Estructura en Tepeticpac |
Después del recorrido en Tizatlán teníamos las opciones de visitar Ocotelulco, otro sitio abierto al público, o de hacer una caminata por cerros cercanos hasta Tepeticpac; luego de consultarlo con mis compañeros nos decidimos por la segunda opción y nos dispusimos a recorrer un corto tramo hasta la entrada que lleva al sitio y a un campo de tiro.
Subimos una parte de la ladera en el auto y en cuanto nos encontramos con terracería lo dejamos estacionado para seguir a pie. Subimos por la ladera contraria al campo de tiro y pronto comenzamos a encontrarnos con terrazas que aún tenían muros bastante bien conservados.
Mientras subíamos iba enseñándole a Alondra las viejas construcciones y cada vez teníamos una panorámica más amplia hacia el lado del volcán de la Malinche y la ciudad de Tlaxcala.
Cima del cerro de Tepeticpac |
Cuando estábamos ya cerca de la cima, el camino se acercó bastante al borde de una barranca muy profunda; el suelo estaba cubierto de tierra seca y la maleza que crecía se constituía de arbustos y hierbas muy espinosas; caminábamos con cuidado para no tropezar y pegados al lado del cerro.
Como suele suceder, por momentos parecía que llegábamos a la cima y luego nos dábamos cuenta de que en realidad faltaba todavía algún tramo más; Marisela ya se estaba cansando y por momentos hubo que cargar a Alondra.
Finalmente nos encontramos con la superficie alargada de la parte más alta del cerro, parecía que había sido aplanada intencionalmente pero se veían muy pocos montículos muy bajos, yo me esperaba estructuras más grandes pero tenía poca idea de lo que habríamos de encontrar.
Plataforma en Tepeticpac |
Luego de unos metros, la superficie plana se ensanchó bastante y nos encontramos con una torre de vigilancia del INAH, estaba completamente desierta y justo atrás se veían los muros de algunas estructuras ya excavadas y restauradas.
Me llevé alguna decepción pues la restauración del sitio era una de las más horribles que había visto: la estructura más grande incluso tenía ladrillos rojos bordeando las alfardas de la escalinata; definitivamente no se utilizaron materiales parecidos a los prehispánicos para los trabajos aunque quizá no era tan malo como si hubieran cubierto todo con cemento; la estética sin embargo para mi gusto era pésima.
Desde ahí pudimos ver un muro que parecía prehispánico en lo alto de un cerro cercano con mayor altura, luego de dudar un poco nos decidimos a llegar hasta ahí y caminamos por el resto del área superior del cerro, así nos encontramos con una gran plataforma cuyo frente y costados también estaban ya restaurados.
Antigua capilla colonial |
Llegamos hasta otra ladera y subimos hasta su cima, ahí ya tenía mucha sed y Marisela realmente estaba ya cansada. Nos costó trabajo volver a encontrar ese muro que habíamos visto, pero luego de revisar la cima adelantándome un poco lo encontré y llamé a los demás. Nos encontramos con una capilla colonial que después supe que era una de las más antiguas de la región, definitivamente estaba construida con piedras que pertenecieron a algún edificio prehispánico y se encontraba en la esquina de una plaza rodeada de montículos alargados que muy posiblemente fueron anteriores a la capilla.
Vimos restos de algunas habitaciones contiguas y los arcos que daban paso a ellas pero lo más interesante para mi gusto fue la puerta de entrada con un gran dintel de madera que casi seguramente era el original.
Estuvimos un buen rato ahí. Marisela se sentó a descansar bajo un bonito árbol que crecía junto al edificio, Martín y yo nos pusimos a tomar fotos y luego estuve jugando a perseguir a Alondra por el gran espacio plano de la plaza prehispánica rodeada de montículos.
Uno de los lados de este espacio era abierto y permitía una gran vista de los valles y del sitio que se encontraba más abajo, ahora ya no se distinguía nada de esto último pues los árboles y arbustos cubrían la vista pero se podía divisar toda la ciudad de Tlaxcala.
Comenzamos el descenso, queríamos llegar a un taller sobre megafauna en Quecholac pero se hacía tarde así que procuramos no detenernos; casi todo el camino Martín llevó a Alondra cargando sobre sus hombros.
Música en el museo comunitario de Quecholac |
Conforme íbamos bajando escuchábamos los balazos provenientes del campo de tiro pero estábamos bien protegidos por la ladera del cerro. Llegamos hasta el auto luego de no mucho tiempo y tomamos la nueva autopista hacia Puebla; entrando a dicha ciudad tomamos rumbo hacia Orizaba y luego de una hora aproximadamente nos desviamos hacia Quecholac.
Hacía tiempo que no estaba en este último poblado, años antes colaboré un poco en algunos eventos organizados por mis amigos de la asociación civil "Quechol-Arte y Cultura A.C." y ahora simplemente íbamos como espectadores de algunos talleres y queríamos conocer el museo que se encuentran gestionando y que recientemente habían abierto al público con algunas salas de exposición.
A pesar de que llegamos tarde, aún pudimos ver una plática sobre megafauna que le interesaba mucho a Martín y a Alondra. Luego de ello visitamos la exposición del museo que contiene una serie de piezas prehispánicas de la región y de restos de animales prehistóricos que abundan en los alrededores.
Estuve platicando un rato con mis amigos Nohemí, Arturo, Isabel y Jorge, un poco más tarde llegó César, con ello pude ver a todos los integrantes de la asociación.
Fuimos a comer cemitas junto a la plaza central del pueblo y luego de regresar pudimos ver un grupo de música en vivo, Alondra estaba encantada mientras que su papá estuvo muy interesado en los huesos prehistóricos, platicando bastante sobre ello,
Finalmente nos despedimos antes de que fuera muy tarde, emprendimos el regreso y nos encontramos con bastante tráfico a la entrada de la ciudad de México. Dejé a mis amigos en su casa y finalmente llegué a la mía un poco más tarde que lo que había previsto pero en una hora bastante decente. Me encontraba bastante contento de haber viajado con Marisela, Alondra y Martín, además de haber podido pasar un rato con mis amigos de Quecholac.