sábado, 21 de diciembre de 2024

Estancia arqueológica en Campeche. Parte 1. Del AIFA a Mérida

En agosto de 2024 entré a estudiar la Maestría en Estudios Mesoamericanos en la UNAM, con un proyecto sobre arqueología doméstica en Calakmul. Un par de meses después de comenzar con las clases apareció la convocatoria para solicitar apoyo para hacer trabajo de campo; tuve la oportunidad de programar una estancia de cinco semanas en Campeche para analizar lítica excavada en un pozo de sondeo de uno de los conjuntos habitacionales de mi sitio de estudio. Mis asesores estuvieron de acuerdo y pedí permiso para ausentarme la última semana de trabajo y permanecer en el sureste hasta el fin de semana anterior a navidad. 

No tuve problemas para obtener el apoyo e hice los preparativos por mi cuenta, a diferencia de los primeros viajes que hice de esta manera, hace ya más de una década, ahora todo es mucho más sencillo. De una aplicación a otra y de página en página de internet conseguí rentar un departamento por 34 días y los vuelos de ida y regreso hacia Mérida, ya que ir directo a Campeche resultaba mucho más caro y no creí que valiera la pena. Por supuesto, tenía pensado ocupar los fines de semana para visitar sitios arqueológicos y desde semanas antes de partir ya había hecho algunos planes con los Williams de Mérida, con Leonardo y Juán, todos participantes en los viajes de El Mirador y El Petén, en las vacaciones de semana santa de 2023 y 2024. 
AIFA

Los últimos días antes de salir fueron bastante complicados, tenía que preparar dos ponencias, un examen y varios trabajos finales que entregaría antes que todos los demás por ausentarme sin terminar el semestre, aún así me di tiempo para ver algunos amigos y para salir con mis compañeros después de clases (alguien me dijo que parece que tengo un pacto con el diablo, porque siempre tengo tiempo para todo). El 15 de noviembre hice un examen y justo al día siguiente fui a casa de mi mamá, mucho más cerca del AIFA, desde donde saldría mi vuelo a Mérida, además de que el 16 es su cumpleaños y aprovecharía para estar ahí. Pasé la última noche en la ciudad ahí y al día siguiente estuvimos un buen rato comprando cosas, aunque aproveché para conseguirme unos tenis, la última adición a mi equipaje, que ya estaba a reventar.

Finalmente, me acompañaron al mexibús, el cual tomé hasta su terminal en el mismo aeropuerto, fue un trayecto algo complicado por la mochila grande y que el camión tardó demasiado, por lo que iba a reventar. Llegué con buen tiempo al AIFA, por lo que pude hacer mis preparativos con toda calma. Había leído muchas quejas de ese lugar pero, fuera de cuestiones políticas, me pareció un completo disparate eso de "central camionera" y los comentarios despectivos de gente generalmente elitista. Las instalaciones son muy superiores a las del aeropuerto Benito Juárez y no hubo ningún retraso ni problema, además de ser mucho más barato el impuesto por utilizarlo. Eso sí, está lejísimos y, mientras no funcione el tren suburbano, es un viacrucis ir hasta allá.

Mi vuelo salió justo antes de las 10 pm, fue sumamente tranquilo, casi sin ninguna turbulencia ni movimiento. Llegué a Mérida minutos antes de la media noche; como no había documentado nada, pude salir de inmediato del aeropuerto y pedir un taxi que me llevó al hotel. Para esta única noche había reservado en un lugar con cápsulas como las que son algo famosas en Japón, ni siquiera William sabía que eso existía aquí, y quise probar. Llegué poco después de las 12, la recepción estaba abierta pero no encontré a nadie, excepto a un tipo dormido al que intenté despertar pensando que era el encargado, aunque ni siquiera se movió. Un par de minutos más tarde apareció el verdadero recepcionista y me dijo que mi reserva había caducado después de media noche, pero yo ya había previsto eso y mandé un mensaje días antes, me respondieron que no había problema si llegaba después, así que tuvieron que hacerlo efectivo. 

El lugar fue más caro que un hostal, pero era algo menos que eso, si bien las cápsulas tienen más privacidad que las literas que hay en lugares más baratos, están más hacinadas y se comparten los baños con más gente. Me pareció sobrevalorado, por lo que quedarme ahí fue una simple curiosidad y no consideré volverlo a hacer. Dormí muy poco, a pesar de estar en un espacio muy cerrado podía escuchar a los que estaban en las cápsulas de arriba cuando se movían. Ya era madrugada y saldría poco después de las 6 de la mañana para aprovechar el primer domingo del viaje...

sábado, 17 de agosto de 2024

Viaje por el noreste del Petén. Parte 16 y final: Moral Reforma y fin del viaje

Estructura 14
El sábado 30 de marzo salimos por la mañana con rumbo al sitio de Moral-Reforma, en Balancán. Tuvimos algunos problemas porque la construcción del tren maya nos cortó el paso directo por el camino que tomamos, que era en gran parte terracería. Tuvimos que dar algún rodeo y seguir de largo hasta encontrar un puente que cruzara la vía. Además de eso, no hubo otros incidentes en el camino. Nuevamente Julio quiso manejar y llegamos hasta el sitio que queríamos visitar, encontrándolo desierto.

Nos sorprendió gratamente que la señalética del sitio había sido renovada y contenía muchos datos interesantes, incluso Eduardo se animó a grabar su vídeo del lugar utilizando esa información. Se repitió el patrón de Ceibal, con Julio y yo separados de los demás para visitar el sitio a nuestro ritmo. Tuve el acierto de dirigirme primero a la Estructura 14, la más grande del lugar y que tiene una arquitectura muy peculiar, como juntando tres basamentos piramidales. 

