Después de salir de Xiutetelco nos encontramos con que la carretera hacia Teziutlán estaba cerrada, por lo tanto tuvimos que dar un rodeo para pasar una gran barranca que nos separaba de dicha población que quedaba en nuestra ruta y a la cual entramos para ver su centro; luego de equivocarnos de camino llegamos a la plaza principal y viendo que la iglesia parecía tener una fachada reconstruida o no muy antigua, decidimos seguir adelante hasta Teteles de Ávila Castillo.
Nos tomó poco tiempo llegar y nos dirigimos a una zona al norte del poblado para encontrarnos con el sitio arqueológico del lugar. Comenzamos a ver una serie de plazas rodeadas de montículos medianos que estaban cercadas, una parte con letreros del Inah. El pasto estaba bien cuidado y había vacas pastando, por un momento creimos que no podríamos pasar pero luego vimos a un trabajador que estaba ahí dentro y luego de llamarlo por señas nos indicó que entráramos.
Montículos en la plaza principal
El sitio no tiene arquitectura expuesta, por lo que únicamente pudimos observar los montículos, algunos de ellos alargados y otros cónicos. Subimos al que nos pareció más alto y ahí pudimos corroborar que se trataba de dos plazas y quizá más allá hubieran otros edificios que ahora estaban en terrenos particulares y con construcciones modernas encima.
Aquí concluimos con los sitios arqueológicos que habíamos ubicado para visitar en el viaje. Aún nos quedaba un poco de tiempo, así que Jorge buscó en su celular lugares cercanos para visitar, nos mostró una cascada cercana llamada Puxtla y al ver que tenía una gruta detrás de la cortina de agua decidimos dirigirnos hacia ahí de inmediato.
Cascada de Puxtla
Nos costó trabajo salir de Teteles de Ávila Castillo porque nos encontramos con una calle cerrada por reparaciones pero luego de unos minutos ya estábamos en camino a Yaonáhuac, a poca distancia de ahí llegamos a una terracería que se dirigía a la cascada. Avanzamos alrededor de 300 metros y llegamos a una casa donde una señora preparaba antojitos en un comal y luego de preguntar nos indicó que sería mejor estacionarnos ahí pues comenzaba a llover y el camino adelante se pondría difícil. Tomé mi capa para la lluvia, Jorge su cámara y Ernesto dejó casi todo excepto su celular y comenzamos a caminar, a los pocos metros la lluvia comenzó a caer cada vez más fuerte hasta que se convirtió en un tremendo aguacero que me obligó a cubrir la mochila de mi cámara con todo lo que pude y a Jorge a meter su cámara bajo el grueso chaleco que traía puesto.
Llegamos a una pequeña presa y vimos que ahí iniciaba la caida de la cascada, nos acercamos al borde del precipicio y parecía no tener fondo ya que la lluvia era tan fuerte que no dejaba ver más allá de unos cuantos metros, por ninguna parte se veía por dónde bajar pero encontramos a unas personas que nos dijeron que el camino al fondo de la barranca estaba más atrás, recordando que habíamos visto un sendero con marcas que habíamos ignorado.
Vista desde el interior de la gruta
Dimos con las marcas y vimos que ahí comenzaba una senda algo empinada por la que escurría fuertemente el agua, parecía un poco peligroso bajar en esas condiciones pero Jorge y yo decidimos seguir mientras que Ernesto prefirió regresar a esperarnos. Nuestras precauciones fueron infundadas pues a pesar de la gran cantidad de agua jamás nos resbalamos y la lluvia comenzó a mermar conforme descendíamos, así llegamos al fondo donde vimos primero un pequeño arrollo y luego la cascada frente a nosotros, nos encontramos con algunas chicas que comenzaban a subir de regreso y luego nos quedamos solos con un paisaje bellísimo solo para nosotros.
Cascada de Puxtla
La caída de agua tiene 70 metros de altura y aunque es delgada es sumamente bella, con la lluvia además se habían formado algunas caídas muy pequeñas alrededor de la gran pared que limitaba la barranca en la que nos encontrábamos. Del lado izquierdo del agua había una gruta no muy profunda y luego de cruzar el arroyo y de meternos en el agua casi hasta las rodillas entramos en el abrigo rocoso donde por fín pudimos sacar las cámaras y mantenerlas secas aunque ya casi dejaba de llover. La vista ahí combinaba las paredes llenas de musgo de la barranca con los árboles de las laderas, el negro de las piedras del fondo y el blanco de la cascada que se difuminaban con la lluvia ligera. Estuvimos ahí un rato y yo subí a la parte de la gruta que pasaba justo detrás de la cortina de agua, ahí había un tremendo viento que llevaba el rocío hacia arriba y terminé sumamente mojado.
