Tarde en Mérida |
Después de mi última experiencia guiando en grupo no me quedaron ganas de volverlo a hacer, atrás quedaron los días en que pasaba mis tiempos libres acomodando logísticas de futuros recorridos, yendo a reuniones de planeación en las que casi nunca avanzábamos en nada pero que alimentaban nuestras ganas de salir a puntos en los que nunca habíamos estado antes.
A finales del 2018 ya hacía tiempo que nuestro viejo grupo VAM no era más que una momia despojada de alma, mucho tiempo antes prácticamente no quedaba ya nadie de los que alguna vez pusimos un poco de nosotros para levantar ese proyecto. Para mí, el breve paso que tuve en arqueoviajes en el anterior recorrido a la zona maya fue el final del último intento de revivir lo que era tener un grupo como ese; no hay ya condiciones para ello, los choques entre las personalidades contrastantes de varios de nosotros son inminentes y los que tenían la capacidad de unir tanta disparidad ya no están. Todo ello repercutió en el siguiente viaje a las tierras del mayab, el cual desde un año antes ya se había mencionado y proyectado como un hipotético recorrido en un grupo al menos de 3 y abierto a más personas... a medio año yo ciertamente dudaba que fuera a realizarse.
Casa de Montejo |
Después de un montón de cuestiones se pudo hacer el viaje gracias a que por primera vez desde que empecé con mis travesías, mi amiga Adriana Leurette me pidió que fungiera de guía privado pues quería conocer nuevos sitios mayas, además de ello me dio carta blanca para escoger el recorrido e invitamos a varios amigos para vernos en el camino e incluso para explorar junto con nosotros. Fue transcurriendo el tiempo y me dediqué a recopilar información, dejando la logística como una cuestión mínima: la base del viaje sería en Oxkutzcab, Yucatán, se rentaría un carro y ya.
Por otro lado se dio el caso de que mis amigos Eduardo y Julio salieron 10 días antes que nosotros a recorrer desde Chiapas hasta Yucatán; Carlos Uc May coincidiría también ahí, incluso Ernesto andaría por los rumbos aunque un encuentro con él era improbable. Que tantos amigos coincidieran en el mismo lugar con distintos recorridos era algo que nunca había ocurrido y ciertamente también lo aprovechamos. El nuestro fue un viaje austero pero bastante nutrido y con muchas anécdotas que sin más he de contar en este nuevo diario de viaje. Además de Adriana, tuve la oportunidad de compartir tiempos variados con todos los ya mencionados y algunos más.
Montículo en Calotmul de Yaxkukul |
Para comenzar, nos vimos obligados por los muy altos precios de los boletos de avión a llegar hasta Mérida en autobús, por ello tuve que salir de mi casa el 25 de diciembre con mucha anticipación para llegar a la terminal TAPO. Debido a que la ciudad estaba desierta llegué demasiado pronto y me la pasé deambulando y cargando mi celular para procurar tener la batería a tope durante el larguísimo recorrido.
Así llegó la hora en que vocearon que nuestra corrida estaba por salir y era necesario abordar, pero Adriana no aparecía. Ciertamente era algo que ya me esperaba por lo que estuve bastante despreocupado hasta que me acerqué a la puerta de abordaje y empecé a escuchar que estaban por dar el último aviso para salir. Estuve a punto de ir a hablar con el conductor para que diera unos minutos a Adriana cuando por fin la vi llegar, no hubo necesidad de correr porque había un trío de pasajeros que querían llevar sus bicicletas y estaban esperando a que los dejaran colocarlas en el portaequipaje. Finalmente llegamos a nuestros lugares y me dí cuenta que había perdido una almohada para el cuello que compré días antes, seguramente se me había caído al sacar los boletos de mi mochila...