Moral Reforma
Subí a la parte alta y a los basamentos secundarios, luego vi un edificio recién excavado en el costado poniente de la estructura 14. Después me dirigí a las estructuras 1 a 3, las cuales están en la entrada. Después de bajar decidí volar el dron para hacer algunas tomas aéreas. Mientras estaba volando el aparato, llegó mucha gente que se dirigía a las cascadas de Reforma, pero que paraba en el sitio para visitarlo de paso. Los resultados del vuelo me parecieron muy impresionantes, este sitio siempre me ha llamado la atención y me gustó mucho desde mi anterior visita en 2013. 

Dejé para el final la visita de la recién excavada Estructura 6, la cual es un cuadrángulo palaciego con varias habitaciones, aunque los techos han caído casi por completo. La visita terminó cuando nos sentamos a comer paletas de hielo por un rato y luego decidimos tomar la ruta hacia Balancán para ver si el museo regional estaba abierto.

Panel de Santa Elena en el Museo de Balancán
Luego de un corto trayecto arribamos al centro de este poblado y nos sorprendió gratamente encontrar el recinto que queríamos visitar abierto, aunque ninguno de nosotros había podido entrar anteriormente. Ahí dentro pudimos ver varios monumentos de los sitios de Santa Elena y Moral-Reforma, además de unas pocas piezas descontextualizadas.

Decidimos que empezaríamos el regreso, primero a Querétaro, donde dejaríamos a Eduardo, y luego a la Ciudad de México. En un principio se planteó que Ernesto y Valeria se quedarían en Puebla, pero pasaríamos de madrugada por ahí, por lo que no era algo viable. Julio ya estaba cansado, por lo que me tocaría manejar el primer tramo. Ya esperaba con ansias mi turno de pasar al volante, llevábamos horas escuchando a ese par completamente acaramelados con su relación clandestina y tenerlos junto en los asientos traseros ya me había fastidiado. En todos los viajes Ernesto se la pasa hablando con algunas novias o algo parecido, pero tenerlo ahí presencialmente es el colmo. 

Altar 2 de Moral-Reforma
Esta vez tomé el volante y, como siempre que me toca manejar, puse mi música, poniéndome a cantar, con lo que no escuché nada de lo que ocurría atrás. Me sorprendió que Julio no durmiera, se entretuvo viendo vídeos en YouTube, algunos de ellos míos. Tomamos el camino directo a la carretera Villahermosa-Escárcega y luego dimos vuelta hacia la capital de Tabasco, siguiendo por ahí algunas horas. Entramos a la ciudad y pasamos por el centro buscando un restaurante donde hubiera algo vegano que pudiera comer Eduardo, la primera opción estaba cerrada, por lo que tuvimos que seguir hasta una gran plaza comercial, donde él pudo ir a comer sin carne y nosotros optamos por comer hamburguesas. Luego de casi un par de horas volvimos a reunirnos y subimos al auto para seguir con nuestro camino, yo decidí seguir al frente hasta que aguantara, por lo que seguí manejando hacia Cárdenas, Coatzacoalcos y luego tomé la interminable recta de Minatitlán hasta Córdoba. Ahí comencé a sentir cansancio, pero podía continuar un par de horas más, me concentré en el camino y seguí cantando, con lo que me sentí renovado, Valeria me ayudó un poco porque tenía dulces y me ofreció algunos, los que me mantuvieron atento por todo el tiempo que fui el conductor. Pasamos Orizaba y subimos por las cumbres de Maltrata, con sus curvas bastante pronunciadas, ahí ya me fue bastante cansado seguir, aunque no podía parar, por lo que tuve que resistir la última parte y me detuve llegando a la caseta de La Esperanza, ya en Puebla. La noche ya estaba bien entrada y decidí pasar atrás para dormir un rato.

Lápida III de Santa Elena
Julio se encargó del resto del camino a Querétaro, tomó camino a Puebla y luego se desvió por el arco norte en Texmelucan. Teníamos el recuerdo de diciembre, cuando esa carretera la encontramos cerrada y tardamos horas esperando, esta vez no hubo ningún problema. Doblamos en la autopista México-Querétaro y llegamos a esa última ciudad alrededor de las 3 de la mañana, gran parte de ese tiempo estuve dormido. Eduardo bajó sus cosas y entró a su casa para darme un libro que me habían regalado y mandado mediante él, también le regaló uno a cada uno de los demás. Aprovechamos para estirar las piernas un poco, pero no tardamos mucho en salir hacia la Ciudad de México.

Yo estaba por quedarme dormido de nuevo, cuando Julio se orilló en el acotamiento, me dijo que ya no podía mantenerse despierto, por lo que tuve que despabilarme rápido y tomar el volante nuevamente. Me mantuve bien por un buen rato escuchando música y comiendo dulces que todavía traía Valeria, sin embargo me fue imposible frenar el cansancio que ya se había apoderado de mí. Estaba por llegar a la ciudad, ya a unos pocos kilómetros de la caseta de Tepotzotlán, pero decidí parar en una gasolinera para descansar. Julio tampoco se había repuesto, por lo que decidimos dormir un momento ahí. Luego de una hora, el sol comenzaba a salir y salí a comprar un café. Finalmente me sentí despierto para proseguir, por lo que en poco tiempo estábamos entrando a la Ciudad de México. Me dirigí al metro Politécnico, donde nos separaríamos, pero me dijeron que había parado en un sitio de taxis, por lo que me dispuse a regresar un poco en reversa, estaba mirando por el lado izquierdo para no topar con la banqueta cuando sentimos un golpe. Un tipo se estacionó muy salido, por lo que no lo ví por el lado que estaba mirando y no me había fijado por el lado izquierdo ni en la cámara del vehículo, ya que no estoy acostumbrado a ver en la pantalla del panel. El auto de Julio no tenía ningún daño, pero golpeó al otro con el escape y dañó la facia, por lo que tuve que pagar para poder irnos. Pedí un uber hasta mi casa, Ernesto y Valeria se fueron en metro y Julio tomó su auto para ir a su casa. Poco tiempo después terminaba mi recorrido sumamente cansado y casi directo a dormir, a pesar de ser las 7 am. 



