Riachuelo en Lacanjá Chansayab |
Eran cerca de las 10 de la mañana cuando tomamos
nuestro equipaje y salimos hacia
la terminal de colectivos para tomar uno rumbo a San Javier, entrada a los
ramales de Bonampak y Lacanjá Chansayab, pero al llegar ahí nos enteramos que
la próxima corrida era a las 11:30, decidimos ir a otra base para tomar
transporte de otra compañía. Fue difícil caminar de un punto a otro pues el
peso de nuestras mochilas se había incrementado con los víveres pero finalmente pudimos abordar con un costo de $60 por persona; en dos
horas estábamos en San Javier, donde un hombre de origen Lacandón nos llevó en
su auto a Lacanjá Chansayab.
Río en la selva |
Lacanjá Chansayab (no confundir con Lacanjá
Tzeltal) es un pequeño poblado situado a 6 km del entronque a la zona
arqueológica de Bonampak, donde exceptuando a los turistas y unos cuantos biólogos,
los únicos pobladores son mayas lacandones, es la entrada a la reserva de la
biósfera de montes azules y sus alrededores son bañados por infinidad de
riachuelos, muchos de ellos tributarios del río Lacanhá, el cual cruza bajo un
puente el camino a dicho poblado. La zona, para nuestro agrado cuenta aún con
densa vegetación, y ahí viven aún muchas especies selváticas amenazadas,
incluido el jaguar (los biólogos que mencioné estaban ahí investigando a éstos
últimos desde hacía meses, según nos dijeron); lo que fue sorprendente para mí
fue encontrarme con cabañas bien construidas, luz eléctrica, baños ¡e incluso
internet!
Cascada de las golondrinas |
Templo de las golondrinas. |
Llegamos buscando al señor Pedro Chan Kin (que en paz descance), a quien
Alejandro conocía de sus viajes previos y en cuya casa podríamos instalar
nuestras tiendas de campaña sin costo, pero no le hallamos, estaba vendiendo
artesanías en la zona arqueológica de Bonampak. Sus hijos nos recibieron y
hablamos con el mayor pues queríamos un guía para un paseo a la selva y yo
deseaba conocer las cercanas ruinas de Lacanhá, él nos contactó con un lugareño
que por $200 nos llevó hasta éstas últimas pasando por la bella cascada de las
golondrinas, antes de ello caminamos por varios senderos cruzando riachuelos y
observando cada vez más la vegetación de la selva, en un punto nos detuvimos
para mirar una enorme ceiba, árbol sagrado de los mayas, que se erguía
majestuosa con su gran tronco de claro color. Luego de un rato empecé a notar
que algunos montículos no eran de origen natural, incluso había restos de un
edificio sobre uno de ellos. Pasamos entonces por la cascada, bajo la cual al
parecer existen cuevas, se trata de una caída de agua de 4 metros de altura, el
río que lo forma es de un bonito color verdoso. Después de cruzar por un puente
el río, caminamos un poco más y entonces vimos entre la maleza un
montículo coronado por un edificio maya bien conservado: era la zona
arqueológica de Lacanhá, el llamado “templo de las golondrinas”, que según me
contó Alejandro se encontraba anteriormente cubierto de plantas, ahora, según
información de nuestro guía, un arqueólogo se encontraba estudiando el lugar y
limpió los edificios.
Edificio de las columnas |
Es poco lo que se puede observar a primera vista en
Lacanhá, debido a su remota ubicación y al poco estudio que se tiene del lugar,
pero si se analiza más a fondo aquellos lugares se puede llegar a la conclusión
de que se trataba de una ciudad al menos de tamaño parecido a Yaxchilán,
alrededor del templo de las golondrinas pude observar muchos montículos, los
cuales eran los únicos restos visibles que quedaban, pero más allá llegamos a
un segundo edificio con columnas en su entrada, y detrás de éste otro más que
al parecer estaba en proceso de consolidación, quizá se tratara de una
acrópolis pues ambos edificios estaban sobre la misma plataforma, y en el
espacio intermedio nos sentamos un rato a descansar y a comer, entonces
Alejandro me dijo que había un edificio más que ver, bajamos de la plataforma y
vimos en un talud contiguo la inconfundible silueta del arco maya adentrándose
en la tierra, se trataba de una cámara que conducía a otra perpendicular a la
de entrada, como formando una cueva artificial. Nuestro guía nos dijo que había
más cámaras, pero que el arqueólogo que trabajaba en el lugar las había
bloqueado.
"Los subterráneos" |
Regresamos por otro camino a la cascada, lo cual
nos dejó desorientados y comprendí por qué Alejandro aun habiendo ido a Lacanhá
varias veces no podía reconocer los caminos y seguía requiriendo de un guía
para internarse en la selva. En la cascada volvimos a detenernos y quise
mojarme aunque fuera solo los pies, pues hacía mal clima, entré descalzo al río
pero Alejandro y Diana no quisieron seguirme, me quedé con las ganas de meterme
completo, pues el agua tenía una temperatura muy agradable, pero no tenía otra
ropa que ponerme.
Río justo junto al poblado |
Regresamos al pueblo más de 3 horas después, pues
aunque la distancia no fue muy considerable, el camino lodoso dificultaba
caminar. He de agregar que andar por la selva es una experiencia inolvidable,
los sonidos, los diferentes tonos de verde, el sonido del agua de los
riachuelos, los cantos de las aves y el saberse lejos del mundo, lejos de la
ciudad y su bullicio. Si caminar de día es emocionante, de noche es
estremecedor, como Alejandro lo sabía de viajes pasados y como yo comprobaría
días después.
Calificaciones:
Tamaño: 5, es un sitio grande, pero solo hay 3 estructuras realmente visibles, lo demás son sólo montículos.
Accesibilidad: 4, es fácil llegar al poblado de Lacanjá Chansayab, pero en el caso de tomar transporte público, es difícil regresar a Palenque, pues los colectivos no pasan tan frecuentemente. Llegar al sitio requiere necesariamente de un guía y a pie por 3 horas o más, a nosotros nos costó 200 pesos por ser conocidos, pero a cualquier turista le costaría facilmente el doble o más, si a uno le gusta la sensación de explorar sitios remotos, definitivamente ésta es una buena elección, de lo contrario es mejor no intentarlo.
General: 7, es un gran paseo y el entorno es hermoso, pero no es apto para personas sin condición física y que no tengan especial interés por la arqueología o la naturaleza.
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