No tuve que romperme la cabeza ni hacer recorridos largos
para llegar hasta la frontera y regresar a México. Al anochecer del sábado
santo, la última noche que pasé en Flores, William me mandó mensaje
disculpándose por no haberme avisado de su recorrido del día y me dijo que por
algunos problemas tendría que regresar al día siguiente hacia Mérida. Le
pregunté si era posible que me fuera con ellos hasta Tenosique y me dijo que no
había problema. Hice algunas compras y me preparé para salir al medio día
siguiente.
Por la mañana, acompañé a Adriana, a quien Jorge recogería
en el mismo lugar donde nos había dejado el transporte de Carmelita. Estando
ahí nos encontramos con Carlos, quien había tenido que ir a Melchor de Mencos,
frontera con Belice, para encontrarse con su novia, quien venía desde Chetumal
en auto para acompañarlo, pasaron a Yaxhá y ahora se dirigirían a Tikal.
También estaba ahí Valeria, quien había llegado con Ernesto, pero él se fue a
Chetumal el día anterior y se había quedado sola, pensando en regresar por su
cuenta. Jorge le ofreció que ocupara el lugar que tenía yo en el viaje de ida,
así que se unió a ellos y emprendieron el viaje de regreso, llegando a la ciudad
por la madrugada del lunes.
Estructura principal de San Claudio
Yo regresé al hotel y mandé mensaje a William. Me avisó que
estaban a punto de cruzar el lago con la camioneta en ferry, así que me
apresuré para alcanzarlos en el muelle, el cual estaba cerca de donde me
encontraba. Alcancé a llegar justo cuando estaban a punto de atracar en la
orilla; con él venía su padre, Juan y Thomas, con la intención de ir al
mercado, así que nos dirigimos hacia allá.
Encontramos muchos puestos cerrados, por lo que no compramos
nada interesante. Decidimos ir al centro comercial para comprar botellas de ron
y nos encontramos con una ginebra que tenía una botella preciosa con una
máscara de jade de Tikal y una serie de glifos mayas. Casi todos terminamos
comprando una de esas.
Nos despedimos de Juan, quien tomaría un vuelo a Cancún
desde ahí y el resto de nosotros nos fuimos en la camioneta con rumbo a El
Ceibo. El camino fue mucho más ligero que cuando arribé días antes, no teníamos
el peso de las largas horas de carretera del rumbo contrario. Ya cerca de la
frontera nos debatimos entre tratar de visitar un sitio en el lado guatemalteco
o ir a San Claudio, ya en Tabasco. Decidimos ir a la segura del lado mexicano y
cruzamos la frontera sin ningún problema, con un trámite bastante rápido para
cruzar el vehículo.
Estructura principal de San Claudio
Poco después llegamos hasta San Claudio y paramos para hacer
una breve visita. El sitio se veía diferente a cuando lo conocí, una década
antes. La hierba estaba mejor cortada, pero había áreas llenas de maleza que
antes estaban libres de ella. Vimos la estructura principal y Thomas caminó por
un sendero que se perdía entre arbustos, regresó para decirnos que teníamos que
ir ahí y nos encontramos con una hermosa vista del lago que está junto al
sitio.
Regresamos a la camioneta y llegamos a Tenosique, ahí Thomas
estuvo buscando sin éxito una quesería abierta. Finalmente desistió y me
dijeron que seguirían el camino hacia Mérida, por lo que les pedí que me
dejaran en Emiliano Zapata, ya más cerca de Villahermosa y donde podría
encontrar más opciones de transporte. Luego de algunos kilómetros encontramos
puestos con el ansiado queso, ahí pude comprobar el porqué de la insistencia de
buscarlo, el sabor era extraordinario, aunque decidí no comprar para no cargar
más, pero fue una difícil elección.
Llegamos a Emiliano Zapata pasando las 7 de la noche y me
dejaron en la terminal de autobuses. Los demás fueron a cenar en algún lugar
cerca y yo entré a comprar mi boleto a Villahermosa, encontrando solamente una
corrida que salía entre 8:30 y 9 pm. Los demás regresaron para regalarme una
torta de carne al pastor y finalmente nos despedimos; más tarde me enteré de
continuaron hasta Mérida, llegando a la mañana siguiente.