sábado, 10 de agosto de 2024

Viaje por el noreste del Petén. Parte 15: Ceibal y San Diego

Río de La Pasión en Sayaxché
Por la mañana del 29 de marzo, guardamos todo nuestro equipaje en el carro de Julio, el cual se había quedado en el estacionamiento del hotel desde que nos fuimos a la selva, aunque tuvimos que esperar un poco a que movieran un par de vehículos que tapaban la salida. Salimos con rumbo a Sayaxché de la misma forma que en el viaje desde la Ciudad de México, con Julio manejando, Eduardo durmiendo como copiloto y atrás Ernesto, Valeria y yo. Sin embargo, esta vez estaba esperando que Julio se cansara para pasar al volante, lo que no pasó durante ese día. Pasamos por Flores, aunque no paramos y tuvimos que dar algunos rodeos por ser viernes santo, tanto la isla como algunas de las calles estaban cerradas porque por ahí pasarían procesiones.

Tuvimos una desorientación al llegar al río El Subín, después de cruzar La Libertad, ahí la carretera se corta y hay que girar a la derecha para tomar un puente por una terracería, por un momento dudamos al entrar en esa terracería y regresamos al camino pavimentado pero nos encontramos con un tapón que no permitía pasar y comprendimos que teníamos que regresar y tomar el camino alternativo.

Estructura A-3 de Ceibal
Después de un rato paramos nuevamente porque la carretera se cortaba, esta vez a orillas del Río La Pasión, entrando a Sayaxché. Ahí nos formamos detrás de otros vehículos que querían cruzar y después de unos minutos llegó a la orilla el ferry que permite pasar de un lado al otro, en un espacio de unos 300 metros sobre el río. Cruzamos en poco tiempo y luego pasamos de largo a Sayaxché, el poblado más grande de esta zona. 

Poco tiempo después de salir de la zona urbana llegamos al Parque Nacional El Rosario, un manchón de selva que sobrevive rodeada de campos de pastoreo y cultivo. Un poco más adelante terminaba una gran recta de la carretera con una vuelta de la que sale la desviación hacia el sitio arqueológico de Ceibal, además de algunas aldeas pequeñas.

Estela con un personaje con rasgos del altiplano mexicano
Luego de algunos kilómetros llegamos hasta la entrada del sitio, el único de todo el viaje que, además de estar abierto al público, cobraba la entrada: 40 quetzales para los visitantes extranjeros, ahí gasté los últimos que llevaba conmigo. Nos dieron varios folletos turísticos, uno de ellos con el mapa del sitio, el cual me fue muy útil para el recorrido. Ceibal tiene edificios pequeños a medianos, pero cuenta con numerosos monumentos con un estilo bastante raro. A pesar de que la ocupación es muy antigua, comenzando en el Preclásico Medio, a partir del año 800 d.C. cuando otros sitios cercanos habían sido abandonados, unos misteriosos mayas "mexicanizados" se asentaron en Ceibal y levantaron las estelas que podemos ver, con rasgos del altiplano mexicano mezclados con los del clásico maya.

Al entrar vimos a muchas personas con trajes autóctonos parecidos a los que usan los tzotziles y tzeltales en los altos de Chiapas, estaban llevando a cabo alguna ceremonia sobre un altar circular moderno, este tipo de elementos fueron construidos en varios sitios importantes de Guatemala, permitiendo la realización de ritos por gente indígena local, lo cual me parece muy positivo. Había personas de todas las edades, además de que con nosotros entró una familia grande.

Estructura circular en el Grupo C
Mientras Valeria y Ernesto iban con Eduardo grabando su vídeo, Julio y yo nos separamos y fuimos a nuestro ritmo recorriendo el sitio. Todos comenzamos en la Estructura A-3, la cual se encuentra en el centro de una gran plaza y tiene escalinatas por los cuatro rumbos cardinales, ha sido restaurado y también se reconstruyó parcialmente su templo superior. En todo su alrededor hay estelas, al igual que en el centro de su templo superior. Estuve fotografiando todos los monumentos y luego me dirigí a un edificio más grande inmediatamente al noroeste, que mostraba restos de sus escalinatas aunque se aprecia únicamente como un montículo. Ahí había un par de monumentos y una especie de escalón con la figura de un jaguar. Más al norte pude ver en el mapa que había una plaza rodeada de edificios, pero estaban cubiertos de selva y convertidos en montículos, lo que pude ver en persona al entrar a un sendero que llevaba hacia ese rumbo.
Restos de estructura en el Grupo D

Terminé recorriendo el grupo A por su lado oriental, donde estaban dos de las estelas más mexicanizadas entre todas las presentes: una muy estrecha y alta con un personaje representado de frente y con una máscara de mono. La otra es un personaje con una máscara igual a las de Ehécatl, con un pico alargado de ave, además de un penacho bastante erizado.

Tomé un camino que salía del lado oriente de la plaza y me encontré con otra estela delgada y alta justo antes de bajar por unas escaleras modernas, colocadas para facilitar la visita. Más adelante me encontré con un cruce de caminos, donde alcancé a Julio, que se había adelantado, el seguiría al grupo C, mientras yo intentaría llegar a la orilla del río La Pasión, en el extremo oriental del sitio. Seguí de largo en esa dirección, aunque el sendero tenía muchos rodeos, subidas y bajadas, que fueron desviándome hasta que me di cuenta de que estaba llegando al Grupo D, donde en el mapa aparecía un monumento pero yo creía que no tenía arquitectura en pie.
Estructura A-3

Me equivocaba, me encontré con algunos edificios que parecen habitacionales, los cuales tenían muros de habitaciones y de sus basamentos bajos, todo construido con piedra muy bien labrada y unida de forma muy fina. Seguí adelante pasando de largo por otro camino que salía hacia el oriente y que sospeché que iba al río, y luego de bajar y subir repetidamente, llegué a una ancha calzada y metros adelante vi que cruzaba con otra que iba, por un lado, al río y por el contrario al Grupo A.

