viernes, 24 de noviembre de 2017

Viaje al sureste de Puebla pt. 3. Cueva de Coxcatlán

Cueva de Coxcatlán
El segundo día de recorrido por el área de Tehuacán salimos con rumbo al poblado de Coxcatlán y en sus inmediaciones Neftalí nos indicó que siguiéramos una brecha que iniciaba en un pequeño caserío y subía por una loma; luego de bajar por el lado contrario se adentraba entre la vegetación dominada por huizaches y grandes órganos que contrastaban en tonos claros y oscuros de verde; el cielo estaba nublado pero poco a poco el gris se iba fragmentando para dejar ver pinceladas de blanco y de un azul profundo que volveron a crear el conjunto bellísimo que habíamos visto el día anterior.

Llegamos hasta una intersección donde una puerta metálica impedía el paso de los autos mas no de las personas a pie, así que dejamos el vehículo estacionado en un pequeño campo abierto y comenzamos la caminata de unos cuantos km que nos llevaría a la cueva de Coxcatlán.
Órganos y nopales

El camino serpenteaba entre la vegetación que estaba totalmente verde por ser plena temporada de lluvias, por el suelo se veían surcos que indicaban que el agua corría por ahí cuando caían tormentas y conforme el sol aparecía entre las nubes pudimos apreciar que las piedras del lugar estaban cargadas de mineral de mica, lo que hacía que a cada paso viéramos pequeños destellos, reflejos de luz que provenían del la capa casi transparente que conforma la mica en las rocas.

Los órganos eran tan grandes y adquirian un tamaño tan pronunciado que incluso pudimos ver uno que se había volteado por completo y mostraba las raíces extendidas hacia el cielo pues había desarrollado tantos brazos hacia arriba que el peso venció al delgado tronco, derribándole por completo. 
Cueva del maíz

Frente a nosotros se veía una loma no muy alta pero que estaba constituida claramente por material muy poroso, luego de un rato de rodearla por el camino Neftalí señaló una oquedad en uno de los costados de la elevación natural y nos hizo saber que habíamos llegado a la llamada "cueva del maíz". Ahí subimos un poco para encontrarnos con un hueco en la roca (pues no se le puede llamar cueva a algo tan pequeño), que estaba rodeado por una cerca baja de metal pintado de amarillo con una puertita que no tenía candado, por lo que pasamos y apreciamos que el terreno ahí era más bajo, quizá debido a que justo ahí se encontró un campamento prehistórico que contenía restos de maíz arcaico: pequeñas mazorcas con unos pocos granos e incluso teocintle, su planta silvestre antecesora; con una antigüedad de casi 7000 años.
Cueva del maíz

Neftalí, Ernesto y José se quedaron inspeccionando cada detalle de la cueva y descansando un poco para el regreso, pero yo encontré un sendero que rodeaba la loma y permitía subir a su parte más alta; no dudé en querer ver aquel paisaje con verdes tan diversos desde la altura así que ascendí a pesar de que la tierra suelta hacía peligroso el paso.

Una vez arriba podía ver un mar verde claro salpicado por todas partes con el verde más azulado de los órganos; las nubes para entonces ya estaban muy razgadas y dejaban ver el cielo completamente claro, solamente en el área cercana a la carretera se interrumpía el espectáculo dejando ver áreas cultivadas y manchones amarillentos de tierra desnuda.
Vista desde lo alto de la loma

Una vez que bajé y me encontré con los demás en el frente de la "cueva", emprendimos el camino de regreso pues aún nos faltaba un último sitio en el viaje; mientras regresábamos al auto recogimos algunas piedras que tenían capas de mica sobre ellas y de pronto entre la maleza pudimos incluso encontrar un gran conejo que me miraba con los ojos completamente abiertos, oculto entre el claroscuro que formaban las ramas de un huizache. Una vez en el auto seguimos unos cuantos km más, lo que seguía era completamente una sorpresa que Neftalí había preparado para el viaje.

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