miércoles, 21 de febrero de 2018

Viaje a México y Guatemala pt. 10. Mirador Chico

Torre de Mirador Chico entre la maleza
Antes de irnos a dormir cuando dejamos a Adriana tomando un taxi rumbo a Chetumal, nos contactamos con Carlos Uc May, quien nos alcanzaría en Xpujil al día siguiente, por lo que al levantarnos esperamos un poco su llegada.

Yo sabía de Carlos por tenerlo de contacto en facebook, pero al igual que Ernesto no lo había conocido en persona, a pesar de ello nos reconocimos fácilmente cuando bajó de su auto frente a nuestro hotel, con él estaba su novia Paola y nos dirigimos a desayunar empanadas en el lugar donde cenamos la noche anterior.

Luego de platicar un poco, armamos un recorrido para el día, pues no teníamos un plan anteriormente. El primer punto a visitar estaba a penas a 3 o 4 kilómetros de donde nos encontrábamos, por lo que llegar ahí luego de cargar gasolina, comprar agua y algunas galletas fue muy rápido.
Pared de la torre

Comparado con otros amigos que visitan sitios, Carlos lleva poco tiempo desde que comenzó sus recorridos, además de que es ligeramente más jóven que yo; no obstante su ritmo es altísimo y en poco tiempo llegó a más de 100 en su cuenta personal, además conoce bastante bien la región en la que nos encontrábamos y gracias a sus datos pudimos llegar a algunos puntos del viaje que teníamos contemplados pero sin saber su ubicación precisa previamente. Además nos propuso visitar Mirador Chico, un lugar del que no teníamos ninguna noticia y ya que había intentado llegar ahí antes, tenía mucha idea de como encontrarlo. Más tarde buscando información me enteré de que éste sitio también fue llamado en algún momento microondas, por haber estado cerca de una antena de aquel tipo.
Entrada al pasaje interior de la torre

El acceso donde dejamos el carro está en un punto peligroso de la carretera, pero entramos sin problemas a pesar de que también es algo inclinado; de ahí llegamos caminando a una pequeña planicie totalmente cubierta de plantas. Por fortuna Carlos traía un buen machete y me prestó una lima que pudo mejorar el filo del mío, por lo que pudimos pasar aunque con bastante trabajo.

Nos tomó quizá media hora cruzar aquel campo. Al llegar a la parte más elevada de una suave pendiente nos percatamos de que estábamos sobre algunos montículos bajos, claramente se apreciaban las piedras de relleno, por lo que quizá era un área habitacional, frente a nosotros había un manchón de árboles y a la izquierda se veía un pequeño cerrito del que sospeché en un principio pero no estábamos lo suficientemente cerca como para verificar si era natural o no.

Entramos al área de selva y nuestro paso se complicó por la cantidad de vegetación. Carlos marcaba el rumbo con su GPS y tuvimos que corregir dos o tres veces; de pronto nos detuvimos para verificar la dirección, miré al mismo cerrito que se divisaba más atrás, que ahora era visible porque salimos del manchón vegetal y de inmediato reconocí una gran pared que era indudablemente artificial, por ello nos alegramos mucho y tomamos un camino recto hacia ahí, cortando con nuestros machetes la vegetación que tenía una altura de aproximadamente 2 metros o más en partes.
Torre de Mirador Chico

Así llegamos a la orilla de la edificación, era sumamente inclinada y no parecía que tuviera otros restos a su alrededor, por lo que en un principio pensamos que era un basamento piramidal con unos 5 o 6 metros de altura, sin embargo nos costó tanto subir que comenzamos a pensar que era una torre del estilo Río Bec, pues una gran pared parecía indicar que era así. Para poder apreciar mejor rodeamos un poco la estructura con gran peligro de rodar hacia la base, que ya estaba 2 o 3 metros debajo de nosotros, era muy difícil pisar en las pocas salientes que encontrábamos y teníamos que sostenernos de los troncos de árboles que nacían del edificio, aunque en su mayoría fueran delgados y no ofrecieran gran seguridad. Fue imposible rodear por ahí la estructura, pues había una sección muy lisa y sin troncos, así que tuvimos que regresar al costado por el que subimos en un principio y continuar el ascenso por aquel lado.
Cámara dentro de la torre

