sábado, 11 de noviembre de 2017

Viaje al sureste de Puebla pt. 1. Teteles de Santo Nombre

La mañana rumbo a Tlacotepec de Benito Juárez
Después de iniciar el 2017 en Yucatán y Campeche, el año no prometía muchos recorridos fuera de la ciudad; en febrero me tocó acudir como guía a un viaje por Zacatecas, del cul no escribo debido a su brevedad (sólamente se visitó La Quemada, Altavista-Chalchihuites, el cerro de la Bufa y una parte del centro de Zacatecas) y a que los acontecimientos de aquellos días detonaron mi salida poco elegante del grupo de viajes VAM, donde estuvimos trabajando varios amigos y todos terminamos de la misma manera por diferencias profundas con quienes actualmente se apropiaron de dicho grupo y de lo cual no hablaré.

Tuve que esperar hasta el primer día de julio para volver a hacer un recorrido más o menos largo por zonas arqueológicas y otros lugares, ésta vez por el sureste de Puebla. La razón del viaje fue que mi amigo, que en paz descanse, Neftalí y un compañero reciente de viajes para él: José, a quien yo no había tenido el gusto de tratar anteriormente, se pusieron de acuerdo para salir a conocer algunos sitios recientemente abiertos al público y otros que Neftalí ya conocía de antemano; José puso su auto y nos invitaron a Ernesto (quien ya había viajado conmigo a Perú y otros lugares antes) y a mí.

Iglesia en Tlacotepec de Benito Juárez

Quiero dedicarle éste relato de viaje a Neftalí, pues fue la última vez que tuve el gusto de viajar con él, fue un gran recorrido y nos regaló algunos de los paisajes y cielos más impresionantes que me haya tocado ver; como si la providencia los hubiera reservado para ser la culminación de lo que habíamos tenido la oportunidad de mirar anteriormente.

El viaje comenzó en la estación del metro Gómez Farías, ahí llegué muy temprano y todos los demás tuvieron algo de retraso; yo no tenía crédito en mi celular y a esa hora no era fácil encontrar dónde recargar. Estuve a punto de salir de la estación pero algo me hizo regresar y entonces vi a Neftalí, quien llamó entonces a Ernesto; entonces nos enteramos de que se había quedado dormido y preferimos recogerlo en el camino rumbo a Puebla; ya afuera vimos a José en su auto y subimos para iniciar el trayecto.
Edificio principal del grupo de los altares

Poco después estábamos ya los cuatro en camino saliendo por la autopista hacia Puebla, el cielo estaba cargado de nubes pintorescas y el sol comenzaba a salir por el oriente; podíamos ver la cima nevada del Iztaccíhuatl a momentos y yo me dí cuenta de que en el sensor de mi cámara había una mota de polvo que aparecía en todas las fotografías y que me fue imposible quitar hasta regresar a mi casa... sin embargo pude ocultar esa mancha al editar las imágenes. Así seguimos de largo hasta la desviación a Tecamachalco, un lugar conocido por nosotros pues del otro lado de la autopista se encuentra Quecholac y ahí viven algunos buenos amigos. A partir de ése punto recorrimos solamente carreteras federales de dos carriles hasta que llegamos a Tlacotepec de Benito Juárez.

Grupo de los altares

Una vez en el poblado paramos a desayunar quesadillas y visitamos una iglesia colonial que en su frente tenía un pequeño camposanto; Ernesto quería entrar pues en su interior existe una pieza prehispánica que fue colocada en un muro, pero las puertas estaban cerradas y al parecer el sacristán no se encontraba ahí, probablemente porque había feria en el centro del pueblo. Después de tomar algunas fotografías decidimos seguir con nuestro camino hacia la zona arqueológica de Teteles de Santo Nombre. El camino no era fácil pues no existen señalamientos y hay que dar varias vueltas por pequeñas carreteras, sin embargo gracias a haber investigado bien la ruta anteriormente y a nuestros mapas pudimos llegar sin problema a pesar de que había cambiado el acceso (Ernesto había estado ahí antes).

Vista desde el tetel principal

Llegamos a un estacionamiento y frente a nosotros se encontraba el centro de visitantes y el museo de sitio, éste lugar fue abierto oficialmente al público meses antes por el gobernador Rafael Moreno Valle, sin embargo fue la típica apertura apresurada que los políticos mexicanos suelen hacer al final de su periodo de gobierno para tomarse la foto y decir que "cumplieron": aún entonces y habiendo pasado varios meses en el museo no había electricidad y los baños no contaban con agua potable, el sitio no está habilitado para la visita pública y los principales grupos están rodeados por vallas que no permiten el paso a los recintos y prácticamente no existen los páneles explicativos; ni siquiera el sendero de visita estaba completo y el que se empezó a construir hacía más difícil caminar sobre él que sobre la tierra junto a éste.

