martes, 1 de agosto de 2023

Trekking a El Mirador. Parte 9: La Florida y final del trekking

Estructura de La Florida
Es posible salir de Wakná por dos vías: una es regresando por el mismo sendero de entrada y la otra es cortar un poco de camino y llegar a la brecha principal en un punto más adelante. Ronald y Fabián nos estaban esperando con las mulas en la primera entrada, por lo que Antonio nos pidió a Jorge, Leonardo y a mí que fuéramos con ellos y camináramos hasta el cruce de un arroyo, mientras él cortaba camino con los demás. Nos reuniríamos en el cruce de un arroyo seco.

No tuvimos problemas para encontrar el punto, y ahí nos encontramos de nuevo con todo el grupo por última vez en todo el camino del día. Nuevamente Jorge apretó el paso y se repitió el patrón que seguimos a Wakná, aunque ahora únicamente quedábamos al frente él, Leonardo y yo, por ratos cortos nos alcanzaba Thomas y Nath.

Después de un buen rato de caminata, ya pasando las 2 de la tarde, comenzábamos a tener hambre, por lo que fue una bendición llegar a un claro con un pequeño toldo de plástico que es usado como punto de descanso. Ahí estaban nuestras dos cocineras, Gaby y Pily, ya esperándonos. Nos prepararon unos burritos que nos supieron a gloria, como toda la comida que ellas preparaban.

La Florida
Este fue el último descanso que tomamos, solamente esperamos a Antonio, que llegó con un segundo grupo cuando nosotros ya habíamos terminado de comer. Jorge le pidió que nos dejara adelantarnos hasta el campamento de La Florida, la meta final del día, y que nos diera indicaciones para llegar hasta ahí. Nos indicó que solo había una intersección y que más adelante podíamos encontrarnos con Gaby y Pily, que llegarían hasta allá en mula y seguramente nos alcanzarían. Solamente Jorge, Leonardo, Nath, Thomas y Erik, además de mí, teníamos el suficiente ánimo y fuerza para hacer el intento de llegar hasta la Florida antes del anochecer. No sabíamos la distancia total desde Nakbé, había datos que decían que eran 32 km, pero la verdad la tenía Carlos, quien afirmaba desde el inicio que serían 37.

Erik nos pidió bajar un poco el fuerte ritmo que traíamos anteriormente para poder seguirnos el paso, aunque esa disminución fue mínima. Nuevamente él y Leonardo resultaban sorprendentes, ya que incluso Valeria ya se había quedado atrás, nosotros imaginábamos al resto de nuestros compañeros ya deshechos.

Estructura de La Florida
Fue en las tres horas siguientes que agradecí profundamente haber entrenado tanto para realizar el recorrido. El sendero era sumamente ondulante, rodeaba muchos árboles caídos y estaba lleno de subidas y bajadas. Ya no hicimos más que algunas breves pausas y por ello logramos llegar antes del atardecer a la esperada intersección, la cual estaba muy bien señalizada y conducía a un camino mucho más grande, pero que tenía las peores condiciones. Nos encontramos con un extenso "pantano" que aún tenía bastante agua por tramos; estuvimos haciendo zigzag en senderos abiertos a machetazos en los costados del camino principal y consideramos que, después de tanta caminata, pasar por ahí teniendo que guardar el equilibrio y con mucho riesgo de torceduras, era una tortura.

En algún momento Jorge se desvió más hacia un costado y salimos a un camino que se bifurcaba, me pareció que acabaríamos dando vueltas en círculo y Jorge se adelantó un poco para ver si estábamos en el rumbo correcto. Por suerte ahí se encontró con nuestras cocineras y pudimos continuar directo hacia el campamento de La Florida, arribando justo cuando el sol comenzaba a ponerse. Logramos nuestro cometido y quedamos muy satisfechos.

La Florida
El cansancio físico ya se había hecho presente y nos acomodamos como mejor pudimos en espera de que llegaran los demás y se montara el campamento, mis pequeñas ampollas habían crecido un poco y eran más una molestia que un problema; por primera vez me dolían los músculos y me costaba acomodarme sentado en el suelo. Nos dieron algo de fruta, lo que calmó nuestra hambre por un buen rato.

