domingo, 8 de marzo de 2020

Un mes en Campeche Pt. 11. Hecelchakán, Dzotchén y Xkalumkín

Dintel de Xkalumkín
El jueves 18 de julio se llevó a cabo uno de los dos recorridos que estaban programados para el curso de lengua maya. Nos reunimos en la UACAM y subimos a uno de sus autobuses para dirigirnos a Hecelchakán; ahí pasamos a desayunar los famosos tacos de cochinita del centro y luego nos ofrecieron una visita guiada en el Museo de Arqueología Maya del Camino Real, el cual había visitado algún tiempo antes.

Antes de seguir el recorrido, algunos de nosotros pasamos al mercado, donde compré pitahayas, fruta que estaba en temporada y que prácticamente todas las semanas reabastecía debido a que nunca antes había estado en Campeche en la época en que abunda y me había encantado su sabor.

Subimos de nueva cuenta al autobús y hubo un pequeño percance en el que debido al poco espacio para salir y al retroceder un poco, el camión golpeó a un taxi y tuvimos que esperar un rato mientras el conductor llegaba a un arreglo para podernos retirar.
Palacio de los cilindros

La siguiente parada fue en el cercano pueblo de Dzotchén; ahí visitamos una primaria bilingüe donde hubo algunos juegos, recorrimos el casco de la exhacienda que se encuentra en el centro y nos ofrecieron una comida con tamales, incluso cosecharon una sandía que tenían en su huerto para compartirla con nosotros. Ahí tenía ganas de ir a visitar a Don Mariano, quien me había guiado junto con Julio al sitio de Chelemí y a algunas estructuras mayas dentro de Dzotchén pero no tuve tiempo.

Ya por la tarde subimos de nueva cuenta al autobús, aunque algunos de mis compañeros seguían en la primaria y parecían no querer irse, hasta que pasamos frente a la primaria y después de un rato pudimos seguir hacia Xkalumkín, un sitio maya que yo ya conocía pero que iba a aprovechar para sacar fotografías pues las que tenía del 2013 fueron tomadas con una cámara muy austera y la que llevaba ahora era mucho mejor.
Grupo de la serie inicial

Cuando llegamos pude ver que en la entrada habían colocado varios monumentos con grabados que no recordaba haber visto antes, entre ellos estelas, dinteles o jambas y columnas. Asimismo bajo un pequeño techo seguían las piezas procedentes del sitio cercano de Xcombec, que había visto junto con Julio en el 2013. 

Como suele ocurrir cuando hay mucha gente, y ya que mi rodilla estaba casi completamente restablecida, decidí adelantarme para tomar fotografías sin personas, aún así me sorprendió que me encontré con varias familias locales que estaban paseando por todo el sitio abierto al público y tuve que esperar varias veces para poder realizar las tomas que quería.

Primero llegué al palacio de los cilindros, el cual tiene una escalinata volada que lleva a su parte superior aunque no se observan restos de habitaciones en la planta alta, el friso está decorado con columnillas que le dan su nombre.
Edificio del cerrito

El siguiente conjunto fue una plaza rodeada por montículos destruidos, pero ahí pude ver los restos de una fachada entre el escombro. Un poco más allá llegué al grupo de la serie inicial, donde había un edificio que tenía glifos alrededor de su entrada principal, por desgracia ya no se encuentran ahí pero se pueden apreciar en el Museo de la Arquitectura Maya del Baluarte de la Soledad en Campeche, Campeche. 

Desde ahí me encontré con algunos compañeros que se habían adelantado también y seguimos el recorrido juntos. Pasamos por un cenote ya seco y finalmente llegamos al edificio del dintel, el cual solo conserva parte de la fachada. Desde ahí se ven grandes plataformas con restos de arquitectura en su parte alta, sin embargo se encuentran fuera del área abierta al público y la maleza hace que sea casi imposible acercarse; por otro lado se puede tener una idea de que el sitio es mucho más grande de lo que parece y estaba distribuido tanto en la planicie como en los cerros que la rodean.
Vista hacia el norte del sitio

Ya yendo de regreso a la entrada, Fernando y yo subimos al edificio que se encuentra sobre un pequeño cerro, el cual también tenía una escalinata volada que permitía subir a su parte alta, aunque al igual que el palacio de los cilindros no se observan cuartos ahí. Una vez arriba nos dimos cuenta de que la cima del pequeño cerrito seguía hacia la parte trasera del edificio y vimos algunos restos de paredes justo al borde de la elevación. Decidimos ir a ver a pesar de la maleza y la piedra suelta que cubría todo y dificultaba bastante caminar, cuando estábamos por llegar hasta los vestigios, nuestra compañera Zeltzin nos alcanzó en la cima y quiso pasar con nosotros; solo pudimos ver como una piedra, que ya se había rodado cuando yo pasé, se deslizó por completo y provocó que ella cayera dando incluso una rotación que hizo que pareciera desde donde estábamos que había caído de cabeza. Regresamos preocupados a ayudarle y vimos que se había raspado la rodilla, algo mucho más leve que lo que me imaginé al ver su caída pero aún así la sangre comenzó a escurrir por su pierna.

Luego de bajar nos dirigimos al autobús, donde casi nadie más se encontraba, Zeltzin se dirigió a limpiar su herida y por fortuna encontré entre mis cosas una pequeña botella de alcohol en gel que ayudó a que no se le infectara. A los pocos días su rodilla ya estaba mucho mejor. 

Regresamos a Campeche cuando ya había caído la noche, al día siguiente (viernes) no tendríamos curso, algo muy conveniente para mí pues sería el día de mi cumpleaños y quería pasarlo en algún sitio maya.

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