martes, 25 de julio de 2023

Trekking a El Mirador. Parte 8: Wakná

Aguada en el camino
El quinto día de caminata en el trekking de El Mirador de 6 días es sin duda el más difícil de todos. Ese día se caminan 16 km hasta Wakná, un sitio poco visitado y cuyo recorrido es muy breve; pero esa no es la meta final, en total son más de 36 km hasta el campamento de La Florida, el último de los puntos de descanso y pernocta.

Esta vez comenzamos casi una hora más temprano que el día anterior, desayunando cuando el sol empezaba a asomarse en el horizonte y saliendo alrededor de las 6:30 de la mañana.

Estructura principal de Wakná
El sendero que se toma, a diferencia de los de días anteriores, no pasa sobre ninguna calzada prehispánica, por lo que es mucho más irregular. El terreno que hay que cruzar es una auténtica sierrita de colinas, por lo que hay que hacer muchos giros, subir y bajar incontables veces. La caminata termina de complicarse por el paso en los ya conocidos "pantanos", algunos de ellos aún húmedos y otros con lodo endurecido y estropeado por las huellas de las mulas. Incluso las bestias de carga tienen dificultades para mantener el equilibrio en algunos parajes.

Pinturas en la Tumba
Desde un principio Jorge comenzó a apretar el paso, iba a un ritmo muy fuerte y se adelantaba al grupo; por un lado me ponía nervioso que se fuera a perder en uno de los tantos lugares donde un árbol bloqueaba el paso y había que rodear en secciones despejadas a filo de machete, por el otro me contagiaba las ganas de llegar más pronto a nuestra meta. Además de nosotros dos, Leonardo también iba al frente, algo sorprendente porque había dicho desde un inicio que no entrenó para el recorrido, pero demostró que era el más joven de todos. Por ratos también iban con nosotros Thomas, Nath, Valeria y Erik, quien a sus 75 años se veía mucho más entero que los demás, para mí, él es el más impresionante de todos los participantes del trekking.

Muchas veces nos detuvimos para esperar al grupo y no separarnos definitivamente de ellos. Entre el resto de nuestros compañeros, Rosa, Mónica, Marcia y los Williams parecían mantener de buena forma un ritmo más bajo que el nuestro, pero sin agotarse demasiado. Juan ya había utilizado la mula que había pedido para él, Ernesto estaba fundido, Carlos tenía dolor en la rodilla que ya le molestaba el día anterior y comenzó a utilizar un palo como bastón, y Adriana y Eduardo estaban destrozados, ya sea por el cansancio y las ampollas, o por las uñas rotas del día anterior, aunque ambos se negaban a subir a la mula. En realidad no había ninguna prisa, ya que teníamos suficiente tiempo para visitar Wakná y podíamos dejar para el siguiente día el corto recorrido en La Florida, pero nadie quería caminar de noche. Nuestro guía Antonio estaba también fundido, y no parecía tener muchas ganas de que la caminata se alargara, mientras que Ronald y Fabián se veían mucho más relajados.

Pinturas en la Tumba
Uno de los accidentes más aparatosos ocurrió en este trayecto, ya que Jorge, al ser muy alto, estaba mirando hacia el suelo y no vio una rama a la altura de su cabeza, golpeándose fuertemente. Comenzó a sangrar aparatosamente; tanto Nath como Valeria se acercaron para ayudarle y comprobaron que la herida no era tan grave, se trataba de un rasguño y una cortada no muy grande. Por fortuna Valeria cargaba con un auténtico botiquín y sacó una venda y gasas, limpió la herida y la cubrió, por lo que Jorge pudo continuar sin problemas.

Después de varias horas, casi a las 11 de la mañana, llegamos hasta una desviación señalizada hacia Wakná. Ahí Jorge y yo nos adelantamos mientras los demás esperaban al grupo. Caminamos por algunos minutos en una zigzagueante brecha y arribamos directamente hasta un gran montículo que, para variar, presentaba unas enormes trincheras de saqueo.

Tumba de Wakná
Nos separamos para buscar, pudimos ver que se trataba de una estructura triádica, a pesar de que Wakná es un sitio Clásico, posterior a los demás que habíamos visitado en días anteriores. Jorge fue el primero en percatarse de que ahí se encontraba el principal interés del sitio: una tumba que fue encontrada por los saqueadores y que aún tenía estuco prístino en sus paredes, algunas de ellas aún con pinturas murales en forma de volutas y círculos rojos y amarillos. En uno de los costados de la misma estructura encontramos otro hueco que daba paso a una subestructura que parecía ser una continuación de la tumba y que tenía el mismo tipo de estuco y pinturas. En este lugar nos alcanzaron poco a poco todos los demás y terminó formándose una fila para acceder a las tumbas. Fuera de estos elementos, es muy difícil visitar el resto del sitio por la falta de senderos abiertos, además de que solamente se observan montículos, que son de gran tamaño.

La base del edificio me pareció un buen lugar para acostarme mientras esperaba a que salieran todos los demás, así que estuve un rato relajándome, algo que fue muy útil para el resto del día, que fue el más exigente física y mentalmente, aunque nuevamente sentí que mi entrenamiento de un año había sido totalmente adecuado.



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