Laguna de San Claudio
Mi idea inicial era visitar un par de sitios en Orizaba y
luego otros en Puebla, sin embargo, empecé a revisar por internet las opciones
de autobuses en Villahermosa y no pude encontrar ni una sola con lugar ni a
Orizaba, ni a Córdoba, ni a Puebla, incluso no había ninguna para la Ciudad de
México. En este dilema estaba cuando llegó mi autobús, ya sobre las 9 de la
noche. En el camino recordé que Lizbeth estaba haciendo trabajo de campo en
Veracruz. Le mandé mensaje y me dijo que saldría de regreso a la ciudad por la
mañana pero que podía cambiar la hora de su boleto. Conseguí uno de los últimos
lugares disponibles para dirigirme donde ella estaba, en una corrida que
saldría a las 2 de la mañana y le pedí que me comprara un boleto en el mismo
camión que ella con una transferencia que le mandé. Por casualidad terminamos
regresando juntos a la ciudad, pero aún me faltaba un largo camino para llegar
con ella.
Laguna de San Claudio
Llegué a Villahermosa por una terminal que no conocía y que
estaba al otro lado de la avenida principal. Eran más de las 10 de la noche y tuve
que caminar varias cuadras para llegar a donde tomaría el autobús de ADO. Esto
no me gustó nada porque esa ciudad nunca me ha dado buena espina y ahí tuve una
experiencia muy desagradable años atrás. La terminal estaba a reventar, ni
siquiera podía pasar a la sala de espera, no había tiendas abiertas ni baño en
la parte externa donde tuve que esperar, yo tenía mucha sed, pero tuve que
aguantar casi 3 horas así. Media hora antes de la salida por fin me dejaron
pasar, por lo que aproveché para comprar algo para el camino. El autobús salió
casi a tiempo, sin embargo, y a pesar de que se suponía que era una corrida de
lujo (que nunca uso porque me parece un desperdicio de dinero, ya que no hay
mucha diferencia con las corridas regulares), el camión olía fuertemente a
orina, algo que tuve que soportar toda la madrugada y parte de la mañana, hasta
que llegué a Veracruz, pasadas las 8 am.
Laguna de San Claudio
Lizbeth ya me estaba esperando, aunque los boletos que
consiguió eran para las 11 de la mañana y no eran asientos juntos. Incluso los
camiones de segunda estaban completamente llenos.Si en Guatemala tenía el problema de que no
trabajaban los transportistas, en México tuve uno casi contrario, había muchas
corridas, pero la cantidad de usuarios las sobrepasaba, nunca me había encontrado
tanta gente en cualquiera de las terminales que pasamos.
Estuvimos sentados en el suelo y platicando por un buen
rato, cuando la hora de salir se acercaba fuimos a la puerta de la sala de
espera, aunque nos dijeron que nuestro autobús salía al otro lado de la
manzana. Caminamos hasta ahí y media hora después habíamos abordado. Este era
un autobús de segunda, que no tomaría la autopista directa, así que el viaje
sería largo, aunque sin malos olores y en condiciones mucho más limpias que el
de "lujo" anterior. Además, la señora que originalmente iba junto a
mí aceptó cambiar su lugar con Lizbeth, por lo que nos fuimos juntos y pudimos
platicar todo el camino.
La ruta que siguió el autobús fue por Cardel, con una
parada, luego rodeó hacia el norte para llegar a Perote, donde hizo una segunda
escala. De ahí cruzó las llanuras de Puebla y se desvió hacia Huamantla y
Apizaco. Más adelante tomó la carretera hacia Calpulalpan y de ahí a Texcoco.
Arribamos a la ciudad por el Peñón de los Baños y llegamos a la terminal TAPO
alrededor de las 6:30 pm. Subimos al metro de la línea B (la 1 no funcionaba),
y fuimos a Balderas. Mi último transporte fue un taxi, llegando a mi casa cerca
de las 8 pm, varios días antes de lo planeado, pero con mucho menos cansancio
que el previsto. Así terminó el viaje más esperado desde que inicié mis
recorridos por el área maya, finalmente había conocido El Mirador.
Antes de comenzar el viaje, tenía un plan con William hijo
para recorrer sitios arqueológicos a los que podíamos llegar con su camioneta.
Cuando regresamos de Carmelita quise que nos pusiéramos de acuerdo, ya que
había tenido que cambiar de hotel por la falta de disponibilidad y ya no
estaríamos en el mismo; me dijo que lo veríamos por mensajes de whatsapp, pero
esperé hasta media noche sin respuesta. En la madrugada me di cuenta de que
había dicho que no se iban a levantar a tiempo.