Salimos de ahí muy contentos por haber podido visitar la cascada antes de regresar a la ciudad y subimos de nuevo hasta el carro, a mi me costó algo de trabajo pues hacía tiempo que no subía a ningún cerro ni montaña tan empinados pero finalmente llegamos donde dejamos el auto y ahí nos encontramos de nuevo con las chicas que vimos en el fondo de la barranca. La señora nos permitió cambiarnos en su casa para estar secos y luego aprovechamos para comer ahí y todo fue bastante económico. Finalmente tomamos rumbo a la ciudad de México y unas horas después terminamos el recorrido que fue de tan solo 2 días pero sumamente nutrido de destinos, todos ellos muy interesantes y bellos.
Pasamos la ciudad de Xalapa y seguimos por la autopista hasta Perote, prácticamente no encontramos autos que fueran en el mismo sentido que nosotros pues en aquél camino el peaje es carísimo. Salimos con rumbo a la sierra de Puebla y poco a poco fuimos encontrando un paisaje más boscoso y abrupto que destacaba por su verdor y por su gran belleza. Luego de pasar algunas poblaciones llegamos a nuestra siguiente parada: Xiutetelco, donde existen estructuras prehispánicas entre las casas actuales.
Luego de algunas curvas pronunciadas dejamos el carro estacionado junto a la carretera y caminamos una cuadra para encontrarnos con el primer edificio antiguo del lugar, se trata de un basamento piramidal rectangular que tenía 4 o 5 cuerpos bien distinguibles y al cual subimos luego de pasar por una pequeña entrada a pie de calle.
Vista desde la primer estructura
En el centro de la cima se encuentra un fragmento de prisma basáltico puesto a manera de estela, algo muy particular que nunca habíamos visto en otra parte; prácticamente todo el lugar se podía ver desde ahí y hacia el lado contrario se dibujaba el cerro cabezón de Tlatlauquitepec con su peculiar forma. Divisamos dos basamentos piramidales grandes y algunos más muy destruidos y con construcciones encima.
Bajamos por el mismo lugar por el que habíamos llegado y nos dirigimos a la plaza central del pueblo, a la que llegamos luego de pasar una gran curva; en una esquina se encontraba otra estructura prehispánica más dañada que la anterior y que en su cima tiene un campanario moderno, preguntamos por el museo comunitario y nos señalaron un edificio frente al palacio municipal, hacia allá nos dirigimos luego de subir a la estructura y mirar el campanario más de cerca.
Centro de Xiutetelco
Nos sorprendió que el recinto tuviera 4 salas, esperábamos una sola. La primera parte eran una serie de fósiles marinos que incluían conchas, caracoles y una especie de langostino; en la parte arqueológica quedamos muy decepcionados pues a pesar de que el lugar presentaba piezas que supuestamente eran de varias culturas como la olmeca, teotihuacana, tolteca y maya, pudimos notar por el estilo que tenían que casi la totalidad de ellas eran falsas aunque el encargado se empeñara en decir lo contrario (algo que ninguno de nosotros intentó discutir). Incluso había un apartado de supuestas piezas mayas que mostraban grotescas representaciones de extraterrestres que nada tenían que ver con la estética de dicha cultura; me pareció sumamente lamentable que un museo comunitario tan grande como éste mostrara éstas cosas y lo único valioso que encontramos fueron fotografías históricas de Xiutetelco que dejaban ver que el sitio había estado casi intacto en la década de los 60 y que ahora había sido arrazado casi en su totalidad.
Capilla recientemente construida sobre una estructura
Salimos de ahí con una sensación de disgusto y regresamos al carro pasando por el mercado donde nos encontramos con un puesto en el que estaban calentando tamales sobre un gran comal, decidimos parar a desayunar ahí pues no habíamos comido nada hasta entonces. Mientras degustábamos nuestra rica comida pasó una buena cantidad de gente apoyando a un candidato a algún puesto de elección popular e incluso nos regalaron gorras y el aludido nos saludó aunque visiblemente no éramos oriundos del lugar; nosotros les seguimos la corriente aunque no simpatizábamos para nada con el partido político que lo postulaba y decidimos guardar las gorras entre las curiosidades que solemos guardar de los viajes como boletos y folletos varios.
Vista desde la tercer estructura
Fuimos por el carro y nos dirigimos al último montículo grande del poblado, éste tenía una capilla en la cima y unas escaleras que rodeaban el cuerpo del edificio prehispánico hasta la parte alta. Ahí nos llevamos el último disgusto del lugar pues nos dimos cuenta que una explanada construida ahí arriba sobresalía del borde del montículo y tenía unas burdas columnas de concreto que sostenían el extremo a modo de balcón y se hundían en las entrañas del antiguo edificio, todo ello de manufactura muy reciente; para rematar la fea capilla con un mínimo espacio interno ostentaba un letrero con unas letras muy mal proporcionadas que decía "obra autorizada por el centro Inah Puebla".