Seguí de frente y me encontré de nuevo con Julio en el Grupo C, donde encontramos una plataforma con base circular, que tenía una restauración bastante mala con cemento que se está desmoronando. Frente al edificio vimos un extraño altar al que no le vimos forma, aunque después nos enteramos que en alguna parte del borde exterior tenía una cabeza felina.

Petrograbado de San Diego
Caminamos hacia el cruce que vi momentos antes y yo volví a intentar llegar al río, mientras Julio regresaba. Esta vez lo conseguí, aunque para ello tuve que descender bastante por escaleras de concreto modernas. Llegué a la entrada del río al sitio y luego subí tomando una desviación al norte, sospechaba que era el camino que no tomé antes en el Grupo D y no me equivocaba pues me llevó de nuevo a la estructura con arquitectura visible que ya había visto. 

Otra vez regresé a la gran calzada pero ahora seguí de regreso al grupo A, por donde se había ido Julio, ya cerca de la gran plaza me encontré con un gran juego de pelota sin excavar pero que conservaba su forma bastante bien. El camino me llevó al estacionamiento y nuevamente me encontré con Julio, para luego sentarme en la entrada a la gran plaza mientras Eduardo terminaba su vídeo. Encontré más ceibas que en otros lugares, por lo que el nombre Ceibal está más que justificado. Finalmente todos estuvimos listos para irnos y volvimos a subir al auto, tomando rumbo a Sayaxché y cruzando de nuevo en ferry. Seguimos hacia La Libertad y tomamos rumbo a la frontera de El Ceibo.

Petrograbado de San Diego
A medio camino estuvimos viendo montículos cercanos a la aldea de San Diego, parando un poco adelante, cerca de un cerro que comienza justo junto a la carretera, porque queríamos buscar un petrograbado que no pudimos ver por falta de tiempo cuando íbamos rumbo a El Remate, luego de visitar La Joyanca. Eduardo no quiso visitar este sitio y se quedó en el auto, cada vez se vuelve más quisquilloso con los sitios que visita y, aunque el petrograbado es el equivalente a una gigantesca estela, no lo consideró un algo de su interés. Julio, Ernesto, Valeria y yo salimos a buscar una gran pared donde estaban los trazos en la piedra, aunque Ernesto estaba bastante limitado por su brazo lastimado. 

Primero subimos a una saliente de piedra donde vi unos pequeños trazos, pero era demasiado pequeña para contener lo que buscábamos, así que nos dirigimos a otro cerro que estaba cerca y tenía riscos muy escarpados, pero tampoco pudimos ver nada. Concluí que nuestro primer intento se había quedado corto, así que regresamos al primer cerro, pero rodeando más hacia la carretera. Vimos una gran pared y el petrograbado en lo alto, sin embargo estaba en una posición inalcanzable, aún cuando yo me subí a una saliente en un costado, casi a la altura del grabado, pero sin poder ver nada por la maleza. 
Vista aérea del sitio de San Diego

La única forma de documentar este monumento era con el dron, por lo que tuve que regresar corriendo al auto por él. Pude fotografiar muy de cerca y apreciamos un alto personaje junto a una hilera de glifos y parado sobre una barra, algo muy parecido a las estelas clásicas. Mientras regresábamos llevé al dron a dar un paseo por encima de los montículos que se veían al otro lado de la carretera, pudiendo observar algunos cuadrángulos, aunque ninguna arquitectura visible. 

Seguimos adelante sin saber la hora a la que cerraba la frontera, ya eran más de las cinco y Julio aceleró porque presentíamos que llegaríamos muy apretados, lo cual sucedió. En el lado guatemalteco nos dijeron que debíamos apurarnos porque a las 6 cerraba el paso de vehículos, solo teníamos 15 minutos para pasar. Ernesto, Valeria y Eduardo tenían quetzales sobrantes, por lo que regresaron al poblado para cambiarlos por pesos, mientras Julio y yo sellábamos nuestros pasaportes y pasábamos al lado mexicano para terminar el trámite y pasar por la aduana. El guardia de ahí no requirió que bajáramos el equipaje para pasarlo por la máquina de rayos X, como había pasado el año anterior, así que el paso fue rápido y esperamos un poco a que los demás nos alcanzaran y salimos del puesto fronterizo cuando estaban cerrando. Al poco tiempo paramos en una tienda para comprar un poco de agua y botana, después seguimos hasta Tenosique, quedándonos en el primer hotel que encontramos. Un poco después fuimos al centro a cenar y terminamos ese día, aún nos quedaba una visita más antes de emprender el regreso a la Ciudad de México.



sábado, 3 de agosto de 2024

Viaje por el noreste del Petén. Parte 14: Hamontún y K'o

Habitación estrecha en Hamontún
Otra vez recorrimos un corto trecho, aunque esperábamos caminar más de 1 km rodeando árboles caídos, un trabajador que Miguel subió en el camino y que llevamos hasta su pequeño campamento nos dijo que habían limpiado la brecha hasta el sitio de Hamontún, por lo que entramos con todos los vehículos hasta ahí. Este sitio también es conocido como El Perú, aunque no hay que confundirlo con el otro Perú-Waká cercano a Paso Caballos y al Río San Pedro, mucho más al poniente.

En este sitio ni Juan ni Jaime entraron, se quedaron en las camionetas porque ya acumulaban el cansancio de los días anteriores, por lo que el grupo fue un poco más reducido. En esta ocasión me fui al frente y ayudé a Miguel a buscar edificios con arquitectura. Primero pasamos por varios montículos medianos, un juego de pelota y la subida a una Acrópolis. Ahí vimos algunos muros y ya en lo alto del conjunto principal me encontré con una habitación muy estrecha que tenía aun recubrimiento de estuco, aunque sus extremos colapsaron y estaba parcialmente enterrada en el escombro.

