domingo, 29 de marzo de 2020

Un mes en Campeche pt. 14. Hampolol, Dzitbalché, Nunkiní, Santa Cruz, Tankuché, El Remate y Pomuch

Entrada a El Remate
El jueves 25 de julio se llevó a cabo el segundo y penúltimo recorrido organizado dentro del curso de lengua maya (el último fue a Calakmul unos días después pero a ese yo no asistí), se trató de una serie de visitas a una serie de proyectos realizados por mujeres emprendedoras. 

Por la mañana fuimos a la universidad, llegamos unos minutos tarde pero no hubo problema. Salimos a nuestra primera parada en el cercano Hampolol, dónde ya había estado cuando fui a buscar el sitio de Cansacbé. En ésta ocasión llegamos a una casa donde se elabora una bebida muy parecida al café pero con granos de maíz tostado, ahí desayunamos dicha bebida y tamales.

De ahí nos dirigimos a Dzitbalché, donde nos hablaron sobre los cantares que se hallaron en dicho lugar y que son un documento colonial escrito en maya que narra hechos históricos y legendarios de la región, también pudimos ver algunos locales donde vendían ropa bordada típica.
El Remate

Seguimos hacia un poblado que visité en 2013 junto a mi amigo Julio, Nunkiní, el cual cuenta con un gran sitio arqueológico llamado Xkamayamul. En ésta ocasión únicamente llegamos al centro y nos mostraron como se elaboran varios productos de palma, pero principalmente los importantes petates "pop", antiguos símbolos de la realeza maya que tenían complicados diseños geométricos; un arte que casi se perdió al fallecer la única señora que los elaboraba, pero que fue recientemente recuperado de forma autodidacta por una de sus sobrinas.

De ahí seguimos hacia el parque nacional de los Petenes, primero en el casco de la vieja hacienda de Santa Cruz, donde se lleva a cabo la fabricación completa de los famosos sombreros de jipi japa (a diferencia del mundialmente conocido Bécal, donde ya no se encuentra la materia prima). Ahí pudimos entrar a ver una de las pequeñas cuevas artificiales cuyo ambiente hace que la palma sea óptimamente trabajada.
El Remate

El último proyecto que conocimos fue en Tankuché, donde se obtiene la miel de la abeja melipona y se usa para elaborar diversos productos como jabones y dulces. Esta miel es sumamente cara pero con una calidad muy superior a la normal.

Finalmente llegamos hasta El Remate, un ojo de agua cristalina cuyo fondo está cubierto de pequeñas piedras de un azul turquesa que le da una apariencia de ensueño; ahí estuvimos por un rato nadando a pesar de que la hora de cierre ya había pasado; sin embargo los encargados nos dejaron pasar.

Así emprendimos el regreso justo antes de que comenzara a llover, aún así todavía nos faltaba un último destino.
Tumba en Pomuch

Llegamos a Pomuch poco antes del atardecer, paramos en el centro y pasamos a comprar un pan llamado "de pichón", que nos habían recomendado y que pintaban como una maravilla. Se trata de un pan francés relleno de queso con un poco de picante; Fernando y yo compramos uno pero nos pareció bastante caro y su sabor muy parecido a una torta de queso de la Ciudad de México, por lo que a diferencia de otros platillos que pudimos probar en nuestra estancia, éste no nos encantó.

Para cerrar el día fuimos al cementerio a observar el ritual en el que se extraen los huesos de los difuntos para limpiarlos y luego volverlos a colocar en su nicho. Ésto me dejó una sensación de desengaño, la ceremonia siempre es difundida los días de muertos incluso en televisión internacional como una tradición que realiza todo el poblado, sin embargo nos dijeron que hay personas encargadas de llevarlo a cabo a las que se les paga y que realizan demostraciones para los turistas en cualquier época del año (junto con lo de Bécal me sentí timado). 

