martes, 4 de julio de 2023

Trekking a El Mirador. Parte 5: El Mirador

Templo lateral de El Tigre

Desde la Muerta, solamente faltaban poco más de 2 km para arribar al Mirador, así que apreté el paso. En poco tiempo llegué junto con Ernesto y entramos cantando al campamento. Estaba sumamente feliz de haber llegado por fin hasta ahí y arrojé mi sombrero al aire apenas llegar. No dio tiempo de hacer mucho, el atardecer se acercaba, así que poco después nos dirigimos hacia el complejo El Tigre, a un lado del campamento, para ver el atardecer desde ahí.

Una vez en la plataforma superior, me sorprendió ver el templo principal y uno de los laterales con las fachadas frontales totalmente liberadas y con algunas excavaciones cubiertas de lonas y plásticos negros. Incluso en algunas partes se veían restos de mascarones de estuco.

Estuve grabando mi vídeo utilizando una impresión 3D del edificio que yo modelé, tardé bastante y fui uno de los últimos en llegar a la cima principal, a más de 50 m por encima del nivel del suelo. Desde ahí podía ver la gran mole de La Danta, el edificio principal del sitio, ubicado a 2 km de ahí. También se podían ver las elevaciones de edificios más cercanos, con menor altura pero sumamente masivos. Más lejos se observaban los edificios de Tintal y la estructura 1 de Nakbé.

La Danta desde El Tigre
El atardecer fue muy similar al anterior, sin nubes y con una capa de humo en el horizonte. Apenas el sol se ocultó, bajé a la explanada superior para observar mejor el templo lateral. Ahí me encontré a Carlos, quien estaba esperando la oscuridad para tomar fotos con el cielo estrellado de fondo; su idea me pareció excelente y aproveché mi tripié para intentar hacer lo mismo. Nuestros compañeros se quedaron en la parte alta un rato y en mis primeras fotografías aparecieron líneas de luz que eran ellos con sus linternas, descendiendo mientras el lente de mi cámara permanecía abierto en una serie de exposiciones largas. Después de eso tomé otras imágenes iluminadas con la luz de la luna, casi llena; fui el último en bajar y le pedí a nuestro guía Antonio que nos llevara al edificio Garra de Jaguar, pues quería tomar fotos nocturnas de los mascarones, él accedió de buena gana y estuvimos otro rato en dicho lugar, utilizando todas nuestras lámparas para iluminar los detalles en estuco.

El Tigre, de noche
De vuelta en el campamento, cenamos extrañando un poco la carne, ya que el calor impedía que llevaran hasta ahí ese tipo de alimento. Nuevamente nuestro grupo se quedó platicando largo rato, pero esta vez decidí ir a dormir temprano, me levantaría a las 3 am para subir al complejo Monos, también junto al campamento, y ver las estrellas con la luna ya oculta, además del amanecer, en compañía de Antonio, Jorge, Nath y Rosa.

En este campamento había aún más gente que en el anterior, ya que hay caminatas cortas que solamente visitan el Mirador, provocando que se juntaran más grupos. Debido a ello algunas de las tiendas de campaña fueron movidas a otras áreas, a mi me tocó dormir en la plaza de un conjunto rodeado de montículos bajos, todos completamente saqueados.

Vía Láctea en el complejo Monos
Mi noche no fue tranquila, el sonido del viento era fuerte y los árboles se mecían con sus ráfagas. Había uno en especial, con un tronco largo y delgado, que se inclinaba directo sobre mi tienda; yo podía verlo claramente porque no ocupamos los toldos, dejando el techo abierto para ventilar nuestros refugios. Intenté dormir pero nunca pude conciliar el sueño pensando en que ese árbol me cayera encima en cualquier momento. Solo pude tranquilizarme saliendo a medianoche a mover mi tienda unos metros lejos del alcance de ese gran tronco.

Apenas pasaron unas horas cuando decidí levantarme, el día anterior no había recorrido el campamento y solo tenía una pequeña idea de dónde se encontraba el baño. Salí y me dirigí hacia donde debía estar, pero acabé caminando en círculo. Un guía de otro grupo me preguntó si necesitaba algo y acabó por mostrarme el sendero correcto.

