miércoles, 6 de noviembre de 2019

Práctica de campo en Tlayacapan, pt. 3. El monte al sur del poblado

Cima de "La encumbre"
En las últimas dos semanas de la práctica de campo salimos varias veces a caminar y a subir a los montes al sur del poblado; también estuvimos jugando futbol varias tardes y donde se encontraban las canchas pudimos encontrar numerosos restos de obsidiana y algunos fragmentos de navajillas. 

Un día después de regresar de comer, Andreas me dijo que quería subir al cerro de "la ventanilla", el cual estaba muy cerca de la casa donde nos quedábamos. Algunos del grupo nos animamos a ir y justo antes del anochecer ascendimos por un camino que llegaba a un tanque de agua a la altura de medio cerro; nos topamos con una ladera recién quemada y mucho lodo por lo que fue bastante difícil pasar y la mayoría terminamos sumamente sucios y con la ropa manchada de carbón. Un poco más arriba llegamos a una saliente que no era la cima pero que estaba coronada por una cruz y tenía una gran vista hacia Tlayacapan. Estuvimos ahí hasta que la noche ya había caído e hicimos señales a nuestros compañeros del campamento con las luces que teníamos entre lámparas y celulares, ellos nos respondieron y pudimos verlos sin problema.
Pequeño montículo en la cima de "La encumbre"

Poco después, de nuevo Andreas junto con Fernando me sugirieron intentar llegar hasta el Huixtlaltzin, un gran cerro frente al Tlatoani. Invitamos a varios compañeros pero nadie quiso unirse a ese recorrido. Nos fijamos una mañana para subir y nos levantamos bastante temprano; no salimos de inmediato pues el clima era pésimo: había neblina y llovía intermitentemente. Pasamos un buen rato dudando si era mejor posponer nuestro propósito pero al final decidimos hacer el recorrido de todos modos ya que comenzó a despejarse un poco.

Decidimos recorrer las cumbres de los cerros que formaban una cadena desde La Ventanilla hasta el Huixtlaltzin, pasando por El Sombrerito y La Encumbre. Así comenzamos subiendo nuevamente al primer cerro pero en lugar de detenernos en la cruz donde habíamos llegado anteriormente, tomamos un camino que seguía bordeando el cerro y luego subía a la parte más alta. 
Vista desde la Encumbre

Solamente por unos instantes las nubes nos permitieron ver Tlayacapan pero luego la neblina comenzó a cerrarse nuevamente, avanzar en la subida era un poco complicado por la gran humedad que hacía todo más resbaloso. Por todo el sendero había bastantes milpies de buen tamaño que al parecer salen cuando llueve.

Llegamos hasta una gran pared de piedra donde el camino se bifurcaba, seguimos hacia el poniente para no desviarnos de nuestro rumbo y gracias a la poca visibilidad nunca nos dimos cuenta que acabábamos de pasar junto al cerro del sombrerito, llegando a la siguiente elevación llamada "la encumbre", pero nosotros creíamos que aún no llegábamos a ese último cerro.

La parte alta era bastante plana, con una leve inclinación hacia ambos lados de la cima. Al aproximarnos a la zona más alta comencé a notar la presencia de terrazas muy destruidas y cubiertas de pastos y hierbas. En un punto nos encontramos con una plataforma cuadrada con dos cuerpos que incluso mostraba parte de una escalinata de acceso. Se trataba de un pequeño sitio que no figuraba en los que conocíamos por boca de los arqueólogos de la zona.
Terraza en el Huixtlaltzin

A unos metros de la plataforma encontramos una cruz de metal pero no pudimos ver nada hacia el pueblo por la bruma. Escuchábamos voces de jóvenes más abajo pero no podíamos ver de dónde provenían. 

Más adelante nos encontramos con una gran bajada y comenzó a despejarse, por lo que pudimos darnos cuenta de que el camino llegaba a un paso bajo y luego ascendía de nueva cuenta, casi sin ninguna duda el cerro que seguía era el Huixtlaltzin, el cual era nuestra meta y que tiene restos prehispánicos ya explorados en su cima.

En el paso bajo al que llegamos nos encontramos con varios jóvenes que pasaban ahí el rato, luego de platicar con ellos nos indicaron por dónde subir al Huixtlaltzin y supimos que ellos formaban parte de varios proyectos colectivos además de tocar música juntos. Al final les pedimos sus datos y días más tarde los invitamos a participar como un grupo focal en nuestro proyecto de la práctica.
El Tlatoani y el Zihuapapalotzin desde el Huixtlaltzin

El último ascenso también fue algo complicado porque había que rodear riscos muy escarpados pero al poco tiempo alcanzamos la cima. La bruma se había disipado lo suficiente como para poder apreciar la belleza del lugar. Ahí podía verse el cerro del Tlatoani con el Zihuapapalotzin detrás, además de la barranca de Tepecapa, por donde habíamos pasado tiempo antes para llegar a la cueva del gallo.

Nos encontramos con varias terrazas y restos de pequeñas plataformas pero todo muy destruido y poco visible, aún menos que la estructura de la encumbre. Ahí pudimos identificar un lugar desde el cual los españoles intentaron tirar con arcabuses hacia la cima del Tlatoani cuando los habitantes locales se atrincheraron en dicho sitio de forma que fue imposible para los conquistadores ascender, decidiendo intentar el ataque desde el cerro cercano, en el que nos encontrábamos.