Regresamos ya algo tarde y a penas alcanzamos el camión para nuestro lugar de hospedaje. Ese día cerró el curso pero saldríamos de regreso hasta el martes siguiente, luego de 5 semanas en Campeche; aún faltaba la cereza del pastel que llegó el último domingo de la estancia.

lunes, 16 de marzo de 2020

Un mes en Campeche pt. 13. De vuelta a Edzná, playa y recorrido por museos

Gran Acrópolis de Edzná
El 20 de julio me levanté temprano, a pesar de tener un poco de cansancio en las piernas por la caminata del día anterior, salí a hacer otro largo trayecto a pie hasta el aeropuerto. Llegué casi una hora antes de que arribara el vuelo en el que venía Itzel, mi novia, a visitarme unos días (el que como de costumbre estaba retrasado). 

Cuando por fin llegó, salimos a tomar un camión al centro y luego nos dirigimos a dejar sus cosas en la casa donde me hospedaban; en un rato nos preparamos y fuimos a la terminal de autobuses de segunda, donde tomamos el transporte a Seibaplaya. 

Yo no suelo acudir nunca al mar, pero era una ocasión especial. Sabía que las mejores playas de Campeche se encontraban cerca de Ciudad del Carmen, en Isla Aguada o en Sabancuy, pero tomaría mucho tiempo llegar hasta ahí. Por ello que escogimos un punto más cercano que aunque tiene un litoral algo pedregoso, a unos metros de la línea de costa el suelo es de arena fina.
Escalinata jeroglífica en la pequeña acrópolis de Edzná

Ya en el poblado, tomamos un mototaxi a la playa, donde permanecimos algunas horas.

Ya de regreso fue el mismo camino pero al llegar al centro de Seibaplaya todo parecía estar desierto, por fortuna el conductor nos llevó a un lugar donde podíamos comer aunque no había baño y después tuvimos que pedir permiso en una cafetería que aún no terminaba de abrir para poder regresar con un poco más de calma. No encontramos ningún camión así que regresamos en una combi a Campeche y luego fuimos de nueva cuenta a donde me estaba hospedando para llevar las cosas de Itzel y algunas mías al hotel donde ella se quedaría entre el centro y la universidad, ahí me quedaría con ella y por unos días fue más fácil llegar a cualquier parte.

Al día siguiente me puse de acuerdo con Wilberth para visitar Edzná por la tarde, justo antes del cierre, cuando los turistas ya se hubieran ido casi en su totalidad. Salimos a desayunar al centro pero luego el tremendo calor que hizo aquel día nos obligó a quedarnos en el hotel hasta la hora de ir a tomar la combi al sitio.
Palacio de los 5 pisos

Tardamos mucho esperando pero pudimos subir al último transporte del día, cuando llegamos a Edzná, el custodio, visiblemente molesto, reclamó que el conductor nos hubiera llevado sin advertirnos que no encontraríamos transporte de regreso a esa hora, pero yo le dije que Wilberth estaba esperándonos (él es guía oficial en el sitio) y entonces se calmó y nos dijo que pasáramos.

Nuestro recorrido fue muy tranquilo y con un poco menos de calor que en el horario más habitual, nuevamente pasamos por casi todo el sitio abierto al público exceptuando el grupo de la vieja hechicera. 

La luz vespertina provocó que las escalinatas jeroglíficas resaltaran más y el cielo lucía igual o más hermoso que en la ocasión anterior pues estaba cubierto de nubes de distintas tonalidades. Al final del día, Wilberth nos llevó al centro de Campeche en su auto y conocimos a algunos de sus compañeros, así como a la directora del sitio.
Malecón de Campeche

Los siguientes días tuve el curso por la mañana y por la tarde visitamos el pequeño museo de la puerta de Tierra, cuyo tema son los piratas; igualmente fuimos al museo de arquitectura maya del baluarte de la soledad, al museo de la pirateria en plena plaza de armas y al museo de arqueología subacuática; comimos en el mercado y paseamos por el centro.