Nos fuimos de Xiutetelco con un terrible sabor de boca por la pésima labor arqueológica, de conservación y de difusión que se ha llevado a cabo ahí.
El segundo día de viaje nos levantamos antes de la salida del sol y fuimos por tercera vez a la playa para fotografiar el amanecer, algunas nubes cubrían el horizonte pero finalmente pudimos ver un poco el cielo rojo, aunque no tan espectacular como en algunas otras ocasiones. Justo cuando el sol estaba ya alzándose sobre la cubierta nubosa una lancha pasó cruzando las aguas bajo él, pareciendo una pequeña mancha negra sobre el azul del mar y bajo el cielo rojizo-amarillento.
Dejamos el hotel poco después y subimos todas nuestras cosas al auto, luego de un trayecto muy corto subimos a las faldas del cerro de los metates, el cual con sus paredes casi verticales domina la vista de la zona y en su base sostiene el sitio arqueológico de Quiahuiztlán.
Tumbas de Quiahuiztlán
En éste lugar desembarcó Hernán Cortés cuando llegó de Cuba en 1519 y luego de decidir dirigirse hacia México-Tenochtitlán; aquí lo recibieron amistosamente y se entrevistó con un cacique muy corpulento que le manifestó su inconformidad con el gobierno de Moctezuma, lo que el conquistador aprovechó para tomar a los Totonacos de la región como aliados contra el poderoso imperio mexica.
Quiahuiztlán es de dimensiones modestas pero destaca por sus cementerios formados por urnas con forma de basamentos piramidales con sus templos superiores en miniatura, incluso mostrando sus accesos y escalinatas con alfardas; dentro de cada uno se depositaban los restos humanos y alrededor de cada conjunto se encuentran plataformas y templos bajos. Éstos conjuntos se encuentran a distintos niveles sobre el talud del cerro y algunos contaban con una impresionante vista al mar.
Quiahuiztlán
Los tres ya habíamos estado ahí pero no podíamos perdernos la oportunidad de volver a fotografiar el lugar con el bello azul del cielo y el verdor de la vegetación que imperaba entonces. Únicamente visitamos el área central, llegamos al estacionamiento y pasamos la caseta de vigilancia para encontrarnos con una plaza que tiene el primer conjunto de tumbas, las cuales dan la espalda al cerro y miran hacia el centro del conjunto. Un poco más adelante hay otra plaza con templos que en su lado oriental termina en un desnivel muy pronunciado que permite ver desde ahí toda la costa y las lagunas cercanas. Siguiendo la orilla de éste precipicio y de los edificios que cercan la plaza por el norte hay otro conjunto menos numeroso de tumbas, pero por mucho más impresionante que el anterior por la presencia imponente del cerro de los metates como fondo.
Conjunto 2 de tumbas
Yo me adelanté pues había un grupo de personas que llegaría a ésta área y quería hacer tomas sin gente, aún así no me dio tiempo y tuve que esperar con los demás a que terminaran su recorrido para continuar con mi tarea.
En una zona más baja se encuentra otro pequeño cementerio y un juego de pelota mientras que en una más alta se encuentran algunas de las tumbas más importantes, incluso una cuenta con tres accesos en su fachada en lugar de uno como todas las demás, por otro lado son las únicas que miran hacia el mar aunque la vegetación en aquella parte no permite apreciar el horizonte. No fuimos a éstos conjuntos y nos dirigimos de regreso al auto para proseguir el recorrido, aún teníamos varios lugares que recorrer.
Estructura en Cempoala junto a la muralla
Tomamos la carretera hacia el puerto de Veracruz por algunos kilómetros, vimos una serie de montículos muy claros junto al camino y más adelante nos desviamos hacia Cempoala, otro lugar posclásico que se unió a Cortés en su travesía hacia México Tenochtitlán y que se convirtió en aliado para la derrota de dicha ciudad en el altiplano mexicano.
Éste sitio arqueológico es mucho más extenso aunque una buena parte está disperso entre las casas del poblado actual que se asentó sobre la ciudad prehispánica, vimos restos de estructuras desde que entramos a la zona urbana y hasta llegar a la entrada de la parte que está resguardada por el Inah y habilitada para la visita pública, aquí también acudimos para tomar fotografías pues ya lo conocíamos los tres.
Círculo gladiatorio
La zona está rodeada por una muralla con remates en forma de "L", tiene edificios de buen tamaño construidos con cantos rodados y una serie de plazas de grandes dimensiones que en algunas partes tienen círculos rodeados de muros similares a los de las murallas que sirvieron para realizar sacrificios gladiatorios en los que se obligaba a ciertos prisioneros armados con garrotes y escudos falsos a enfrentarse contra soldados locales bien equipados.
Nuevamente nuestro recorrido fue breve, caminamos por las plazas y fotografiamos los círculos y las estructuras, no se puede subir a los basamentos mayores, lo que hizo que nuestro paso fuera más rápido.
