domingo, 23 de febrero de 2020

Un mes en Campeche pt. 7. Cerro de los Muertos

Río Candelaria
En la camioneta llegamos hasta la casa a orillas del río Candelaria de don Guillermo, comisario de la comunidad de El Tigre; él nos llevaría en su lancha al sitio de Cerro de los Muertos, un lugar que me despertaba aún mayor interés que el mismo Itzamkanac, pues sabía que se había excavado y restaurado algunos edificios pero nunca había visto ni siquiera una fotografía. Igualmente la familia de don Guillermo nos prepararía la comida del día.

Quisimos dirigirnos primero al sitio y se preparó la lancha pero tuvimos un retraso de poco menos de una hora pues justo antes de embarcarnos comenzó a llover bastante fuerte; tuvimos que refugiarnos y aguardar a que disminuyera la intensidad de la precipitación.

Cuando vimos que quizá no cesaría la lluvia pero que continuaría largo rato en forma mucho más leve, nos preparamos para visitar el sitio en esas condiciones y nos prestaron un gran plástico para cubrirnos durante el trayecto. Varios de nuestros compañeros no tenían suéter ni rompevientos y sufrieron de frío, ya que rápidamente estábamos empapados, yo pude resistir bastante bien con la camisa que llevaba; además me arriesgué a llevar la cámara cubierta con todo lo que encontré para tal efecto, además de que nunca voy a ningún sitio maya sin mi capa impermeable.
Estructura principal de Cerro de los Muertos

El trayecto a contra corriente duró poco más de una hora. El río y las nubes presentaban un cuadro hermoso aunque la selva de las riveras hace tiempo que fue completamente arrasada; en algunos tramos habían cañaverales extensos en zonas inundables y vimos numerosos pájaros acuáticos.

Finalmente llegamos a una curva pronunciada del río que provenía del norte y desde ahí veíamos un único cerro que sobresalía del horizonte plano, de inmediato supe que ese punto era nuestro destino.

Llegamos hasta un pequeño puerto un tanto destartalado y saltamos a tierra en el borde de la ladera, saqué el tripié de la cámara y lo usé como bastón para cuidar que no me lastimara la pierna en algún resbalón. Subimos el primer tramo del cerro y llegamos hasta una cabaña donde salió un señor a saludarnos. Luego de que don Guillermo cruzara algunas palabras con él, seguimos el recorrido.
Templo superior en la estructura principal

Entramos en un manchón de selva y comenzamos a ver montículos, terrazas y alguns muros ya restaurados pero cubiertos de maleza y difíciles de apreciar y fotografiar. Entre la lluvia y el agua que caía de los árboles era demasiada humedad para sacar la cámara así que usé el celular para documentar.

Según lo que nos dijeron Don Guillermo e Iván, el nombre del sitio se debe a que el intenso saqueo dejó al descubierto varias tumbas, por lo que los huesos terminaron esparcidos por el sitio.

Cuando llegamos a la estructura principal pudimos ver al menos tres fases constructivas que los arqueólogos dejaron visibles, la primera era un fragmento de escalinata que sobresalía sobre la segunda, que era la que representaba casi todo el cuerpo del edificio que podíamos apreciar; finalmente una sanja dejaba ver otra escalinata más antigua que ahora permite el ascenso por un espacio estrecho.
Estructura principal

No podía dejar de fotografiar el edificio así que saqué la cámara, la coloqué en el tripié y cubrí todo con el impermehable, de esa forma pude tomar algunas imágenes mucho más amplias que las que obtuve en el celular.

Subí a la cima de la estructura y ahí me encontré con las bases de los muros del templo que la coronaba. La bajada fue bastante peligrosa por la piedra enlamada y la humedad imperante pero por suerte no hubo ningún contratiempo para ninguno de nosotros.

Lo último que vimos a detalle fue un gran agujero de saqueo en un costado del edificio que dejaba ver un poco de una subestructura, nos contaron que ahí se encontró una tumba. 

Algunas otras estructuras tenían secciones restauradas y podíamos ver partes de muros desde la plaza central del sitio pero era peligroso moverse en esas condiciones y decidimos no subir a los demás edificios.

A orillas del río Candelaria
Caminamos un poco hasta un mirador que dejaba ver una gran extensión de llano y la curva que describía el río Candelaria frente al sitio. Descendimos por otro lado del cerro donde el camino era más difícil que el que usamos para llegar, sin embargo bajamos con mucho cuidado y no hubo problemas. Llegamos hasta la cabaña que vimos al inicio y luego nos dirigimos a un ojo de agua que cuando hay mejor clima es usado como un balneario que tiene una tremenda belleza por sus aguas cristalinas. 

Irónicamente, cuando emprendimos el regreso dejó de llover. El regreso fue un poco más corto porque ya íbamos en el mismo sentido que la corriente; en casa de don Guillermo nos prepararon unas mojarras de río que fueron uno de los mejores pescados que hubiéramos comido y terminamos encantados con el recorrido del día y por el manjar que nos ofrecieron.
Atardecer en Candelaria

Nos despedimos de nuestro anfitrión y regresamos a Candelaria; llegamos al hotel Taxahá justo a tiempo para apreciar uno de los atardeceres más bellos que haya visto en mi vida, algo muy difícil de decir porque en Yucatán he visto bastantes; el ardor rojizo con distintos tonos que tomaron las nubes que permanecían en el cielo era simplemente indescriptible y cambiaba a cada minuto. Además nos permitieron subir a la azotea para apreciarlo mejor.

Era ya de noche cuando nos despedimos de Max y subimos a los autos para regresar a Campeche, el plan original era visitar más lugares e incluso pasar a comprar pan en Champotón pero eso fue imposible ya que regresamos a la ciudadad pasada la media noche. Al día siguiente estaría terriblemente adolorido y con la pierna casi impedida de doblarse pero bien valió la pena el recorrido.

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