Bajamos por el mismo camino que tomamos para subir, puesto que el resto de caras del cerro eran riscos verticales imposibles de pasar. Luego de algunos minutos llegamos hasta el camino que seguimos varias veces antes para llegar a las nopaleras y a la base del cerro del Tlatoani. Desde ahí llegamos justo a tiempo para ir a comer y descansar. Se trató del recorrido más largo que hicimos en toda nuestra estancia y el que tuvo las vistas más hermosas de toda la práctica.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Práctica de campo en Tlayacapan, pt. 2. Cueva del Gallo, Morelos

Camino a la cueva del Gallo
Una semana estuvimos insistiendo a nuestro profesor y al arqueólogo Jorge Linares para que nos llevaran a más vestigios arqueológicos, finalmente accedieron a realizar un nuevo recorrido hacia la Cueva del Gallo. Esta vez no iría el grupo completo sino únicamente los que quisieran hacerlo, así nuestro grupo se redujo a 10. El profesor Fabio nos llevó en su camioneta hasta la entrada en la parte baja del cerro del Tlatoani, sin embargo no cabíamos todos en el vehículo, por lo que Gustavo y yo tuvimos que subirnos cada uno en un costado y agarrarnos de un pasamanos sobre el toldo.

El inicio del ascenso fue exactamente igual que en el recorrido anterior, la única diferencia fue un perro que nos estuvo siguiendo todo el tiempo. Al llegar a un espacio que por un lado lleva a la cima y por el otro conduce a la ladera contraria, tomamos el segundo y comenzamos a bajar por un largo rato, el camino era un poco resbaloso y en partes muy empinado, sin embargo no tuvimos problemas para pasar.
El grupo en la barranca de Tepecapa

Finalmente llegamos a una gran cañada y Jorge nos dijo que estábamos en la barranca de Tepecapa, ahí podíamos escuchar que corría un hilo de agua y luego de cambiar de dirección y seguir el descenso nos encontramos con un riachuelo de agua transparente.

Un poco más abajo cruzamos el pequeño cauce y luego de subir un poco por la ladera contraria vimos una grieta sobre una gran roca, de la fisura surgía agua cristalina que podía beberse directamente, algunos subimos a la piedra para ver más de cerca pero la mayoría se quedaron en la parte baja donde el agua formaba una pequeña poza que luego escurría para unirse al riachuelo que corría más abajo. Ahí permanecimos por algún rato y rellenamos nuestras botellas de líquido, ya que habíamos traído poco peso sabiendo que haríamos una parada ahí.
Cueva del Gallo

Regresamos hasta el punto donde habíamos cambiado de dirección y seguimos de largo hacia el lado contrario al que tomamos antes, más arriba se notaba que el pequeño riachuelo solía crecer bastante pues el cauce de la barranca era mucho más ancho y tenía numerosas caídas que durante una lluvia torrencial seguramente formaban cascadas con 2 o 3 metros de altura.

Muchas veces nos costó mucho trabajo subir por entre las rocas de estas caídas, íbamos zigzagueando entre las paredes de los lados hasta llegar a un punto donde el sendero se metía entre mucha vegetación, lo cual me recordó bastante a la selva. Más adelante había una poza de agua estancada que apestaba y tenía un color nauseabundo, era un gran contraste con el agua limpia que fluía más abajo, filtrada a su paso por las grandes rocas.
Croquis de la cueva del Gallo

Luego de pasar por ahí, subimos por una de las laderas en un camino sinuoso y muy empinado, después de algunos minutos Jorge me señaló una mancha blanca sobre la pared de piedra, se trataba de una luna menguante dibujada directamente sobre la pared, por su orientación y con mucha imaginación podía dar la impresión de tratarse de un gallo y le da nombre al lugar.

La Cueva del gallo es un abrigo rocoso no muy profundo rodeado de acantilados verticales impracticables, su parte más profunda está delimitada por un tecorral de piedras que al parecer son diferentes a las del cerro, por lo que fueron subidas hasta ahí por los antiguos habitantes de los alrededores ya que no parece que alguien viviera ahí permanentemente. A lo largo y ancho de la pared del fondo, sobre el abrigo y a los lados se ven numerosos trazos blancos que no han sido estudiados a fondo pero que se cree por el estilo que pertenecen al periodo posclásico.
Figura de luna interpretada como un gallo que da nombre al sitio

El sitio resulta de sumo interés debido a la abundancia de figuras animales entre las que destaca una serie de cuadrúpedos como posibles perros y tlacuaches; así como un mono que danza, éste último animal nos resultó intrigante pues entre nuestros colaboradores recopilamos una serie de rumores e historias sobre la existencia de primates en el corredor natural, a pesar de que no se considera su existencia por creerlos extintos de la región.

Las pinturas de la cueva del gallo en general miden entre 5 y 60 cm aproximadamente. mientras estuvimos ahí estuve registrando todas las figuras que pude en fotografía y en unos dibujos muy esquemáticos, también realicé un pequeño croquis muy básico de la distribución de las pinturas; el tiempo fue algo limitado así que el trabajo no fue el mejor, además de que mis habilidades como dibujante son bastante deficientes.
Cuadrúpedo

Emprendimos el regreso, el cual fue por el mismo camino en el que habíamos llegado, la diferencia con el recorrido al cerro del Tlatoani fue muy notable: el descenso fue rápido y poco accidentado, excepto por algunos tropezones menores. Luego ascendimos por la primera bajada que habíamos recorrido, ahí fue mucho más exigente la caminata aunque nadie se quedó demasiado atrás. Los que estábamos más adelante prácticamente íbamos compitiendo para ser los primeros en llegar arriba pero el ritmo fue tan fuerte que tuve que parar a descansar un poco mientras que mis compañeros de equipo Andreas y Fernando lograron llegar en un solo esfuerzo (a mi favor diré que mi edad es mayor que la de los demás prácticamente por una década). Así regresamos hasta la camioneta en mucho mejores condiciones y con un tiempo mucho menor que el previsto, la diferencia con el primer recorrido de la práctica fue muy marcada. Llegamos justo a tiempo para comer y regresar a descansar por la tarde.

martes, 1 de octubre de 2019

Práctica de campo en Tlayacapan pt. 1. Cerro del Tlatoani, Morelos

Parroquia de Nuestra Señora del Tránsito y jagüey
Este diario de viaje será diferente a los demás porque no fue un recorrido como los que acostumbro hacer por mi cuenta sino que se trató de una práctica de campo, la primera que me toca realizar en la carrera de Antropología en la UNAM. Fueron 15 días en Tlayacapan, Morelos, donde realizamos trabajo etnográfico relacionado a la percepción de la fauna en el lugar; en mi caso me tocó buscar en el monte y área de cultivo, por lo que junto a mi equipo, formado también por Fabiola, Yaelín, Fernando y Andreas, realizamos algunas entrevistas con habitantes locales y recorrimos la sierra que rodea el poblado, visitando varios sitios arqueológicos. Como mi temática son estos últimos, aquí únicamente relataré los recorridos que hicimos ya que el trabajo etnográfico quedó registrado en un informe final que es harina de otro costal.