Plaza principal de Cempoala
Antes de retirarnos nos dirigimos al pequeño museo de sitio, estaba cerrado pero luego de llamar al custodio lo abrieron. Dentro hay una colección de piezas muy interesantes que incluyen platos polícromos y esculturas de pequeño formato, además de algunas fotografías históricas del lugar y de otros en los alrededores. Afuera hay una serie de esculturas en piedra de mayor tamaño, algunas mostrando grabados aún muy claros.
Finalmente proseguimos nuestro trayecto en auto y nos dirigimos a la autopista que va a Xalapa, así terminamos nuestro paso por el estado de Veracruz y nos dirigimos hacia la sierra de Puebla.
Llegamos hasta Medellín de Bravo, ya muy cerca de Boca del Río, tuvimos que pasar por varias calles y una terracería y finalmente frente a nosotros se encontraba el último sitio arqueológico que visitamos ese día: La Joya.
La Joya pertenece, al igual que El Zapotal, a las culturas remojadas del centro de Veracruz; estaba construido completamente en tierra apisonada y por desgracia por algún tiempo su grupo principal fue usado para obtener materia prima para hacer ladrillos; aún se encuentra la ladrillera en uno de sus costados aunque se rescató lo que quedaba de la estructura principal, la cual es un basamento piramidal que aún muestra parte de la escalinata que daba acceso a su parte superior y secciones de los cuerpos que le daban forma. El resto fue completamente arrasado y quedan muros que fueron reforsados para evitar que se desplomaran ante la falta de una gran parte del volumen constructivo.
Costado de la estructura principal de La Joya
La visita fue muy rápida puesto que el resto de estructuras del lugar son unos pocos montículos bajos que están entre las casas de la zona. Pudimos ver que la superficie del basamento se encuentra muy reseca y agrietada por lo que tememos que próximamente desaparezca pulverizada, leí en un reporte que se había recubierto con textiles pero no parece que eso haya sido suficiente para evitar el deterioro de este lugar.
Volvimos a subir al auto y nos dirigimos al puerto de Veracruz. Ni Ernesto ni yo habíamos estado ahí y Jorge nos dijo que había sido su lugar de nacimiento; pasamos por el malecón y nos pareció un lugar más bonito que lo que esperábamos, ya que le comenté a mis compañeros que esperaba que fuera una ciudad parecida a Coatzacoalcos, la cual no es nada atractiva para mi gusto.
Playa de Villarica
Fuimos a comer en el famoso restaurant "La Parroquia", estuvimos ahí un rato y luego salimos otra vez a carretera para llegar hasta el pequeño pueblo costero de Villarica, nuestra intención era pernoctar ahí y tomar fotos del atardecer, la salida de la luna y el amanecer, así como de la bellísima zona arqueológica de Quiahuiztlán, que está sobre un cerro que domina la vista del mar.
Cuando llegamos a la playa el sol ya estaba bajando en el horizonte, sin embargo pudimos subir a tiempo a una saliente de tierra elevada que se adentra en el mar y estuvimos ahí tomando fotografías del horizonte por un buen rato, al bajar comenzaba a ponerse oscuro y pudimos ver una buena cantidad de luciérnagas que destellaban a nuestro paso.
Atardecer en Villarica
Fuimos a buscar alojamiento y no tardamos mucho pues a nuestra llegada habíamos visto un hotel que parecía recientemente construido, ahí me fue útil haber llevado mi colchón inflable pues solamente había una cama, así que nos ahorramos pagar otra habitación y aún así dormí cómodo.
Un poco antes de media noche volvimos a ir a la playa para ver la salida de la luna, Jorge traía su celular con una aplicación para saber el punto exacto y ahí apuntó su cámara montada en un tripié. Logró tomar una secuencia que parecía la salida del sol y que permitía ver como las nubes al moverse cambiaban la dirección de los rayos de luz, haciendo que las fotografias se vieran realmente bellas, aunque a simple vista nosotros no pudiéramos observar casi nada de eso.
Así terminamos un intenso primer día de viaje, nos fuimos a dormir pues el siguiente sería igual de cargado en destinos.
El camino desde Santiago Huatusco fue largo pero valió la pena, salimos a la autopista que va a Veracruz y luego nos desviamos por la carretera federal en la Tinaja, después de eso tomamos otro camino hasta que finalmente llegamos a la zona de la mixtequilla y al sitio arqueológico de El Zapotal.
Éste lugar está protegido y abierto al público por el Inah, contiene incluso cédulas como cualquier otro sitio de su tipo pero por alguna extraña razón no aparece en la página de internet del instituto, por lo que no sabíamos si al llegar tendríamos que ir a pedir permiso o buscar a alguien para que nos permitiera el acceso; encontramos una entrada muy bien cuidada y el pasto totalmente podado; el custodio llamado don Mario, un señor bastante mayor, nos indicó que únicamente debíamos registrarnos en el libro de visitantes y que estaba prohibido tomar fotografías en el interior, luego de ello nos acompañó en el recorrido.
