Camino a Chunjabín |
Nunca nos imaginamos que éste recorrido sería uno de los más extraños que hayamos seguido. Avanzamos en el auto unos pocos kilómetros por carretera y luego entramos a una terracería muy pedregosa; el avance era muy lento pues en muchos lugares el carro pegaba con salientes del camino, todo el tiempo la hierba crecida se escuchaba como cepillando debajo de nuestros pies y en algunos tramos incluso teníamos que bajar para pasar trechos especialmente difíciles. El camino se mantenía en buena parte recto, con algunas curvas y muchos desniveles ligeros.
Cerca de Chunjabín |
Aproximadamente a un kilómetro y medio de nuestro objetivo el camino se puso tan malo que tuvimos que dejar el carro a un lado de la terracería y continuar el resto a pie. Íbamos a una zona que en la vista de satélite mostraba cuadrados de construcciones y teníamos algo de ansias por llegar para observar si eran prehispánicas; todo comenzaba de forma prometedora pues encontramos un altar formado de piedras sueltas y que contenía veladoras entre ellas, mostrando que en el lugar se llevan a cabo ritos religiosos pero al final todo fue completamente decepcionante pues en el punto que tanto buscábamos había tan sólo un pequeño montículo de piedras totalmente destruido y una serie de corrales ganaderos que formaban los rectángulos que se veían borrosos en el mapa.
Intentamos encontrar algo más entre la selva, así que tomamos el machete y tratamos de entrar en todos los senderos que encontramos pero el tiempo transcurría y no hallábamos nada, finalmente hice un esfuerzo tremendo para atravezar un área enselvada y encontré las bocas de varios chultunes pero nada más. Cuando regresaba con los demás una rama con grandes espinas se balanceó y la ví acercarse hacia mi frente como en cámara lenta, una de sus afiladas salientes atravezó mi sombrero de tela y se clavó justo donde inicia el cabello a un costado de la ceja derecha y aunque hice muchos esfuerzos por sacar la espina fue imposible y únicamente me deshice de ella mas de un mes después cuando fue expulsada naturalmente al cicatrizar la herida.
La noche en Chunjabín |
Cuando finalmente pudimos subir al auto llevábamos más de 45 minutos, de los cuales menos de 20 habíamos avanzado. Íbamos hablando de supersticiones y cosas sin explicación que suceden en lugares remotos y yo les decía a los demás que jamás había pasado por nada de eso y que no creía que aquello fuera posible aunque me gustaría vivir algo sobrenatural; finalizando con una frase que no le gusta para nada a algunos de los que me han acompañado en recorridos como ese: "si se va a aparecer el diablo que se aparezca de una vez". De pronto Wilberth dijo que sacaría su cámara pues había visto un pájaro llamado tapacaminos, el cual es nocturno y difícil de capturar en fotografía; se sabe de su presencia porque se para en medio de las carreteras y sus ojos reflejan la luz de los faros. Varias veces Wilberth vio pasar pares de luces, pero comenzó a dudar que fuera por el paso de éstas aves y Julio nos dijo que llevaba un rato viendo como aquellos puntos blancos y luminosos cruzaban el camino. Yo les dije que seguramente eran murciélagos o coatíes que habíamos visto a nuestro paso, sin embargo yo mismo pude ver el fenómeno y por la forma de moverse rápidamente y en línea recta mas de un metro sobre el camino era imposible que fueran los ojos de éstos animales reflejando la luz. Al final todos estábamos totalmente atentos para tratar de ver cualquier cosa que pasara y entonces vimos además de las luces blancas un par de rojas; unos segundos después nos dimos cuenta que éstas últimas eran un auto y que habíamos llegado a la carretera asfaltada.
Nuestra sorpresa fue grande pues no llevábamos más que alrededor de media hora de avanzar por el camino, no había forma de tomar otro ni que hubiéramos ido tan rápido; además, a excepción de las últimas luces, todas las anteriores no podían ser de autos pues había desniveles en el camino y curvas que harían imposible ver desde tan lejos la carretera. El desconcierto fue aún mayor cuando Eduardo, quien había estado contando los kilómetros avanzados en su GPS nos dijo que ahí marcaba que faltaba distancia por recorrer. Ni entonces ni ahora pudimos explicar lo que pasó pero se convirtió en mi primer y única (hasta ahora) experiencia extraña en cualquiera de mis viajes.
Una vez en la carretera nos dirigimos directamente hacia Mérida y llegamos poco antes de las 10 de la noche, suficiente para ir al centro a buscar algún lugar donde recibir el año nuevo. Fue un gran problema pues todos los lugares conocidos estaban abarrotados o tenían menús especiales muy caros. Estuvimos deambulando un buen rato con demasiada hambre, así que para calmarla compramos algunas marquesitas (especie de barquillo cilíndrico al que le ponen queso holandés en su centro o algún otro ingrediente como nutella o fruta). Más allá de las 11 pm decidimos volver al hotel por el auto y dirigirnos al paseo montejo a una taquería; la encontramos también llena aunque conseguimos mesa justo cuando se escuchaban a lo lejos los fuegos artificiales que anunciaban las 12 de la noche, así que el año nos alcanzó sin haber pedido la cena y a penas sentándonos a la mesa. La espera no fue en vano pues la comida fue muy buena y ya entrada la madrugada regresamos al hotel a dormir un rato pues al día siguiente teníamos cita con un nuevo guía que nos llevaría a algunos sitios poco conocidos al sur del estado.
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