La práctica comenzó el 27 de mayo de 2019 y nos instalamos en una casa al sur del pueblo, era un lugar bastante cómodo sobre todo para los hombres, ya que eramos solamente 8 en una gran habitación, las mujeres eran casi 20 en un lugar más pequeño pero no quisieron intercambiar porque su cuarto tenía baño y el nuestro no. Además había una terraza sobre el cuarto de ellas y un jardín.
Único paso entre las rocas

Al día siguiente fue nuestro primer recorrido, el único que realizó el grupo completo por el monte. El destino era la zona arqueológica del Cerro del Tlatoani, yo ya lo conocía pero igualmente tenía muchas ganas de regresar por la gran belleza del sitio. El arqueólogo Jorge Linares fue nuestro guía al igual que la primera vez que estuve ahí.

Salimos un poco tarde y caminamos por las calles de Tlayacapan, así pasamos frente a la parroquia de Nuestra Señora del Tránsito que forma una bonita postal por la presencia de un jagüey a un costado de ella. Íbamos bastante lento y me fue un poco difícil adoptar ese paso, me sorprendió que muchos no quisieran caminar ni subir al cerro, eso era algo que no me esperaba en una práctica de campo puesto que no había pasado ni siquiera años antes con un grupo de turistas. No fue el mejor de los recorridos pero sabía que valdría la pena para tomar mejores fotografías que las que tenía.
Vista desde lo alto del cerro del Tlatoani

Llegamos hasta la entrada que el comisariado ejidal tiene en la parte baja del cerro, ahí nos tocó hacer tequio cargando bolsas de material para restauración. Yo pedí una un poco más grande que las que les dieron a la mayoría por sentirme con buena condición pero luego lo sufrí un poco porque no cabía en mi pequeña mochila y se rompió varias veces, por lo que tuve que hacer malabares para no tirar todo el material.

El camino de ascenso no es muy largo pero es estrecho y sinuoso, en algunas partes incluso pasa entre grietas de las piedras y por un pasaje cerrado que era el único acceso a la cima. Por ello este sitio sirvió como fortaleza durante la etapa de conquista de la región. Díaz del Castillo describe una batalla acontecida ahí en su Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España: "Llegamos a un llano adonde había unas fuentes de muy poca agua, en una parte estaba un gran peñol con una fuerza muy mala de ganar [...] Cortés nos mandó que les fuésemos entrando y subiendo [...] y como encomenzamos a subir por el peñol arriba, echan los indios guerreros que en él estaban tanta de piedras muy grandes y peñascos, que fue cosa espantosa cómo se venían despeñando y saltando, que fue milagro que no nos matasen a todos [...] y se acordó que para otro día que desde otro peñol que estaba cerca del grande fuesen todos los ballesteros y escopeteros y que subiesen en el que había subida, aunque no buena, para que desde aquél alcanzarían las ballestas y escopetas al otro peñol fuerte, y podríanle combatir [...] y quiso Nuestro Señor Dios que acordaron de ser dar de paz, y fue por causa que no tenían agua ninguna, questaba mucha gente arriba en el peñol".
Terrazas superiores del cerro del Tlatoani

Justo antes de llegar a la parte alta pasamos sobre unas grietas muy profundas, ahí Fabiola entró en pánico, algo que después pareció un poco extraño ya que estuvo en mi equipo y recorrimos muchos lugares altos.

Así, después de varias horas alcanzamos la base de las terrazas, las cuales constituyen la parte baja del sitio arqueológico; ahí Jorge nos explicó como habían encontrado algunos entierros y un poco del proceso de excavación y restauración del lugar. Además durante el terremoto del 19 de septiembre de 2017 hubo daños en algunas partes y tuvieron que ser reparadas, aunque algunas aún estaban sueltas.

Seguimos subiendo hasta alcanzar la cima, ahí vimos una gran escalinata monumental que en mi primer visita estaba siendo trabajada por lo que era la primera vez que la podía ver, tuve que esperar a que todo el grupo se moviera para fotografiarla pero valió la pena.
Escalinata monumental de acceso al templo superior

Vimos también el pequeño conjunto superior con edificios de estilo teotihuacano, la vista fue mucho más extensa que en mi primer ascenso pues en aquella ocasión había mucha neblina.

Así completamos el recorrido y comenzamos a descender, yo iba hasta atrás para seguir tomando fotos y por momentos me adelantaba hasta el frente del grupo para volver a pasar hacia la retaguardia. Así estuve hasta que llegamos abajo y regresamos por el mismo camino a Tlayacapan.