Restos de habitación con pintura roja en Hamontún
Cuando mis compañeros llegaron me dispuse a recorrer toda la Acrópolis, aunque solo encontré una entrada muy destruida entre dos habitaciones. El resto del lugar se encontraba completamente destruido. Todavía Miguel hizo un intento más de encontrar una habitación y vio que al otro lado de la entrada que yo vi habían restos de un muro con una franja de pintura roja, por lo que regresé y los demás avanzaron hasta ahí para verlo.

Regresamos hacia el juego de pelota, bajando varios de nosotros de la Acrópolis, cuando estaba iniciando el descenso por la empinada ladera escuché que alguien se quejaba de dolor en la parte trasera, pensando que el cansancio le había provocado un calambre a alguno de mis compañeros me detuve a esperar junto con los que íbamos al frente, pero pasaban los minutos y nadie más bajaba de la acrópolis. Ya nos disponíamos a regresar para ver qué había pasado cuando vimos que Ernesto venía con el brazo amarrado al cuello con una venda. Había dado un paso sobre una raíz, resbaló y se luxó el codo derecho al caer mal. Por fortuna Gabriel lo revisó y le acomodó los huesos en dos intentos, quedando bien aunque bastante lastimado, También Valeria traía vendas, por lo que pudieron hacerle un cabrestillo improvizado. Ese proceso lo grabó Eduardo en vídeo, pero yo no quise verlo. A pesar de todo, Ernesto quiso seguir en la expedición y no tenía demasiado dolor, por lo que continuamos. 

Restos de una crestería en Hamontún
Todavía pasamos a ver un montículo que estaba muy cerca de donde empezamos el recorrido, ahí había una gran trinchera de saqueo, de las tantas que habían partido por completo la estructura. Ahí dentro pudimos ver los restos de la crestería de una subestructura, además de parte del templo y las escalinatas que llevaban a su cima. Ese fue el último punto del recorrido por Hamontún, así que volvimos a los vehículos y regresamos al campamento de Holmul, donde comeríamos por última vez antes de regresar a la civilización.

Nos alistamos para el final del recorrido, aunque aún quedaba un último sitio ya de camino a Melchor de Mencos, el cual tiene múltiples nombres: Lechugal, Pacayal o K'o, Este sitio ya lo habíamos visto por un momento el día anterior antes de llegar al campamento de Holmul, cuando Miguel venía bastante rápido y entró a un camino secundario que llevaba al sitio para mostrarnos a Eduardo y a mí que estaba bastante cerca del lugar donde pernoctamos.

Subestructura en K'o
Nuevamente llegamos hasta el sitio con las camionetas, el recorrido fue corto, ya que K'o es un sitio menor que seguramente estuvo bajo el control de Holmul. A pesar de ello vimos un pequeño juego de pelota y una acrópolis, rodeamos toda el área central aunque solamente vimos restos de algunos muros en trincheras de saqueo. Finalmente, y al igual que en Hamontún, encontramos el rasgo más vistoso del sitio. En otra enorme trinchera quedó al descubierto parte del templo de una subestructura de un montículo piramidal. Tras el muro de la posible fachada se puede observar parte de una habitación que fue partida por el saqueo. Regresamos por última vez a las camionetas y emprendimos el camino a Melchor de Mencos, regresando al mismo hotel de donde salimos, aunque varios de nuestros compañeros prefirieron cambiar de hospedaje. Nos tomamos una foto grupal y nos despedimos de la mayoría de los demás. Al día siguiente solamente quedamos quienes llegamos en el auto de Julio y comenzaríamos el regreso, no sin antes visitar un último par de sitios en Guatemala.

sábado, 20 de julio de 2024

Viaje por el noreste del Petén. Parte 13: Holmul

Grupo I de Holmul
El 28 de marzo por la mañana levantamos el campamento y acomodamos nuestras cosas en los vehículos, utilizamos todos, aunque la camioneta de Miguel, que había sido reparada, tenía la batería prácticamente muerta, sin almacenar carga, por lo que se estuvo estacionando en bajada para arrancar en movimiento o pasándole corriente desde otro de los vehículos. Mientras desayunábamos, nuestro guía sugirió invertir el orden de los sitios a visitar aquel día, dejando a Holmul para el final, pero yo había llegado ya a una lista de 299 sitios mayas y quería ese sitio para el 300. Eduardo le pidió que comenzáramos por ahí y así lo hicimos.

Fue un corto trayecto desde el campamento, solo 3 km adelante llegamos hasta la base del Grupo I de Holmul, una acrópolis impresionante que conservaba gran cantidad de arquitectura en pie. Desde abajo podíamos ver los muros de los recintos frontales y nos preparamos para subir. Ahí mis compañeros me dieron un aplauso por haber recorrido por fin 300 sitios mayas, habiendo visitado el primero en el 2000, casi 24 años antes y con los últimos 100, que me tomaron casi 6 años por los tiempos difíciles de la pandemia de COVID-19 y un par de viajes desastrosos en los que casi no visité nada. 

Entrada a un pasaje estrecho
Fui uno de los últimos en ascender porque estaba preparando mi tripié y de inmediato me encontré con algunas habitaciones sumamente estrechas, por las que no podía pasar con mi estuche de cámara y el garrafón de agua amarrado en la cintura. Los muros eran sumamente gruesos; primero pensé que era porque estos cuartos habían tenido grandes cresterías, pero después me di cuenta que era porque había un segundo piso por encima. Las bóvedas eran muy altas y entre la habitación central y las laterales habían unos esbeltos pasajes que formaban un zigzag y comunicaban los recintos.

Al centro hubo alguna vez una entrada formal al edificio, aunque parecía que en algún momento fue clausurada. La pared estaba rota y dejaba pasar al patio central del conjunto, pero justo en la entrada al hueco había un panal de avispas y varios pasaron sin darse cuenta de ello. Por fortuna los insectos estaban inactivos y no atacaron a nadie, permitiéndonos pasar, aunque con mucha precaución porque la mayoría o todos nosotros sabíamos ya lo doloroso que puede ser un ataque de esos voladores.