Dios de la muerte del Zapotal
En el área abierta al público se encuentran algunos montículos sin excavar, uno de ellos fue totalmente partido y casi destruido, pero en su interior se encontró una extraordinaria escultura en barro crudo que muestra a un dios de la muerte sentado que tiene actitud de ponerse en pie y ostenta un impresionante tocado que incluye cabezas de varios animales como murciélagos y jaguares; el cuerpo está descarnado y detrás de él se encuentra su trono. La figura estaba en el centro de un antiguo templo de pequeño tamaño que en sus muros tenía pinturas de varios personajes, algo que nos sorprendió ver porque no recordábamos que en los datos que habíamos visto sobre el sitio aparecieran estos detalles. Aquí se encontró también una serie de ofrendas que incluian esculturas de mujeres monstruosas o cihuateteo y figuras sonrientes que según las cédulas fueron elaboradas por las culturas remojadas del centro de Veracruz.
Dios de la muerte
Ésta parte del sitio fue protegida mediante la construcción de una gran habitación que cubre en su totalidad la escultura y su templo, en el interior se siente un calor sofocante y la iluminación es muy tenue. Lamentamos que las fotografías no estuvieran permitidas ni siquiera sin usar flash, tampoco pude grabar ahí pero en internet circulan algunas imágenes.
El dios de la muerte de El Zapotal es una obra maestra de la escultura mesoamericana, por desgracia por mucho tiempo ha requerido intervención urgente porque al estar elaborada en barro crudo y encontrarse en un ambiente tan cálido y húmedo corre peligro de desmoronarse; al parecer no existe un presupuesto suficiente para su conservación y el poblado donde se encuentra es uno de los más pobres del estado, aunado a que no se le ha dado ninguna clase de difusión a pesar de estar habilitado a la visita.
Trono del dios de la muerte
Una vez que salimos de ahí, sumamente acalorados, pasamos a una tienda que está frente a la entrada al sitio y estuvimos platicando con el dueño por un rato, incluso le invitamos un refresco a don Mario y nos regalaron un mango bastante dulce a cada uno.
De esta plática supimos que además del área central del sitio había varios montículos, algunos de los cuales los vimos al llegar; los principales estaban sobre una elevación llamada "cerro del gallo", además de otros más bajos en el "cerro de la gallina". Decidimos visitar los más grandes, subimos al carro y unas cuadras más lejos llegamos a una pendiente donde se podía subir con el vehículo, arriba nos encontramos con una inmensa plaza que tenía montículos de tierra circundándola. Jorge se puso a dar vueltas con el carro ahí arriba y pudimos ver que el espacio era tan grande que contenía dos canchas de futbol, aunque una de ellas de la mitad de tamaño de la otra.
Montículo principal
El montículo más grande tendría unos 10 metros de altura desde el nivel de la plaza pero cerca del doble desde el del poblado, subimos por un sendero que llegaba a la cima y tuvimos una grandiosa vista de todo el pueblo y la llanura cercana.
Respecto al cerro del gallo tuvimos cierto desacuerdo pues yo creí que se trataba de una elevación natural que fue nivelada para contener los edificios pero Ernesto y Jorge opinaban que en realidad todo había sido hecho por el hombre ya que no se veían otras elevaciones en los alrededores. De tener ellos razón, la edificación de este complejo era una obra sumamente monumental aunque ligeramente más pequeña que las de lugares como Cholula o Izamal.
Vista desde la estructura principal
Luego de visitar el cerro del gallo volvimos a salir a carretera, lo primero que hicimos fue buscar una gasolinera para revisar el nivel de las llantas, pues se había desajustado por el cambio en la presión atmosférica desde la altura de la ciudad de México a aquella región al nivel del mar. Tomamos varios kilómetros de terracería y luego seguimos hasta nuestro siguiente destino de viaje...
Después de salir de Palmillas, regresamos hacia Cuitláhuac y a partir de ahí entramos a una carretera secundaria, más allá dimos vuelta en una terracería y seguimos algunos kilómetros. Habíamos tenido dudas sobre el camino a tomar para llegar al sitio arqueológico de Cuauhtochco ya que éste se encuentra rodeado por el río Jamapa y es necesario cruzarlo, en nuestros mapas aparecía otro acceso que cruzaba por un puente vehicular pero varios kilómetros río abajo; Jorge sugirió que llegaramos al poblado de Santiago Huatusco y preguntáramos por el sitio antes de decidir, yo prefería ir directo en el auto hasta donde llegáramos pero sabía que cruzar el río a pie (si se podía) sería el camino más agradable y espectacular así que acepté su propuesta; a penas un poco antes de llegar al poblado ya teníamos una vista hermosísima: dimos una vuelta prácticamente en "u" para tomar la entrada a Huatusco y frente a nosotros vimos una serie de cañadas y abruptos paredones totalmente verdes, sobre la elevación más grande se distinguía la figura rectangular del gran templo de Cuauhtochco.
