miércoles, 28 de febrero de 2018

Viaje a México y Guatemala pt. 12. Vuelta a Nicolás Bravo

Pasaje en la torre
Nuestro siguiente punto a visitar después de Kohunlich fue Nicolás Bravo, yo había estado ahí dias antes con Adriana Leurette, vimos un solo edificio y esperamos a Ernesto para dirigirnos a 20 de noviembre; Carlos también había recorrido el lugar aunque existían aún secciones que no conocía. Ésta vez queríamos recorrer todo lo que fuera posible antes de que el sol se metiera; el sitio es muy disperso al igual que Río Bec, contiene una cantidad enorme de edificios como pudimos comprobar y al parecer estuvo poblado desde inicios del clásico o finales del preclásico y hasta el año 900 o 1000 d.C probablemente. 

A diferencia de otros sitios del estilo regional, aquí pudimos apreciar incluso antes de visitarlo que existían conjuntos de gran tamaño que indicaban arquitectura más propia del estilo del Petén. Yo había visualizado en fotografías de satélite un gran cuadrángulo en la parte norte del lugar y hacia allá nos dirigimos. Pasamos por una carretera secundaria y a ambos lados pudimos distinguir montículos de diversos tamaños que indicaban la presencia de grupos de Nicolás Bravo, incluso algunos fueron partidos al construir el camino y se apreciaba la piedra de relleno. También observamos algunos ranchos que contenían edificios e incluso uno junto a una casa al cual parecía le habían sacado bastante piedra para construcciones modernas.
Cima de la torre

Dimos vuelta en la entrada hacia algún sembradío y dejamos el auto, caminamos por una terracería que indicaba por la vegetación crecida que no se usaba muy seguido. A nuestros lados comenzamos a apreciar las siluetas de estructuras muy grandes reducidas a montones de piedra, más adelante nos encontramos con un campo que parecía abandonado y giramos un poco al norte, ahí yo sabía que estábamos a pocos metros de la esquina del cuadrángulo que había observado pero la selva sumamente cerrada no permitía que vieramos nada. Avanzamos y rodeamos toda un área arbolada que contenía las construcciones visibles en el satélite pero era impenetrable hasta que por fín y cuando estábamos por desistir, encontramos un pequeño sendero que entraba hacia donde debían haber edificios.
Vista desde la torre

La sorpresa fue mayúscula, llegamos a la base de una estructura gigantesca, uno de los mayores montículos que haya visto jamás en algún sitio cerrado al público. Yo me animé a subir hasta su cima y calculé que tenía más de 30 metros de altura pues por más que ascendía parecía no llegar al final. En ninguna parte se distinguía algún resto de muro o arquitectura expuesta pero indudablemente era una estructura prehispánica por el tipo de piedra que la formaba. Desde el punto más alto a penas podía ver entre el follaje de los grandes árboles que cubrían el área, sin embargo pude distinguir al frente y al costado izquierdo de donde me encontraba otras estructuras enormes que incluso podían superar en altura a ésta en la que me encontraba. Del lado derecho era imposible ver algo pero deduje que ahí se encontraba un cuarto edificio que cerraba una plaza de forma rectangular a la que debieron apuntar todas las voluminosas construcciones del área. Debido a la poca visibilidad, aunada a la dificultad para pasar entre la maleza y la falta de restos arquitectónicos, los demás decidieron no subir y nos dirigimos hacia un peculiar edificio que es por mucho el mejor conservado de Nicolás Bravo.

Torre de Nicolás Bravo

Regresamos un poco sobre el camino por el que habíamos llegado hasta que distinguimos una elevación entre una gran cantidad de vegetación sumamente crecida, dejamos el auto y Paola nos esperó ahí. Carlos, Ernesto y yo nos dirigimos al montículo con los dos machetes que llevábamos y a pesar de que la distancia no sería mayor a 50 metros, fue uno de los trayectos más difíciles que haya recorrido. Se trataba de un pequeño llano totalmente cubierto de zacate muy alto, con más de 2 metros y algunos arbustos y plantas espinosas. Carlos y yo nos rotamos al frente para ir cortando pero parecía que al dar un machetazo aún más plantas rebotaban para volver a cubrir el sendero que íbamos abriendo y no dejarnos pasar. Con un gran esfuerzo llegamos a la base de la estructura y notamos que sus piedras de construcción estaban totalmente expuestas, pues sobre él no crecían tantas plantas como alrededor, sin embargo fue un poco decepcionante pues la tremenda inclinación nos imposibilitó trepar y un montón de ramas muy gruesas como para cortarlas con el machete cubrían el único camino que teníamos y también dejaban fuera de nuestro alcance una apertura en el muro que indicaba la presencia de un pasaje interno en el edificio. Tuvimos que bajar y rodear la base para poder intentar subir por otro costado, ésta vez lo logramos pero con gran peligro de resbalar y caer hasta la parte más baja, pues el talud era de vértigo.
Parte alta de la torre

Ya Eduardo nos había dicho antes la naturaleza de ésta estructura: se trataba de una única torre de estilo Río Bec, algo muy extraño que él no había visto en ningún otro lugar, nosotros horas antes ya habíamos observado otra construcción parecida en Mirador Chico. Sin embargo, ésta torre era más alta y mucho más compleja que la anterior, cosa que comprobamos con gran emoción al llegar finalmente a la parte alta.