Imaginábamos a varios de nuestros compañeros sufriendo en la oscuridad, por lo que nos sorprendió bastante que solamente una hora y media después que nosotros arribaran todos a La Florida. Se habían organizado muy bien para aplicar el mismo sistema de avisos de obstáculos que utilizamos de noche en el regreso de La Muralla; Adriana había subido a la mula y Eduardo hizo un último esfuerzo a pesar de sus pies lastimados. Valeria nuevamente tomó el papel de enfermera y curó el pie de Eduardo, sus uñas rotas ya estaban negras y el dedo pequeño se había convertido en una ampolla gigante. A pesar de ello, afirmaba que eso no era nada comparado con las llagas que le salieron en su primer trekking del Mirador y en la selva Lacandona, rumbo al sitio de Miguel Ángel Fernández.

Pasaje abovedado
Al final cenamos por grupos, en este campamento solo había una mesa pequeña donde no cabíamos todos, yo fui uno de los últimos en sentarse y después me fui a dormir. Nuevamente tomé un tiempo para revisar mis ampollas, las rozaduras en la pierna habían desaparecido por completo gracias a haber usado un pantalón más holgado.

Desperté observando un pájaro carpintero imperial directamente sobre mi tienda, estaba buscando insectos dentro del tronco de un árbol alto. Al poco rato se le unió otro más y estuvieron algunos minutos saltando de una rama a otra y picoteando la madera. El desayuno fue también por grupos y yo aproveché para subirme a un árbol de Anona, una fruta cuya pulpa se parece un poco a la de la Guanábana. Además de ella, en todos los senderos encontramos muchos chicozapotes, los cuales también probamos.

Nuestro último recorrido arqueológico fue por el pequeño sitio de La Florida, que tiene una única estructura parcialmente excavada. Es un conjunto habitacional con varios cuartos separados por una sección central más alta, que se ve como un montículo, pero que tiene en su interior un par de pasillos abovedados. Antes de llegar ahí vimos una gran Ceiba, árbol sagrado maya.

Luego de la breve visita, emprendimos la última marcha del trekking. Únicamente nos separaban 10 km de Carmelita, el mismo punto de inicio del recorrido, ya 6 días atrás. Este camino tenía muchas secciones del ya conocido y odiado "pantano", por lo que no fue tan fácil como se esperaría. Los últimos 2 km fueron también complicados porque cruzamos por campos donde había montículos, pero ahí no había vegetación alta que cubriera del sol y el calor era sumamente intenso.

La Florida
Llegamos todos juntos hasta la entrada de Carmelita, aunque estábamos en el extremo contrario de un aeródromo, al otro lado estaba el comedor, donde pasaríamos a comer. Íbamos caminando con calma cuando Jorge empezó a correr y me retó a que lo alcanzara. Una última vez comprobaba la efectividad de mi entrenamiento, porque no pudo aguantar por mucho tiempo y terminé llegando primero que él, con bastante diferencia, la cual se acortó porque no quise seguir corriendo con todas mis fuerzas. Era un gran contraste con otros recorridos de antaño, donde Jorge siempre tuvo mejor condición que yo.

Nos arrepentimos de haber corrido; en vez de quedar enteros, habíamos gastado muchas energías bajo el sol, pero quedamos aliviados después de comer y al encontrarnos con una buena ración de carne roja, la cual extrañábamos desde el pequeño pedazo de puerco que nos tocó en el Mirador.

Fuimos al centro de visitantes a firmar la pared y celebrar el éxito de la expedición. Después de ello abordamos una camioneta que nos llevó hasta Flores. Ahí había mucho alboroto por la semana santa, por lo que nos tuvieron que dejar en el centro comercial que está junto a la entrada al puente que lleva a la isla. Los demás tuvieron que caminar bastante y nos despedimos definitivamente de varios de ellos, pero Adriana y yo tuvimos suerte de que el hotel en el que nos quedaríamos las siguientes dos noches estaba solo a un par de cuadras de ahí y nos retiramos a descansar. Esa noche cenamos con Eduardo, Mónica, Leonardo, Ernesto y Valeria.



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