Templo lateral en La Pava
Media hora después estaba cambiándome y esperando a los demás en las mesas del campamento. Eran las 4 de la mañana, pero ya había agua caliente para preparar café y algunas de las cocineras se alistaban a comenzar a preparar el desayuno. Mis compañeros llegaron y después se nos unió Antonio. Caminamos menos de 300 metros y empezamos a ascender otro gran edificio, arriba reconocimos de nuevo el patrón triádico, con un templo central y dos laterales. Este era el complejo Monos, algo más pequeño que El Tigre, pero igualmente se trata de un edificio descomunal, calculé que su volumen es similar a la pirámide de la Luna de Teotihuacan.

La vista era bellísima: la luna roja estaba bajando en el horizonte y, al irse su luminosidad, la Vía Láctea se encendió como si alguien hubiera presionado un interruptor celeste, justo el centro de la galaxia se presentaba frente a nosotros cerca de la constelación de Escorpión. Tuvimos algunos minutos para observarla y para fotografiarla antes de que empezara a notarse la primera claridad del día detrás de La Danta, el edificio principal, que teníamos frente a nosotros, hacia el oriente.

Estructura principal de La Pava
Cuando ya no pudimos ver la galaxia, decidimos movernos a uno de los templos laterales, con una vista más directa de La Danta. Jorge y yo colocamos nuestros tripiés y tomamos videos en timelapse del amanecer. A pesar de que no hubo colores demasiado espectaculares, el viento movía rápidamente las nubes bajas; una vez que el sol salió nos regaló la vista de algunos de sus rayos colándose entre los vapores matutinos.

Fui el primero en descender, regresé a mi tienda y me vestí con pantalón de vestir, camisa y chaleco; una vieja idea que tenía con Neftalí, tomarnos fotografías al estilo de los viejos exploradores en El Mirador. Ahora me sentía muy melancólico y me pesaba haber quedado solo en esa idea, pero al menos pude hacerlo. La plaza donde estaba mi tienda, junto a una de las trincheras de saqueo, me pareció una buena locación para editar una foto que pareciera del siglo XIX.

Templo superior de La Danta
Volví a cambiarme y me reuní con todo el grupo para desayunar. Más tarde emprendíamos por fin el recorrido por el resto del sitio. No me esperaba todo lo que pudimos observar, sin duda El Mirador es increíble. Nunca imaginé que existiera un sitio tan masivo y voluminoso, ni que tuviera tantos detalles ya excavados.

Comenzamos pasando por un lado del grupo de El Tigre, para después llegar hasta la muralla que bordea una parte del límite oriental del área central. Continuamos por una gran calzada hasta llegar a la base de la masiva plataforma del Complejo La Danta. Me adelanté con Jorge y subimos a su primer nivel. Pasamos junto a un gran complejo de tipo Grupo E, con una estructura axial, que tuvo escalinatas en sus cuatro caras y un montículo alargado frente a este, que sostenía tres templos superiores.

Vista desde La Danta
Aprovechamos para subir al complejo La Pava, vacío de gente. Este se encuentra en el costado sur de la primera plataforma y mira hacia el norte, a diferencia de El Tigre y Monos, que miran al oriente, y de La Danta, que mira al poniente. En la parte superior nos encontramos con uno de los templos laterales, es un edificio pequeño, pero muestra mascarones en su base, a los lados de la escalinata de acceso. En la parte más alta, el templo principal también tenía restos de mascarones, aunque más destruidos.

Bajamos de La Pava y cruzamos la plataforma, pasando junto a un gran reservorio de agua, ahora seco. Más adelante subimos al segundo nivel, donde vimos algunos montículos bajos y llegamos hasta la enorme base del edificio de La Danta, propiamente dicho. Esta enorme estructura sostiene en su plataforma superior un total de 7 templos y una pequeña plataforma central.

Mascarón de la estructura Garra de Jaguar
Ya en la parte alta, estuve tomando fotos y videos utilizando otra impresión 3D de un modelo mío del edificio. Pude ver que de los 7 templos superiores, únicamente uno de los laterales principales muestra la escalinata de acceso liberada de tierra y maleza, mientras que el edificio principal está completamente visible. Ambos con una verticalidad impresionante. Subí primero al lateral, aunque los árboles no permiten una vista muy amplia.

Fui el último en subir al templo principal de La Danta, con 72 m de altura en total. Ahí pude ver, por un lado, los grandes edificios de la ciudad: Monos, El Tigre, El León y Cascabel; mientras que por el otro se alcanzaba a divisar la Estructura 1 de Nakbé. La magnitud de la ciudad se mostraba en todo su esplendor y me pareció perfectamente comprensible que, al primer vistazo, desde el aire, los descubridores de El Mirador hayan creído que El Tigre y La Danta eran volcanes. Nunca había visto un sitio tan masivo, aunque sí conozco algunos con una extensión mayor, aunque con menor volumen constructivo.