Cruzamos todo el poblado, muchos del grupo estaban bastante cansados y nos dispersamos bastante, así llegamos hasta la casa donde nos darían de comer todos los días de nuestra estancia, los platillos eran de buen tamaño y sazón, pero a algunos no les gustaba o no acostumbraban comer algo y muchas veces me tocó repetir comiéndome parte de lo que le tocaba a algún(a) compañero(a). 
Templo superior

Regresamos al "campamento base" y ya no hicimos nada ese día. Luego de eso comenzó el trabajo etnográfico, recorrimos todo el poblado y registramos una buena parte de sus capillas coloniales, fuimos al archivo municipal y a los campos nopaleros. Al principio me pareció que muchos de mis compañeros se quejaban demasiado a pesar de que para mí nos encontrábamos demasiado cómodos, algunos de ellos tuvieron dificultades con sus temas de trabajo, el profesor estuvo ausente casi siempre... así una parte de la primera semana fue un tanto incómoda para mí, incluso alguna vez discutí con compañeros por su abierta molestia y por las complicaciones para ponernos de acuerdo sobre el aseo del lugar pero una vez superados en parte esos temas también comprendí que tenían razón en quejarse sobre la rigidez de la investigación y las complicaciones que algunos tenían para realizar el trabajo pues, o no los dejaban por no tener la carta de presentación a tiempo o no encontraban datos... Así pasados unos días la convivencia se hizo más amena y la práctica comenzó a ser agradable. 

martes, 24 de septiembre de 2019

Un día de viaje por Tlaxcala y Quecholac, pt. 2 y final. Tepeticpac y Quecholac

Estructura en Tepeticpac

Después del recorrido en Tizatlán teníamos las opciones de visitar Ocotelulco, otro sitio abierto al público, o de hacer una caminata por cerros cercanos hasta Tepeticpac; luego de consultarlo con mis compañeros nos decidimos por la segunda opción y nos dispusimos a recorrer un corto tramo hasta la entrada que lleva al sitio y a un campo de tiro.

Subimos una parte de la ladera en el auto y en cuanto nos encontramos con terracería lo dejamos estacionado para seguir a pie. Subimos por la ladera contraria al campo de tiro y pronto comenzamos a encontrarnos con terrazas que aún tenían muros bastante bien conservados. 

Mientras subíamos iba enseñándole a Alondra las viejas construcciones y cada vez teníamos una panorámica más amplia hacia el lado del volcán de la Malinche y la ciudad de Tlaxcala.
Cima del cerro de Tepeticpac

Cuando estábamos ya cerca de la cima, el camino se acercó bastante al borde de una barranca muy profunda; el suelo estaba cubierto de tierra seca y la maleza que crecía se constituía de arbustos y hierbas muy espinosas; caminábamos con cuidado para no tropezar y pegados al lado del cerro. 

Como suele suceder, por momentos parecía que llegábamos a la cima y luego nos dábamos cuenta de que en realidad faltaba todavía algún tramo más; Marisela ya se estaba cansando y por momentos hubo que cargar a Alondra.

Finalmente nos encontramos con la superficie alargada de la parte más alta del cerro, parecía que había sido aplanada intencionalmente pero se veían muy pocos montículos muy bajos, yo me esperaba estructuras más grandes pero tenía poca idea de lo que habríamos de encontrar.
Plataforma en Tepeticpac

Luego de unos metros, la superficie plana se ensanchó bastante y nos encontramos con una torre de vigilancia del INAH, estaba completamente desierta y justo atrás se veían los muros de algunas estructuras ya excavadas y restauradas.

Me llevé alguna decepción pues la restauración del sitio era una de las más horribles que había visto: la estructura más grande incluso tenía ladrillos rojos bordeando las alfardas de la escalinata; definitivamente no se utilizaron materiales parecidos a los prehispánicos para los trabajos aunque quizá no era tan malo como si hubieran cubierto todo con cemento; la estética sin embargo para mi gusto era pésima.

Desde ahí pudimos ver un muro que parecía prehispánico en lo alto de un cerro cercano con mayor altura, luego de dudar un poco nos decidimos a llegar hasta ahí y caminamos por el resto del área superior del cerro, así nos encontramos con una gran plataforma cuyo frente y costados también estaban ya restaurados.
Antigua capilla colonial

Llegamos hasta otra ladera y subimos hasta su cima, ahí ya tenía mucha sed y Marisela realmente estaba ya cansada. Nos costó trabajo volver a encontrar ese muro que habíamos visto, pero luego de revisar la cima adelantándome un poco lo encontré y llamé a los demás. Nos encontramos con una capilla colonial que después supe que era una de las más antiguas de la región, definitivamente estaba construida con piedras que pertenecieron a algún edificio prehispánico y se encontraba en la esquina de una plaza rodeada de montículos alargados que muy posiblemente fueron anteriores a la capilla.

Vimos restos de algunas habitaciones contiguas y los arcos que daban paso a ellas pero lo más interesante para mi gusto fue la puerta de entrada con un gran dintel de madera que casi seguramente era el original.

Estuvimos un buen rato ahí. Marisela se sentó a descansar bajo un bonito árbol que crecía junto al edificio, Martín y yo nos pusimos a tomar fotos y luego estuve jugando a perseguir a Alondra por el gran espacio plano de la plaza prehispánica rodeada de montículos. 

Uno de los lados de este espacio era abierto y permitía una gran vista de los valles y del sitio que se encontraba más abajo, ahora ya no se distinguía nada de esto último pues los árboles y arbustos cubrían la vista pero se podía divisar toda la ciudad de Tlaxcala.

Comenzamos el descenso, queríamos llegar a un taller sobre megafauna en Quecholac pero se hacía tarde así que procuramos no detenernos; casi todo el camino Martín llevó a Alondra cargando sobre sus hombros.
Música en el museo comunitario de Quecholac

Conforme íbamos bajando escuchábamos los balazos provenientes del campo de tiro pero estábamos bien protegidos por la ladera del cerro. Llegamos hasta el auto luego de no mucho tiempo y tomamos la nueva autopista hacia Puebla; entrando a dicha ciudad tomamos rumbo hacia Orizaba y luego de una hora aproximadamente nos desviamos hacia Quecholac.

Hacía tiempo que no estaba en este último poblado, años antes colaboré un poco en algunos eventos organizados por mis amigos de la asociación civil "Quechol-Arte y Cultura A.C." y ahora simplemente íbamos como espectadores de algunos talleres y queríamos conocer el museo que se encuentran gestionando y que recientemente habían abierto al público con algunas salas de exposición.

A pesar de que llegamos tarde, aún pudimos ver una plática sobre megafauna que le interesaba mucho a Martín y a Alondra. Luego de ello visitamos la exposición del museo que contiene una serie de piezas prehispánicas de la región y de restos de animales prehistóricos que abundan en los alrededores. 