Panel de Ixlú
Desde la noche tenía un plan alterno con Adriana de ir a
algún sitio cercano, aunque la falta de transporte por ser días santos nos
limitó a solamente poder ir a Tayasal y al museo de San Miguel, cruzando en
lancha hacia el lado norte del lago Petén Itzá. Jorge, Nath y Rosa se habían
ido desde la noche anterior a un hotel de Tikal y recorrerían dicho sitio y
Uaxactún, por lo que tampoco contábamos con su auto. Avisé a William que
estaríamos ahí y que podía mandarle mensaje a Adriana si aún querían ir con
nosotros a algún lado.
Estela de Noh Petén
Salimos con un paso muy tranquilo para no desgastarnos
demasiado, cruzamos a pie el puente hacia Flores y llegamos hasta el lado
contrario de la isla, pasando por el centro. Ahí pudimos ver la iglesia y tres
monumentos que están colocados en la plaza, los cuales provienen de Ixlú,
Tayasal y de la misma isla, llamada antiguamente Noh Petén. Ya en el lado
norte, la calle principal parecía inundada desde hacía mucho tiempo, incluso en
un momento cuando creí que iba a pisar sobre tierra o lodo, mi pie se hundió en
agua estancada muy sucia.
Cruzamos en lancha y llegamos hasta una explanada con una
escultura que hace alusión a un caballo que dejó Hernán Cortés a su paso por
este lugar, el cual murió y después le construyeron una escultura que veneraban
como a una deidad. Un par de sacerdotes que llegaron más tarde se encolerizaron
por esto y destruyeron el ídolo, provocando que casi los mataran y
desencadenando el conflicto que llevó a la conquista de Tayasal en 1697, mucho
tiempo después de la caída de Tenochtitlán.
Caminamos hacia el Museo Regional, ubicado cerca del lago
pero en un terreno más elevado. La subida fue ardua para Adriana, y se
complicaba por el intenso sol y la temperatura sumamente alta. Para nuestra
sorpresa, el recinto estaba cerrado y tuvimos que regresar para ir a Tayasal,
sitio que está hacia el lado contrario al que habíamos ido primero.
Montículo sobre la plataforma del templo principal
Caminamos por un rato y llegamos hasta el sitio. Lo primero
que visitamos fue el mirador del Rey Canek, el cual se encuentra en lo alto de
una enorme estructura triádica. Este sitio tiene una larga ocupación desde el
Preclásico Medio hasta su conquista, en 1697. Ahí arriba vimos que la
estructura de madera que permite admirar Flores y el lago ha sido renovada, ya
que 10 años atrás la encontré en un estado de regular a malo, ahora tenía
incluso pinturas alusivas a la riqueza cultural del Petén.
Estuvimos sentados un rato y luego subimos a mirar el
paisaje. Después seguimos nuestro recorrido. Nos llamó la atención un sendero
que decía que se dirigía al "Árbol del amor", quise saber qué tenía
de particular ese vegetal, pero avanzamos por un rato y no dimos con él. En un
momento me adelanté, y aunque seguí sin encontrarlo, pude ver que había llegado
a la acrópolis del sitio.
Flores desde la estructura principal de Tayasal
Regresé para llamar a Adriana y luego nos dirigimos al
conjunto que acababa de divisar. Ahí se están llevando a cabo excavaciones
extensivas con el propósito de habilitar el sitio para el turismo, por lo que
en algunos años se podrá apreciar mucho mejor la arquitectura del lugar, que
ahora muestra casi solamente montículos, excepto las áreas ya intervenidas.
Vimos numerosas excavaciones y en algunas pudimos reconocer
paredes, esquinas y escalinatas. Sobre algunos edificios grandes se podía
apreciar el lago, aunque por el momento no hay demasiado para observar.
Excavación en escalinata
Nos dirigimos al restaurante en el que cenamos después de
regresar de Nakum, comenzando el viaje y junto al primer hotel en el que nos
quedamos, y donde seguían hospedados los Williams, Juan, Thomas y Marcia. Pude
ver que su camioneta no estaba y que no habían mandado mensaje a Adriana.
Comimos y ahí nos enteramos de que los demás habían ido en la camioneta a La
Blanca, me molestó que no nos hubieran avisado y que hubieran cambiado el plan
y comencé a pensar que en lugar de quedarme un par de días más de viaje, era
tiempo de regresar a casa. Lo único que quedaba para hacer era meterse a nadar
en el lago, algo que nunca había hecho en mis anteriores visitas y que se
antojaba bastante por el calor que hacía. No tenía traje de baño, así que solo
me quité la camisa y entré al agua con el pantalón de campo puesto.
