Teteles de Ávila Castillo |
Después de salir de Xiutetelco nos encontramos con que la carretera hacia Teziutlán estaba cerrada, por lo tanto tuvimos que dar un rodeo para pasar una gran barranca que nos separaba de dicha población que quedaba en nuestra ruta y a la cual entramos para ver su centro; luego de equivocarnos de camino llegamos a la plaza principal y viendo que la iglesia parecía tener una fachada reconstruida o no muy antigua, decidimos seguir adelante hasta Teteles de Ávila Castillo.
Nos tomó poco tiempo llegar y nos dirigimos a una zona al norte del poblado para encontrarnos con el sitio arqueológico del lugar. Comenzamos a ver una serie de plazas rodeadas de montículos medianos que estaban cercadas, una parte con letreros del Inah. El pasto estaba bien cuidado y había vacas pastando, por un momento creimos que no podríamos pasar pero luego vimos a un trabajador que estaba ahí dentro y luego de llamarlo por señas nos indicó que entráramos.
Montículos en la plaza principal |
El sitio no tiene arquitectura expuesta, por lo que únicamente pudimos observar los montículos, algunos de ellos alargados y otros cónicos. Subimos al que nos pareció más alto y ahí pudimos corroborar que se trataba de dos plazas y quizá más allá hubieran otros edificios que ahora estaban en terrenos particulares y con construcciones modernas encima.
Aquí concluimos con los sitios arqueológicos que habíamos ubicado para visitar en el viaje. Aún nos quedaba un poco de tiempo, así que Jorge buscó en su celular lugares cercanos para visitar, nos mostró una cascada cercana llamada Puxtla y al ver que tenía una gruta detrás de la cortina de agua decidimos dirigirnos hacia ahí de inmediato.
Cascada de Puxtla |
Nos costó trabajo salir de Teteles de Ávila Castillo porque nos encontramos con una calle cerrada por reparaciones pero luego de unos minutos ya estábamos en camino a Yaonáhuac, a poca distancia de ahí llegamos a una terracería que se dirigía a la cascada. Avanzamos alrededor de 300 metros y llegamos a una casa donde una señora preparaba antojitos en un comal y luego de preguntar nos indicó que sería mejor estacionarnos ahí pues comenzaba a llover y el camino adelante se pondría difícil. Tomé mi capa para la lluvia, Jorge su cámara y Ernesto dejó casi todo excepto su celular y comenzamos a caminar, a los pocos metros la lluvia comenzó a caer cada vez más fuerte hasta que se convirtió en un tremendo aguacero que me obligó a cubrir la mochila de mi cámara con todo lo que pude y a Jorge a meter su cámara bajo el grueso chaleco que traía puesto.
Llegamos a una pequeña presa y vimos que ahí iniciaba la caida de la cascada, nos acercamos al borde del precipicio y parecía no tener fondo ya que la lluvia era tan fuerte que no dejaba ver más allá de unos cuantos metros, por ninguna parte se veía por dónde bajar pero encontramos a unas personas que nos dijeron que el camino al fondo de la barranca estaba más atrás, recordando que habíamos visto un sendero con marcas que habíamos ignorado.
Vista desde el interior de la gruta |
Dimos con las marcas y vimos que ahí comenzaba una senda algo empinada por la que escurría fuertemente el agua, parecía un poco peligroso bajar en esas condiciones pero Jorge y yo decidimos seguir mientras que Ernesto prefirió regresar a esperarnos. Nuestras precauciones fueron infundadas pues a pesar de la gran cantidad de agua jamás nos resbalamos y la lluvia comenzó a mermar conforme descendíamos, así llegamos al fondo donde vimos primero un pequeño arrollo y luego la cascada frente a nosotros, nos encontramos con algunas chicas que comenzaban a subir de regreso y luego nos quedamos solos con un paisaje bellísimo solo para nosotros.
Cascada de Puxtla |
La caída de agua tiene 70 metros de altura y aunque es delgada es sumamente bella, con la lluvia además se habían formado algunas caídas muy pequeñas alrededor de la gran pared que limitaba la barranca en la que nos encontrábamos. Del lado izquierdo del agua había una gruta no muy profunda y luego de cruzar el arroyo y de meternos en el agua casi hasta las rodillas entramos en el abrigo rocoso donde por fín pudimos sacar las cámaras y mantenerlas secas aunque ya casi dejaba de llover. La vista ahí combinaba las paredes llenas de musgo de la barranca con los árboles de las laderas, el negro de las piedras del fondo y el blanco de la cascada que se difuminaban con la lluvia ligera. Estuvimos ahí un rato y yo subí a la parte de la gruta que pasaba justo detrás de la cortina de agua, ahí había un tremendo viento que llevaba el rocío hacia arriba y terminé sumamente mojado.
Salimos de ahí muy contentos por haber podido visitar la cascada antes de regresar a la ciudad y subimos de nuevo hasta el carro, a mi me costó algo de trabajo pues hacía tiempo que no subía a ningún cerro ni montaña tan empinados pero finalmente llegamos donde dejamos el auto y ahí nos encontramos de nuevo con las chicas que vimos en el fondo de la barranca. La señora nos permitió cambiarnos en su casa para estar secos y luego aprovechamos para comer ahí y todo fue bastante económico. Finalmente tomamos rumbo a la ciudad de México y unas horas después terminamos el recorrido que fue de tan solo 2 días pero sumamente nutrido de destinos, todos ellos muy interesantes y bellos.
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