Estuve platicando un rato con mis amigos Nohemí, Arturo, Isabel y Jorge, un poco más tarde llegó César, con ello pude ver a todos los integrantes de la asociación. 

Fuimos a comer cemitas junto a la plaza central del pueblo y luego de regresar pudimos ver un grupo de música en vivo, Alondra estaba encantada mientras que su papá estuvo muy interesado en los huesos prehistóricos, platicando bastante sobre ello,

Finalmente nos despedimos antes de que fuera muy tarde, emprendimos el regreso y nos encontramos con bastante tráfico a la entrada de la ciudad de México. Dejé a mis amigos en su casa y finalmente llegué a la mía un poco más tarde que lo que había previsto pero en una hora bastante decente. Me encontraba bastante contento de haber viajado con Marisela, Alondra y Martín, además de haber podido pasar un rato con mis amigos de Quecholac.

lunes, 16 de septiembre de 2019

Un día de viaje por Tlaxcala y Quecholac pt. 1. Tizatlán, Tlaxcala

Altar polícromo
El 3 de marzo de 2019 realicé un recorrido por Tlaxcala y Quecholac con mis amigos de hace 16 años, Marisela y Martín y su hija Alondra. Hacía tiempo que no salíamos a ninguna parte así que fue muy grato recorrer algunos lugares en su compañía, que además sería la primera experiencia en sitios arqueológicos complicados de visitar para Alondra.

En esta ocasión me tocó manejar, salí bastante temprano para recoger a mis amigos en su casa; el tráfico estaba muy tranquilo así que me tomó poco tiempo; para mi sorpresa no tardaron demasiado en salir (suelen ser muy impuntuales) y tomamos rumbo a la autopista Mexico-Puebla. 

En un principio parecía que sería un viaje problemático porque en cuanto comenzamos a avanzar el auto empezó a hacer una especie de ruido que iba acompañado de alguna manera por un cambio de presión que se sentía en los oídos, parecía como el rotor de un helicóptero y me preocupó bastante; paramos en una gasolinera y revisé el cofre sin encontrar nada raro aunque sospechaba que algo estaba obstruyendo la toma de aire; subimos de nueva cuenta y el sonido seguía; sin embargo decidí acelerar a ver si la cosa que obstruía se volaba con el viento y de pronto el problema desapareció.
Altar polícromo

A partir de entonces no hubo ningún problema mecánico, solo Alondra se mareó con las curvas de la autopista. Llegamos hasta San Martín Texmelucan y desde ahí nos dirigimos hacia la ciudad de Tlaxcala; la primera parada era Tizatlán, yo tenía previsto tomar un retorno de la carretera para llegar casi directo al sitio pero cuando llegamos ahí nos encontramos conque lo habían clausurado. Tuvimos que seguir más de 1 km y luego dar vuelta hacia el lado contrario de la carretera para regresar por algunas calles muy enredadas. Por fortuna los mapas nos ayudaron y finalmente pudimos llegar a un paso a desnivel que cruzaba al lado correcto y desde ahí nuevamente pasamos por un laberinto de calles hasta ver la iglesia colonial de Tizatlán.

Hicimos una pequeña parada para que pasara el mareo de Alondra y comiera un poco, luego de eso caminamos hacia un área techada frente al atrio de la iglesia; ahí se encuentra la parte excavada y abierta al público de este sitio que formó parte de los señoríos prehispánicos tlaxcaltecas.
Iglesia de Tizatlán

Pudimos ver algunos montículos bajos, solamente uno dejaba ver elementos arquitectónicos, entramos al área cubierta y pudimos ver que se trataba de una subestructura que alguna vez estuvo bajo el templo superior de un pequeño basamento, ahí se podían apreciar las paredes de algunas habitaciones y sobre todo dos altares bellamente cubiertos de pinturas polícromas.

El primero de ellos parecía tener una serie de cartuchos calendáricos, nos llamó mucho la atención descubrir rostros de Tláloc entre las figuras representadas. Yo no pude descifrar el resto de motivos de las pinturas pues no tengo mucho conocimiento del estilo así que solamente pudimos concluir que se trataba de algunas de las pinturas mejor conservadas que hubiéramos visto. Ahí estuvimos un buen rato pues yo quería documentar cada centímetro de los altares y además Martín le dio su cámara a Alondra y le encantó estar tomando fotografías del lugar.
Entrada a la vieja capilla abierta

Luego de salir, rodeamos el basamento y pudimos ver lo que quedaba de la escalinata que llevaba a la cima que cubrió el cuarto con los altares polícromos. Desde ahí caminamos a la iglesia colonial que estaba frente al sitio y el custodio nos llevó a la parte trasera pues ahí se encontraba una capilla abierta mucho más antigua que fue parcialmente cubierta por la construcción visible tiempo después.

Nuestra sorpresa fue mayúscula pues ahí dentro nos encontramos con una serie de pinturas (ahora coloniales) que también estaban muy bien conservadas y que eran sumamente bellas.

Nuevamente estuvimos un rato contemplando el lugar, se trataba de un arco donde al centro estuvo el altar, había un muro que sobresalía a los lados y un techo de madera, todo profusamente decorado.
Capilla abierta de Tizatlán

El techo de esa área me recordó mucho a las bellísimas iglesias de Andahuaylillas y Chinchero en Perú, había partes con los detalles muy nítidos y coloridos y algunas, sobre todo en la parte baja, que ya habían perdido los murales y solo se veían en color blanco.

Una vez que salimos nos encontramos con una escultura prehispánica colocada junto a la iglesia; Tizatlán es uno de los sitios donde mejor se puede apreciar el contraste e incluso la integración entre el pasado prehispánico y colonial.