Montículo en la Acrópolis
Luego de que salí, nos encontramos con Marcia, quien se
había quedado en su hotel. Platicamos por algún rato con ella y luego regresamos
al hotel. Ya tarde pasamos por el mercado a sugerencia de Marcia, aunque ya
estaba cerrado. En la terminal de transporte no encontré ninguna combi a la
frontera, por lo que tenía que empezar a barajear opciones para regresar a
México en domingo de Pascua, una fecha sumamente complicada, y yo ya había
avisado a Jorge que no regresaría con ellos, por lo que no tenía lugar en el
auto. A pesar de ello, ya 10 años antes había pasado por la misma situación y
esta vez estaba mucho más holgado en tiempo y presupuesto, por lo que, en
realidad, no estaba preocupado.
Es posible salir de Wakná por dos vías: una es regresando
por el mismo sendero de entrada y la otra es cortar un poco de camino y llegar
a la brecha principal en un punto más adelante. Ronald y Fabián nos estaban
esperando con las mulas en la primera entrada, por lo que Antonio nos pidió a
Jorge, Leonardo y a mí que fuéramos con ellos y camináramos hasta el cruce de
un arroyo, mientras él cortaba camino con los demás. Nos reuniríamos en el
cruce de un arroyo seco.
No tuvimos problemas para encontrar el punto, y ahí nos encontramos
de nuevo con todo el grupo por última vez en todo el camino del día. Nuevamente
Jorge apretó el paso y se repitió el patrón que seguimos a Wakná, aunque ahora
únicamente quedábamos al frente él, Leonardo y yo, por ratos cortos nos
alcanzaba Thomas y Nath.
Después de un buen rato de caminata, ya pasando las 2 de la
tarde, comenzábamos a tener hambre, por lo que fue una bendición llegar a un
claro con un pequeño toldo de plástico que es usado como punto de descanso. Ahí
estaban nuestras dos cocineras, Gaby y Pily, ya esperándonos. Nos prepararon
unos burritos que nos supieron a gloria, como toda la comida que ellas
preparaban.
La Florida
Este fue el último descanso que tomamos, solamente esperamos
a Antonio, que llegó con un segundo grupo cuando nosotros ya habíamos terminado
de comer. Jorge le pidió que nos dejara adelantarnos hasta el campamento de La
Florida, la meta final del día, y que nos diera indicaciones para llegar hasta
ahí. Nos indicó que solo había una intersección y que más adelante podíamos
encontrarnos con Gaby y Pily, que llegarían hasta allá en mula y seguramente
nos alcanzarían. Solamente Jorge, Leonardo, Nath, Thomas y Erik, además de mí,
teníamos el suficiente ánimo y fuerza para hacer el intento de llegar hasta la
Florida antes del anochecer. No sabíamos la distancia total desde Nakbé, había
datos que decían que eran 32 km, pero la verdad la tenía Carlos, quien afirmaba
desde el inicio que serían 37.
Erik nos pidió bajar un poco el fuerte ritmo que traíamos
anteriormente para poder seguirnos el paso, aunque esa disminución fue mínima.
Nuevamente él y Leonardo resultaban sorprendentes, ya que incluso Valeria ya se
había quedado atrás, nosotros imaginábamos al resto de nuestros compañeros ya
deshechos.
Estructura de La Florida
Fue en las tres horas siguientes que agradecí profundamente
haber entrenado tanto para realizar el recorrido. El sendero era sumamente
ondulante, rodeaba muchos árboles caídos y estaba lleno de subidas y bajadas.
Ya no hicimos más que algunas breves pausas y por ello logramos llegar antes
del atardecer a la esperada intersección, la cual estaba muy bien señalizada y
conducía a un camino mucho más grande, pero que tenía las peores condiciones. Nos
encontramos con un extenso "pantano" que aún tenía bastante agua por
tramos; estuvimos haciendo zigzag en senderos abiertos a machetazos en los
costados del camino principal y consideramos que, después de tanta caminata,
pasar por ahí teniendo que guardar el equilibrio y con mucho riesgo de
torceduras, era una tortura.
En algún momento Jorge se desvió más hacia un costado y
salimos a un camino que se bifurcaba, me pareció que acabaríamos dando vueltas
en círculo y Jorge se adelantó un poco para ver si estábamos en el rumbo
correcto. Por suerte ahí se encontró con nuestras cocineras y pudimos continuar
directo hacia el campamento de La Florida, arribando justo cuando el sol
comenzaba a ponerse. Logramos nuestro cometido y quedamos muy satisfechos.
La Florida
El cansancio físico ya se había hecho presente y nos
acomodamos como mejor pudimos en espera de que llegaran los demás y se montara
el campamento, mis pequeñas ampollas habían crecido un poco y eran más una
molestia que un problema; por primera vez me dolían los músculos y me costaba
acomodarme sentado en el suelo. Nos dieron algo de fruta, lo que calmó nuestra
hambre por un buen rato.
Imaginábamos a varios de nuestros compañeros sufriendo en la
oscuridad, por lo que nos sorprendió bastante que solamente una hora y media
después que nosotros arribaran todos a La Florida. Se habían organizado muy
bien para aplicar el mismo sistema de avisos de obstáculos que utilizamos de
noche en el regreso de La Muralla; Adriana había subido a la mula y Eduardo
hizo un último esfuerzo a pesar de sus pies lastimados. Valeria nuevamente tomó
el papel de enfermera y curó el pie de Eduardo, sus uñas rotas ya estaban
negras y el dedo pequeño se había convertido en una ampolla gigante. A pesar de
ello, afirmaba que eso no era nada comparado con las llagas que le salieron en
su primer trekking del Mirador y en la selva Lacandona, rumbo al sitio de
Miguel Ángel Fernández.
Pasaje abovedado
Al final cenamos por grupos, en este campamento solo había
una mesa pequeña donde no cabíamos todos, yo fui uno de los últimos en sentarse
y después me fui a dormir. Nuevamente tomé un tiempo para revisar mis ampollas,
las rozaduras en la pierna habían desaparecido por completo gracias a haber
usado un pantalón más holgado.
Desperté observando un pájaro carpintero imperial
directamente sobre mi tienda, estaba buscando insectos dentro del tronco de un
árbol alto. Al poco rato se le unió otro más y estuvieron algunos minutos
saltando de una rama a otra y picoteando la madera. El desayuno fue también por
grupos y yo aproveché para subirme a un árbol de Anona, una fruta cuya pulpa se
parece un poco a la de la Guanábana. Además de ella, en todos los senderos
encontramos muchos chicozapotes, los cuales también probamos.
Nuestro último recorrido arqueológico fue por el pequeño
sitio de La Florida, que tiene una única estructura parcialmente excavada. Es
un conjunto habitacional con varios cuartos separados por una sección central
más alta, que se ve como un montículo, pero que tiene en su interior un par de
pasillos abovedados. Antes de llegar ahí vimos una gran Ceiba, árbol sagrado
maya.
Luego de la breve visita, emprendimos la última marcha del
trekking. Únicamente nos separaban 10 km de Carmelita, el mismo punto de inicio
del recorrido, ya 6 días atrás. Este camino tenía muchas secciones del ya
conocido y odiado "pantano", por lo que no fue tan fácil como se
esperaría. Los últimos 2 km fueron también complicados porque cruzamos por
campos donde había montículos, pero ahí no había vegetación alta que cubriera
del sol y el calor era sumamente intenso.
La Florida
Llegamos todos juntos hasta la entrada de Carmelita, aunque
estábamos en el extremo contrario de un aeródromo, al otro lado estaba el
comedor, donde pasaríamos a comer. Íbamos caminando con calma cuando Jorge
empezó a correr y me retó a que lo alcanzara. Una última vez comprobaba la
efectividad de mi entrenamiento, porque no pudo aguantar por mucho tiempo y
terminé llegando primero que él, con bastante diferencia, la cual se acortó
porque no quise seguir corriendo con todas mis fuerzas. Era un gran contraste
con otros recorridos de antaño, donde Jorge siempre tuvo mejor condición que
yo.
Nos arrepentimos de haber corrido; en vez de quedar enteros,
habíamos gastado muchas energías bajo el sol, pero quedamos aliviados después
de comer y al encontrarnos con una buena ración de carne roja, la cual
extrañábamos desde el pequeño pedazo de puerco que nos tocó en el Mirador.
Fuimos al centro de visitantes a firmar la pared y celebrar
el éxito de la expedición. Después de ello abordamos una camioneta que nos
llevó hasta Flores. Ahí había mucho alboroto por la semana santa, por lo que
nos tuvieron que dejar en el centro comercial que está junto a la entrada al
puente que lleva a la isla. Los demás tuvieron que caminar bastante y nos
despedimos definitivamente de varios de ellos, pero Adriana y yo tuvimos suerte
de que el hotel en el que nos quedaríamos las siguientes dos noches estaba solo
a un par de cuadras de ahí y nos retiramos a descansar. Esa noche cenamos con
Eduardo, Mónica, Leonardo, Ernesto y Valeria.