Río Jamapa
Comenzamos a ver un caserío donde no se distinguían muchas personas; finalmente llegamos a la plaza central de Santiago Huatusco, se trataba de un campo muy verde frente a una iglesia que en su frente se veía bastante reciente pero que en la parte trasera mostraba muros y una capilla lateral que parecían coloniales, habían dos calles junto al edificio y más allá estaban las paredes casi verticales de los cerros circundantes. Entramos a la iglesia y vimos que el interior también parecía haber sido añadido recientemente mientras que la capilla lateral estaba cerrada y servía como una especie de desván. Al salir vimos en la casa de enfrente algunos jóvenes y les preguntamos la forma de llegar al sitio arqueológico, nos indicaron que debíamos bajar al río y cruzarlo para luego ascender del otro lado; no sacamos mucha información pero al menos sabíamos que el nivel del agua era bajo y seguro para pasar.
Cruce del río Jamapa
Nos encontramos con una gran dificultad un poco más adelante cuando paramos en la única tienda que vimos en el pueblito: no habíamos comprado agua antes y ahora solamente encontramos pequeñas botellas de refresco que no serían suficientes. Platicamos con la señora que atendía el lugar y con un cliente que se veía algo crudo y nos dijeron que era posible llegar a Cuauhtochco pero que el camino era muy complicado, que difícilmente lo encontraríamos si no teníamos guía. La cosa pintaba mal pero al final nosotros decidimos ir de todas maneras con un refresco cada quien y el gps de los teléfonos celulares. Subimos al auto y seguimos por un camino cada vez más difícil hasta que vimos el curso del río reflejando el intenso azul del cielo. Un poco antes de eso encontramos un joven que se lavaba la cara en un pequeño arroyo, le preguntamos si podía guiarnos al sitio y contestó que no había desayunado pero que podía alcanzarnos después, nosotros no creimos que eso pasara así que abandonamos la idea de buscar guía y emprendimos la marcha solos.
Restos de muro defensivo
Una vez que bajamos a la orilla del río Jamapa pudimos ver que Cuauhtochco era una fortaleza impresionante: del otro lado se alzaban unas tremendas paredes verticales y el gps nos indicaba que arriba de ellas y unos metros más allá estaba nuestro destino, por consejo de los lugareños y por lo que veíamos en el mapa decidimos seguir la orilla río abajo hasta llegar a un meandro donde parecía existir una subida segura; desde un principio éste camino fue muy complicado, caminamos entre un plantío de limones que cerraba el paso muchas veces, no queríamos usar el machete y había espinas en las ramas, sin embargo el olor era sumamente agradable. Un poco más adelante nos encontramos con que el paso se estrechaba mucho y lo único que había era un sendero entre espesa vegetación que nos cerraba el paso a cada momento, el calor y la humedad eran intensos y había que subir y bajar continuamente entre las grandes piedras que cubrían la rivera.
Montículo en la plaza baja de Cuauhtochco
Comenzamos a preocuparnos porque la dificultad para avanzar era terrible, el sudor nos corría por la cara y nuestros refrescos comenzaban a mermar, el sol ya estaba subiendo bastante y si no conseguíamos salir de esa selva lo mejor sería regresar e intentar por otro camino.
Cuando ya estábamos considerando volver, en el mapa vimos que unos metros frente a nosotros debía haber una especie de playón o espacio abierto así que avanzamos y nos encontramos con que en una curva del río la orilla se ampliaba mucho y quedaba libre de vegetación pues estaba cubierta de cantos rodados y arena, finalmente tuvimos paso libre aunque las botas se nos hundían en el terreno, la siguiente curva que formaba el curso del agua tenía un paso donde el río pasaba sobre muchas piedras y bajaba mucho su profundidad, incluso vimos a dos lugareños que en ese momento estaban por llegar a la orilla opuesta.
Templo principal de Cuauhtochco
Pasamos por el mismo lugar sin quitarnos las botas ni alzarnos los pantalones, el calor era intenso y el agua tenía una temperatura muy agradable así que no nos importó llevar los pies mojados además de que se secaron muy rápido. Hablando con los dos lugareños que habíamos visto nos indicaron que había una senda que usaba el ganado para subir a lo alto del cerro donde está el sitio, así que a partir de ahí comenzamos a caminar por una senda muy bien marcada que parecía cruzar un espacio plano, de pronto nos encontramos con otro camino que parecía ascender así que dimos vuelta ahí, supimos que era la dirección correcta pues la pendiente se volvió pronunciada muy pronto y vimos que estábamos muy cerca de la pared vertical que caía hasta la orilla del río, finalmente nos convencimos de que llegaríamos a Cuauhtochco cuando encontramos restos de muros defensivos que alguna vez restringieron el único paso natural que llegaba al lugar por el sur.
