martes, 15 de agosto de 2023

Trekking a El Mirador. Parte 11: San Claudio y regreso a casa.

 
Estructura principal de San Claudio
No tuve que romperme la cabeza ni hacer recorridos largos para llegar hasta la frontera y regresar a México. Al anochecer del sábado santo, la última noche que pasé en Flores, William me mandó mensaje disculpándose por no haberme avisado de su recorrido del día y me dijo que por algunos problemas tendría que regresar al día siguiente hacia Mérida. Le pregunté si era posible que me fuera con ellos hasta Tenosique y me dijo que no había problema. Hice algunas compras y me preparé para salir al medio día siguiente.

Por la mañana, acompañé a Adriana, a quien Jorge recogería en el mismo lugar donde nos había dejado el transporte de Carmelita. Estando ahí nos encontramos con Carlos, quien había tenido que ir a Melchor de Mencos, frontera con Belice, para encontrarse con su novia, quien venía desde Chetumal en auto para acompañarlo, pasaron a Yaxhá y ahora se dirigirían a Tikal. También estaba ahí Valeria, quien había llegado con Ernesto, pero él se fue a Chetumal el día anterior y se había quedado sola, pensando en regresar por su cuenta. Jorge le ofreció que ocupara el lugar que tenía yo en el viaje de ida, así que se unió a ellos y emprendieron el viaje de regreso, llegando a la ciudad por la madrugada del lunes.

Estructura principal de San Claudio

Yo regresé al hotel y mandé mensaje a William. Me avisó que estaban a punto de cruzar el lago con la camioneta en ferry, así que me apresuré para alcanzarlos en el muelle, el cual estaba cerca de donde me encontraba. Alcancé a llegar justo cuando estaban a punto de atracar en la orilla; con él venía su padre, Juan y Thomas, con la intención de ir al mercado, así que nos dirigimos hacia allá.

Encontramos muchos puestos cerrados, por lo que no compramos nada interesante. Decidimos ir al centro comercial para comprar botellas de ron y nos encontramos con una ginebra que tenía una botella preciosa con una máscara de jade de Tikal y una serie de glifos mayas. Casi todos terminamos comprando una de esas.

Nos despedimos de Juan, quien tomaría un vuelo a Cancún desde ahí y el resto de nosotros nos fuimos en la camioneta con rumbo a El Ceibo. El camino fue mucho más ligero que cuando arribé días antes, no teníamos el peso de las largas horas de carretera del rumbo contrario. Ya cerca de la frontera nos debatimos entre tratar de visitar un sitio en el lado guatemalteco o ir a San Claudio, ya en Tabasco. Decidimos ir a la segura del lado mexicano y cruzamos la frontera sin ningún problema, con un trámite bastante rápido para cruzar el vehículo.

Estructura principal de San Claudio
Poco después llegamos hasta San Claudio y paramos para hacer una breve visita. El sitio se veía diferente a cuando lo conocí, una década antes. La hierba estaba mejor cortada, pero había áreas llenas de maleza que antes estaban libres de ella. Vimos la estructura principal y Thomas caminó por un sendero que se perdía entre arbustos, regresó para decirnos que teníamos que ir ahí y nos encontramos con una hermosa vista del lago que está junto al sitio.

Regresamos a la camioneta y llegamos a Tenosique, ahí Thomas estuvo buscando sin éxito una quesería abierta. Finalmente desistió y me dijeron que seguirían el camino hacia Mérida, por lo que les pedí que me dejaran en Emiliano Zapata, ya más cerca de Villahermosa y donde podría encontrar más opciones de transporte. Luego de algunos kilómetros encontramos puestos con el ansiado queso, ahí pude comprobar el porqué de la insistencia de buscarlo, el sabor era extraordinario, aunque decidí no comprar para no cargar más, pero fue una difícil elección.

Llegamos a Emiliano Zapata pasando las 7 de la noche y me dejaron en la terminal de autobuses. Los demás fueron a cenar en algún lugar cerca y yo entré a comprar mi boleto a Villahermosa, encontrando solamente una corrida que salía entre 8:30 y 9 pm. Los demás regresaron para regalarme una torta de carne al pastor y finalmente nos despedimos; más tarde me enteré de continuaron hasta Mérida, llegando a la mañana siguiente.