El último anochecer que pasamos juntos fuimos al malecón y estuvimos ahí observando el sol ocultarse en el horizonte, el viento era muy fuerte pero el mar estaba tranquilo como todos los días que lo vi durante mi estancia. La tarde siguiente dejamos el hotel y fuimos a mi hospedaje a esperar la hora para ir al aeropuerto; Fernando ya había regresado y se encontraba con Álvaro, así que estuvimos jugando UNO por un rato. Más tarde Itzel y yo nos fuimos en transporte público hasta la terminal aérea.
Con Itzel en el malecón

Cuando ella pasó a la sala de espera yo regresé a mi hospedaje, ya era algo tarde y estaba muy oscuro, temía tener que caminar pero tuve suerte de que al poco tiempo pasó un camión al centro y pude alcanzar también al que iba para la casa donde estábamos. 

Al siguiente día fue la última clase en la universidad, pero aún nos faltaba realizar un recorrido programado y teníamos algo especial para el final de nuestra estancia.

viernes, 13 de marzo de 2020

Un mes en Campeche pt. 12. Las Torres y Xanilá, Yucatán

Estructura oval de Las Torres
El viernes 19 de julio tuvimos día libre en el curso de lengua maya, también era mi cumpleaños así que quería pasarlo por primera vez visitando sitios mayas. Fue muy complicado hacer algún plan por no tener mucho presupuesto y porque ninguno de mis amigos estaba libre.

Me decidí por visitar Cd. Caucel y tratar de recorrer la mayor cantidad posible de sus parques ecoarqueológicos, los cuales conservan vestigios de uno o varios asentamientos que se encontraban en la zona, pero es difícil decir cuales eran sitios individuales o cuales no porque un enorme desarrollo habitacional ya ocupa casi toda la zona. Según los datos que pude reunir, al parecer los sitios principales de Cd. Caucel son Dzonot Xanilá, Xanilá y Anikabil, así que fueron esos los que decidí recorrer al no tener mejores opciones, cualquier otro sitio nuevo me sería casi imposible de visitar por la ausencia de transporte.
Estructuras habitacionales de Las Torres

Comencé por ir a la terminal de segunda y tomé un autobús a Mérida. No tenía ninguna prisa así que no importaba ir puebleando y tardar casi 5 horas, aunque decidí regresar en primera clase para poder quedarme hasta el final del día.

Llegando a Mérida me dirigí a la base de los camiones de Cd. Caucel, decidí bajarme cerca del sitio de Las Torres, el cual está a medio camino entre Xanilá y el sitio que se encuentra en el centro del viejo pueblo de Caucel; es difícil decir a cual de los dos pudo haber pertenecido Las Torres.

Yo ya había pasado por ahí junto con Eduardo y Julio pero habíamos visto únicamente lo que había en una glorieta, que supuestamente eran estructuras habitacionales pero únicamente eran hileras de piedras. Después nos dimos cuenta que a unas cuadras de ahí había edificios mucho más definidos y hacia ahí me dirigí.
Estructura redonda en Las Torres

Encontré varias plataformas redondas y una muy interesante que tenía una planta ovalada sobre lo que parecían una o dos subestructuras, revelando ser el punto más importante del sitio. Lo demás consistía únicamente en los cimientos de varios muros rectos que formaban habitaciones.

El plan original era dirigirme a Dzonot Xanilá, pero debía caminar más de 3 km de ida y regreso y el calor era tremendo. Por ello decidí caminar a Xanilá. 

Así llegué al segundo sitio, el cual es parte de una serie de pequeños asentamientos dispersos al oriente de Yucatán y que son muy antiguos (preclásico medio), éstos tienen en común la presencia de un juego de pelota abierto y una plataforma cuadrada en su lado norte. El de Xanilá es bastante largo aunque sus taludes son bajos, está parcialmente restaurado. También se aprecian algunos montículos pequeños.
Juego de pelota de Xanilá

Mi visita fue muy corta y luego decidí caminar hacia Anikabil, antes de eso me desvié un poco para llegar a Kalax, un parque muy cercano a Xanilá, por lo que debió formar parte del mismo sitio. Ahí no encontré más que un montículo medianamente grande y totalmente destruido, por lo que no tomé fotografías. 