Me encontré con un complejo similar a varios que había visto en ese viaje, el primero de ellos la Acrópolis central de Naranjo. Se trataba de una Acrópolis con un patio central y dos laterales más pequeños donde habían edificios más pequeños, de carácter residencial, además de un gran basamento en el centro y pegado a uno de los dos lados, desplantando hasta la plaza inferior en su lado trasero. A diferencia de los demás edificios de este tipo que vi, los cuales tenían el edificio principal en el poniente y viendo hacia el oriente, este lo tenía en el norte y miraba hacia el sur.

Bóveda en el segundo piso del Grupo I
Los patios estaban rodeados de recintos que conservaban muchas paredes en pie, mientras que el templo central se encontraba prácticamente destruido, aún así subí a su cima y tuve una gran vista sobre la selva, mirando hacia el norte del sitio. Después de rodear el basamento, me dirigí al lado sur, por donde habíamos entrado, y vi claramente una gran bóveda en el segundo piso de habitaciones que no podía apreciarse desde el otro lado. Caminé un poco por este nivel, aunque no había forma segura de bajar por ahí y terminé regresando al patio principal de esa Acrópolis y saliendo por el mismo lugar por el que accedí.

Muchos de mis compañeros ya habían ido al Grupo III, el cual está directamente al sur del I, así que los alcancé cruzando la gran explanada que los separaba, donde habían montículos de gran tamaño y estaban estacionadas las camionetas.

Entrada a las habitaciones del nivel más bajo del Grupo III
Subí al Grupo III, que es otra Acrópolis más baja y me encontré nuevamente con varias paredes en pie. Eduardo estaba sentado frente a un pequeño hueco en el suelo y me invitó a entrar, ahí estaba una alargada habitación que giraba hacia la izquierda, debió ser parte de un nivel más bajo de cuartos que el que se observaba en la superficie, aunque ahora parecía un pasaje subterráneo por haber quedado sepultado por los escombros de la parte superior. 

Nos dirigimos a la Estela 1, la cual estaba en la enorme explanada entre las Acrópolis, pasando por algunos montículos, uno de ellos dejaba ver el muro de una subestructura dentro de una fosa de saqueo. El monumento que buscábamos se encontraba unos metros más al este, le había crecido una ceiba por detrás y luego un matapalos la envolvió parcialmente, al igual que al árbol trasero, aunque todo el conjunto estaba ya muy inclinado y en un corto tiempo habrá caído por completo.

Personaje en el friso
Regresamos a la base del Grupo I, ahí Miguel nos dijo que podíamos ir al Grupo II, donde pasaríamos de 3 en 3 a las subestructuras que ahí se encuentran. Eduardo, Marvin y yo estábamos al frente del grupo, por lo que apretamos el paso para ser los primeros en llegar. Unos cientos de metros más al poniente nos encontramos en la base de otra Acrópolis con un tamaño intermedio entre el I y el III, al frente se veía el edificio D, el cual aún conservaba gran parte de su fachada y una gran entrada abovedada. Subimos hasta ahí y pasamos por ese pasaje, el cual era un pasillo que después giraba a la derecha. Fuimos adentrándonos en las entrañas de la estructura y nos encontramos frente a una puerta en un área que claramente había sido excavada por arqueólogos y que ahora nos permitía el paso. 

Al ingresar, de inmediato nos encontramos de frente con un personaje modelado en estuco que estaba sentado en posición de flor de loto y que tenía el rostro mutilado. Se trataba de la esquina de un gran friso de estuco que aún conservaba restos de color, principalmente en rojo. Al centro, que debió estar por encima de la entrada principal, ahora enterrada, estaba un segundo personaje y al fondo un tercero, en la esquina contraria a la que vimos de inicio, en ambos lados, pero sobre todo en el derecho, por donde se ingresa, se veían los costados sin mucha decoración pero en el continuaba el estuco. Entre los personajes habían representadas serpientes, personas con tamales en las manos y elementos más sencillos. En el extremo más lejano había un gran agujero en el suelo que se tornaba un poco peligroso para fotografiar por ese lado, ya que era algo profundo. Pasamos un rato fotografiando, sobre todo Marvin y yo; habíamos ganado un poco de tiempo por adelantarnos al grupo, pero ya algunos de los demás estaban esperando su turno y por ello no podíamos quedarnos tanto como hubiéramos querido.

Estructura D del grupo II

Luego de salir, rodeamos la estructura D por el oeste y llegamos hasta la B, otro montículo que había sido excavado, dejando a la vista una bonita subestructura que tenía un pórtico con dos pilastras cuadradas, desde el frente recordaba a los edificios de Palenque y se encontraba estucada al igual que estos, aunque el recubrimiento se había caído ya en el frente, conservándose mejor en la parte trasera.

No terminé de recorrer esta subestructura porque escuché que tocaba el turno a otro grupo de 3 para entrar a ver un mascarón en otra subestructura debajo de la que estaba observando. Ernesto y Valeria, quienes eran los que estaban más cerca entraron detrás de mí por un acceso lateral, nos encontramos con un talud perteneciente a un viejo basamento enterrado, totalmente estucado y llegamos hasta una de sus esquinas, la del suroeste. Inmediatamente al girar, nos encontramos de costado con un interesante mascarón.

Mascarón en Holmul
Este nuevo elemento en estuco tenía un estilo que me recordó bastante a los mascarones de Calakmul, los cuales pertenecen al Preclásico Medio y muestran rostros felinos. Aquí también había un felino o un reptil, pero con las fauces abiertas y el rostro de un personaje emergiendo de su boca. Este último parecía tener barba y bigote sobre una especie de máscara bucal, algo poco común. En su lado derecho se podía ver un poco de las escalinatas que el mascarón bordeaba, al otro lado seguramente había uno similar, aunque, al menos desde donde estábamos, no era posible accesar.