Tetel del grupo central parcialmente excavado

Pero nosotros tomamos previsiones para ésta situación y conseguimos permiso para accesar a los grupos arquitectónicos excavados aunque sólo en uno era posible subir a las estructuras. Uno de los custodios nos acompañó y pudimos apreciar de mejor forma el lugar, que es totalmente impresionante.

Lo primero que hicimos fue entrar al museo de sitio, el cual no cuenta con muchas piezas y se pretendía tener apoyos computarizados para las explicaciones, los cuales obviamente se encontraban sin funcionar por la falta de electricidad. Afuera del recinto ya podíamos apreciar los vestigios de dos pequeños edificios que tal vez eran plataformas para casas de habitantes prehispánicos no muy acomodados.

Grupo de los fogones

Luego de una corta caminata llegamos al conjunto de los altares, el cual era un cuadrángulo del que se han excavado dos edificios; sus estructuras dan una idea del estilo de construcción del sitio y se ha dicho que parecen como si fueran miniaturas de Teotihuacan; sin embargo yo les ví un parecido mucho más marcado con los edificios de Oaxaca, especialmente de Monte Albán; éstas similitudes son en parte obvias, pues Teteles de Santo Nombre se encuentra entre éstas dos grandes metrópolis prehispánicas aunque un poco más cerca de Oaxaca que de Teotihuacan, además según la cronología al parecer fueron contemporáneas. Los dos edificios restantes se encontraban convertidos en montículos de piedras y al centro del grupo pudimos ver una gran roca que al parecer funcionó como una especie de estela y que pudo haber estado en posición vertical aunque ahora estaba totalmente apoyada en el suelo.

Caminando por Teteles de Santo Nombre

Después de salir de éste grupo arquitectónico rodeamos por un sendero hasta la parte trasera del edificio principal que habíamos visto y nos encontramos en otra plaza aún mayor rodeada de enormes montículos, uno de ellos tenía la escalinata visible y parecía haber comenzado a excavarse mientras que el más grande estaba totalmente cubierto de maleza y de cactus; a éste último subimos y desde ahí pudimos ver el grupo de los altares y también más lejos otro más pequeño llamado de los fogones; además de ello pudimos apreciar que habían muchos más edificios totalmente inexplorados, lo que le daba a la antigua ciudad una extensión mayor de la que podíamos apreciar en un primer momento. Todo estaba bastante verde por las lluvias recientes y los órganos y palmas lucían majestuosos pintando en diferentes tonos que incluso se aproximaban al turquesa en muchos rincones del lugar.

Casa del nahual

Nos dirigimos al grupo de los fogones, el único que ya se encontraba en condiciones para poder subir a sus edificios, era una versión en pequeño de las otras plazas que vimos, pues su edificio principal a penas tendría 2 metros de altura y en los lados restantes tenía únicamente plataformas bajas. Hacia un lado podíamos ver grandes montículos sin excavar y hacia el otro una planicie donde ya no veíamos grandes estructuras por lo que éste grupo fue el borde del área monumental. Lo siguiente fue caminar por un sendero que pasaba por varios edificios sin excavar y cuando subimos a uno de ellos casi sobre nuestros pies vimos una sombra negra pasar corriendo rápidamente, yo no pude apreciar detalles pero los demás afirmaron que claramente vieron un conejo. El custodio que nos acompañaba afirmó que en el campo no existen los conejos negros por lo que sólo podía tratarse de un nahual, sin embargo nosotros no somos especialmente supersticiosos y no nos tomamos tal afirmación muy en serio.
Grupo de los fogones

Sin embargo ahí supimos la razón para tal pensamiento: uno de los edificios del lugar se llama la "casa del nahual" puesto que anteriormente ahí vivió una persona de la cual se afirmaba era una especie de hechicero o que contaba con poderes sobrenaturales para convertirse en animal por las noches. Ésto no es raro entre la gente que vive apartada en el campo y lo he escuchado en muchas situaciones diferentes; al parecer en el lugar aún existen problemas territoriales de vecinos que afirman que el espacio les pertenece y han provocado altercados con los custodios del sitio, por lo que historias de éste tipo podrían ser formas de ahuyentar a la gente, aunque en verdad que le ponen a los lugares una riqueza en relatos que es digna de escuchar y que además da una atmósfera de misterio que va muy bien con los sitios arqueológicos.

Al final regresamos al museo y nos despedimos del custodio y de los encargados del sitio, así continuamos nuestro viaje regresando a Tlacotepec y luego dirigiéndonos hacia Tehuacán.




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