Regresamos al auto para hacer un corto trayecto, yo tenía la propuesta de hacer una caminata por los cerros aunque no sabía si mis compañeros aceptarían...

sábado, 7 de septiembre de 2019

Viaje al sur de Puebla pt. 5 y final. Atenayuca, Puebla

Primer montículo de Atenayuca
Salimos de Tepeteopan y nos dispusimos a cruzar una gran parte del sureste de Puebla por un camino de terracería, por fortuna no había llovido recientemente y la superficie estaba firme. Aún así nuestro recorrido fue bastante largo, pasamos por cerros y cañadas cubiertos de la vegetación seca de la zona, algunas de las vistas eran majestuosas y bellas; dejábamos detrás nuestro una estela de polvo blanco y parecía que estaríamos avanzando a poca velocidad sin llegar a ninguna parte.

Luego de un buen rato que no contabilicé, nos acercamos al pueblo de Atenayuca; antes de llegar, Jorge, que ya había estado ahí, nos señaló un gran montículo del lado derecho del camino. Paramos ahí y nos acercamos caminando, una vez más cerca ya no parecía ser un edificio tan alto, más bien estaba sobre una elevación natural y una plataforma que desde lejos le hacían lucir enorme. Lo más interesante fue subir ya que nos encontramos con restos de su templo superior y de los cuerpos del basamento en su parte trasera.
Montículo norte de Atenayuca

Volvimos al auto y poco después entramos en el poblado actual de Atenayuca, cruzamos una barranca por un pequeño puente y llegamos a una gran planicie; dejamos el vehículo estacionado junto a las últimas casas y seguimos caminando por un sendero desprovisto de vegetación alta, el calor era intenso y casi no se veía ninguna sombra.

Pasamos algunos montículos hasta que llegamos a un área que parecía ser el núcleo de un gran asentamiento; pasamos sobre los restos de un muro semiderruido y luego de ello nos encontramos con el juego de pelota central de los tres que se encuentran ahí. 

Bajamos a la cancha y ahí Jorge se puso a volar el dron, con ello pudimos ver varios montículos en los alrededores pero lo más interesante fue que al dirigir la pequeña aeronave al norte, se topó con una estructura mediana perfectamente cuadrada, se veía tan clara su forma que decidimos ir a buscarla.
Muro del juego de pelota oriente

Luego de algunos minutos y de cruzar un campo de cultivo dimos con lo que buscábamos: era un edificio con 6 o 7 metros de altura que tenía rasgos arquitectónicos aún visibles, como el trazo de su escalinata de acceso, algunos muros de los cuerpos escalonados y un bello piso de estuco casi perfecto en su cima. 

Luego de un buen rato de documentar el edificio, regresamos al área central por un camino más al oriente. Jorge nos dijo que de los tres juegos de pelota de Atenayuca únicamente el de aquel lado tenía arquitectura visible así que decidimos que terminaríamos el recorrido ahí.

Caminamos entre plataformas bajas y más campos cultivados actualmente cuando de pronto, luego de pasar una albarrada de reciente construcción, vimos un gran muro de mampostería y nos dirigimos hacia allá.
Juego de pelota oriente

Subimos a la parte más alta de la pared siguiendo los contornos que ya estaban destruidos y del otro lado vimos una gran cancha de juego de pelota con forma de doble T. Al igual que la central del lugar se trataba de uno de los edificios de este tipo más grandes que hubiera visto, muy probablemente del mismo tamaño que los de Tula o Xochicalco por lo que me inclino a pensar que la temporalidad de Atenayuca es del epiclásico al igual que aquellas dos ciudades. Pudimos ver más secciones de muro en pie aunque las piedras de recubrimiento habían sido arrancadas en todas partes. 

Como ya era tarde emprendimos el regreso a la ciudad, por fortuna salir de ahí fue más fácil puesto que existe una carretera asfaltada que nos llevó hasta Tepexi de Rodríguez y de ahí a la autopista México-Veracruz. Llegamos ya algo tarde pero por suerte Jorge me acercó bastante a mi casa. Así finalizó un nuevo recorrido por Puebla, un estado sumamente rico en vestigios arqueológicos pero con un descuido tremendo de los mismos.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Viaje al sur de Puebla pt. 4. Tepeteopan, Puebla

San Cristóbal Tepeteopan
Luego de visitar Cuthá, regresamos a Tehuacán y seguimos hacia el norte para llegar al poblado de San Cristóbal Tepeteopan. Nuestro destino era un sitio bastante poco conocido, los únicos datos que teníamos era que la destrucción ahí debía ser bastante grande pues incluso Guillermo Dupaix, quien lo visitó a inicios del siglo XIX ya reportaba el saqueo del lugar.

Pasamos por el poblado actual y luego tomamos una terracería hacia un cerro cercano; ahí nos encontramos con la sorpresa de que había topes incluso en un camino de tierra, pero las condiciones eran lo suficientemente buenas como para que Jorge se animara a seguir manejando hasta que de pronto nos encontramos frente a los montículos del antiguo asentamiento prehispánico.

Descendimos del vehículo y de inmediato nos encontramos ante un edificio alargado de piedra blanca que parecía totalmente destruido, al fondo se veía la estructura principal y los demás se dirigieron hacia allá, pero yo sospechaba del primer montículo y preferí observarlo primero.
Juego de pelota

Fue grande mi sorpresa cuando pude ver con toda claridad la figura de un gran juego de pelota que tenía un largo mucho mayor al promedio, solo comparable con canchas como las de Tula. En uno de los taludes me encontré con restos de paredes pero no pude identificar si se trataba de una construcción prehispánica o posterior.

Luego de recorrer todo el largo de la cancha del juego de pelota bajé a una plaza que lo separaba del montículo principal, ahí me encontré con un gran tanque de agua que sabía que estaba ahí pero además de eso me encontré con otro más; ambos estaban totalmente dentro del sitio y han contribuido a su destrucción ya que están construidos con piedra proveniente de los edificios vecinos.