Un poco más arriba y alrededor de dos metros debajo de la cima nos encontramos con una apertura en el muro y de inmediato reconocimos uno de aquellos pasajes que son comunes en las torres Río Bec, por lo que confirmamos con ello que ésta era una de aquellas peculiares estructuras. Para entonces únicamente había visto éste tipo de conductos en Xpuhil, Hormiguero y el que ya fue clausurado en el grupo A de Río Bec, estaba bastante limpio el paso así que me sorprendió bastante ver algo así en un sitio tan perdido como éste; se trata de un pasillo con a penas un metro de ancho y quizá metro y medio de altura con una pequeña bóveda falsa seccionada conforme iba bajando, tenía una escalera pequeñita que bajaba tres o cuatro escalones y daba a una abertura que tendría menos de un metro de altura pero que continuaba dentro del edificio; desde su entrada solo se apreciaba hasta ahí y una abertura a la izquierda que salía en otro costado de la torre. De inmediato me animé a pasar el estrecho conducto, le pedí a Ernesto que me prestara su regla y con ella estuve revolviendo las hojas secas que cubrían el suelo para asegurar no encontrarme con víboras o con otros animales dañinos, dejé mi mochila en la entrada y pasé por el pasillo casi a pechotierra, a mi izquierda pude ver de cerca la abertura que ya he mencionado y al frente habían nuevamente escaleras hacia arriba, prácticamente simétricas a las del otro lado.

Escalinata interna
Ahí el techo volvía a tomar altura suficiente para ponerme en pie y al hacerlo volaron varios murciélagos, algunos rozándome con sus delgadas alas. No necesitaba una linterna pues desde arriba me llegaba luz aunque aún no podía ver de dónde provenía y así subí los escalones de aquél lado hasta que topé con un muro que me impedía seguir unos metros más adelante, a mi izquierda caían las largas raíces de algún árbol en el exterior y al alzar la cabeza pude ver que dos metros arriba de mí estaba el piso de pequeña cámara que estuvo cerrada, pero ya no había escalones para subir y no encontré ningún punto seguro para trepar por lo que decidí no entrar ahí, además de que podía ver prácticamente toda la extensión de la reducida habitación. Era casi un cubo con techo en bóveda falsa, había varios murciélagos colgando del techo y en una esquina tenía una gran grieta que era por donde el sol pasaba y me permitía ver en el pasaje donde estaba.

Al estar ahí parado, noté que había una corriente de aire fresco que contrastaba con el calor en el resto del conducto, ésto era porque había un pequeño hueco cuadrado que llegaba al exterior, al parecer hecho a propósito, como también pude ver en otras torres del estilo de ésta. Desde ahí regresé a la única salida por la que se podía pasar, que era la misma entrada, Ernesto y Carlos me preguntaron por lo que había encontrado pero no se animaron a pasar. 
Cima de la torre

Todavía le di la vuelta a la estructura y subí hasta su cima, ahí pude apreciar lo que fue el arranque del templo simulado que coronaba la torre y donde comenzaba la escalinata impracticable que llegaba hasta él. De inmediato me llamó la atención no ver restos de estructuras alrededor, por lo que no parecía haber un palacio ni una torre gemela a ésta, aunque un manchón de árboles podía cubrir restos de algunas habitaciones que no observé por lo cerrado de la vegetación, sin embargo lo que si era casi seguro era la ausencia de otra torre, por lo que el edificio era muy peculiar, únicamente sé de otra estructura así en Nicolás Bravo.

Salimos muy satisfechos con lo que pudimos apreciar en el sitio, no teníamos idea de lo que encontraríamos. La salida fue difícil y perdimos el rumbo pero finalmente dimos con el camino que abrimos para llegar y nos dirigimos a Chakanbakán, un sitio para el cual conseguí un permiso del centro Inah Quintana Roo, gracias a su directora, la arqueóloga Adriana Velázquez, pero como el lugar está en investigación no hablaré de él hasta que el proyecto arqueológico en el lugar termine. 

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