Caminando por la selva rumbo a La Tortuga |
Es muy inusual que cierre un viaje con un recorrido fuerte, normalmente el último día hay algún sitio sencillo o ninguno pero en ésta ocasión fue muy diferente; el viaje comenzó de una manera muy complicada y terminó igual aunque por muy diferentes circunstancias.
El último día de viaje fue el 2 de enero, despertamos un poco más tarde que otras veces pues solamente teníamos un recorrido ya decidido. Días antes, Eduardo había contactado a Ezequiel Cahuich en 20 de Noviembre para que le avisara a quien sería nuestro guía (un chiclero que vive ahí mismo y a quien todos llaman Eli) que estuviera disponible para llevarnos a un sitio que hacía alrededor de 10 años que nadie había pisado, el cual tampoco había sido muy visitado desde su descubrimiento relativamente reciente. Eli había reubicado el lugar durante su temporada de trabajo en la extracción de chicle de los árboles de chicozapote en los meses pasados y ésta era la principal razón para que Eduardo hubiera hecho el viaje hasta la zona de Xpujil: quería visitar el sitio de la Tortuga.
Restos de habitación sobrepuesta |
Desayunamos en el hotel donde estaba Eduardo, dejamos nuestras cosas en su habitación pues ya no pasaríamos otra noche en nuesto hotel y luego tomamos un taxi al poblado que nos sirvió de base para visitar Río Bec días antes; en poco tiempo llegamos y nos encontramos con Eli, a quien Eduardo ya conocía pero que Ernesto y yo tan sólo habíamos oído nombrar. No había vehículos para llevarnos, así que nuestro guía nos pidió que lo esperáramos en lo que intentaba conseguir alguno; nos sentamos afuera de un pequeño recinto que solía ser el museo del poblado, que ahora fungía como biblioteca y como no teníamos nada mejor que hacer, nos entretuvimos arrojando pequeñas piedras hacia una mucho más grande, compitiendo entre nosotros para ver quién podía atinarle más veces seguidas, Eduardo ganó por mucho y yo estuve en el segundo lugar un rato hasta que Ernesto pudo rebasarme y así terminamos pues no pude alcanzarlos.
Luego de un buen rato de espera, Eli apareció diciendo que no pudo conseguir ningún auto o camioneta, que quizá podríamos ir en bicicleta pero que las que había no estaban muy bien de los frenos; nosotros sin dudar sugerimos caminar y aunque nuestro guía estaba en un principio renuente a ello, finalmente fue la única opción que nos quedó y salimos andando nuevamente por la brecha que lleva a Río Bec.
Restos de la torre norte |
El camino fue bastante largo pero la primera parte bastante tranquila, Eli jamás paraba de platicar y así recorrimos una buena parte de la senda que habíamos recorrido días antes en camioneta hasta que finalmente nos desviamos con dirección al sur. Durante todo ese tiempo, que fue de casi dos horas tuvimos noticias de varios sitios arqueológicos perdidos de la zona y del proceso de extracción del chicle, para lo cual se hacen unos cortes en zig zag a lo largo de la corteza de los árboles de chicozapote, colocando un recipiente en la parte baja que recoge la sabia que resbala por las incisiones, produciendo hasta 3 o 4 litros por vez, aunque es habitual obtener menos y algunas personas afirman haber conseguido hasta el doble de eso. La actual temporada no había sido buena por la poca lluvia que cayó en la zona.
En ésto estábamos cuando llegamos junto a una aguada, que se veía como una depresión con menos árboles grandes y gran cantidad de maleza a nuestra derecha, ahí nuestro guía nos indicó que debíamos dejar la brecha e ingresar a un pequeño sendero en la selva, así que nos internamos entre la vegetación, avanzando 200 o 300 metros, luego de ello vimos desde una pequeña elevación otro camino muy ancho y desde ahí Eli pareció extrañarse pues no debíamos encontrar nada como eso; nosotros no podíamos ubicarnos por lo cerrado de los árboles, la falta de una buena visión de la posición del sol y porque giramos varias veces en el sendero.