Tendría esta estructura alrededor de 10 metros de altura, y unos 3 por debajo de la cima nos encontramos con una nueva apertura que daba a una delgada escalinata interna que bajaba, no entramos en ella de inmediato pues queríamos subir al punto más alto, así que trepamos por un costado, fue bastante difícil pero finalmente conseguimos llegar.
Pasaje interno

En la parte alta me encontré con la entrada a otro pasaje que comenzaba justo en la cima y bajaba hasta cubrirse con una bóveda muy delgada, luego de algunos metros descendiendo se unía formando una T a otro pasillo igualmente delgado  que se extendía hacia ambos lados para llegar a dos aperturas en los costados contrarios del edificio. Éste par estaban a la misma altura y llegaban a una especie de pequeña terraza, me asomé y vi que Carlos estaba en algún punto más bajo, supe que había llegado entrando por el segundo pasaje que encontramos al llegar al edificio. Ésta entrada también se encontraba a la altura de la terraza donde yo estaba y pude llegar a ella muy fácilmente, así entré y pude ver que éste llevaba a otra serie de pasadizos que pasaban junto a los anteriores sin comunicarse entre sí por dentro de la torre, bajaba también hasta unirse en forma de cruz con dos pasajes que descendían, uno de ellos bloqueado. Un tercer pasillo llevaba a la entrada más grande de todas las que apreciamos y que era donde Carlos estaba parado cuando lo ví desde arriba. Un gran arco maya se abría hacia la parte externa del edificio y desde ahí un sendero mucho más ligero que lo que habíamos recorrido para subir comenzaba, si ésta era parte de la fachada de la torre, debió ser sumamente impresionante y una vista única entre todas las estructuras mayas conocidas. En lugar de que hubiera una escalinata saliente que llevara a la parte alta, se accedía entrando por esa gran apertura y subiendo por los estrechos pasajes internos.
Torre de Nicolás Bravo entre la maleza

Todavía quedaba el pasaje más largo por explorar, era el último de los cuatro que formaban la cruz por la que pasé, no me atreví a entrar cuando lo ví pues era un pasillo que seguía descendiendo en total oscuridad y yo no traía conmigo ninguna lámpara, tuve que ir detrás de Carlos para poder bajar por ahí. Luego de recorrer algunos metros, giramos a la derecha y pudimos ver que ahí estaba la primer entrada que vimos y a la que no llegamos debido a que estaba obstruida por gran cantidad de ramas, aún el pasillo giraba a la derecha y seguía descendiendo ya cerca del nivel del suelo, pero fue imposible saber hasta donde llevaría pues en ésta parte se encontraba totalmente derrumbado y cubierto de escombro.

Volvimos a salir al gran arco y bajamos por el sendero que ahí comenzaba, dimos un último vistazo a la impresionante estructura que habíamos visitado, el edificio era uno de los más sorprendentes que habíamos podido recorrer y estábamos sumamente satisfechos por haber podido explorarlo.
Estructura tipo Río Bec en el centro de Nicolás Bravo

El regreso al auto fue infinitamente más sencillo que la llegada, el sendero que seguimos daba vuelta y llegaba totalmente limpio hasta el camino justo frente a donde nos esperaba Paola, pero no lo vimos en un principio porque su entrada estaba tapada por carrizos de gran tamaño.

Regresamos al centro del poblado de Nicolás Bravo y ahí nos despedimos de Carlos y de Paola, pues ellos regresarían a Chetumal. Quedamos muy agradecidos con ellos por habernos llevado a cuatro sitios, aunque Carlos aún nos hizo otro favor mostrándonos el camino para otro sitio que visitamos al día siguiente, nuevamente había conocido en persona a un apasionado de los sitios mayas como yo y eso me causa una gran alegría.

Cuando Ernesto y yo nos quedamos solos y antes de volver a Xpujil, donde teníamos ya pagada la noche de hotel, fuimos nuevamente a la estructura a la que había ido con Adriana el día que dejamos al grupo, la cual es un palacio típico del estilo Río Bec, con sus dos torres en los costados. Finalmente tuvimos que tomar taxi pues no encontramos otro transporte y pasamos a cenar antes de retirarnos a descansar. Era ya 30 de enero, al siguiente día recorreríamos los últimos sitios del año.

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