Lo último de mi recorrido fue un largo zigzagueo en Anikabil, pero ahí no encontré más que unos cuantos montículos bajos que no mostraban ningún vestigio de arquitectura visible, por lo que ni siquiera lo agregué a mi lista de sitios visitados.

Así regresé al centro de Mérida no sin antes cruzar frente al casco de una antigua hacienda cerca de Anikabil. A penas llegué a tiempo para visitar a mi amigo Stephan Merk en su casa. Cuando llegué me puse a revisar mi celular para verificar la dirección y un par de policías en su patrulla comenzaron a interrogarme sobre el motivo de mi presencia, lo cual me molestó bastante ya que ni siquiera había hecho nada más que caminar hasta ahí; en ese mismo momento Stephan salió y me dejaron en paz.
Pequeños montículos en Anikabil

Pasamos una buena parte de la tarde platicando sobre sitios mayas en una extraña mezcla de español e inglés, y pude ver un poco del gran archivo de Stephan, quien es probablemente el mayor explorador de sitios mayas que ha existido, además de que cuenta con varias publicaciones, entre ellas dos volúmenes de su libro "The long silence".

Después de eso nos despedimos y fui al centro de Mérida a buscar libros, aunque no compré ninguno. De ahí caminé a la terminal de autobuses y regresé a Campeche, donde llegué cerca de la media noche; ya que no quería gastar mucho decidí cruzar casi toda la ciudad caminando, por lo que llegué de madrugada sin haber tenido ningún problema y con mi pierna lastimada ya totalmente repuesta. Fernando había salido también a Yucatán, así que me encontraba solo por el momento.

domingo, 8 de marzo de 2020

Un mes en Campeche Pt. 11. Hecelchakán, Dzotchén y Xkalumkín

Dintel de Xkalumkín
El jueves 18 de julio se llevó a cabo uno de los dos recorridos que estaban programados para el curso de lengua maya. Nos reunimos en la UACAM y subimos a uno de sus autobuses para dirigirnos a Hecelchakán; ahí pasamos a desayunar los famosos tacos de cochinita del centro y luego nos ofrecieron una visita guiada en el Museo de Arqueología Maya del Camino Real, el cual había visitado algún tiempo antes.

Antes de seguir el recorrido, algunos de nosotros pasamos al mercado, donde compré pitahayas, fruta que estaba en temporada y que prácticamente todas las semanas reabastecía debido a que nunca antes había estado en Campeche en la época en que abunda y me había encantado su sabor.

Subimos de nueva cuenta al autobús y hubo un pequeño percance en el que debido al poco espacio para salir y al retroceder un poco, el camión golpeó a un taxi y tuvimos que esperar un rato mientras el conductor llegaba a un arreglo para podernos retirar.
Palacio de los cilindros

La siguiente parada fue en el cercano pueblo de Dzotchén; ahí visitamos una primaria bilingüe donde hubo algunos juegos, recorrimos el casco de la exhacienda que se encuentra en el centro y nos ofrecieron una comida con tamales, incluso cosecharon una sandía que tenían en su huerto para compartirla con nosotros. Ahí tenía ganas de ir a visitar a Don Mariano, quien me había guiado junto con Julio al sitio de Chelemí y a algunas estructuras mayas dentro de Dzotchén pero no tuve tiempo.

Ya por la tarde subimos de nueva cuenta al autobús, aunque algunos de mis compañeros seguían en la primaria y parecían no querer irse, hasta que pasamos frente a la primaria y después de un rato pudimos seguir hacia Xkalumkín, un sitio maya que yo ya conocía pero que iba a aprovechar para sacar fotografías pues las que tenía del 2013 fueron tomadas con una cámara muy austera y la que llevaba ahora era mucho mejor.
Grupo de la serie inicial

Cuando llegamos pude ver que en la entrada habían colocado varios monumentos con grabados que no recordaba haber visto antes, entre ellos estelas, dinteles o jambas y columnas. Asimismo bajo un pequeño techo seguían las piezas procedentes del sitio cercano de Xcombec, que había visto junto con Julio en el 2013. 

