sábado, 6 de abril de 2024

Viaje por el noreste del Petén. Parte 1: De la ciudad de México a La Florida-Naaman

Frontera El Ceibo
El 20 de marzo por la tarde salí de mi casa con rumbo a la central de autobuses del norte, donde me encontraría con Eduardo y con Julio para salir a un nuevo recorrido por el Petén guatemalteco. Cruzar la ciudad fue una auténtica pesadilla, la hora pico hubiera provocado que un viaje en taxi fuera sumamente caro, por lo que decidí llegar por trolebús, ya que podía ir de terminal en terminal, de forma que no tuviera problemas para ascender o descender. Fui primero al estadio de Ciudad Universitaria y luego a Taxqueña. En este punto las ruedas de mi maleta saltaron de su lugar y me percaté que su soporte estaba roto, por ello tendría que cargarla cada vez que me moviera de lugar; iba bastante pesada por los implementos para acampar y una reserva de dinero en monedas, fue algo cansado, pero no representó un problema mayor. Resultó mucho más molesto el hecho de que no había llegado ni a la mitad de mi trayecto cuando ya había gastado 2 horas. Tomé el trolebús de eje central y completé casi 3 horas y media, siendo el último de los tres en llegar.

Subimos al auto de Julio y comenzamos el trayecto hacia la autopista a Puebla, paramos cerca de Santa Martha y esperamos a Ernesto y Valeria; luego de un rato el auto ya estaba lleno y todo listo para viajar toda la noche hasta la frontera de El Ceibo, límite de México y Guatemala. Para llegar ahí seguimos hacia Puebla, luego a Córdoba; más allá tomamos la desviación al sureste hasta Coatzacoalcos y luego a Villahermosa. Seguimos con rumbo a Escárcega, pero desviándonos en Emiliano Zapata y llegando a Tenosique. Más allá de las 9 de la mañana arribamos al puesto fronterizo, donde nos encontramos a Gabriel, Edgar y Jaime, quienes salieron de Chiapas para unirse a este viaje. El cruce fue lento porque nadie quiso pagar un gestor, esto obligó a que camináramos a sacar copias y depositar un impuesto en el pueblo de El Ceibo.

Monumentos en la cancha de futbol
Cuando finalmente logramos cruzar, unos minutos después que nuestros compañeros de Chiapas, todos juntos nos dirigimos a la aldea de Naranjo, a poca distancia de donde nos encontrábamos. Ahí llegamos a su parque central y giramos hacia una vieja pista de aterrizaje que parece ya no ser usada en la actualidad. Entre casas y en áreas verdes pudimos ver los grandes montículos del sitio arqueológico de La Florida-Naaman. Lo primero que fuimos a buscar fue una cancha de futbol, la cual encontramos con gran facilidad, aunque era más pequeña que el tamaño estándar de los terrenos donde se practica ese deporte. Lo primero que notamos fue que esa cancha estaba en una plaza prehispánica, rodeada de edificios que no mostraban arquitectura, ahora son solo montículos; pero lo más sorprendente fue que a un lado de una de las porterías encontramos restos de monumentos con grabados, tirados al aire libre. No pudimos identificar las figuras pero las líneas se observaban claramente, a unos metros habían más fragmentos y del otro lado del campo yacían estelas sin grabado, tal vez ya erosionadas.

Río San Pedro en la aldea de Naranjo
Ya de inicio teníamos sorpresas que no esperábamos encontrar, estuvimos un rato fotografiando y buscando en los edificios circundantes, aunque solo pude identificar algunas piedras que debieron pertenecer a una escalinata pero que ya estaban algo desordenadas. Al no encontrar nada más, preguntamos a una señora que pasaba por el destacamento militar, ya que sabíamos que cerca de ahí había algo más qué ver. Amablemente nos dijo el camino que debíamos tomar, el cual era muy corto ya que estábamos a tres o cuatro cuadras únicamente. Antes de llegar ahí vimos el río San Pedro, el cual discurre por la orilla del poblado y nos acercamos a su orilla para tomar fotografías. Después de eso, llegamos a la entrada del destacamento, donde vimos un gran montículo y varios monumentos que estaban cubiertos de cal. Hablamos con los guardias, quienes no sabían nada de la procedencia prehispánica de esas piedras y tampoco podían permitirnos pasar sin un permiso especial. A unos cuantos pasos, muy cerca de un pequeño meandro del río, vimos un techo de lámina que cubría varias estelas rotas y una de ellas completa.

Monumentos de La Florida-Naaman
Esta estela muestra un gobernante que mira hacia la izquierda, en una pose estándar, con una mano extendida que sostiene algo no muy claro frente a él y la otra con un bastón de mando casi pegado al cuerpo. Sobre la cabeza lleva un gran tocado y a los lados tiene cartuchos con glifos. Los otros fragmentos también tienen inscripciones; gracias a estos monumentos se ha identificado el nombre de la dinastía que gobernó este lugar, el cual es Naaman. 

Mientras todos tomaban fotografías, caminé unos pasos al río para mojarme un poco la cabeza, el calor era muy intenso y ya estaba cercano a los 40°C; por eso mismo después de nuestro corto recorrido nos dirigimos a la primera tienda que vimos para comprar paletas heladas. El primer sitio del viaje resultó ser bastante grande y con las primeras sorpresas, comenzábamos muy bien.



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