Silueta del palacio de Manos Rojas A entre la maleza |
Bajamos del taxi que nos había llevado a Zoh Laguna sur y Puerto Rico y caminamos un poco por la calle principal de Xpujil; ahí nos encontramos con Samuel Cahuich, quien nos había llevado a Río Bec y luego de conversar un poco llegamos a la pequeña terminal de camiones del poblado. Justo entonces había un autobús que iba con rumbo a Campeche que estaba a punto de partir, por lo que aprovechamos para subir y salir rumbo al cercano pueblito de Eugenio Castellot de forma más económica que en taxi, también habíamos visto que teníamos poco menos de dos horas para volver a la carretera y tomar el camión de regreso, pues no habría otro hasta ya entrada la noche.
Manos Rojas A |
Llegamos rápidamente a nuestro destino y bajamos del autobús; no conocíamos exactamente la ubicación de Manos Rojas, el sitio que habíamos ido a buscar, pero sabíamos que el lugar era disperso y había varios conjuntos. Nuestra intención fue preguntar a los lugareños y primero lo hicimos en una tienda en la entrada al pueblo, nos indicaron que giraramos en una calle más adelante y eso hicimos. Luego de caminar una o dos cuadras alcanzamos a un señor entrado en años a quien saludamos y consultamos sobre las ruinas cercanas. Él nos dijo que su nombre es Wenceslao Hernández Lázaro y que conocía Manos Rojas a pesar de que un dolor de rodillas le impedía subir a observar más de cerca, justamente iba para su casa que quedaba hacia ese rumbo y podía indicarnos el camino. A partir de ahí conversamos con él y pareció muy contento de poder contarnos varias anécdotas de sus casi 90 años de vida.
Entrada al pasaje interno de la torre |
Pasamos por la casa de una hija suya y sus nietos salieron a saludarlo, eran niños muy pequeños y al vernos le preguntaron: ¿qué haces con esos señores tan feos? lo que nos arrancó una carcajada. Dimos vuelta en algunas calles pues el camino directo había sido cerrado, según nos explicó don Wenceslao, cuando el gobierno había reubicado no mucho tiempo antes a varias personas y tomaron el terreno por el que pasaba la brecha. Nuestro guía nos dijo que él era nativo de Cárdenas, Tabasco y que ahí conoció más ruinas (probablemente Comalcalco), tenía varios hijos y estuvo casado dos veces, aunque ambas esposas habían fallecido ya tiempo atrás. Así decidió llevarnos hasta el pie del sitio arqueológico para hacer un poco de ejercicio, pues decía que estuvo en cama algún tiempo sin poder moverse pero gracias a una medicina ahora podía salir a dar la vuelta un poco. Subimos una ligera cuesta y entonces vimos la silueta de un gran edificio prehispánico, sin duda era un palacio tipo Río Bec, pues distinguíamos claramente las dos torres en cada uno de sus extremos, don Wenceslao pareció estar contento con nuestra reacción al llegar y ver aquella mole entre la maleza, aún estuvo algunos minutos conversando con nosotros y luego de despedirnos varias veces le vimos alejarse lentamente por donde habíamos llegado, quedamos muy agradecidos con él y fue un trayecto muy agradable e interesante.
Entrada superior del pasaje |
Estábamos en la base de un talud bastante dañado pero al pasar entre los árboles circundantes nos encontramos con el palacio que mostraba varias secciones de muros y otras tantas muy destruidas pero que conservaban su forma. En los extremos estaban las dos torres y en la del lado izquierdo de donde entramos se veía una gran pared que formaba parte de una habitación cuyo techo colapsó y que tenía una entrada que en la parte superior conservaba un dintel de madera, al acercarnos comprobamos que era original, bastante frágil y picado pero aún en su sitio. Entramos en el pasaje que comenzaba ahí y vimos que era un estrecho pasillo plano que daba vuelta a la izquierda y avanzaba algunos metros antes de girar de nuevo, ahí comenzaba una escalera interna que sin embargo estaba bloqueada por un derrumbe, así que no pudimos llegar más lejos. Había bastantes murciélagos y a nuestro paso un fino polvo se levantó llenando el ambiente, por lo que salimos rápidamente tratando de no respirar pues en aquellos ambientes se desarrolla el hongo de la endoplasmosis, una enfermedad que puede ser peligrosa si no se trata a tiempo.
Al centro de las dos torres habían restos del palacio central que parecía tener dos pisos con habitaciones, el primero de ellos totalmente destruido y el segundo con una pared intermedia entre habitaciones aún de pie y con una puerta que comunicaba dos cuartos a penas visible entre los restos.
Vista desde una de las torres |
La segunda torre no tenía en ese lado ningún rastro de arquitectura visible, únicamente las piedras de relleno que habían perdido su recubrimiento. Subimos hasta el piso de arriba del palacio y en un costado de la primer torre encontramos una entrada que probablemente llevaba al pasaje bloqueado, aunque el derrumbe era mayor en ésta parte y no había forma de comprobarlo. Yo aún ascendí a la cima de ese lado y justo cuando llegaba ahí pude ver una gran serpiente que se deslizaba en dirección a donde yo me encontraba, me aferré a mi machete dispuesto a defenderme si el animal se lanzaba sobre mí pero en un instante pude tranquilizarme pues me dí cuenta de que en realidad estaba introduciéndose en un hueco entre las rocas, observando mejor pude ver que aquel reptil tenía unas bellas escamas lustrosas que formaban rombos y por ello, por el tamaño y mis pocos conocimientos de herpetología me pareció identificarla como un pitón relativamente jóven, pues en su edad adulta éstas serpientes son enormes.
