Montículo principal |
Llegamos hasta el poblado de Pakchén y tomamos una terracería que llegaba hasta unos viejos campos de cultivo que parecían abandonados desde años atrás; mi información aparentaba que la llegada a Xpulyaxché sería muy sencilla pero la tremenda maleza que apareció frente a nosotros amenazó con impedirnos acceder al sitio a pesar de encontrarnos a menos de 100 metros.
El cansancio que nos dejó Peor es Nada había disminuido bastante luego de estar sentados un buen rato en el auto y tomar bastante agua así que decidimos intentar cruzar el campo a punta de machetazos. Luego de un buen rato logramos llegar al borde de los campos, el cual estaba marcado por una alambrada. Una vez en la selva la maleza era mucho menos abundante debido a la poca luz que pasa a través del follaje de los árboles de mayor tamaño que crecen ahí.
Al poco tiempo nos encontramos un gran montículo que resultó ser la estructura principal; se trata de un edificio raro para la zona de los Chenes en la que nos encontrábamos, debido a que ahí casi no existen templos piramidales como éste. Por el tamaño de las piedras de la construcción parece ser que es anterior al desarrollo del estilo arquitectónico regional.
Restos de templo superior |
Lo más impresionante fue que al bajar por otro de los lados nos encontramos con una sección muy bien conservada de otra escalinata megalítica, la cual solo tuvimos que limpiar mínimamente para fotografiarla, en su parte inferior tenía un hueco que a primera vista parecía parte de una entrada pero luego nos dimos cuenta de que únicamente se trataba del espacio que dejó una gran roca que había sido retirada probablemente por saqueadores y que yacía a unos metros ya partida por la mitad.
Escalinata megalítica |
Volvimos al auto y llegamos hasta una terracería que nos llevó a unos extensos campos de cultivo que son utilizados actualmente. El camino se volvía difícil pues en lugar de ser de tierra firme blanca o sascab, en un momento pasó a ser de tierra roja muy resbaladiza y blanda. Estábamos a aproximadamente 1 km de llegar a Dzehkabtún cuando vimos pasar a algunos jóvenes en motocicleta, volteamos a saludarlos y, luego de ese instante de distracción, Wilberth perdió el trazo seco del camino y el auto se deslizó a un charco y rápidamente se atascó. Las llantas del lado derecho se hundieron en el fango hasta unos 15 centímetros y por ello bajamos a intentar sacarlo empujando.
De inmediato se nos hundieron los pies hasta los tobillos en lodo, no podíamos aplicar mucha fuerza pues terminábamos deslizándonos y ensuciándonos más. Intentamos con Wilberth y conmigo conduciendo y fue inútil. Empezamos a recolectar pasto seco y hierba para intentar colocarlos bajo las llantas para dar tracción pero también fue infructuoso. Comenzábamos a estar en una situación bastante precaria: el pueblo más cercano estaba a una hora o más caminando y comenzaba a hacerse tarde. Nuestra última idea surgió al darnos cuenta que bajo 20 o 30 cm de lodo parecía que la tierra era compacta; decidimos escarbar con las manos hasta quitar todo el lodo posible y liberar un "riel" de tierra compacta para sacar por ahí el auto en reversa. Todo pareció resultar aunque la hierba que habíamos puesto en lugar de ayudar nos volvía a atascar y tuvimos que hacer varios intentos cavando más y avanzando un poco adelante para tomar impulso hacia atrás. En un momento que el auto ya estaba a punto de salir volvió a deslizarse hacia el lodo pero ya teníamos claro como salir, luego de un buen rato y un esfuerzo tremendo logramos poner las cuatro llantas en tierra compacta. Terminamos tan sucios que tuvimos que subir descalzos al vehículo para no llenarlo aún más de lodo; por último olvidamos los machetes en el suelo y tuvimos que regresar por ellos, a cambio tuvimos una hermosa vista del atardecer en medio del campo.
Regresamos a Campeche más tarde de lo que habíamos planeado y hubo que darle un trapazo al auto para que estuviera un poco decente. Así terminó un fin de semana de interesantes exploraciones.
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