Subí entonces a la estructura principal, el talud se encontraba totalmente destruido pero eso no se comparaba con lo que vi en la cima.
Restos de terrazas

En la plataforma superior corría un enorme hueco que partía al edificio en dos casi a la mitad, la cantidad de material que tuvo que ser extraído para realizar una oquedad de ese tamaño tenía que ser descomunal. 

Del lado en el que me encontraba no se veía ningún vestigio de arquitectura en pie, mientras que del otro lado de la brecha que partía al edificio podía ver una cruz cristiana. Bajé un poco por la parte de atrás y pude ver que por ese lado el edificio daba directamente a la ladera del cerro, por lo que descender por ahí era peligroso pues de resbalar podía caer por una gran altura.

Estuve buscando en los taludes y no podía ver nada en pie, sin embargo luego de dar casi tres cuartas partes de vuelta alrededor de la estructura pude ver la silueta de lo que habían sido los cuerpos del basamento pero ya sin ninguna piedra de recubrimiento.
Estructura principal

Finalmente regresé a la plaza y pude ver la estructura principal de frente, desde ese ángulo el gran hueco de en medio no se apreciaba del todo y con ello pude darme una idea del gran tamaño y majestuosidad que alguna vez tuvo.

No pude ver otros montículos aunque seguramente debieron existir, tal vez por causa de la brevedad de nuestra visita o porque ya fueron arrasados. A todos nos quedó una desagradable sensación por el poco cuidado que se ha tenido en el lugar y la destrucción sistemática de la que ha sido objeto.


lunes, 2 de septiembre de 2019

Viaje al sur de Puebla pt. 3. Cuthá, Puebla

Vista rumbo a Cuthá
Pensábamos salir muy temprano al día siguiente pero al tratar de contactar a Jorge no contestaba, luego de un rato nos dijo que estaba muy desvelado y que lo dejáramos dormir un rato más. Unas horas después llegamos al estacionamiento de su hotel y salimos rumbo a Zapotitlán Salinas para visitar el sitio arqueológico de Cuthá, cuyo nombre significa "cerro de la Máscara" en popoloca.

Yo había investigado una ruta que partía desde la carretera, bordeando algunos cerros sin tener que ascender demasiado aunque mis compañeros pensaban subir más directamente pero con mucho mayor desnivel. Me costó bastante trabajo convencerlos de que sería más rápido seguir mi ruta e incluso bajamos bastante por el camino aún en el auto buscando una entrada; al no ver nada, regresamos al punto que tenía marcado para el inicio. Aún así no fue tan fácil porque en un primer momento perdí el camino y acabamos caminando entre maleza muy espinosa. así que tuvimos que volver hacia abajo para seguir nuevamente la brecha correcta.
Terraza superior de Cuthá

Nos encontrábamos dentro de la reserva de la biósfera de Tehuacán-Cuicatlán, recién nombrada Patrimonio Mixto de la Humanidad, el paisaje era sumamente hermoso aunque tremendamente diferente a las selvas a las que me he acostumbrado, caminamos entre cactus de todo tipo, arbustos muy bajos y llenos de espinas, pero sobre todo eran notables los grandes órganos y las tremendas biznagas. 

Por un rato el sendero era casi plano y pasaba bordeando un cerro, del otro lado se extendía una extensa y profunda barranca; al otro lado del abismo podíamos alcanzar a ver las salineras que dan nombre a la región, ahí se pone a secar el salitre en terrazas y se obtienen "panes de sal", una actividad milenaria que ya se llevaba a cabo desde la época prehispánica prácticamente con el mismo procedimiento que podemos apreciar ahora, únicamente sustituyendo algunas herramientas de metal y plástico por piedra y cerámica.
Edificio 1 del sector 5

El último tramo del sendero era mucho más inclinado y con mucha tierra suelta, resbalar era muy peligroso por la cercanía de la barranca y por la cantidad ingente de espinas que nos rodeaban y todos terminamos con algunos pinchazos. Finalmente llegamos a la cima del cerro de Cuthá y nos encontramos con muros de contención que bordean una serie de terrazas prehispánicas.

La parte más alta del sitio se extendía por toda la parte alta del cerro y para llegar a la plaza principal pasamos primero por un pasillo estrecho que luego se ensanchaba y estaba rodeado por montículos bajos. Había varios caminos que se extendían por toda la zona y terminamos separándonos, yo llegué hasta la parte baja de alguna plaza y luego me dirigí a una elevación al oriente, poco después me encontré con el edificio 1 del sector 5: una estructura muy dañada que fue parcialmente consolidada pues contenía una gran tumba, Jorge ya estaba dentro de ella cuando llegué.
Tumba cruciforme

Ernesto arribó poco después de mí y entró en la tumba, Jorge se escondió en algún rincón y terminó asustándolo, algo que yo solamente pude escuchar desde afuera antes de pasar yo también.

La tumba tiene el estilo de las de los valles centrales de Oaxaca, tiene una planta cruciforme con un nicho al fondo y dos más, uno a cada lado. El más lejano se encuentra en un nivel superior al de los otros dos; todo se notaba ya restaurado pues incluso los dinteles de los espacios interiores estaban sustituidos por concreto, pudiendo distinguirse la leyenda "ingeniería" en uno de ellos.

La fachada del edificio está totalmente destruida y en su lugar solo quedó una pared de piedras de relleno que fueron colocadas de forma escalonada por los arqueólogos para evitar el desplome del resto de la estructura.
Vista desde Cuthá

Jorge estuvo volando el dron sobre la estructura e incluso intentó hacerlo dentro de la tumba, aunque eso era tan complicado que terminó tomándolo y llevándolo de esa manera.

Subimos a la parte alta del edificio y desde ahí se tenía una vista majestuosa, podíamos ver bastantes kilómetros a la redonda llenos de cerros ondulados, al fondo de las cañadas se veían los causes arenosos de los ríos de la zona, todo cubierto de la misma vegetación espinosa y de esos enormes cactus que sobresalían por encima del resto.