Crestería con mascarón estilizado |
Nos dirigimos al camino grande y entonces Eduardo con un tono de broma le reclamó a Eli que no tenía que hacernos perder el rumbo porque nosotros no podríamos llevar a nadie a La Tortuga sin él, pero nuestro guía estaba firme en que algo extraño pasaba pues de alguna forma debimos haber regresado al camino por el que veníamos en otro punto diferente, así que su intención era regresar junto a la aguada, nos decía que fuéramos hacia la izquierda aunque nosotros creíamos que nuestro punto de inicio era hacia el otro lado. En esa parte vimos montículos de mediano tamaño entre la selva y eso nos hizo creer que íbamos en buena dirección y nuestro guía no quería que nos aprendiéramos la ruta, por lo que no le creímos que se había desorientado hasta recorrer 2 kilómetros, cuando Eli se convenció de que habíamos caminado mucho más que lo que se necesitaba para regresar al lugar donde entramos a la selva y llegamos a una segunda aguada diferente a la que vimos primero. Emprendimos el regreso y cuando llegamos a donde estaban los montículos, entramos un poco en la selva para ver lo que había ahí, pues nos pareció distinguir una pared, sin embargo todo estaba muy destruido y solamente se veían algunas piedras alineadas que mostraban la existencia de un muro que a penas se asomaba entre la tierra y el verdor. Éste lugar no tiene nombre y más tarde al buscarlo en mis mapas, encontré que está designado por los arqueólogos como G-24.
Las torres entre la selva |
Seguimos por el camino y ninguno de nosotros estaba seguro de a dónde nos llevaría, por lo que los siguientes metros fueron un poco tensos hasta que finalmente vimos la primer aguada, Eli tuvo razón al creer que extrañamente habíamos vuelto al camino pero se equivocó de dirección para volver a comenzar la búsqueda del sendero a La Tortuga.
Volvimos a meternos en la selva unos metros atrás de donde intentamos la primera vez, yo llevaba mi brújula en la mano tratando de verificar que no camináramos en círculo nuevamente, sin embargo luego de rodear una loma muy pequeña me fue imposible determinar en qué dirección nos habíamos movido, ¡así de difícil es moverse en una selva tan cerrada como la de la reserva de la biósfera de Calakmul!.
Restos de habitación con estuco |
Eli pareció desorientado un momento y nos indicó que lo esperáramos, se internó en la selva y luego de unos minutos escuchamos su llamado en forma de grito agudo, que es la forma en la que se comunican unos con otros los chicleros y los monteros así que le respondimos y caminamos hacia donde creíamos que el sonido provenía. Así encontramos finalmente el sendero que rodeaba una tercer aguada y que Eli reconocía como el que conducía a La Tortuga.
Caminamos casi 2 kilómetros por entre la selva cuando nuevamente Eli se adelantó para buscar el edificio prehispánico del sitio, poco después nos volvió a llamar aunque ésta vez fue un poco difícil seguir el sonido y tuvo que regresar por nosotros algunos metros para luego comenzar a subir por una elevación natural hasta que a nuestra derecha vimos entre los árboles la silueta fantasmal de un gran edificio maya; después de 17 km de caminta, finalmente habíamos llegado a La Tortuga.
Restos de pintura |
Lo primero que pudimos apreciar es que todo el edificio estaba sobre una gran plataforma alargada y en la parte superior se notaban claramente dos torres de estilo Río Bec y una pared que debía pertenecer al palacio que había entre ellas.
Ésta estructura de La Tortuga debía parecerse un poco al edificio II de Hormiguero, pues al rodear un poco vimos que había una hilera de habitaciones a los lados aunque debajo de la plataforma principal, a nivel del piso; debía haber existido una escalinata que llevara a la planta alta pero no quedaban rastros de ella. El edificio se extendía de norte a sur y en ese sentido fue nuestro recorrido; lo primero que vimos fue una parte del techo de la habitación baja que sobresalía de ese lado aunque casi en su totalidad era ahora solamente un montículo, notamos que los cuartos en ese costado habían sido construidos después que el cuerpo principal del edificio pues la bóveda se veía sobrepuesta al talud de la plataforma.
Pintura mural azul |
Rodeamos todo el lado norte de la estructura hacia el lado contrario al que llegamos, parecía que por ahí era el acceso al edificio y subimos por la parte central que posiblemente era donde alguna vez estuvo la escalinata para ascender, aunque ahora era imposible decirlo por la gran destrucción que había en ésta sección, todo estaba cubierto de plantas y una gruesa capa de tierra que no dejaban ver ningún detalle.
Una vez arriba y sobre la gran plataforma, se veían claramente las dos torres y en sus costados que miraban al centro del edificio se veían los restos del techo de una sola habitación que conservaba gran parte de su muro trasero; ahí estaba el primer detalle extraño que nos llamó mucho la atención pues claramente se dibujaba una entrada que había sido completamente sellada, lo que nos hizo dudar de si el frente del edificio había sido por donde subimos o alguna vez estuvo del otro lado y llegaba a la puerta clausurada.
Muro con estuco y restos pictóricos |
Eduardo se adelantó junto con Eli hacia la torre sur y nos llamó pocos segundos después; llegamos hasta donde estaban ellos, la elevación de ese lado mostraba gran parte de su muro externo en buenas condiciones, tanto que se veían los cuerpos que simulaban los taludes de un templo real, parecía que ahí llegaba la plataforma pues había una pendiente bastante pronunciada más atrás, pero a menos de un metro al sur de la pared de la torre se alzaba un muro calado que tenía lo que parecía un mascarón estilizado, éste era sin duda parte de una gran crestería que estaba sobre las habitaciones bajas del lado sur, por lo que quizá, si el edificio era simétrico, los primeros cuartos que vimos del lado norte también tuvieron un remate parecido, ésto era muy extraño pues no se parecía a ningún edificio del estilo que hubiéramos visto; Eli dijo que el sitio se llamaba La Tortuga porque en ésta parte se había encontrado una especie de escultura de dicho animal aunque ya no estaba ahí. Al parecer el edificio completo era una plataforma con habitaciones rematadas con cresterías a cada lado y en su parte superior un pequeño palacio tipo Río Bec con sus dos torres empinadísimas.
Habitación de las pinturas |
Pasamos entre la torre y el muro calado y bajamos por lo que parecían ser los escombros de una habitación, desde ahí se podía apreciar muy bien las paredes perfectamente expuestas de esa parte de la estructura. Ernesto y yo estuvimos ahí un rato quitando ramas que estorbaban la vista y tomando fotografías mientras que Eduardo prosiguió con la inspección del lugar; nuevamente escuchamos su llamado emocionado y nos dirigimos a la parte más baja del lado sur, donde vimos restos de otra habitación que estaba detrás de la derrumbada, el muro entre ellas era el que sostenía la crestería. Aquí había estuco bien conservado aunque de un color muy grisáceo y mostraba algunos detalles decorativos; del lado pegado a la plataforma principal había una abertura y desde ahí pude ver que llevaba a una habitación con estuco completamente blanco, y Eduardo estaba ahí dentro.
Orificio cuadrado en la torre norte |
Fui el último en pasar pues dejé todas mis cosas junto a la entrada y entonces mis compañeros me indicaron que mirara las paredes: justo a mi izquierda había una esquina pintada con una franja roja y en los muros del fondo había figuras en tonos azules, amarillos y también rojos, por desgracia había secciones de muro muy dañadas y ya no se podía distinguir exactamente lo que representaban los coloridos trazos.
Para terminar de observar todo el edificio, salimos de ésta sorprendente habitación y rodeamos hacia el lado por el que llegamos pero que aún no habíamos observado de cerca; ahí había una pared vertical que parecía elevarse desde el suelo hasta las torres y el palacio central aunque todo lo que se apreciaba eran burdas rocas que formaban el relleno del edificio, ningún recubrimiento quedaba en su sitio. Por aquel lado no había ningún indicio de escalinatas y podíamos ver la misteriosa entrada cerrada muy por encima del nivel del suelo donde nos encontrábamos, yo me imaginé que si había habido escaleras ahí seguramente fueron simuladas, Eduardo en cambio sugirió que quizá había recintos bajo la rampa de subida que colapsaron y dejaron el aspecto que veíamos, era imposible decirlo sin un estudio profundo del lugar.
Vista del edificio desde la entrada de la habitación de las pinturas |
Así llegamos a las primeras habitaciones que vimos en el lado norte, Eli y yo quisimos subir a la torre de ese lado, pues parecía ser más accesible que la otra, así que trepamos usando los árboles que crecían por todas partes como apoyo y ascendimos casi hasta la parte más alta, que estaba cubierta por gruesas ramas llenas de espinas.
Ahí, aunque había mucha destrucción, se podía distinguir un poco que el templo simulado superior seguía en su lugar a pesar de haber perdido todas sus piedras de recubrimiento pues se notaba la pequeña plataforma que lo sostenía (era donde estábamos parados) y las esbeltas paredes laterales. Incluso pude ver un orificio cuadrado que pasaba de lado a lado, desconozco para qué se usaban éstos conductos pero los había visto en las torres de Río Bec y de Mirador Chico.
Torre sur y crestería |
Así terminamos el recorrido por éste sorprendente lugar, estábamos sumamente contentos por haber llegado e intrigados por las extrañas características del edificio. Emprendimos el regreso, con lo que la caminata llegó a los 30 km totales, una distancia bastante considerable en la selva. Sin embargo cada kilómetro lo intentábamos recorrer en el menor tiempo posible y terminamos caminando a un ritmo fuertísimo, lo cual nos dejó cansados y con la necesidad de estirar los músculos al llegar a 20 de noviembre para podernos mover luego de parar.
Eli nos buscó quién nos llevara de regreso a Xpujil y ésta vez tuvimos mejor suerte que en la mañana, nos despedimos de nuestro guía y nos fuimos a cenar en el mismo lugar que las noches anteriores, a penas podíamos caminar por el dolor muscular pero al terminar Eduardo nos permitió bañarnos y dormir un poco en su habitación pues Ernesto y yo debíamos tomar el camión de regreso a la 1 de la mañana, supuestamente la corrida era a las 2 pero nos advirtieron que llegáramos antes pues podía adelantarse.
Ya entrando la madrugada nos despedimos de nuestro amigo que se quedaba algunos días más y penosamente (por los músculos agotados) caminamos hasta la terminal de camiones, ahí vimos un autobús de la marca TRT, misma que nos llevaría a Villahermosa. Nos sorprendió mucho que fuera nuestro autobús y nos alegramos por un momento de no tener que esperar, la felicidad duró muy poco... Subimos con nuestras cosas y nos dimos cuenta de que no quedaba ningún lugar libre, además de ello me molestó ver que muchos asientos estaban ocupados por niños muy pequeños que bien podían ser llevados en brazos de sus madres, quienes ni se inmutaron al ver que tendríamos que viajar de pie. El panorama era horrible: eran 7 horas hasta nuestro primer destino y estábamos sumamente cansados, sin embargo una hora después alguien bajó (era una corrida de segunda, que para en todas partes) y dejé que Ernesto se sentara. Yo aún permanecí de pie hasta una hora después, cuando arribamos a la ciudad de Escárcega y gran parte de los pasajeros bajaron.
A partir de ahí nos quedamos dormidos casi todo el camino hasta que llegamos a la terminal de Villahermosa; tuvimos que esperar 4 horas hasta la salida del otro autobús que nos llevaría al término del viaje aunque teníamos la fortuna de que el mismo paraba en Puebla; ahí Ernesto se quedaría, así que podíamos seguir conversando los momentos en que estuvimos despiertos. Al medio día salimos finalmente con rumbo al centro del país y todo parecía ir muy bien hasta que quedamos atrapados en el tráfico llegando a Córdoba, Veracruz. Ernesto llegó a Puebla a las 10 pm y yo arribé a la Ciudad de México pasando la media noche. Terminó así un viaje muy accidentado pero que acabó siendo muy interesante.
Únicamente me queda agradecer muchísimo a Neftalí, quien además de haber ayudado a organizar éste recorrido (y fue nuestro último trabajo juntos), me enseñó mucho durante el tiempo en que lo conocí, aunque nunca volveré a viajar físicamente con él, permanecerá en mi memoria siempre... por otro lado también agradezco a Fernando y Quintín, quienes hicieron un buen esfuerzo para lograr sacar adelante el recorrido en grupo, a pesar de nuestras diferencias en la ejecución del mismo; así como a las personas que asistieron, en especial a Adriana porque me ayudó a sobrellevar mi frustración con tantos problemas de viaje; a Ernesto, pues gracias a él y a su ayuda pude completar todo el viaje, además de que es un excelente compañero de exploración; finalmente a Eduardo, a Carlos Uc May y su novia Paola, pues por su intervención pudimos llegar a una buena parte de los sitios del final del recorrido sin problemas y a Adriana Velázquez Morlet por el permiso para accesar a Chakanbakán. Por otro lado también debo agradecer a nuestros guías Samuel Cahuich, Eli, don Wenceslao Hernández Lázaro, y el joven de Eugenio Castellot cuyo nombre se escapa a mi memoria, también a Reyes Estuardo de León, quien nos salvó en Yaxhá de una cruenta caminata y la destrucción de una mochila de turista... (jajaja)
Únicamente me queda agradecer muchísimo a Neftalí, quien además de haber ayudado a organizar éste recorrido (y fue nuestro último trabajo juntos), me enseñó mucho durante el tiempo en que lo conocí, aunque nunca volveré a viajar físicamente con él, permanecerá en mi memoria siempre... por otro lado también agradezco a Fernando y Quintín, quienes hicieron un buen esfuerzo para lograr sacar adelante el recorrido en grupo, a pesar de nuestras diferencias en la ejecución del mismo; así como a las personas que asistieron, en especial a Adriana porque me ayudó a sobrellevar mi frustración con tantos problemas de viaje; a Ernesto, pues gracias a él y a su ayuda pude completar todo el viaje, además de que es un excelente compañero de exploración; finalmente a Eduardo, a Carlos Uc May y su novia Paola, pues por su intervención pudimos llegar a una buena parte de los sitios del final del recorrido sin problemas y a Adriana Velázquez Morlet por el permiso para accesar a Chakanbakán. Por otro lado también debo agradecer a nuestros guías Samuel Cahuich, Eli, don Wenceslao Hernández Lázaro, y el joven de Eugenio Castellot cuyo nombre se escapa a mi memoria, también a Reyes Estuardo de León, quien nos salvó en Yaxhá de una cruenta caminata y la destrucción de una mochila de turista... (jajaja)