar donde pernoctamos.
Subestructura en K'o
Nuevamente llegamos hasta el sitio con las camionetas, el recorrido fue corto, ya que K'o es un sitio menor que seguramente estuvo bajo el control de Holmul. A pesar de ello vimos un pequeño juego de pelota y una acrópolis, rodeamos toda el área central aunque solamente vimos restos de algunos muros en trincheras de saqueo. Finalmente, y al igual que en Hamontún, encontramos el rasgo más vistoso del sitio. En otra enorme trinchera quedó al descubierto parte del templo de una subestructura de un montículo piramidal. Tras el muro de la posible fachada se puede observar parte de una habitación que fue partida por el saqueo. Regresamos por última vez a las camionetas y emprendimos el camino a Melchor de Mencos, regresando al mismo hotel de donde salimos, aunque varios de nuestros compañeros prefirieron cambiar de hospedaje. Nos tomamos una foto grupal y nos despedimos de la mayoría de los demás. Al día siguiente solamente quedamos quienes llegamos en el auto de Julio y comenzaríamos el regreso, no sin antes visitar un último par de sitios en Guatemala.