Montículo de Calotmul |
A pesar de nuestros temores, las 24 horas de viaje fueron mucho menos incómodas y pesadas de lo que esperábamos; hubo paradas en Orizaba, La Tinaja, Villahermosa, Ciudad del Carmen y Campeche y en cada una bajamos a estirar las piernas. Mientras esto pasaba yo me ponía de acuerdo con mi amigo Balta de Mérida para vernos y Adriana consiguió que nos entregaran el auto rentado la noche de nuestra llegada sin costo extra pues antes de eso teníamos previsto recogerlo al amanecer del día siguiente.
Llegamos a Mérida el 26 de diciembre poco antes de las 5 pm por lo que no había tiempo de hacer mucho, así que caminamos desde la terminal hasta el zócalo de Mérida y pasamos a dejar nuestras cosas en el hostal que se encuentra junto a la casa de Montejo y ya que dicha casa es un museo histórico que cierra a las 7 pm aprovechamos para visitarla y para observar una exposición de fotos antiguas de lugares y sitios arqueológicos yucatecos.
Restos de templo en Calotmul |
Un poco más tarde y luego de pasar a la librería Dante del zócalo, (una parada obligada para mí en todas mis visitas a Mérida), llegaron nuestros amigos Balta y Nubia, a quienes les pedimos que nos sugirieran un buen lugar para cenar, así que fuimos a una famosa taquería cercana y pedimos unas papas rellenas que yo recordaba de viajes pasados y que son muy ricas.
Para terminar el día fuimos a recoger el carro a unas cuantas cuadras de ahí, nos dieron un spark bastante maltratado y nos contaron que luego de haberlo rentado a unos funcionarios del gobierno había quedado así. Para nosotros no era problema mientras nos sirviera para llegar a todos los sitios que pensábamos visitar, de los cuales yo tenía una lista de 40 probables y no teníamos ninguna idea de cuántos visitaríamos en realidad al final (como suele ocurrir en los viajes de ese tipo).
Una última dificultad me ocurrió al llegar al hostal: desde antes de comenzar el viaje decidí que para ahorrar gastos en lugar de pedir una cama para mí dormiría todos los días en mi pequeño y muy versátil colchón inflable... ¡Cuál fue mi sorpresa al descubrir que durante el viaje de llegada se había ponchado!, por fortuna era una situación prevista (aunque nunca imaginé que pasara tan pronto) y llevé algunos parches, por lo que tuve que pasar un rato arreglando el desperfecto, lo cual no resultó del todo pues al amanecer mi espalda ya estaba rozando el suelo por una lenta pero constante pérdida de aire, decidí preocuparme por ello después.
Noche en Mérida |
Aún no salía el sol cuando tomamos todas nuestras cosas, las subimos al auto y salimos para nuestro primer día de recorrido de verdad. No puedo describir la emoción que me da recorrer la zona maya (en especial Yucatán), aunada a tener la ruta en mis manos y poder ir a donde mejor me parezca, y la primera parada fue una decidida justo en el instante... Tomamos rumbo a Yaxkukul y entonces comencé a fijarme en las curvas del camino, luego de una vuelta a la derecha supe que me había pasado del destino y hubo que dar vuelta en U para volver a intentar dar con el sitio deseado, cosa que no ocurrió y se repitió lo mismo pero en el sentido contrario. Como tampoco funcionó decidí que era mejor estacionarse y buscar a pie.
Luego de algunos metros dimos con un pequeño sendero y entramos por ahí, encontrando varios montículos bajos; finalmente y luego de batallar con la maleza encontramos una estructura más grande y completamente destruida. Adriana no quiso subir por la piedra tan suelta que había en las laderas, pero yo si ascendí y me encontré con los restos a penas visibles de un templo superior que consistían en dos filas de piedras que formaban un rectángulo. El sitio lleva por nombre Calotmul de Yaxkukul, fue el primero del recorrido y estaba tan enselvado que no creímos encontrar nada significativo a parte de lo que ya habíamos visto, por lo que dejamos nuestra humilde primera parada y seguimos rumbo al norte de Yucatán, a un sitio que ya se me había escapado dos años antes, a penas iba por mucho una hora de recorrido y ya tenía los brazos llenos de rasguños por las espinas...
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