Laguna de San Claudio
Mi idea inicial era visitar un par de sitios en Orizaba y luego otros en Puebla, sin embargo, empecé a revisar por internet las opciones de autobuses en Villahermosa y no pude encontrar ni una sola con lugar ni a Orizaba, ni a Córdoba, ni a Puebla, incluso no había ninguna para la Ciudad de México. En este dilema estaba cuando llegó mi autobús, ya sobre las 9 de la noche. En el camino recordé que Lizbeth estaba haciendo trabajo de campo en Veracruz. Le mandé mensaje y me dijo que saldría de regreso a la ciudad por la mañana pero que podía cambiar la hora de su boleto. Conseguí uno de los últimos lugares disponibles para dirigirme donde ella estaba, en una corrida que saldría a las 2 de la mañana y le pedí que me comprara un boleto en el mismo camión que ella con una transferencia que le mandé. Por casualidad terminamos regresando juntos a la ciudad, pero aún me faltaba un largo camino para llegar con ella.

Laguna de San Claudio
Llegué a Villahermosa por una terminal que no conocía y que estaba al otro lado de la avenida principal. Eran más de las 10 de la noche y tuve que caminar varias cuadras para llegar a donde tomaría el autobús de ADO. Esto no me gustó nada porque esa ciudad nunca me ha dado buena espina y ahí tuve una experiencia muy desagradable años atrás. La terminal estaba a reventar, ni siquiera podía pasar a la sala de espera, no había tiendas abiertas ni baño en la parte externa donde tuve que esperar, yo tenía mucha sed, pero tuve que aguantar casi 3 horas así. Media hora antes de la salida por fin me dejaron pasar, por lo que aproveché para comprar algo para el camino. El autobús salió casi a tiempo, sin embargo, y a pesar de que se suponía que era una corrida de lujo (que nunca uso porque me parece un desperdicio de dinero, ya que no hay mucha diferencia con las corridas regulares), el camión olía fuertemente a orina, algo que tuve que soportar toda la madrugada y parte de la mañana, hasta que llegué a Veracruz, pasadas las 8 am.

Laguna de San Claudio
Lizbeth ya me estaba esperando, aunque los boletos que consiguió eran para las 11 de la mañana y no eran asientos juntos. Incluso los camiones de segunda estaban completamente llenos.  Si en Guatemala tenía el problema de que no trabajaban los transportistas, en México tuve uno casi contrario, había muchas corridas, pero la cantidad de usuarios las sobrepasaba, nunca me había encontrado tanta gente en cualquiera de las terminales que pasamos.

Estuvimos sentados en el suelo y platicando por un buen rato, cuando la hora de salir se acercaba fuimos a la puerta de la sala de espera, aunque nos dijeron que nuestro autobús salía al otro lado de la manzana. Caminamos hasta ahí y media hora después habíamos abordado. Este era un autobús de segunda, que no tomaría la autopista directa, así que el viaje sería largo, aunque sin malos olores y en condiciones mucho más limpias que el de "lujo" anterior. Además, la señora que originalmente iba junto a mí aceptó cambiar su lugar con Lizbeth, por lo que nos fuimos juntos y pudimos platicar todo el camino.

La ruta que siguió el autobús fue por Cardel, con una parada, luego rodeó hacia el norte para llegar a Perote, donde hizo una segunda escala. De ahí cruzó las llanuras de Puebla y se desvió hacia Huamantla y Apizaco. Más adelante tomó la carretera hacia Calpulalpan y de ahí a Texcoco. Arribamos a la ciudad por el Peñón de los Baños y llegamos a la terminal TAPO alrededor de las 6:30 pm. Subimos al metro de la línea B (la 1 no funcionaba), y fuimos a Balderas. Mi último transporte fue un taxi, llegando a mi casa cerca de las 8 pm, varios días antes de lo planeado, pero con mucho menos cansancio que el previsto. Así terminó el viaje más esperado desde que inicié mis recorridos por el área maya, finalmente había conocido El Mirador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario