domingo, 10 de septiembre de 2017

Viaje a Yucatán y Campeche pt. 19. Haltunchón y Halal

Haltunchón
Ya en el capítulo anterior dije que desde la cima de Cacabxnuc se podía ver a lo lejos un sitio muy similar que se llama Haltunchón (pila donde se bañan los zopilotes). Ése sitio es un solo edificio en pie que también está sobre un pequeño cerro; en 2013 lo visité junto con Julio y tuvimos serias dificultades para subir pues las lluvias nos azotaron e incluso nos obligaron a desistir en una ocasión de llegar arriba pues cayeron rayos muy cercanos que provocaron que huyéramos de ahí cuando íbamos a mitad de la pendiente.

Wilberth nunca había estado en el sitio, así que decidimos ir; en ésta ocasión la maleza estaba mucho menos crecida y pudimos ver un camino que la anterior vez estaba oculto, por lo que el ascenso fue sumamente fácil.
Edificio de Haltunchón

La estructura está muy deteriorada y tiene grietas y huecos en todos los muros, así como un gran agujero de saqueo en el piso de su única habitación. Toda su decoración externa está caida y no hay restos de alguna posible crestería que lo coronara; sin embargo, hay una franja de piedras que rodea la parte alta de la pared trasera y las laterales que presentan todavía una serie de glifos pintados en rojo, algunos de ellos aún muy nítidos.

Desde ahí pudimos ver también Cacabxnuc aunque fue un poco más complicado encontrar el cerrito en donde se encuentra, al parecer en la zona había una serie de estucturas parecidas a éstas que tenían contacto visual entre sí y por ello podían enviarse señales provenientes de sitios grandes como fueron Xcalumkín al sur y Dzotchén al norte.

Frente del edificio de Haltunchón
Tuvimos algunas dudas sobre el siguiente sitio a visitar, podía ser Dzotchén pero la hora ya vespertina hacía difícil que encontráramos guía; otros sitios circundantes estaban contemplados pero el camino era tan malo que decidimos no seguirlo. Wilberth sugirió ir a un sitio conocido por él al que llamaba Yalnón por estar cerca de un campo de menonitas así nombrado y yo me inclinaba por Halal (pastizal), un lugar muy enigmático para mí pues sabía que era un sitio mayor, marcado en mis mapas como muy importante, pero no tenía referencia alguna de lo que ahí se encontraba y las imágenes de satélite no mostraban nada identificable, excepto manchones de árboles en medio de campos de cultivo, pero tan grandes que no parecían ser montículos sino áreas cubiertas de selva.

Montículo en Halal, el lado derecho que sobresale es una escalinata
Cuando tomamos el desvío que llevaba a "Yalnón", me di cuenta de que aquel lugar y Halal eran exactamente el mismo. Llegamos a un gran campo de cultivo y de inmediato vimos un gran montículo que estaba rodeado de un manchón verde de árboles y maleza. La perspectiva era muy prometedora, aunque Wilberth de inmediato la atenuó diciendo que solamente había encontrado ahí algunos restos de decoración. Así fuimos directo a entrar a la maleza para llegar a la gran estructura que tendría unos 7 m de alto; en cuanto estuve junto a su base subí con gran esfuerzo pues las piedras estaban muy sueltas y habían enredaderas que surgían de todos lados repletas de espinas. Arriba el panorama era de total destrucción, ningún resto conservaba su forma y nada indicaba que hubiera ahí un templo superior a pesar de que muy probablemente lo hubo. Aún así al revisar más detenidamente pude ver que en uno de los lados parecía sobresalir una serie de rocas derrumbadas que dibujaban la forma de la vieja escalinata que permitía el acceso y que no conservaba ningún escalón.
Restos de dintel y jambas

Estuve un buen rato revisando toda la base del edificio y sólo pude encontrar algunas piedras lisas que pudieron ser recubrimientos o dinteles de puertas; no quería irme de ahí habiendo visto tan poco, era lo mismo que cuando fracasamos en encontrar algo más en Komchén o en San Francisco, en San Diego Buenavista tampoco encontramos arquitectura en pie pero ahí habían monumentos esculpidos... Me rendí con éste edificio y salí de ahí para cruzar el camino hacia otro manchón de selva donde se veía un montículo más bajo; el resultado fue el mismo aunque más atrás pude ver otro montón alargado de piedras y en su parte alta se veía un dintel todavía sobre las jambas que formaban una entrada y algunos restos de muros. Parecía que la suerte cambiaba pero no pude encontrar nada más. 
Primera habitación en la acrópolis de Halal