Mascarón de la estructura El Búho
Me quedé también al final en la parte superior, ahí tuve un momento muy emotivo. Pedí incluso a los guías que me dejaran solo un par de minutos y accedieron sin problemas. Recordé a mi amigo Neftalí, a mi maestro Federico, ambos fallecidos y con quienes me hubiera gustado trabajar ahora que he cursado la carrera de arqueología. Pensé en todo lo que tuve que dejar y todo lo que he perdido. Había llevado un listón azul amarrado en el brazo, el cual perteneció a alguien más que fue muy importante para mí y que tampoco regresará; me lo puse hasta llegar al Mirador, como símbolo de lo último que me queda de mi vida anterior, y que terminará muy pronto, con mi examen profesional... verdaderamente ha sido volver a empezar de cero. Me quité aquel listón al llegar al sitio y no volveré a ponérmelo nunca más. Se me quebró la voz en el último vídeo que grabé antes de bajar y, a medio camino, no pude soportar más el sentimiento que me invadía, me apoyé sobre la madera de la escalera que ahora permite subir, y lloré por un momento.

Friso de los nadadores
Pero estar en El Mirador era un motivo de alegría y no de tristeza para mí, por lo que me recompuse de inmediato y alcancé a los demás. Ellos se dirigían a la Pava, así que Jorge y yo pedimos permiso para adelantarnos y nos dejaron ir al grupo de las estelas y esperar a los demás ahí. Pudimos observar un par de monumentos con motivos muy complicados y estilizados, además de algunos glifos esgrafiados en un estilo muy antiguo, casi parecidos a la escritura olmeca. Nos sentamos a esperar y terminé acostado en el suelo sin pensar en las garrapatas, que ya hacían estragos entre mis compañeros.

Cuando los demás nos alcanzaron, se decidió regresar al campamento a comer. Más tarde salimos de nuevo hacia el templo Garra de Jaguar, donde pudimos apreciar los mascarones que ya había fotografiado de noche. De ahí nos dirigimos a la acrópolis central, pasando por varios conjuntos menores, aunque todos construidos sobre plataformas gigantescas. Así llegamos hasta la estructura de El Búho, donde pudimos ver otro mascarón de gran tamaño, y después al friso de los nadadores, el cual ha sido interpretado como una escena del Popol Vuh, aunque esto es especulativo. Ahí se puede apreciar una escena acuática con dos personajes nadando y algunos animales y seres sobrenaturales relacionados con el agua.

Atardecer desde La Danta
Pasamos por un gran grupo E en la plaza central del sitio, cuyo edificio axial es llamado El León, aunque no lo subimos. Un poco más al norte nos encontramos con el grupo Cascabel, con un gran edificio cuya cima es sumamente estrecha. Ahí ascendimos y pudimos ver El Tigre entre los árboles. Finalmente visitamos un basamento de menor tamaño cuya cima estaba siendo excavada. Regresando de ahí, el grupo se dividió. Algunos querían ver el atardecer y la salida de la luna llena desde el Complejo Monos, mientras que unos cuantos, incluyéndome, regresamos hasta La Danta para ver la puesta de sol desde el punto más alto del sitio.

Nuevamente ascendimos todo el camino hasta ahí y estuvimos por un rato sentados en la cima. El atardecer tuvo algunas nubes, por lo que fue un poco más vistoso que los anteriores. Regresamos mientras la oscuridad se expandía en la enorme ciudad preclásica y todavía tuve una sorpresa natural que no había podido apreciar anteriormente por no traer conmigo mi lámpara de minero, o no usarla sobre la frente. Esta vez la coloqué sobre mis ojos, y ese ángulo permitió que, al apuntar la luz hacia la maleza, pudiera distinguir numerosos pares de puntos blancos. Se trataba de ojos de arañas que reflejaban la luz de mi lámpara, desde pequeñas saltarinas hasta tarántulas. Incluso algunas brillaban de todo el cuerpo, revelando que cargaban con cientos de crías diminutas.

Regresamos hasta el campamento, cenamos carne que habían traído en un tour en helicóptero, lo cual nos supo a gloria, a pesar de que a cada quién le tocó tan sólo un pequeño pedazo. Finalmente nos retiramos a dormir después de un día de ensueño, habiendo caminado más de 10 km en total.



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