miércoles, 16 de octubre de 2013

05-01-2012 Zona arqueológica de Lacanhá



Riachuelo en Lacanjá Chansayab

Eran cerca de las 10 de la mañana cuando tomamos nuestro equipaje y salimos hacia la terminal de colectivos para tomar uno rumbo a San Javier, entrada a los ramales de Bonampak y Lacanjá Chansayab, pero al llegar ahí nos enteramos que la próxima corrida era a las 11:30, decidimos ir a otra base para tomar transporte de otra compañía. Fue difícil caminar de un punto a otro pues el peso de nuestras mochilas se había incrementado con los víveres pero finalmente pudimos abordar con un costo de $60 por persona; en dos horas estábamos en San Javier, donde un hombre de origen Lacandón nos llevó en su auto a Lacanjá Chansayab.

Río en la selva
Lacanjá Chansayab (no confundir con Lacanjá Tzeltal) es un pequeño poblado situado a 6 km del entronque a la zona arqueológica de Bonampak, donde exceptuando a los turistas y unos cuantos biólogos, los únicos pobladores son mayas lacandones, es la entrada a la reserva de la biósfera de montes azules y sus alrededores son bañados por infinidad de riachuelos, muchos de ellos tributarios del río Lacanhá, el cual cruza bajo un puente el camino a dicho poblado. La zona, para nuestro agrado cuenta aún con densa vegetación, y ahí viven aún muchas especies selváticas amenazadas, incluido el jaguar (los biólogos que mencioné estaban ahí investigando a éstos últimos desde hacía meses, según nos dijeron); lo que fue sorprendente para mí fue encontrarme con cabañas bien construidas, luz eléctrica, baños ¡e incluso internet!

Cascada de las golondrinas
Templo de las golondrinas.
Llegamos buscando al señor Pedro Chan Kin (que en paz descance), a quien Alejandro conocía de sus viajes previos y en cuya casa podríamos instalar nuestras tiendas de campaña sin costo, pero no le hallamos, estaba vendiendo artesanías en la zona arqueológica de Bonampak. Sus hijos nos recibieron y hablamos con el mayor pues queríamos un guía para un paseo a la selva y yo deseaba conocer las cercanas ruinas de Lacanhá, él nos contactó con un lugareño que por $200 nos llevó hasta éstas últimas pasando por la bella cascada de las golondrinas, antes de ello caminamos por varios senderos cruzando riachuelos y observando cada vez más la vegetación de la selva, en un punto nos detuvimos para mirar una enorme ceiba, árbol sagrado de los mayas, que se erguía majestuosa con su gran tronco de claro color. Luego de un rato empecé a notar que algunos montículos no eran de origen natural, incluso había restos de un edificio sobre uno de ellos. Pasamos entonces por la cascada, bajo la cual al parecer existen cuevas, se trata de una caída de agua de 4 metros de altura, el río que lo forma es de un bonito color verdoso. Después de cruzar por un puente el río, caminamos un poco más y entonces vimos entre la maleza un montículo coronado por un edificio maya bien conservado: era la zona arqueológica de Lacanhá, el llamado “templo de las golondrinas”, que según me contó Alejandro se encontraba anteriormente cubierto de plantas, ahora, según información de nuestro guía, un arqueólogo se encontraba estudiando el lugar y limpió los edificios.

Edificio de las columnas
Es poco lo que se puede observar a primera vista en Lacanhá, debido a su remota ubicación y al poco estudio que se tiene del lugar, pero si se analiza más a fondo aquellos lugares se puede llegar a la conclusión de que se trataba de una ciudad al menos de tamaño parecido a Yaxchilán, alrededor del templo de las golondrinas pude observar muchos montículos, los cuales eran los únicos restos visibles que quedaban, pero más allá llegamos a un segundo edificio con columnas en su entrada, y detrás de éste otro más que al parecer estaba en proceso de consolidación, quizá se tratara de una acrópolis pues ambos edificios estaban sobre la misma plataforma, y en el espacio intermedio nos sentamos un rato a descansar y a comer, entonces Alejandro me dijo que había un edificio más que ver, bajamos de la plataforma y vimos en un talud contiguo la inconfundible silueta del arco maya adentrándose en la tierra, se trataba de una cámara que conducía a otra perpendicular a la de entrada, como formando una cueva artificial. Nuestro guía nos dijo que había más cámaras, pero que el arqueólogo que trabajaba en el lugar las había bloqueado.
"Los subterráneos"

Regresamos por otro camino a la cascada, lo cual nos dejó desorientados y comprendí por qué Alejandro aun habiendo ido a Lacanhá varias veces no podía reconocer los caminos y seguía requiriendo de un guía para internarse en la selva. En la cascada volvimos a detenernos y quise mojarme aunque fuera solo los pies, pues hacía mal clima, entré descalzo al río pero Alejandro y Diana no quisieron seguirme, me quedé con las ganas de meterme completo, pues el agua tenía una temperatura muy agradable, pero no tenía otra ropa que ponerme.

Río justo junto al poblado
Regresamos al pueblo más de 3 horas después, pues aunque la distancia no fue muy considerable, el camino lodoso dificultaba caminar. He de agregar que andar por la selva es una experiencia inolvidable, los sonidos, los diferentes tonos de verde, el sonido del agua de los riachuelos, los cantos de las aves y el saberse lejos del mundo, lejos de la ciudad y su bullicio. Si caminar de día es emocionante, de noche es estremecedor, como Alejandro lo sabía de viajes pasados y como yo comprobaría días después.

Calificaciones:
Tamaño: 5, es un sitio grande, pero solo hay 3 estructuras realmente visibles, lo demás son sólo montículos.
Accesibilidad: 4, es fácil llegar al poblado de Lacanjá Chansayab, pero en el caso de tomar transporte público, es difícil regresar a Palenque, pues los colectivos no pasan tan frecuentemente. Llegar al sitio requiere necesariamente de un guía y a pie por 3 horas o más, a nosotros nos costó 200 pesos por ser conocidos, pero a cualquier turista le costaría facilmente el doble o más, si a uno le gusta la sensación de explorar sitios remotos, definitivamente ésta es una buena elección, de lo contrario es mejor no intentarlo.
General: 7, es un gran paseo y el entorno es hermoso, pero no es apto para personas sin condición física y que no tengan especial interés por la arqueología o la naturaleza.

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