Como suele ocurrir cuando hay mucha gente, y ya que mi rodilla estaba casi completamente restablecida, decidí adelantarme para tomar fotografías sin personas, aún así me sorprendió que me encontré con varias familias locales que estaban paseando por todo el sitio abierto al público y tuve que esperar varias veces para poder realizar las tomas que quería.

Primero llegué al palacio de los cilindros, el cual tiene una escalinata volada que lleva a su parte superior aunque no se observan restos de habitaciones en la planta alta, el friso está decorado con columnillas que le dan su nombre.
Edificio del cerrito

El siguiente conjunto fue una plaza rodeada por montículos destruidos, pero ahí pude ver los restos de una fachada entre el escombro. Un poco más allá llegué al grupo de la serie inicial, donde había un edificio que tenía glifos alrededor de su entrada principal, por desgracia ya no se encuentran ahí pero se pueden apreciar en el Museo de la Arquitectura Maya del Baluarte de la Soledad en Campeche, Campeche. 

Desde ahí me encontré con algunos compañeros que se habían adelantado también y seguimos el recorrido juntos. Pasamos por un cenote ya seco y finalmente llegamos al edificio del dintel, el cual solo conserva parte de la fachada. Desde ahí se ven grandes plataformas con restos de arquitectura en su parte alta, sin embargo se encuentran fuera del área abierta al público y la maleza hace que sea casi imposible acercarse; por otro lado se puede tener una idea de que el sitio es mucho más grande de lo que parece y estaba distribuido tanto en la planicie como en los cerros que la rodean.
Vista hacia el norte del sitio

Ya yendo de regreso a la entrada, Fernando y yo subimos al edificio que se encuentra sobre un pequeño cerro, el cual también tenía una escalinata volada que permitía subir a su parte alta, aunque al igual que el palacio de los cilindros no se observan cuartos ahí. Una vez arriba nos dimos cuenta de que la cima del pequeño cerrito seguía hacia la parte trasera del edificio y vimos algunos restos de paredes justo al borde de la elevación. Decidimos ir a ver a pesar de la maleza y la piedra suelta que cubría todo y dificultaba bastante caminar, cuando estábamos por llegar hasta los vestigios, nuestra compañera Zeltzin nos alcanzó en la cima y quiso pasar con nosotros; solo pudimos ver como una piedra, que ya se había rodado cuando yo pasé, se deslizó por completo y provocó que ella cayera dando incluso una rotación que hizo que pareciera desde donde estábamos que había caído de cabeza. Regresamos preocupados a ayudarle y vimos que se había raspado la rodilla, algo mucho más leve que lo que me imaginé al ver su caída pero aún así la sangre comenzó a escurrir por su pierna.

Luego de bajar nos dirigimos al autobús, donde casi nadie más se encontraba, Zeltzin se dirigió a limpiar su herida y por fortuna encontré entre mis cosas una pequeña botella de alcohol en gel que ayudó a que no se le infectara. A los pocos días su rodilla ya estaba mucho mejor. 

Regresamos a Campeche cuando ya había caído la noche, al día siguiente (viernes) no tendríamos curso, algo muy conveniente para mí pues sería el día de mi cumpleaños y quería pasarlo en algún sitio maya.

martes, 3 de marzo de 2020

Un mes en Campeche Pt. 10. Xpulyaxché

Montículo principal
Llegamos hasta el poblado de Pakchén y tomamos una terracería que llegaba hasta unos viejos campos de cultivo que parecían abandonados desde años atrás; mi información aparentaba que la llegada a Xpulyaxché sería muy sencilla pero la tremenda maleza que apareció frente a nosotros amenazó con impedirnos acceder al sitio a pesar de encontrarnos a menos de 100 metros.

El cansancio que nos dejó Peor es Nada había disminuido bastante luego de estar sentados un buen rato en el auto y tomar bastante agua así que decidimos intentar cruzar el campo a punta de machetazos. Luego de un buen rato logramos llegar al borde de los campos, el cual estaba marcado por una alambrada. Una vez en la selva la maleza era mucho menos abundante debido a la poca luz que pasa a través del follaje de los árboles de mayor tamaño que crecen ahí.