Ya estábamos a punto de irnos, el sol estaba bajando en el horizonte y parecía que no encontraríamos otra cosa, sin embargo había en el fondo del camino lo que parecía un cerro alargado totalmente cubierto de árboles, le dije a Wilberth que haría el último intento de encontrar algo de arquitectura en pie subiendo ahí pues parecía que en la región era regla que hubieran estructuras en las cimas de éstas lomas; crucé una huerta y al llegar a la base de éste cerro me di cuenta de que no era natural, por todas partes se veían restos de derrumbe y por fín, algunos muros que aunque muy dañados eran signo inequívoco de que se trataba de un edificio maya. Grité a Wilberth que se acercara y entre los dos comenzamos a recorrer una de las estructuras cerradas al público más increíbles que he visto en México: entre más avanzábamos había que subir por el derrumbe y encontrábamos más y mejores vestigios: al principio restos de muro, más arriba habitaciones con media bóveda en pie, con su frente caido y así hasta completar de contar 4 o 5 niveles que estimábamos alcanzaban casi 40 metros de altura y una base frontal de más o menos 120 metros... dimensiones colosales comparables con la gran acrópolis de Ek Balam.
Restos de puerta de entrada a una habitación

Cada rincón de éste edificio tenía algo nuevo para ver, a pesar de la gran destrucción de cuando en cuando teníamos pedazos de bóveda, muros parcialmente en pie, algunas entradas a habitaciones y que comunicaban cuartos entre sí, restos de decoraciones claramente de estilo puuc: columnillas, pedazos de mascarones de Chac, motivos geométricos... no podíamos perder mucho tiempo pues la oscuridad se acercaba rápidamente, ya veía destellos rojos colarse entre los árboles y dibujarse en las piedras de los muros.

Cada vez que alguno de nosotros avanzaba un poco se producía una exclamación de sorpresa al descubrir un nuevo detalle del edificio o al darnos cuenta de que arriba del nivel en que estábamos había otro con más construcciones y entre más subíamos parecía aumentar la conservación de las habitaciones que ahí encontrábamos.

De pronto y al dar la vuelta a un muro que formaba un ángulo de 90 grados con una línea de habitaciones en el tercer nivel del edificio, ví el cuarto más bellamente conservado del lugar, el cual tenía una entrada muy ancha soportada por dos columnas cuadradas con capiteles y su parte superior probablemente era lisa, un estilo constructivo muy diferente a lo que había visto en otros sitios cercanos y que me recordó más a Chichén Itzá que al puuc donde nos encontrábamos.
Habitación con entrada enterrada

De inmediato llamé a Wilberth y revisamos más de cerca la entrada, pudimos ver que detrás habían más habitaciones pero nos vimos completamente impedidos de pasar por la presencia de enormes panales de avispas, de ahí en adelante nos dimos cuenta que éste lugar era el más infestado de éstos insectos que hubiéramos visto, pues nos impidieron pasar a todos los recintos en pie o semienterrados y sus colonias alcanzaban un tamaño muy superior a los que estábamos acostumbrados a ver.

Ya comenzaba a ponerse muy oscuro cuando nos decidimos a seguir, divisando sobre éste nivel la cumbre del edificio que sobresalía más a la derecha y era mucho más esbelta que la base, ahí no quedaba nada en pie pero en su frente se observaba claramente el lugar que la escalinata de acceso ocupaba e incluso dos cuartos que quedaban directamente bajo ésta.
La habitación mejor conservada de Halal

Desde lo alto podíamos ver el atardecer ya muy avanzado y nos dimos cuenta de que la altura era muy grande en comparación con los otros montículos que vimos en el lugar, a penas podíamos divisar la planicie entre el follaje y nos dábamos cuenta que la bajada sería difícil y peligrosa por la inclinación y porque no podríamos llegar a la base antes de que la oscuridad bajo los árboles fuera casi total; aún así nos detuvimos en una de las habitaciones bajo la escalinata y pudimos ver que contenía dos entradas a recintos más profundos, sin embargo el panal de avispas más grande del lugar junto con 3 más pequeños nos impidieron el paso de nuevo; ésta habitación tenía otro secreto guardado que supimos días más tarde y volvimos al final del viaje para verlo...
Atardecer desde la acrópolis de Halal

El cielo aún no se veía completamente negro pero ya se podían divisar algunas estrellas cuando dejamos la última habitación para descender del edificio, sin embargo ya no podíamos ver ningún detalle del suelo que pisábamos, la inclinación inicial era de vértigo y poco a poco iba suavizándose pero nos obligó a avanzar de forma lenta y titubeante pues a cada momento peligrábamos de caer a una considerable altura que resultaría muy perjudicial para nosotros. Nuevamente teníamos la muestra del gran tamaño de ésta acrópolis pues parecía que la bajada era interminable. Finalmente alcanzamos la planicie y nos dirigimos al carro; al salir de entre la maleza de inmediato el camino pareció iluminarse, así de cerrado era el follaje sobre el edificio. Todavía antes de irnos me puse a mirar la gran mole de la que acabábamos de regresar, sin duda es uno de los lugares más grandiosos y enigmáticos que he conocido.
Acrópolis de Halal desde el camino

Una vez que salimos de ahí, nos dirigimos directamente hacia Hopelchén, el corazón de la región de los Chenes, donde Wilberth nació y donde aún vive una parte de su familia, nos quedamos con ellos y nos asignaron una habitación donde tendimos dos hamacas para dormir. Estuvimos conversando un rato y cenamos; finalmente terminó un día muy productivo a pesar de haber comenzado nuestra exploración ya bastante tarde.



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