Luego de tomar fotografías, salimos para dejar pasar a otro grupo, entonces regresé a la subestructura superior, rodeándola por completo y observando algunos adornos de estuco en tres ventanas que daban a la pared trasera, por el costado y en el interior ya no parecía un edificio palencano, ya que tenía las formas típicas del Petén, con habitaciones traseras más anchas que las delanteras, por lo que el muro se dividía por una saliente trasera. 

Finalmente subí por ese lado a la cima de la estructura D, la del friso, ya que arriba había un área con un techo de paja. Ahí no vi nada más que un hueco en el suelo, era la parte superior que cubría la subestructura, algo de lo que me di cuenta porque mis compañeros que aún estaban pasando ahí me escucharon y preguntaron quién estaba arriba. 

El recorrido estaba llegando a su fin, aunque todavía fui a sentarme frente al Grupo II a esperar que todos salieran y tomar fotografías del frente sin nadie, lo cual aún tardó alrededor de media hora más. Terminamos la visita y regresamos a las camionetas, volviendo al campamento pero siguiendo de largo hacia el siguiente, que sería el penúltimo sitio y el recorrido más accidentado de todo el viaje.

sábado, 13 de julio de 2024

Viaje por el noreste del Petén. Parte 12: Xmakabatún y Witzná

Fragmentos de estelas en Xmakabatún
El 27 de marzo nos levantamos temprano para levantar el campamento y acomodar nuestras cosas en las camionetas. Después de desayunar salimos hacia el sur, siguiendo el camino a Melchor de Mencos y llegando a una desviación que vi cuando entramos a la selva por primera vez, marcada por ser la entrada a Xmakabatún, un sitio que ha aparecido en un documental sobre el uso de LiDAR en el Petén, aunque ahí lo presentaron como si fuera un descubrimiento reciente, cuando en realidad fue reportado por Sylvanus Morley en la primera mitad del siglo XX. La camioneta líder estaba finalmente arreglada, por lo que esta vez me tocó irme ahí con Miguel, Eduardo y las dos cocineras.

Las camionetas no podían llegar hasta el sitio, al que se accesa por un pequeño sendero que serpentea por la selva, ahí dependimos por completo de la habilidad de Miguel, porque entrar o salir sin conocer el área sería sumamente difícil. Además de él, los trabajadores también entraron con nosotros para limpiar un poco las zonas por las que pasáramos y poder ubicar más rápido la poca arquitectura expuesta del sitio. Varias veces tuvimos que esperar un poco a que ellos se internaran en la selva y luego nos llamaran para seguirlos.

Arco en la Acrópolis
Lo primero que encontramos luego de más de 2 km de marcha fueron algunos fragmentos de estelas y tal vez de altares que todavía mostraban algunos glifos y restos de grabados, aunque en su mayoría no pudimos identificar qué eran. Nos encontrábamos al pie de una gran Acrópolis, un arreglo que encontramos en todos los sitios. Ascendimos y nos encontramos con varios patios rodeados de montículos bajos. Pudimos ver varias paredes, algunas incluso con estuco, en fosas de saqueo, así como una bóveda parcialmente en pie, a la que se podía acceder desde su parte alta, aunque casi arrastrándose sobre el escombro de una sección caída.

Mientras los demás estaban en esa última bóveda, me adelanté un poco y a los pocos metros me encontré con un pequeño patio rodeado de edificios bajos que aún tenían muros con refinada arquitectura y piedras muy bien labradas, destacando un pequeño arco de acceso que daba al talud lateral de la Acrópolis. Concluí que debía ser un acceso que tenía una escalinata pequeña que subía desde la base del edificio, debió ser un espacio muy exclusivo o privado, porque su entrada era bastante restringida.

Arco de Xmakabatún
Esta fue la última parte del sitio que visitamos, así que nos alistamos a regresar y comenzamos la caminata de regreso, para entonces me estaba pesando un poco el trayecto ya que yo era por mucho el más cargado de todos. Llevaba a todas partes mi tripié en su estuche sobre la espalda o cargando sobre el hombro cuando estaba armado, la cámara, el celular y un garrafón de un galón de agua que ataba al estuche de la cámara, de tal modo que de un lado de la cadera llevaba el estuche y del otro lado el galón, para equilibrar. También era por mucho el que más desgaste se llevaba, porque todo el tiempo estaba metiéndome a la selva para buscar rasgos arquitectónicos o adelantándome con Miguel para tener tiempo de fotografiar antes de que hubiera una cola para llegar a cada sección de los sitios. Cuando llegamos a las camionetas ya me dolían los hombros y la espalda, y esperábamos que el siguiente sitio incluyera otra caminata.

Regresamos a las camionetas y nos dirigimos a Witzná, que no distaba demasiado de donde nos encontrábamos. Aunque ya me encontraba repuesto, la caminata fue más corta y no tuve tanto cansancio como al final de Xmakabatún. Este sitio tenía un poco menos de elementos que apreciar y todo el tiempo estuve cerca de Miguel para adelantarme a fotografiar. Hay un dato muy interesante de Witzná y es que aparece en monumentos de naranjo como un sitio que fue arrasado por las fuerzas de dicha ciudad, la fecha en los glifos coincide con los análisis de material arqueológico encontrado en el sitio, que indica un gran incendio justo en ese año.

Subestructura con diseño de petate
Nos encontramos con grandes montículos que tenían algunas paredes visibles en agujeros de saqueo, incluso vimos un conjunto que me recordó bastante a la Acrópolis sur de Tikal, con un gran cuadrángulo de edificios con algunos restos de paredes, y un templo en el centro, aquí había incluso parte del basamento con el muro visible.