Tarántula en Cuauhtochco
La subida era pesada, Jorge y Ernesto casi habían terminado con su respectivo refresco (aunque Jorge había encontrado un suero en su carro, fruto de algún día posterior a una borrachera), yo casi no había tomado nada pero comenzaba a tener la boca seca; tal dificultad se nos olvidó cuando vimos la cima totalmente limpia y libre de vegetación, yo esperaba ver en cualquier momento el templo principal pero el espacio al que llegamos solamente mostraba algunos montículos muy destruidos, por un instante estuve un tanto confundido pero luego levanté la vista y varios metros más adelante, sobre una elevación aún mayor se veía el edificio prehispánico que buscábamos.
Éste primer espacio era una plaza muy amplia con montículos, casi no se veía nada de arquitectura expuesta exceptuando algunos muros de cantos rodados que permanecían en su lugar bien alineados.
Posible edificación colonial
Subimos la última cuesta y con una gran emoción llegamos frente al templo principal de Cuauhtochco. Al acercarnos vimos una buena cantidad de zopilotes que habían alzado el vuelo y se alejaron por el lado contrario al que llegamos; era increíble que el lugar estaba casi libre de maleza y el edificio mostraba sus detalles claramente, del lado por el que llegamos había también una serie de montículos bajos alineados con un costado del edificio principal. Se trata de la única estructura hecha en estilo totalmente mexica que se conserva en tan buenas condiciones y que incluso aún sostiene gran parte de su templo superior, un detalle que en otros lugares del centro de México jamás sobrevivió; además de ello aún muestra gran cantidad de su recubrimiento de estuco y algunas decoraciones en los frisos de la parte superior. Éste lugar fue documentado a principios del siglo XIX por el capitán de dragones Guillermo Dupaix e incluso se tiene un grabado que lo muestra aún más completo que ahora, por lo que fue usado como modelo para reconstruir sitios como Santa Cecilia Acatitlán o hipotéticamente incluso la gran México-Tenochtitlan.
Templo mayor de Cuauhtochco
El lugar es llamado también Huatusco o El Fortín; al llegar me senté frente al templo mayor y grabé una dedicatoria a nuestro amigo Neftalí, ahora quedaba cumplido el último pendiente que habíamos dejado antes de su fallecimiento y me costó trabajo contener las lágrimas que se agolparon en mis ojos. La voz de Ernesto me sacó de mi introspección pues le escuché decir que había encontrado una tarántula y quise ir a verla, era un animal pequeño pero muy bonito: las patas y todos sus apéndices eran negros pero el torso era rojizo y la panza mostraba líneas alternadas en negro y naranja con el centro en otro tono rojizo más oscuro, de inmediato quise fotografiarla y entonces me di cuenta que era bastante agresiva pues con cualquier movimiento se ponía en guardia e incluso incrementó la dificultad para enfocarla pues arremetía contra mí cada vez que le apuntaba con la cámara.
Vista de Cuauhtochco
Frente a donde estaba la araña vimos un gran pozo de saqueo en la pared del edificio que mostraba dos o tres etapas constructivas, dimos la vuelta y encontramos una edificación un tanto extraña que aún tenía muros sobre una plataforma, después de revisarla no creímos que fuera prehispánica aunque si parecía muy antigua, por lo que probablemente sea colonial.
Finalmente subimos por la empinada escalinata del templo mayor, sus escalones eran muy estrechos y hechos con cantos rodados que en algunas partes aún estaban recubiertos de estuco; el templo superior aún tenía incrustados fragmentos de madera que creaban un techo plano de dicho material a la mitad de la altura de las paredes, los muros parecían incluso como si hubieran sido edificados con ladrillos, algo sorprendente aunque no tenemos ningún punto de comparación al tratarse de un ejemplo único.
Vista del río Jamapa
Cuando estábamos a punto de bajar del edificio, el joven que habíamos encontrado en el camino llegó hasta ahí y nos ofreció una gran botella de agua con hielo, ya habíamos olvidado la sed pero el camino de regreso sería muy caluroso, así que nos salvó de una posible deshidratación. Su nombre es Miguel González y nos contó que el sitio está tan limpio porque a veces pasa por ahí el ejército aunque también algunas tardes y noches se escucha pasar cuatrimotos que podrían pertenecer a narcos.
