Estructura de La Florida |
No tuvimos problemas para encontrar el punto, y ahí nos encontramos
de nuevo con todo el grupo por última vez en todo el camino del día. Nuevamente
Jorge apretó el paso y se repitió el patrón que seguimos a Wakná, aunque ahora
únicamente quedábamos al frente él, Leonardo y yo, por ratos cortos nos
alcanzaba Thomas y Nath.
Después de un buen rato de caminata, ya pasando las 2 de la
tarde, comenzábamos a tener hambre, por lo que fue una bendición llegar a un
claro con un pequeño toldo de plástico que es usado como punto de descanso. Ahí
estaban nuestras dos cocineras, Gaby y Pily, ya esperándonos. Nos prepararon
unos burritos que nos supieron a gloria, como toda la comida que ellas
preparaban.
La Florida |
Erik nos pidió bajar un poco el fuerte ritmo que traíamos
anteriormente para poder seguirnos el paso, aunque esa disminución fue mínima.
Nuevamente él y Leonardo resultaban sorprendentes, ya que incluso Valeria ya se
había quedado atrás, nosotros imaginábamos al resto de nuestros compañeros ya
deshechos.
Estructura de La Florida |
En algún momento Jorge se desvió más hacia un costado y
salimos a un camino que se bifurcaba, me pareció que acabaríamos dando vueltas
en círculo y Jorge se adelantó un poco para ver si estábamos en el rumbo
correcto. Por suerte ahí se encontró con nuestras cocineras y pudimos continuar
directo hacia el campamento de La Florida, arribando justo cuando el sol
comenzaba a ponerse. Logramos nuestro cometido y quedamos muy satisfechos.
La Florida |
Imaginábamos a varios de nuestros compañeros sufriendo en la
oscuridad, por lo que nos sorprendió bastante que solamente una hora y media
después que nosotros arribaran todos a La Florida. Se habían organizado muy
bien para aplicar el mismo sistema de avisos de obstáculos que utilizamos de
noche en el regreso de La Muralla; Adriana había subido a la mula y Eduardo
hizo un último esfuerzo a pesar de sus pies lastimados. Valeria nuevamente tomó
el papel de enfermera y curó el pie de Eduardo, sus uñas rotas ya estaban
negras y el dedo pequeño se había convertido en una ampolla gigante. A pesar de
ello, afirmaba que eso no era nada comparado con las llagas que le salieron en
su primer trekking del Mirador y en la selva Lacandona, rumbo al sitio de
Miguel Ángel Fernández.
Pasaje abovedado |
Desperté observando un pájaro carpintero imperial
directamente sobre mi tienda, estaba buscando insectos dentro del tronco de un
árbol alto. Al poco rato se le unió otro más y estuvieron algunos minutos
saltando de una rama a otra y picoteando la madera. El desayuno fue también por
grupos y yo aproveché para subirme a un árbol de Anona, una fruta cuya pulpa se
parece un poco a la de la Guanábana. Además de ella, en todos los senderos
encontramos muchos chicozapotes, los cuales también probamos.
Nuestro último recorrido arqueológico fue por el pequeño
sitio de La Florida, que tiene una única estructura parcialmente excavada. Es
un conjunto habitacional con varios cuartos separados por una sección central
más alta, que se ve como un montículo, pero que tiene en su interior un par de
pasillos abovedados. Antes de llegar ahí vimos una gran Ceiba, árbol sagrado
maya.
Luego de la breve visita, emprendimos la última marcha del
trekking. Únicamente nos separaban 10 km de Carmelita, el mismo punto de inicio
del recorrido, ya 6 días atrás. Este camino tenía muchas secciones del ya
conocido y odiado "pantano", por lo que no fue tan fácil como se
esperaría. Los últimos 2 km fueron también complicados porque cruzamos por
campos donde había montículos, pero ahí no había vegetación alta que cubriera
del sol y el calor era sumamente intenso.
La Florida |
Nos arrepentimos de haber corrido; en vez de quedar enteros,
habíamos gastado muchas energías bajo el sol, pero quedamos aliviados después
de comer y al encontrarnos con una buena ración de carne roja, la cual
extrañábamos desde el pequeño pedazo de puerco que nos tocó en el Mirador.
Fuimos al centro de visitantes a firmar la pared y celebrar
el éxito de la expedición. Después de ello abordamos una camioneta que nos
llevó hasta Flores. Ahí había mucho alboroto por la semana santa, por lo que
nos tuvieron que dejar en el centro comercial que está junto a la entrada al
puente que lleva a la isla. Los demás tuvieron que caminar bastante y nos
despedimos definitivamente de varios de ellos, pero Adriana y yo tuvimos suerte
de que el hotel en el que nos quedaríamos las siguientes dos noches estaba solo
a un par de cuadras de ahí y nos retiramos a descansar. Esa noche cenamos con
Eduardo, Mónica, Leonardo, Ernesto y Valeria.
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