Al poco tiempo nos encontramos un gran montículo que resultó ser la estructura principal; se trata de un edificio raro para la zona de los Chenes en la que nos encontrábamos, debido a que ahí casi no existen templos piramidales como éste. Por el tamaño de las piedras de la construcción parece ser que es anterior al desarrollo del estilo arquitectónico regional.

Restos de templo superior
Lo primero que vimos fueron unas enormes piedras que formaban dos o tres escalones y subimos hasta la cima, donde nos encontramos con algunos pocos restos de paredes pertenecientes al templo superior, su construcción parece mucho más fina que la del basamento, dando a pensar que fue un añadido posterior o que perteneció a una etapa más tardía de la que no se conserva nada más visible.

Lo más impresionante fue que al bajar por otro de los lados nos encontramos con una sección muy bien conservada de otra escalinata megalítica, la cual solo tuvimos que limpiar mínimamente para fotografiarla, en su parte inferior tenía un hueco que a primera vista parecía parte de una entrada pero luego nos dimos cuenta de que únicamente se trataba del espacio que dejó una gran roca que había sido retirada probablemente por saqueadores y que yacía a unos metros ya partida por la mitad.

Escalinata megalítica
Rodeamos toda la estructura y con ello comprobamos que en las cuatro caras tenía esas enormes escalinatas, aunque ya era muy poco lo que se podía apreciar de las restantes. Sabíamos que había más arquitectura expuesta e incluso una estela (otro elemento raro en la zona de los Chenes), pero al no encontrar nada más en un examen rápido decidimos terminar la visita debido al cansancio acumulado y a que todavía queríamos llegar hasta el sitio de Dzehkabtún.

Volvimos al auto y llegamos hasta una terracería que nos llevó a unos extensos campos de cultivo que son utilizados actualmente. El camino se volvía difícil pues en lugar de ser de tierra firme blanca o sascab, en un momento pasó a ser de tierra roja muy resbaladiza y blanda. Estábamos a aproximadamente 1 km de llegar a Dzehkabtún cuando vimos pasar a algunos jóvenes en motocicleta, volteamos a saludarlos y, luego de ese instante de distracción, Wilberth perdió el trazo seco del camino y el auto se deslizó a un charco y rápidamente se atascó. Las llantas del lado derecho se hundieron en el fango hasta unos 15 centímetros y por ello bajamos a intentar sacarlo empujando.
El atardecer en los campos

De inmediato se nos hundieron los pies hasta los tobillos en lodo, no podíamos aplicar mucha fuerza pues terminábamos deslizándonos y ensuciándonos más. Intentamos con Wilberth y conmigo conduciendo y fue inútil. Empezamos a recolectar pasto seco y hierba para intentar colocarlos bajo las llantas para dar tracción pero también fue infructuoso. Comenzábamos a estar en una situación bastante precaria: el pueblo más cercano estaba a una hora o más caminando y comenzaba a hacerse tarde. Nuestra última idea surgió al darnos cuenta que bajo 20 o 30 cm de lodo parecía que la tierra era compacta; decidimos escarbar con las manos hasta quitar todo el lodo posible y liberar un "riel" de tierra compacta para sacar por ahí el auto en reversa. Todo pareció resultar aunque la hierba que habíamos puesto en lugar de ayudar nos volvía a atascar y tuvimos que hacer varios intentos cavando más y avanzando un poco adelante para tomar impulso hacia atrás. En un momento que el auto ya estaba a punto de salir volvió a deslizarse hacia el lodo pero ya teníamos claro como salir, luego de un buen rato y un esfuerzo tremendo logramos poner las cuatro llantas en tierra compacta. Terminamos tan sucios que tuvimos que subir descalzos al vehículo para no llenarlo aún más de lodo; por último olvidamos los machetes en el suelo y tuvimos que regresar por ellos, a cambio tuvimos una hermosa vista del atardecer en medio del campo.

Regresamos a Campeche más tarde de lo que habíamos planeado y hubo que darle un trapazo al auto para que estuviera un poco decente. Así terminó un fin de semana de interesantes exploraciones.