Yo llevaba un libro completo sobre el sitio con un mapa bastante bueno, a partir de él nos guiamos para buscar otros vestigios, así descendimos hacia una plaza más baja y nos encontramos con una serie de escalinatas todavía visibles en su lugar, vimos también algunos montículos muy destruidos y una estructura que era la segunda en tamaño del sitio, pero todo muy dañado y difícil de apreciar.
Escalinata

Finalmente nos sentamos un rato, excepto Nath, quién siguió recorriendo y pudo ver algunos muros de terrazas más que nosotros, yo buscaba un juego de pelota que estaba oculto por la maleza y finalmente decidimos regresar.

Cuando bajábamos la parte más inclinada del camino resbalé y terminé con una mano llena de espinas, una incluso se me metió debajo de la uña del dedo pulgar derecho; estuve el resto del trayecto sacando todas las pequeñas púas, usando incluso una enorme y sumamente dura espina de biznaga que corté con el machete para sacar con ella los pedazos que no podía coger con las uñas.

Llegamos con un intenso calor al auto, pero aún nos faltaba bastante para completar aquel día; así que nos dirigimos al siguiente sitio.

martes, 27 de agosto de 2019

Viaje al sur de Puebla pt. 2. "El Mapache", Puebla

Vista desde Tetel en el poblado
Decidimos que no revelaríamos el nombre del siguiente sitio que visitamos para protegerlo de visitas de saqueadores ya que es un lugar excepcional y muy poco explorado, debido a ello "El Mapache" es solamente un pseudónimo.

Era un poco tarde cuando salimos de la cascada Pescaditos pero aún teníamos tiempo de visitar un sitio. Así llegamos hasta el poblado más cercano a "El Mapache" y debido a la poca información que tuvimos sobre él, juzgamos que era mejor ir a buscar a las autoridades para pedir autorización para nuestra visita en lugar de llegar directamente.

Nos fue un tanto difícil conseguir nuestro cometido: primero preguntamos por la presidencia municipal, estaba cerrada pero nos indicaron como encontrar al presidente interino; llegamos a su casa pero no se encontraba por lo que su esposa nos llevó a casa de uno de los síndicos pero ahí nos dijeron que aquello era asunto del comisariado ejidal, así, otra vez fuimos en búsqueda de alguno de sus integrantes. Encontramos a varios de ellos sentados afuera de un domicilio y luego de hablar un rato uno aceptó llevarnos al sitio. Regresamos por el auto a la casa del presidente municipal y nos dijeron que él acababa de regresar. Amablemente ofreció llevarnos en lugar del comisario ejidal y emprendimos la marcha.
Estructura principal

En primer lugar entramos a casa de la suegra del presidente municipal, ahí había un tetel bastante deteriorado pero que sobresalía sobre el nivel de las casas, todas de un solo nivel. Desde ahí nos dirigimos al centro del sitio; cruzamos campos de cultivo y luego subimos a un cerro con no mucha altura. Así llegamos a la cima y nos encontramos con los primeros montículos del lugar.

"El Mapache" no figura entre los sitios explorados intensivamente en Puebla, no creímos que hubiera ningún tipo de trabajo en la zona pero nuestro guía nos contó sobre un antropólogo que había estado visitando el lugar y registrando con dron.

El primer punto importante que visitamos fue la plaza principal; del lado este se encontraba el tetel más alto del sitio y al centro una estela lisa con una cruz de madera que estaba tirada en el suelo pero que colocamos de pie junto al monolito.
Plaza principal

Del lado poniente encontramos una plataforma alargada con restos de pisos de estuco, al lado sur había un montículo menor y al norte estaba la parte más interesante del lugar pues ahí pudimos ver una cancha de juego de pelota y un par de teteles que en un principio nos parecieron canchas múltiples adosadas a la primera; luego de una revisión más cuidadosa incluso con el dron de Jorge no nos pareció que fuera el caso. Aún así nos sorprendió la distribución de los edificios pues parecían formar una especie de vírgula o glifo que no seguía los trazados típicos de los sitios arqueológicos.

Rodeamos aquel lado norte pasando entre varios montículos bajos y así llegamos a una explanada de gran tamaño al este de la estructura principal, desde ahí subimos a dicho edificio y tuvimos una vista privilegiada hacia el poniente de Puebla. Jorge estuvo volando el dron por un buen rato y extrañamente Ernesto nunca quiso ascender a la parte más alta.
Vista desde el Tetel principal hacia el lado norte.

Estaba comenzando el atardecer y tuvimos una bellísima postal pues en el horizonte podíamos ver el volcán Popocatépetl emitiendo una fumarola que tomaba color del rojo del atardecer.

Ahí arriba pudimos ver una mojonera que marcaba los límites entre los pueblos vecinos, ahí pudimos ver dos fechas, la primera de ellas bastante antigua.

Cuando descendimos comenzaba a oscurecer así que no pudimos llegar hasta otra estructura que se veía sobre otra loma a 200 o 300 metros de distancia hacia el oriente. 

Decidimos comenzar a descender, la oscuridad se adueñó del entorno muy rápidamente y en poco tiempo ya estábamos usando las lámparas de nuestros celulares para no tropezar con las piedras que de cuando en cuando sobresalían del camino.
El Popocatépetl en el horizonte

Regresamos hasta el poblado y ahí tuvimos que decidir lo que haríamos para pasar la noche; habían varias opciones pero decidimos salir de la zona para dirigirnos a Tehuacán, donde teníamos cerca varios sitios para el día siguiente y había más alojamientos.

Llegamos ya algo tarde, Ernesto y yo sugerimos el mismo hotel donde tiempo antes habíamos estado con Neftalí cuando visitamos Teteles de Santo Nombre, Tehuacán Viejo, la cueva del Maíz y la presa del Purrón pero Nath y Jorge no quisieron quedarse ahí. Nosotros no quisimos pagar algo más caro así que nos quedamos mientras que ellos se hospedaron a unas cuadras. Fuimos a cenar al centro y luego regresamos algo cansados al hotel, el día siguiente sería mucho más nutrido en sitios...