En los alrededores nos encontramos con los rasgos arquitectónicos más notables del sitio. En primer lugar, dentro de una trinchera de saqueo, quedó al descubierto una pared con estuco que tenía decoración en forma de petate. Estas fibras son un símbolo de la realeza, ya que sobre petates se sentaba el gobernante, así que este edificio debió ser importante. En una parte había una oquedad cerrada con piedras, ahí la trinchera había entrado en la pared, encontrando algunos muros también cubiertos de estuco liso, entre las piedras sueltas había una con restos de pintura roja.
Habitación con estuco amarillento

En otra sección cercana nos encontramos con un par de cámaras bien conservadas con sus bóvedas, las paredes estaban cubiertas de un estuco amarillo con un color tan uniforme que me hacía dudar de que fueran hongos, posiblemente era pintura. Entrar ahí fue algo arriesgado porque no había llevado cubrebocas y el olor a guano era intenso y picaba la nariz. Intenté respirar lo menos posible y salí de ahí lo más rápido que pude. Ahí terminó mi recorrido y, cuando todos estuvieron listos, emprendimos la corta caminata de regreso a las camionetas. Desde ahí nos dirigimos primero al campamento Yaloch, un lugar muy bonito y mucho más amplio que La Lagunita e Ixcanrío, ahí Miguel bajó a registrarnos y luego seguimos hasta el campamento de Holmul. 

Bajamos nuestro equipaje de los vehículos y nos acomodamos casi todos al centro de un área sin maleza pero con varios árboles grandes, solamente Ernesto, Valeria, Leonardo y Marvin se alejaron hasta el fondo de la zona donde estaban los baños. Antes de que se oscureciera estuve volando el dron para ver el sitio homónimo del campamento a lo lejos y luego monté mi tienda de campaña. Más tarde, cuando estábamos cenando, nos enteramos de que Will había visto una serpiente barba amarilla o nauyaca en el área de regaderas, esta especie es la más venenosa de la selva y nunca me he encontrado de cerca con una, por fortuna.





sábado, 29 de junio de 2024

Viaje por el noreste del Petén. Parte 11: La Línea y Chochkitam

Fragmento de pared en La Línea
Al día siguiente pudimos dormir un poco más porque los sitios a visitar eran mucho más cercanos al campamento que los del día anterior, además de que nuevamente dormiríamos en La Lagunita. Nos levantamos a desayunar y un poco después subimos a los vehículos al igual que el día anterior, sin la camioneta líder. Nos dirigimos al oriente, hasta llegar casi a la frontera con Belice y dejamos los vehículos para caminar un corto trecho por la selva. Así fue como llegamos al sitio de La Línea, llamado así porque el límite entre Belice y Guatemala está a unos cuantos metros, aunque es una franja imaginaria, sin nada que la marque físicamente.

Este sitio fue quizá el más pequeño de todos los que visitamos en el recorrido por la selva. Nos encontramos con una serie de montículos que no mostraban arquitectura en pie, excepto por algunos muros dentro de saqueos. La única pared en pie parecía ser un lateral del cuerpo de un basamento, con piedras bien labradas aunque todas de diferentes tamaños y formas, como formando un Tetris.

Estela en Chochkitam
Al final del recorrido vimos una cancha de juego de pelota cubierta de vegetación y un gran árbol caído, donde me acosté a esperar a que los demás terminaran de fotografiar, ahí empezaron a bromear conque había un jaguar dormido, así que me puse boca abajo como se acomodaría un felino. Poco después íbamos de regreso a las camionetas.

Tomamos rumbo de vuelta al campamento, pero nos desviamos justo antes de llegar, ahí cerca estaba el sitio de Chochkitam, aunque los letreros decían Chosquitan. Este nombre significa "Tripa de pecarí o cerdo salvaje". Llegamos muy cerca del centro del lugar y comenzamos nuestro recorrido. Lo primero que vimos fue una estela con grabados muy bien definidos, aunque pareciera estar incompleta, cerca de ahí vimos los restos de una bóveda.

Caminamos un poco para llegar a la parte sur del sitio y llegamos hasta la estructura XV, la cual podría ser una versión en pequeño de la A3 de Río Azul, ya que es un basamento con tres templos arriba en estilo parecido a los templos de Tikal. En este caso el templo del lado sur ha caído por completo, al igual que los dos que tiene su vecino más al norte; el templo central es el más completo y el del lado norte tiene algunos restos de muros. Eduardo y yo nos adelantamos y fuimos los primeros en llegar por la parte trasera de la estructura, ahí se distingue muy bien la pared trasera del edificio central.

Muro trasero del templo central de la Estructura XV de Chochkitam
Yo le di la vuelta al edificio y subí primero por el lado sur, aunque no vi nada en pie por ahí, así que me dirigí al centro. Nuevamente me encontré con un templo cuya habitación delantera había colapsado, quedando la trasera y apenas un fragmento de su crestería. Pude ingresar en el recinto que permanece en pie, observando que aún queda uno de los dos dinteles originales de madera en su lugar. La bóveda, al igual que en otros sitios que visitamos anteriormente, se extendía hasta la crestería y solo se dividía el cuarto de la parte alta con unas tapas alineadas como techo. Subí por un costado a la crestería, aunque solo quedaban algunas piedras.

Campamento La Lagunita
Caminé un poco al templo del lado norte, pero sólo quedan partes de algunos muros que ya no permiten ver bien la disposición de las habitaciones. El recorrido fue corto pero muy satisfactorio, nuevamente estábamos en un sitio sumamente monumental. Ahí terminamos y regresamos a las camionetas, el camino de regreso fue bastante rápido y sin incidentes. Ya en el campamento, estuve volando el dron y fotografiando la lagunita que da nombre al lugar, Will tendió una lona en el suelo y varios de nosotros pasamos parte del día durmiendo sobre ella, en un concierto de ronquidos. Después alistamos nuestras cosas porque sería la última noche en el campamento de La Lagunita y por la mañana íbamos a recoger las tiendas de campaña. Cuando hubo oscurecido, estuve tratando de fotografiar la Vía Láctea y luego fuimos a cenar. En algún momento a Will le picó un alacrán, de aquellos de color claro que pueden ser muy peligrosos, sin embargo no le causó mayor reacción; al contrario de una abeja que le picó también al día siguiente, cuando tuvo algo de inflamación, incluso en la papada.