Después de bajar del edificio nos encontramos con los restos de una cabeza de serpiente que quizá decoraba el muro del templo y en la parte trasera del mismo una piedra con grabados que quizá representaban escamas y parte del rostro de otro reptil. Emprendimos el regreso guiados por Miguel y pudimos ver en varios puntos el borde del acantilado con el río Jamapa en el fondo y una extensa vista cubierta completamente de vegetación, bajamos por el mismo camino y cruzamos por otra parte del mismo vado la corriente de agua, ahí nuestro guía rellenó la botella directamente del río y vimos que el líquido estaba muy limpio y fresco. El camino que tomamos hacia Santiago Huatusco fue casi el mismo que seguimos en el sentido contrario, por lo que vimos que no estábamos tan perdidos; el calor en los últimos metros era ya tremendo pero llegamos enteros hasta el camino donde pasamos con el auto y regresamos a la misma tienda para comprar más refrescos, ahí la misma señora que vimos en la mañana nos contó que el cliente crudo que no nos quiso llevar le había dicho que temía que lo fuéramos a secuestrar... Así terminamos el recorrido despidiéndonos de la señora y de Miguel y salimos por el mismo camino por el que llegamos rumbo a nuestro siguiente destino.
El año pasado mi amigo Neftalí, que en paz descanse, estaba planeando un recorrido por Veracruz para visitar al menos los sitios arqueológicos de Cuauhtochco y El Zapotal; por diversas situaciones el viaje se fue posponiendo y finalmente se cambió para diciembre, sin embargo el fallecimiento de Neftalí dejó aquel proyecto inconcluso.
A mediados de año se volvió a pensar en el viaje a Veracruz y finalmente me puse de acuerdo con mis amigos Jorge y Ernesto para ir. La fecha quedó para el fin de semana del 2 y 3 de junio de 2018; para poder aprovechar el tiempo, ya que Jorge pondría su carro como transporte, nos quedaríamos en su casa un día antes y comenzaríamos nuestro trayecto muy temprano por la madrugada.
Estructura con muros conservados
El 1 de junio por la tarde salí de mi casa y esperé cerca de ahí a que Jorge saliera de su trabajo y pasara, una vez que llegó nos fuimos a comer algo y luego a esperar a que llegara Ernesto. Estuvimos jugando mini nes un buen rato pues nuestro compañero tardó bastante; ya entrada la noche fuimos a recogerlo al metro y estuvimos sentados un buen rato afuera viendo que no era un buen lugar para esperar, observamos gente pasar drogándose, tipos malencarados e individuos de mal semblante hasta que por fín Ernesto apareció. Jorge se sorprendió bastante porque llegó mucho más delgado que la última vez que habíamos viajado y caminamos de regreso a la casa para descansar. Estuvimos platicando un buen rato hasta que el anfitrión nos reclamó por estar hablando tanto tiempo.
Palmillas
Me despertó mi alarma a las 3 de la mañana y poco después salió Jorge para levantarnos; subimos al auto y tomamos hacia la autopista de Puebla, encontrando el camino con más autos de los que esperaríamos para esa hora pero con tránsito muy fluido.
Avanzamos muy rápido y pasamos por Chalco, Río Frío, San Martín Texmelucan y Puebla; seguimos de largo hacia las cumbres de Maltrata y en lugar de la habitual niebla de la zona nos encontramos con un paisaje despejado y espectacular en el que comenzaba el alba. El sol salió cuando íbamos por Orizaba y poco después llegamos a Córdoba y dejamos la autopista para seguir por la carretera federal donde algún tiempo después llegamos al poblado de Palmillas.
Palmillas
El sitio de Palmillas es muy poco conocido, Ernesto había encontrado fotos cuando planeábamos el recorrido y yo pude ubicarlo en el mapa así que llegamos sin problemas y luego de avanzar unos metros por terracería apareció frente a nosotros una estructura prehispánica que tenía tres terrazas que aún conservaban íntegro gran parte del muro exterior; no se observaba la escalinata pues dos de los lados estaban destruidos pero aún tenía mucho estuco original, estaba construido con cantos rodados y se encontraba en la orilla de un gran campo de caña que estaba circundado por montículos bajos. Un poco más adelante había otra estructura de similar tamaño o quizá un poco más alta pero completamente convertida en montículo y sin mostrar arquitectura en pie.
Plaza de Palmillas
Examinamos las dos estructuras mayores, primero Ernesto y yo subimos a la más destruida y desde ahí pudimos ver la primera iluminada por la luz rojiza del amanecer, el campo estaba sumamente verde y lleno de pájaros que cantaban, volviendo el ambiente pintoresco y sumamente bello. Nos dirigimos entonces al basamento con muros conservados y nos dimos cuenta que una parte de las paredes estaban desprendidas de su núcleo, quedando un hueco entre ellos, lo que quizá haga que colapse en fechas próximas. Desde la cima se veía la enorme plaza que se formaba entre los montículos restantes y a lo lejos aún podíamos observar las cumbres de Maltrata.
Finalmente volvimos al auto pues nos esperaba el mejor recorrido del viaje unos kilómetros más adelante.