Muro divisorio en el palacio central |
Descendí de nuevo y recorrimos la parte alta del palacio central, intentábamos descender por el lado contrario pero todas las opciones parecían muy peligrosas pues el talud de ese lado era pronunciado, estuvimos rodeando hasta que nos decidimos por un sendero que tenía suficientes árboles para sostenernos y no rodar hasta el fondo, además aún estaba un poco impresionado por la serpiente, me parecía que podría encontrar más y por ello estuve un poco más cauteloso que de costumbre.
Finalmente llegamos a la parte baja y pudimos ver que ahí había más restos claros de habitaciones, algunas de ellas con secciones completas de bóvedas aún en pie. Un poco por encima del nivel del suelo pudimos ver un estrecho hueco que llevaba a uno de éstos cuartos, dentro se observaba estuco prístino completamente blanco que parecía como si se hubiera puesto hacía unas horas y no mil años antes.
Habitación de las avispas, con manos rojas |
Los restos de derrumbe cubrían gran parte de la habitación y bajaban en diagonal, dejando ver cada vez más del muro, justo sobre la línea de escombros estaban dos impresiones que dan nombre a todo el sitio: manos rojas muy vívidas impresas directamente sobre el estuco. De inmediato quise entrar a observar todo lo que se podía, sin embargo la emoción me hizo olvidar lo que debía haber aprendido en Zoh Laguna Sur: revisar el techo siempre. Desde el ángulo de la entrada no era posible verlo pero una vez que pasé arrastrándome boca arriba por el estrecho hueco y ya teniendo todo el cuerpo en la oquedad, quedando solo mi cabeza afuera; ví que varios insectos salían caminando sobre el borde del hueco, estaban tan cerca de mi cara que en un principio no pude enfocar su imagen pero después quedé petrificado al comprobar que eran avispas y que había un panal a escasos centímetros de mí. Sin embargo los insectos no parecían estar alterados y comencé a moverme lo más lento que pude para salir de ahí.
Segunda habitación con impresiones |
Ya no quería acercarme a ninguna habitación, pero todavía al rodear una saliente que probablemente fue la escalinata que llevaba a la parte superior del edificio, nos encontramos con otro cuarto que tenía la entrada más libre de escombro y que también conservaba el estuco intacto en una parte. Ahí pudimos comprobar que no había panales y entramos, quedando sorprendidos por la blancura del recubrimiento en las paredes, también había manos rojas impresas, pero su color más pálido y unos extraños trazos en la parte baja de la pared que no parecían prehispánicos nos hicieron tener dudas de la autenticidad al menos de lo que estaba en aquél cuarto.
Segundo cuarto en Manos Rojas A |
Ahí terminamos nuestro recorrido pues no vimos otros edificios en las inmediaciones, únicamente montículos en distintas partes del camino que recorrimos para llegar. En ese momento no estábamos seguros de cuál conjunto del sitio de Manos Rojas era el que acabábamos de ver pero más tarde pude comprobar que era el designado con la letra "A".
Volvimos hasta la carretera siguiendo primero el mismo camino y después una calle que nos dejaba más directamente que cuando llegamos. Ya junto a la carretera nos dispusimos a esperar al camión de regreso, que según nuestros cálculos debía pasar pronto si no se nos había adelantado. En la parada a la que llegamos habían varios hombres mas o menos de nuestra edad sentados, uno de ellos se nos acercó y nos preguntó si estábamos ahí para ver ruinas y luego de contestarle afirmativamente nos dijo que él conocía unas muy cerca de ahí y nos ofrecía llevarnos, aunque dudamos un momento por el cansancio y la posibilidad de perder el camión, no pudimos negarnos.
Caminamos por la orilla de la carretera algunos metros y luego nos internamos un poco hacia la selva, así llegamos a otro montículo que al rodearlo un poco nos dejó muy impresionados pues en una esquina mostraba un mascarón del dios Tláloc formado con mosaico de piedra aún en su lugar.
Pasaje en Manos Rojas B |
Ya más de cerca pudimos ver que ésta construcción era un palacio con dos pisos, había muchas piedras con dibujos labrados que indicaban que tuvo fachadas bellamente decoradas con mascarones, tenía habitaciones a cada lado y se veía claramente la escalinata aunque no tuviera ya los escalones en su sitio.
Del lado izquierdo de la escalera había un pasaje que pasaba de lado a lado el edificio y bajo la rampa saliente había uno más, entramos a los dos mientras nuestro guía (que no paraba de hablar jamás) nos contaba historias de duendes y apariciones en ese mismo lugar, era un tanto curioso escucharlo, pues mezclaba datos que eran claramente procedentes de las investigaciones arqueológicas de la región con otros que no podían ser más que fantasía.
Mascarón de Chaac en Manos Rojas B |
Subimos al piso superior que no mostraba muchos restos visibles y desde ahí escuché que pasaba el camión que habíamos estado esperando, pero por el momento no importaba. Bajamos al lado contrario y también ahí habían restos de habitaciones con las orillas de las bóvedas en su lugar pero sin decoraciones y sin fachadas en pie. Frente al edificio, finalmente, pudimos ver una gran nariz que parecía pertenecer a alguna portada zoomorfa que pudo haber estado en el templo superior de éste palacio, por lo que en sus días de esplendor debió ser sumamente vistoso y estar decorado por todas partes. Después de mi regreso a casa supe que éste edificio era el grupo B de Manos Rojas.
Terminamos ahí la exploración y regresamos muy satisfechos a la parada de autobuses, sin embargo ya más bien esperábamos un taxi. Estuvimos ahí por espacio de media hora sin que pasara ninguno y luego nos sorprendimos bastante pues llegó un colectivo desde Calakmul al que pudimos subir, más tarde supimos que salían cada cierto tiempo a raíz de que la popularidad de aquél sitio patrimonio mixto de la humanidad había subido.
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